QUERIDA
PRIMA XUS 12-01-2022
Querida prima: Espero que al recibo de ésta te encuentres bien. Nosotros
bien G a D.
Por la presente quiero comunicarte que… ¡Bueno vale de antiguallas!
Así comenzaban las cartas de nuestras madres. Tú y yo, ya éramos más modernas y
con: Querida prima o un ¡Hola que tal! Comenzábamos esas largas cartas que
durante años mantuvimos. ¡Cómo nos encantaba recibir aquellas asiduas cartas! Ahora
con la “modernez” del WhatsApp, ya no escribimos ni la lista de la compra. Parece
que nos cuesta escribir o tener que ir a correos a echar al buzón nuestras misivas;
incluso hemos perdido la costumbre de hablar telefónicamente,
quizás pensando que en esos momentos podemos hacer que el otro deje de hacer lo
que estuviera haciendo. Con los mensajes escritos ahí quedan para cuando el
otro pueda contestar. Lo cierto es que da igual la forma, porque lo importantes
es que seguimos en contacto y siempre tenemos mucho de qué hablar cada vez que
nos reunimos.
Tú y yo tenemos un carácter absolutamente “contrapuesto”: tú de
voz pausada, tranquila, risueña, cariñosa, dulce… y yo más o menos igual, pero
una locomotora de risas. Un torbellino que arrasa la vida sin dejar títere con
cabeza, sobretodo buscando la justicia y la verdad, siempre la verdad y la
justicia a partes iguales, aunque bien sabes que esa búsqueda me acarreó no
pocos sinsabores y muchas lágrimas que a veces enjugué en tu hombro.
Contigo no importa si soy torbellino, volcán o terremoto, porque
nuestro cariño es mutuo y nuestra forma de pensar y actuar los mismos desde que
tengo uso de razón… Somos las mismas.
Mis primeros recuerdos a tu lado son de aquella pequeña cocina de
la casa detrás de San Pedro en la que vivíais en Alaejos. Me gustaba acercarme
a la ventana y ver a tu madre trasteando haciendo la comida... ¡¡Hola tía Crese!!
¡¡Hola bonita!! Pasa, ¿quieres una galleta?
Bien podría ser así la conversación, aunque en general continuaba
a mis juegos y ella quedaba a lo suyo.
También recuerdo la pena
que me dio cuando os fuisteis a vivir a Barcelona ¡¡al fin del mundo!! ¡¡Qué
lejos!! ¡¡Qué difícil volver a veros!!
Ya ves, ¡quién nos iba a decir lo fácil que es ahora viajar incluso
al extranjero!
Pero entonces ¡¡cómo
lloraba mi abuela Casimira porque su querido hijo Justo emigraba lejos de ella
que tanto le adoraba!! (A su modo rústico, pero le adoraba)
Por el contrario, vuestra marcha ¡¡Qué poco le importaba a la acémila
de su hija con un adoquín por corazón y un cerebro hecho de manteca de cerdo!!
Recuerdo también que a los pocos días de iros, me asomé a aquella
ventana donde nunca más estaría mi tía Crese, y vi una sillita de muñecas… ¡¡Con
las ganas que yo tenía de una silla para pasear a mi muñeca de cartón!! Corrí a
casa alborotada¡¡mama! ¡Mama! Que Mª Jesús se ha dejado una silla de muñecas ¡dígale
usté a mi padre que vaya a por ella!
Mi madre rápidamente me aclaró que la silla no era tuya, si no de
la hija del dueño de la casa. ¡¡Qué desilusión!! Yo que me veía sin prima pero
heredando una silla y no, que va, me había quedado sin prima y sin herencia. Ya
ves, desde pequeña ese es mi sino, aunque esa primera vez sí me dolió no
heredar.
Durante muchos años mantuvimos regularmente correspondencia por
carta, porque teléfono tardamos en tener, y además era carísimo llamar a Barcelona
para “hablar de nada”. Costaba un ojo de la cara y ni tú ni yo queríamos
quedarnos tuertas ¡¡con lo monas que éramos!! Que éramos y somos, que nos
conservamos genial: yo como metida en manteca y tú en aceite, que conserva
igual, pero broncea mucho mejor.
Cuando veníais de vacaciones era una verdadera ilusión, además siempre
traíais un regalito y eso para mí, una niña o jovencita, también me encantaba.
Allá por agosto de 1973, fui de vacaciones a Barcelona y durante
aquella semana, Pere, tu novio y tú vinisteis a buscarme para pasar un par de días
con vosotros.
Pere tenía coche y me llevasteis a Calella de la Costa y al Tibidabo
donde lo pasé en grande.
No me dejaban vestir con mini falda, y llevé ropa tan cateta como
la que usaba siempre, al menos por aquellos entonces.
Tú me dejaste una falda cortita y una camisa preciosas, juveniles
y muy veraniegas. Para hacerme la foto en la que estoy con Pere, tuve que
estirar hacia abajo la falda lo más que pude para que cuando vieran la foto no
me riñeran por haber salido a la calle tan minifaldera.
Ese bañador que llevé, era de felpa y tenía un forro de espuma… ¡¡No
se secaba nunca!! Eso sí, frío no pasaba yo en la playa, bien abrigadita con mi
bañador de felpa forradito.
Quisiste dejarme un bikini, pero me quedaba pequeño en la zona del
pecho y tan escotado, a tanto no me atreví.
Guardo gratísimos recuerdos de aquel viaje, y nuestras risas, y aunque
ahora ya estamos lejos de ser aquellas jovencitas, el cariño mutuo sigue
intacto.
También recuerdo en 1988, volvía a Barcelona con mi marido y mis
tres hijas pequeñas. Otro viaje inolvidable.
Viajamos en avión, “fuimos a parar” a Castelldefels, pero quedamos
con vosotros en la estación de tren de Barcelona para pasar un par de días con
vosotros en Rubí. El primer día Pedro nos llevó a visitar el precioso Parque Güell
antes de ir a vuestra casa donde me disteis la tristísima noticia de que había
fallecido mi abuela Felisa.
A la mañana siguiente preparaste unas neveras con rica comida y
nos llevasteis en tren a pasar el día a Montjuic.
Primero nos llevamos la desagradable sorpresa de que estaba
cerrado por descanso y después la no menos desagradable sorpresa de que llovía
como si estuviera el cielo a descargar encima de nosotros toda su agua.
Con cinco niños y el parque cerrado, no tuvimos más remedio que
refugiarnos a comer debajo de un puente como cualquier quinquillero.
¡¡Qué disgusto tenías!! Yo en cambio me lo tomé a risa quizás por
quitarte parte del disgusto.
“No se lo digáis a nadie” –decías-. ¡Mira que venir a Barcelona
para comer debajo de un puente!
Prometí que no lo contaría, ya ves que no lo conté, sólo lo escribí
aquí, aunque en realidad hace muchos años que lo contamos a todo el mundo
porque el habernos “alojado” debajo de un puente, no tenía más importancia que
el recuerdo de la anécdota que vivimos aquel día.
La vida nos regaló formar dos familias maravillosas y con las
canas, las arrugas y los achaques propios del paso del tiempo, nos hemos ganado
el honor de ser abuelas de 6 nietos que son nuestra alegría y el desvelo por el
incierto futuro y presente.
Candela, Adrián, Amelia y ahora la pequeña María, son tu mayor
ilusión, tanto como lo son para mi mis nietas Lucía e Irene.
¡Nos han salido tan guapísimos! No podría ser menos teniendo unas abuelas
tan geniales como nosotras…
Sólo nos queda esperar que cesen las malditas olas, que en forma
de tsunami emocional y tangible nos están
arrasando la vida tranquila que teníamos hasta hace dos años. Que cese todo lo
malo que nos angustia porque sólo deseamos que estas maldiciones acaben de una
vez para poder continuar acumulando vivencias y recuerdos bonitos; confidencias
y buenos ratos junto a todo lo que logramos y que tanto merecemos disfrutar.
A la espera de ello y de tus noticias, se despide esta que lo es:
Tu prima que te quiere y no te olvida:
Maisi