miércoles, 30 de diciembre de 2020

TIRANDO DE MEMORIA-MISA DEL GALLO

TIRANDO DE MEMORIA NAVIDEÑA    29-12-2020

MI PRIMERA Y ÚNICA MISA DEL GALLO

 Pues sí, tirando de memoria para escribir “El olor de los Recuerdos” Navideños, de pronto anoche recordé una Misa del Gallo en Alaejos, que tenía en la memoria bajo una gruesa capa de olvido, y que desempolvé tan feliz, y con idéntica emoción, aquí os lo cuento.

Como escribí hace poco en el capítulo: A las 10 en casa Nunca tuve flexibilidad horaria, sobretodo en Valladolid, pero sí un poco más en Alaejos. Allí se ve que me tenían más controlada o como era de la misma peña que mi hermano (capítulo aparte será en breve), y él me podía controlar, me dejaban llegar a casa un poquitito más rato, (siempre que no fueran “las fiestas de La Casita” de las que como digo, no tardaré en enseñaros ese capítulo de mi vida.

 Corría el año de nuestro Señor de 1972 y aquí vuestra escritora amiga tenía 15 años. El 23 de Diciembre cuando acabé mi jornada de trabajo, mis padres y mi hermano me buscaron y en el Seat 600 (VA-42.603) recién estrenado de segunda mano, nos fuimos al pueblo. Hora y media después de arrancar, nos plantamos en casa de mis abuelos. Aquella noche ya no salimos porque “no eran horas” y así nos quedamos tan agustito metidos en el brasero de la camilla de la sala, para felicidad de mis abuelos que soñaban con vernos allí.

 Al día siguiente, fui con mis amigas a Misa de doce y media, y después a dar un paseo por el pueblo que ya desde entonces me embriaga el alma sólo de pensar en él.

 Por la tarde, estuvimos chicos y chicas de la peña en “el club” (así lo llamábamos), es decir, en “Mabille” una mini discoteca que había en el “Snack Viena Hostal”, y que como aún no había “inventado”  Don Búho” era la “discoteca” a la que podíamos ir los púberes de Alaejos… ¡Un lujo!

No sé la dolencia, supongo que cogió frío, mi madre no se encontró bien aquella noche y casi no cenó, ni fue a la Misa del Gallo. Mi primera y única Misa del ave cantarina y madrugadora a la que fui en mi vida.

Ni qué decir tiene que en aquella Misa, en el banco donde nos sentamos los jovenzuelos de “Los Viudos”,  no hubo recogimiento ni devoción, ni ganas más que de divertirnos.

El oficiante era Don Antonino, un añoso sacerdote bajito, con sotana y una tonsura más redondita que una moneda de 50 pesetas.

En la Iglesia de San Pedro hacía más frío que en la farola de la plaza. Alguien nos dijo que  Don Antonino para no “arrecer” sus sacramentales posaderas, llevaba bajo su sotana atada a la cintura una bolsa de agua caliente, de aquellas que cada noche mi madre nos ponía a mi hermano y a mí en la cama para que no amaneciéramos hechos carámbano.

Imaginar a  nuestro cura  con semejante calentura, hizo que nos pasáramos la misa soltando risitas y chascarrillos que nos mantuvo más pendientes de nuestras silenciosas risas que de su sermón.

Éramos niñatos guasones, pero muy respetuosos (cualquiera no lo hubiera sido) pero ¡¡cómo no reírse!! Cuando “gracias” al micrófono, escuchamos claramente “el viento del sur” que se le escapó (o soltó sin calcular que tenía amplificador) y además de sus palabras nos deleitaba con sus presbíteros  Sonidos de Philadelphia” que por edad del interfecto seguramente flojeaba el santo esfínter anal.

Recuerdo risitas y codazos entre los fieles que educandamente seguíamos el tradicional oficio Navideño con algunos grados etílicos (yo ni gota, mi risa no necesitaba aderezo).

 Tras la Misa (o lo que fuera), fuimos de nuevo al “Mabille”. La Misa no fue precisamente corta, dieron terceras a las 12 de la noche y de San Pedro salimos camino de Mabille a pasada la una y cuarto de esa misma madrugada.

Como Cenicienta, mi hora de volver a casa aquella noche especial era a las 2. Era tan puntual como se me exigía, y cuando mejor se lo estaban pasando mis amigos, cogí mi abrigo, mi frío y mi ilusión, y me fui solita a casa de mis abuelos con la esperanza de volver a vivir noches así de magníficas… No hubo más, ni más Nochebuenas en Alaejos, ni Nocheviejas, ni viejas noches… ¡¡Qué pobre yo y mis restricciones!! Más estrictas que las de mis amigas, que sí, eran otros tiempos, pero tan otros para ellas como para mí.

 Se ve que con los años, le cogí tanto gusto al no salir, que soy más casera que los priscos... Pues como el que no se conforma es porque no quiere, resulta que hasta recuerdo haber sido feliz en mi juventud, madurez, y senectud… Ahora la pandemia me está dando la mejor excusa para que nadie pueda decirme ¡¡tienes que salir!! Porque siempre podré decir... “No, que es mejor quedarse en casa cuidándome y cuidando de que el bicho ni nos mire”.

No hay comentarios:

BIENVENIDOS...

... A este Blog creado para difundir noticias e historias de mi pueblo. Espero que encontréis aquí lo que andabais buscando. Si no es así y creéis que puedo ayudaros a conseguirlo, dejad la pregunta en un comentario, y a la mayor brevedad será atendido. Gracias por venir.