domingo, 29 de enero de 2023

HASTA SIEMPRE ÁLVARO


HASTA SIEMPRE ÁLVARO   29-01-2023

 Querido amigo, ¿pero qué prisas son estas? Te ha llevado en volandas el viento derechito al lugar donde todos iremos más tarde o más temprano.

No es justo Álvaro, no te correspondía la marcha tan apresurada. Apenas has tenido tiempo de despedidas. ¡¡No es justo amigo mío!! Aunque en realidad, ahora si sabes lo que hay después y te habrán informado al llegar de lo que es justo y lo que no, porque aquí no lo entendemos.

No entendemos que una buena persona se vaya habiendo tantos indeseables pululando y haciendo la vida imposible al mundo.

 Menuda sorpresa nos hemos llevado. Seguramente te esperaban en el cielo. Ahí arriba andan escasos de buenos maestros. Maestros que como tú, sembraron en sus alumnos el deseo de aprender a caminar por la vida y  gracias a tus enseñanzas lograron altas metas y nunca se olvidarán de ti.

 En ese cielo también andan escasos de buena gente y te tocó querido Álvaro subir a encontrarte con todos aquellos que amaste y esperaban tu llegada para darte la bienvenida tan extrañados como nosotros te hemos dicho adiós.

 Diste clases particulares a alguna de mis hijas. Clases que les ayudaron a comprender mejor las materias del instituto.

Por ser “profe” de Cecilia, me atreví a pedirte un favor y nunca olvidaré que fuiste el primero en corregir mi novela “El Marcapáginas”. Tenía pudor de darte el borrador por si considerabas que era una pérdida de tiempo y que mi novela no merecía la pena.

Al contrario, la leíste en muy poco tiempo y me sorprendió muy gratamente tu crítica positiva tanto como a ti te sorprendió la trama y  me decías que de donde había sacado una historia tan bonita. Nunca nadie me dedicó palabras tan bonitas refiriéndose a mis escritos. Palabras que me llenaron de ánimo y si tú creíste en mí, hiciste que creyera en mí misma.

 Se nos va un gran vecino, la amabilidad y la educación personificada. Nunca faltaba una frase cortés cuando nos encontrábamos.

 Quiero enviar de esta forma mi sentido pésame a Ana, a vuestros hijos y nietas que hoy no tienen consuelo. Para ellos serás desde ahora su estrella más brillante. La luz que alumbrará el camino que contigo comenzaron y dejaste para continuar cuidando de ellos entre nubes.

 D.E.P. Álvaro. No olvidaré nunca tu sonrisa.

 

martes, 24 de enero de 2023

QUERIDA AMIGA GLORIA

 QUERIDA AMIGA GLORIA 


Querida amiga Gloria: mi otra gaditana favorita. ¿Recuerdas? ¡Claro que lo recuerdas! Febrero de 2016. Mi marido y yo vacacionando en viaje del IMSERSO en Torremolinos y como esa ciudad andaluza queda al ladito de Cádiz… (A dos horas y media de nada); Mariluz que ni es corta, ni mucho menos perezosa, se acercó a vernos llevándote de “copilota”. Pasamos una tarde fabulosa los cuatro: mi marido, Mariluz, tú y yo. Fue como si nos conociéramos de toda la vida y así transcurrió todo:

  Se acercaba el fin de nuestras vacaciones y con el sábado llegó la esperada visita de nuestra querida Mariluz, por fin el ansiado abrazo con mi gaditana de lujo que llegó acompañada de Gloria, una gran mujer digna amiga de la mía y que sin temor a equivocarme, nada más presentarnos ya puedo considerarla amiga de las buenas.

Nuestras amigas, a medio día habían recorrido el montón de kilómetros que nos separaban. Comimos en nuestro hotel decidiendo donde pasar la tarde para aprovecharla al máximo y a fe que lo logramos.

El lugar elegido fue (a 105  km de Torremolinos) Ronda que nos recibió con hermoso sol en la cara y nubes de negro luto en la espalda.

 El sol queriendo agradecer nuestra visita, se resistía a esconderse y las nubes tercas como mulos ganaban la batalla en algunos breves momentos soltando granizo suave como nieve o nieve redondita como granizo (no me quedó muy claro). Lo cierto es que enseguida escampaba y el sol volvía a brillar aliado eso sí, con un fuerte airón que al mismo tiempo empujaba a la nubarrona y a nosotros mismos por las brillantes calles rondeñas hasta el entorno de la hermosa plaza de toros o junto al mirador de su preciosa serranía y al grandioso puente sobre el Tajo.

Tuvimos tiempo de continuar con la interminable charla y tomar un cafelito para entrar en calor, en una selecta chocolatería con un precioso y relimpio cuarto de aseo digno de fotografiarse... y alabar, porque hay cada antro que miedo da tener una urgencia.

 Ni el tiempo literal ni el ambiental nos permitió ver todos los maravillosos rincones de Ronda, así con la promesa de volver, nuestra incansable conductora nos llevó hasta Setenil de las Bodegas; otro precioso rincón digno de ser visitado y que nos recibía con lluvia  intensa y el mismo airón que en Ronda, pero aquí tampoco hizo volar nuestra ilusión de estar juntos viendo tan precioso lugar, además la lluvia duró apenas un minuto para luego dejarnos realizar la visita con calma.

Y no sé por qué no mencioné en esa crónica que desde el primer momento parecía que nos conociéramos de toda la vida. Tanto que tuviste la osadía de “robarme el marío” delante de mis narices…

 Recuerdo con mucho cariño aquella tarde en Ronda, donde nos llovió, nos nevó y nos mostró que es un precioso lugar donde merece la pena volver; y en Setenil de las Bodegas: al llegar, aparcó en buen lugar y salimos del coche a toda prisa porque empezó a llover fuerte y mientras me quedaba bajo un paraguas esperando que Mariluz cerrara el coche, tú corrías calle abajo del brazo de mi marido también ambos bajo un paraguas, mientras gritabas “Me voy con mi marío Marisa, te lo robo  Y con “mi marío” se quedó para ti, y así me preguntas amistosamente por él mi querida Gloria.

 Tras la leve visita a Setenil, el viaje de regreso lo hicimos por la sierra, (esa preciosa sierra de Las Nieves que parte de ella se quemó en 2022)… el recorrido era un poco más largo  que el de ida, (40 km más, por sierra que  por autovía) y lo hicimos por allí para llegar a san Pedro de Alcántara con intención de parar (o visitar desde el coche) Marbella o Fuengirola camino a nuestro hotel en Torremolinos.

Creíamos que el tiempo es chicle, pero no lo es y en febrero aún anochece muy pronto, por eso no paramos en ninguno de esos lugares, yendo derechitos al hotel.

 Aseguro que merecieron la pena todas esas curvas aunque sólo fuera por ver el grandioso espectáculo que nuevamente de forma gratuita nos regalaba la naturaleza con un espectacular atardecer entre las montañas nevadas; teñida la blanca nieve de los picos más altos por el intenso amarillo de la puesta de sol, que se escondía entre las nubes de toda la gama de colores desde el brillante algodón blanco, al gris y al casi negro, con parcelitas de azul intenso de cielo. Lástima que al no poder parar, las fotografías no tienen la calidad que yo quisiera, porque las imágenes que tengo en el corazón no puedo pasarlas a formato JPEG y esas no se me borrarán jamás, aunque no pueda compartirlas.


 Hubiera pagado por ver un espectáculo tan irrepetible como aquel. Espectáculo que una vez más venía de la mano de la mejor persona; la gaditalaejana que nació en Cádiz y se enamoró de Alaejos y la Virgen de la Casita y que en esta ocasión me ha regalado a Gloria. ¡¡No se le puede pedir más a la amistad!!

Cuando nos dejaron en el hotel, estábamos felices y satisfechísimos los cuatro del día vivido juntos. Nos despedimos y las vimos arrancar camino de Cádiz con la misma pena de siempre y la siempre ilusión de volver a estar juntos pronto y si fuera posible por más tiempo. 

 Exactamente eso escribí sobre aquel primer encuentro que incluí en mi crónica de vacaciones y que titulé Con el IMSERSO al Sur. Te la dejo con enlace por si quieres volver a leerla entera.

 Pienso y defiendo que escritor es quien escribe y yo con dos novelas y dos libros de poesías en el mercado además de mis Blogs en los que publico frases, poemas, críticas, crónicas y cartas; creo que puedo considerarme humildísimamente “escritora”, porque quienes me queréis, así me hacéis sentir.

 Hay quien pinta cuadros de dudoso gusto y calidad artística y se gana la vida pintando, pese a que no todo el mundo puede ser Velázquez, El Greco… Ni Cervantes, Delibes... Ellos forman parte del universo de los grandes pintores o escritores, aunque no tuvieron –como yo- el privilegio de conocer personalmente a todos (o a casi todos) sus lectores para saber de primera mano lo que opináis sobre mi obra, por eso te escribo esta carta amiga mía, porque por cositas que me dices, sé la ilusión que va a hacerte recibirla… Tanta como a mí escribírtela, te lo aseguro.

 Afortunadamente sé distinguir cuando escucho palabras huecas, disfrazadas de afecto con intención de obtener algún beneficio o por un mal entendido y absurdo “por cumplir” y sé también cuándo esas palabras tan bonitas como las que me dices son sinceras, porque en realidad piensas que escribiendo soy tan admirable para ti como me dedicas con amplia sonrisa.

Quizás no merezco tanto, pero te aseguro que te agradezco en el alma tanto cariño y admiración, aunque en este momento esté pecando de inmodestia al explicarlo así de sinceramente.

Si es por admirar, la misma admiración siento por ti,  por las muchas virtudes que tienes y que ni sabes que posees. Por tu lucha en la vida y por reír a carcajadas cuando en verdad lloras a mares por dentro.

 El nombre te viene al pelo: Gloria, porque gloria bendita es compartir momentos contigo.

Eres una mujer transparente, sin maldad, sin dobleces. Dices lo que piensas y lo que sientes con esa mirada limpia que sólo las buenas personas poseen.

Una Gloria “Monroe” tan rubia como la Marilyn a la que a veces emulas y admiras.


En aquel primer viaje no parabas de repetir: “yo es que hablo mucho Marisa, si te canso dilo y me callo un poco”… Doy fe amiga mía, te gusta mucho hablar y reír, pero también sabes escuchar y mostrar un corazón tan grande y hermoso como el mar de tu bahía.

 No has tenido una vida fácil, pero lejos de amilanarte, has afrontado con fuerza todas las piedras que te salían al paso, aunque fueran tan grandes como las rocas de la preciosa Setenil y penas tan hondas como el puente sobre el Tajo; resurgiendo como aquellas puestas de sol de la sierra rondeña que juntas disfrutamos.

El destino, que no siempre escribe con buena letra,  una vez se esmeró y escribió en redondilla para Mariluz y para ti haciendo que vuestros caminos se juntaran convirtiéndoos en grandes amigas y confidentes. No sabes hasta qué punto me tranquilizó porque llegaste a su vida cuando más falta le hacía aferrarse a una mano fuerte como mi gaditalaejana dice que es la mía, aunque tú vives infinitamente más cerca que yo de ella.

No sabes la alegría que sentí al saber que mi gaditana tenía a su lado una gran amiga para siempre… Tu mano se unió a la mía para entre las dos sostener a esa gran mujer que tenemos por común amiga. Más tarde llegó Pedro, aunque esa felicidad da para otra carta.

 Después de aquella primera vez, la siguiente que nos vimos fue el pasado septiembre de 2021, cuando Irene y yo viajamos a Cádiz por sorpresa y por tan sólo dos días.

¡¡Qué bonita y mágica aquella tarde!! Hiciste lo imposible por venir desde San Fernando a Cádiz para vernos. Todo se te ponía en contra, aunque felizmente pudo ser.


 Inolvidable esa ínfima puesta de sol que nos regaló la Caleta con cielo absolutamente gris y una ventanita por la que asomó el sol para no dejarnos volver a Valladolid sin disfrutarlo. Incluso me diste las gracias por el abrazo que te dimos en los momentos en que las mascarillas nos privaban de respirar con libertad; cuando el miedo a los contagios nos privaba de abrazar y de vivir.

 Hace muy poquito: el pasado mes de diciembre, Irene y yo volvimos a la tacita por corto espacio de tiempo y pudimos compartir las cuatro una tarde de risas, de charlas y de carcajadas mientras nos contabas su odisea…

      Mi querida Gloria, capaz de abrazar una barandilla para que el sol riera a carcajadas. De hacerte media Maratón (o Maratón y media) tras el autobús que se te escapaba. Corriendo sin paraguas bajo la fina lluvia hasta tres veces para alcanzar un autobús número 2 que viajaba en dirección contraria; volviendo a cruzar la avenida sin ver los semáforos en rojo para no perder ese bus nº 2 que tampoco era y volver a jugarte la vida corriendo hasta llegar al puñetero nº 2 correcto, donde por fin pudiste sentarte cuarto de hora dando palique a conductor, hasta que por fin arrancó camino del lugar de encuentro.

Querida gaditana, capaz de aguantar en silencio unos minutos escuchando atentamente sin rechistar mis peroratas.

Capaz de alegrarme el día con una frase preciosa y llena de admiración y cariño hacia mí y a continuación hacerme saber cómo se utiliza el botón de bloqueo en el WhatsApp para evitar que cualquiera me moleste a horas intempestivas enviándome mensajes que interrumpan mis ensueños, pudiendo enviármelos en momentos idóneos en que “Morfeo” haya abandonado mis brazos voluntariamente, no tan bruscamente que me tire al suelo el dios del sueño y no quiera volver a visitarme dejándome con los ojos como un lagarto durante horas. Me enseñaste que usar el botón de bloqueo, sin incurrir en deslealtad a la amistad que nada tiene que ver con silenciar un grupo sin mermar el cariño y apego al bloqueado… ¡¡¡Tú me entiendes!!!

 Querida amiga Gloria: nos quedan muchas tardes de risas acuñando vivencias, compartiendo formas de pensar o aficiones en las que afortunadamente coincidimos, como por ejemplo la admiración por esa gaditana actriz del humor; aunque de antemano te advierto que no seré capaz nunca de cometer la osadía que Mariluz cometió, tan sólo para darte una grata sorpresa.

Cualquier día nos veremos en alguna concentración de coches antiguos o convertidas en tres Pingüinas cualquiera, o incluso disfrutando de un “Amoscuchá” en el Pópulo o en la Viña fundidas con la gente buena del carnaval, mientras le pagamos unas vacaciones a Pedro para que descanse del agobio que el carnaval le proporciona.

 Gracias por regalarme la emoción al recibir mi novela de manos de Mariluz en la celebración sorpresa de tu último cumpleaños.

 Esperando que la próxima reunión sea pronto, te mando un abrazo enorme gatuna.

Con todo mi cariño:

Marisa

lunes, 16 de enero de 2023

PINGÜINOS 2023 EN VALLADOLID

PINGÜINOS 2023 EN VALLADOLID 14-01-2023

 Valladolid vivió durante el fin de semana la ya famosa concentración motera mundialmente conocida como “Pingüinos”. Al parecer en esta 41ª edición se han alcanzado casi los 40.000 inscritos (más los que participaran sin inscribirse) y esos son muchas motos para una ciudad que aún no alcanzamos los 300.000 habitantes.

Fácil es suponer que Pucela ha sido un hervidero de ruidosos motores y motoristas encuerados.

Hasta este año no se me había ocurrido ir a ver el desfile de banderas y lo hice en compañía de mi marido. Encontramos un lugar “privilegiado” en una curva bajo el Arco de Ladrillo desde la que divisábamos perfectamente cómo iban llegando las motos hasta pasar por delante de nosotros, pudiendo también seguir la estela que dejaban a sus espaldas.

Como digo, un lugar privilegiado con un “inconveniente” que no empañó nuestra ilusión de continuar viendo allí mismo el espectáculo de principio a fin.

Más de una hora disfrutando del precioso desfile y el ruido ensordecedor de los motores, mucho más ensordecedor por estar debajo del viaducto que no dejaba traspasar el sonido  bajo su techo.

La mayoría de los moteros giraban sus aceleradores haciendo bramar sus motores o acelerando y cortando de repente consiguiendo que el carburador tenga mucha gasolina y poco oxígeno, lanzando ese petardeo que tanto les gusta para “fardar” de sus cacharros… y que tanto me altera  cuando una sola moto con ridícula cilindrada comparada con las que tenía delante en ese momento; motuchas destartaladas con medio tubo de escape carcomido irrumpiendo bajo el balcón en plena siesta o en el preciso momento en que van a decir la frase importante en la emisión televisiva de la que disfrutas en tu propia casa y que me hacen  acordarme del dueño del cacharro y hasta del que inventó las bujías.

Diréis: ¿¿y con ese incordio que te produce una sola moto te vas a ver miles de ellas desfilando y pasando a centímetros de ti?? ¡¡Pues sí!! Igual que odio un petardo navideño y sin embargo me encanta ver una sesión de fuegos artificiales cuanto más cerca mejor.

 Hora y cuarto viendo pasar motos y motazas, Vespas y otros  cacharros impresionantes de cilindradas imposibles y casi todas ellas aceleraban ensordecedoras al paso por debajo del arco donde las disfruté con el corazón alborotado viendo las caras de ilusión de motoristas y paquetes, protegidos con impresionantes y variopintos cascos.

Todos los participantes destilaban felicidad. Nos sonreían y saludaban a la muchedumbre que llenábamos las aceras de nuestra ciudad, formando de alguna manera parte del cortejo pingüinero. Porque el público, también es importante.

Me sentía feliz, aunque sabía que en ese desfile no participaban mis chicos preferidos: mis hijos Víctor y Laura, mis moteros queridos, que este año por motivos ajenos a esta crónica han decidido no rodar junto a sus amigos. Por ellos, por saber que no les vería caí alguna lagrimilla, tan leve como la “escupicina” de lluvia que por medio instante cayó sobre nuestras atolondradas cabezas dejando mi pelo en modo “puerto de mar”: con el familiar ricito Santana en el flequillo. Besos al cielo a mi abuela Felisa de la que heredé esa onda que procuro estirarme y que en cuanto caen dos gotas soporto con cariño… y porque no me queda otra.


Por echar de menos a mis chicos, me alboroté al ver el Side y  a su vera, en su inconfundible Vespa blanca y rosa a Marina que llenaba de luz el cortejo con su sonrisa… y con su cariñoso saludo al verme ¡¡Es tan bonita!!

Pese a la emoción de ese momento, me dio penita no ver a mi Maite como siempre tan guapa equipada de motera, con su risa contagiosa. Su sitio en el Side estaba vacío y a los mandos no iba Jose, tan buen amigo, tan buena gente… ¡¡Otro año será queridos míos!! Volveré a veros pingüineando junto a mis adorados Víctor y Laura.

 Como decía, vi en muchos de esos miles de moteros la ilusión, la pasión por las dos ruedas que tanto miedo me dan y tantísimo me hicieron disfrutar y emocionarme ayer.

Entre las cientos de banderas, desfilaban algunas de Asturias y en ellas vi la ilusión y la sonrisa de Evaristo de nuevo junto a Jacqueline. Por primera vez has visto Pingüinos desde ese balcón de nubes en el que habitas. Por ti volaban ayer las banderas, no sólo asturianas. Al menos así lo sentí.

 Imposible encontrar entre los “desfilantes” a mi nuevo amigo Javi (de Olmedo). Un ser magnífico y especial, que bajo su apariencia ruda, esconde un corazón de oro y una sensibilidad que pocos chicos de su edad tienen, o si la tienen no se atreven a exteriorizar esos sentimientos tan profundos y hermosos.

Tú y yo lo hemos hablado Javi. Seguramente la gente te juzga por tu aspecto fuera de lo común y seguramente a priori ni tú ni yo somos candidatos a ser amigos, pero lo tuvimos muy fácil: nos conocimos  sin habernos visto, porque veníamos “recomendados” y de la mano de otras magníficas personas.

Como me decías en la preciosa felicitación de año nuevo: “amiga de lápiz, gran persona y uno de mis mejores descubrimientos de pandemia”… Tú también lo eres para mí y lo sabes.

También unos días después me decías: “Que bonito escribe la mano cuando la tinta sale de lo más profundo de nuestra alma y la mano, como poseída, se deja guiar por el corazón”. Perdona amigo motero que haya compartido aquí las bellísimas palabras que me dedicaste.

Me siento afortunada por haberte conocido, aunque la primera vez que nos vimos fuera en tan penosa circunstancia.

Con los años, no he perdido el lujo de conectar con los amigos de cualquiera de los grupos a los que pertenecen mis hijas y que me hacen sentir querida, respetada e integrada como una más de ellos y sigo dando gracias al destino por haber escrito para mí esos divinos renglones.

 Cuando acabó el desfile tenía un rebujón de sensaciones buenas… y de señora de mi edad: La emoción me hacía caminar como en una nube ¿o era el dolor de riñones y de pies hora y media a pie quieto? ¿Quizás el dolor de cuello y hombros de sujetar con estabilidad el móvil para grabar el evento sin oscilaciones ni trípode? ¿O todo era fruto de la inmensa emoción de lo visto y vivido? No lo sé, pero estoy segura de que o  se me han curado los acúfenos y las lumbalgias y cervicobraquialgias o soy más osada de lo que pensaba, porque ahí no quedó todo, la cosa es que mi día no había hecho nada más que empezar.

Había quedado con mis amigas para celebrar la 34ª comida pingüinera e hicimos lo de cada año: reunión de  -ahora- abuelas sin parar de hablar de lo  preciosas que son  las seis nietas que de momento atesoramos.

Tarde de rebajas y cuando la preciosa puesta de sol desapareció, tras un breve descanso para reponer fuerzas, nos acercamos al sitio en primera fila donde nos aguardaba por sorpresa mi hija Irene para ver el desfile de antorchas tan emotivo y colorido como ruidoso.

 Por motivos de organización, lo vimos tras el poste móvil con canas en cuya espalda ponía “Protección Civil” que cumpliendo con su impecable trabajo, se plantó justo delante de nosotras. Muy bien, aunque ¡¡pudo haberlo cumplido tres cabezas más a la derecha de la nuestra el hombre!!

Volví a emocionarme como la primera vez que lo vi en 2020 con mi nieta Irene en brazos. Esta vez, tras una pandemia y tres años de miedos y precauciones por causa de ella; me emocioné, pese a tener que mover la cabeza y la cintura más que un tentetieso para tener visión perfecta del desfile, que nos venía de frente y giraban justo delante de nosotras.

El de antorchas es un desfile además de precioso, muy emotivo porque honra y recuerda a los motoristas fallecidos durante los pasados años, incluido el que esta misma mañana subía al universo de lo desconocido a lomos de su moto a la salida de Valladolid cuando se dirigía camino de regreso a su casa, tras participar en el desfile de banderas que con tanto amor acabo de describir.

Emoción, mucha emoción pensando en todos los moteros (o no) que pierden la vida en las carreteras (o no).


Esas antorchas también brillaban por ti Evaristo, por motero y por buena gente. Para ti lancé un beso al cielo estrellado de mi ciudad, sabiendo que brillas como una de ellas.

Se nos hizo excesivamente corto el espectáculo. Menos participantes que otros años, no por gusto, que de haberlo permitido, seguramente hubieran participado los mismos miles que desfilaron por la mañana, pero al parecer sólo permitían encender 300 antorchas. ¡¡Una Pena!! Aunque seguramente no pensarán lo mismo los conductores que sufrían los cortes de tráfico y los viandantes del paseo de Zorrilla que no pretendían más que ir de un lado a otro sin quedarse como público y tuvieron que aguantarse ya que por el desfile estaban algunas calles cortadas, además de colapsadas de gente que sí queríamos verlo.

Valladolid estaba radiante, cuajada de gente (parecíamos la Plaza del Ayuntamiento pamplonica en día de chupinazo… o de “pobre de mí” por las antorchas). Pucela atestada de tráfico e inundada de motos; miraras donde miraras o estaban a cientos aparcadas, o circulando o exhibiendo la potencia de sus caballos, petardeando el tubo de escape y mostrando la estupidez del “caballero” cuando lo que hacía era quemar rueda a lo bobo…

De la contaminación acústica y “humífera” producida por tales alardes, hoy no me da la gana hablar. Que cada uno saque sus propias conclusiones y las exponga tan libremente como lo hago.

 ¡No! ¡No y no! De ninguna manera penséis que me he vuelto motera de repente. Ni pienso embutirme uno de esos preciosos trajes de cuero (aunque talla para mi existe) ni pienso pasarme una noche botando en el concierto de la carpa, riendo o charlando a la luz y el calor de las hogueras, con la cara ardiendo y la espalda cubierta de carámbano. Tomando los 12 piñones el viernes. Viendo quemar la falla el sábado, o abrasarme la lengua por ansiosa tomando una cazuelita de sopas de ajo. Ni pretendo emocionarme disfrutando de los amaneceres de escarcha y puestas de sol increíbles entre pinares... ¡¡qué de cosas se hacen en Pingüinos!!

 Tampoco me veo de paquete (mucho menos conduciendo) una de esas preciosas motos con más caballería que la preciosa academia de mi ciudad frente a la que vimos el mentado desfile de antorchas.

No, eso no. A tanto no llego. Sigo con mi cabeza bien encima de los hombros y mis cervicales perjudicadas y sé lo que quiero y puedo hacer en mi vida y lo que no.

Lo que quiero es disfrutar como lo hice ayer sábado, custodiada por mi marido en el desfile de banderas y por mi hija en el de antorchas.

Emocionada viendo la emoción de moteros y moteras, viviendo la ilusión de mi ciudad que durante tres días pierde la monotonía de su acento y se funde con el de los miles de visitantes del mundo entero y más allá.

Emocionada al sentir el ruido ensordecedor de esas motos latiendo tan fuerte como el corazón de quienes participan subidos a una de ellas.

Emocionada al ver por un día (tampoco nos vamos a pasar) ésta ciudad en la que respiro, rodeada de motos por todas partes.

Emocionada y feliz por lo vivido con quienes lo viví y deseando en otra ocasión no echar de menos a quienes no dejaron de estar presentes ni un instante a mi lado.

Emocionada sin esperar nada más que ese disfrute y que no me falten las pastillitas. Todo disfrute tiene un coste que pagaré con gusto. Sabía y se cumplió, que iba a acabar degollada tras haber caminado más de 7 km entre unas cosas y otras, además de las horas a pie quieto, pese a que el camino de regreso a casa lo hice comodísima en el coche de mi niña, que pa eso (además de ver conmigo el desfile) fue a buscarme.

Al llegar a casa, me acomodé ya con el relajo que no aliviaba  mis huesos y músculos en su atrofia habitual ya que como habitualmente, me dolían hasta los dolores de esos mis huesos y mis músculos que tan solo me valen pa pasar el día y la noche de un sueño.

Calibrando que si hubiera pensado en esos dolores no hubiera vivido lo vivido, aunque al levantarme esta mañana, tenía mis agujetas convertidas en agujas de hacer punto y ganchillo clavadas en mi cuerpo como estacas. En mis bolsas bajo los ojos me cabía la compra del mes y los brazos me pesaban como si fueran de hormigón armau… ¡¡Bueno y qué!! Como diría quien yo me sé: “Si valgo para trabajar, valgo para divertirme”.

 Lo principal es que esos 40.000 moteros, regresen todos a sus casas sanos, salvos y felices… aunque necesiten recuperarse del frío, de la resaca emocional y cuenten los días que les quedan para volver a vivir Pingüinos… ¡¡Y yo que los vea!!

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