jueves, 31 de diciembre de 2020

NOCHEVIEJA POR FIN NOCHEVIEJA

 NOCHEVIEJA POR FIN  NOCHEVIEJA  31-12-2020

 Ya está aquí, ya llegó el ansiado final de año que esperamos como si al sonar la doceava campanada, como por arte de magia, nuestras babuchas de “andar por casa” fueran a convertirse en zapatos de cristal, y una de las hadas nos concediera el deseo que todos habremos pedido en cada uva.

Tomaremos las uvas ¡faltaría más! Pediremos deseos ¡más faltaría! Lo haremos más por superstición que por ganas, porque con el añito que llevamos ¡¡Y el que nos espera! Cualquiera se para a pensar en entrar con el pie derecho o ponernos las bragas rojas como la nariz de reno de Papá Noé. Todo eso ya lo hemos hecho muchos años y el año transcurrió como tocó en cada momento. El 2020 por fin se va… ¡¡bendito de Dios y cagau de las moscas!! Afortunadamente no volverá, como no volvió ninguno, por bueno o malo que nos fuera.

Para ir rematando fechas añejas, que parece que os están gustando porque os hacen evocar vuestras propias vivencias, hoy toca –lógicamente- recordar la lejanísima Nochevieja de mi niñez en Alaejos.

Esa noche en cuanto a tradición y cena, era casi exacto a la Nochebuena, exceptuando la recogida mañanera de la colación y la visita de Ángel “El Dormido” antes de sentarnos a la mesa, el ceremonial era prácticamente un calco y como lo tenéis fresquito, no vamos a repetirlo.

 La primera época de mi más “tierna infancia”, no recuerdo la forma de tomar las uvas, quizás nos guiábamos por las campanadas del reloj del ayuntamiento… caso de que funcionara.

 Años después, el abuelo compró una vieja “arradio” de segunda mano que tardaba mucho en calentarse para coger sintonía y luego hacía tanto ruido que lo raro fue que el abuelo no lo estampanó contra el suelo en una de aquellas muchas noches de imposible sintonización de emisoras; aunque  ese, si acaso, será otro capítulo de “El olor de los recuerdos”.

 Lo que toca hoy es hablar de la Nochevieja y de tomar a las doce en punto de la noche las uvas que permanecían en el “sobrau” de la abuela guardadas “como oro en paño” desde la vendimia del lejano octubre, y que para entonces eran más pasas que uvas ¡¡y gracias!! Porque como no había las moderneces de ahora, no vendían uvas frescas.  

 En aquella vieja radio escuchábamos la retransmisión de las campanadas desde la Puerta del sol, y tomábamos felices las doce y arrugadas uvas.

Nunca estuvimos pendientes de las supersticiones que poco a poco han ido arraigando en la actual tradición de esta última noche del año.

No importaba –como decía- el color de nuestra ropa interior. Daba igual si en vez de roja era blanca o de colorines, nunca nos preocupó entrar al nuevo año con el pie derecho, no brindábamos con espumoso ni lo poníamos con oro en una larga copa; caso de tener oro, copas largas…o espumoso del que se oía hablar, aunque tan solo unos pocos afortunados podían permitirse el lujo de comprar.

Lo más cercano a espumoso que tomábamos era sidra y las únicas copas con las que podíamos brindar, eran las de anís o coñac, aunque sí recuerdo tras recibir el nuevo año, en los vasos donde tomábamos el agua (no había otros), brindar con sidra… nosotros, los pequeños, sólo un sorbito que me enseñaron muy buenas costumbres desde la cuna.

 Después de las 12 de la noche era tradicional que los hombres –incluido mi hermano desde sus cuatro años- ir a ver encender “la hoguera de los quintos” mientras las mujeres fregaban y yo me aburría solita sentada al calor del brasero en la camilla de la sala. No tenía la suerte de poder jugar con Felisina, porque nunca faltaban en Nochebuena, pero vivían lejos y dos viajes en tan poco tiempo era impensable.

 Nunca hubo tele en casa de mis abuelos. Ni siquiera aquella en blanco y negro con dos cadenas y muchas chiribitas.

Aquella tele con la que ya podía soñar porque las veía en algún bar o cantina, y poquísimos hogares. Aquellas teles que años después ya tuve y que “amenizaban” la primera noche del año con programas largos como condenas y aburridos como los que ponen en la actualidad los mil canales que disfrutamos y en las que emiten en fin de año “refritos”. Imágenes mil veces repetidas de otros tantos finales de año tediosos, como si no hubiera guionistas con una mínima imaginación para entretener a las muchas personas que no vamos de cotillón y “preferimos” quedarnos en casita… con la tele apagada, o viendo pasar el tiempo que corre tan rápido, que es todo un espectáculo.

 La tradición de la hoguera –con marcadas diferencias en los motivos por hacerla- hasta hace poco continuaba existiendo en Alaejos y seguramente en muchos pueblos de España.

 En mi antaño, los chicos que “entraban en quintas” para ir a la obligatoria y tediosa mili, se reunían al amanecer el día 31 de diciembre para recoger leña y formar un montón, una enorme hoguera compitiendo con los quintos de todos los tiempos en que la suya sería la mejor, la más grande y la que mejor ardiera de todos los tiempos.

Pasada la media noche, entre cánticos, borracheras y en presencia de casi todo el pueblo –pocas mujeres, eso si-, se encendía esa gran montaña de leña que durante muchas horas calentaba el aire helado del pedacito de Alaejos donde ardía “la hoguera de los quintos”.

 Como decía, la tradición de la hoguera supongo que sigue existiendo actualmente en mi pueblo, aunque hace muchos años que no sirve para demostrar aquella “virilidad” de antaño por hacerla enorme que tenían los lampiños entrando en quintas.

Desde hace muchos años ya no hay mili obligatoria y desde hace algunos –más de treinta- las chicas y los chicos que cumplirán los 19 a lo largo de los 365 días del año nuevo, se reúnen también para buscar leña, aunque las hogueras “temerosas de grandes”, ahora son un simple recuerdo. En los últimos tiempos, ponen una “hoguerita” por tradición y por tener un motivo más de juerga o para cogerse una de las monumentales “cogorzas” tan habituales desgraciadamente en muchos de nuestros jóvenes, cada vez a más temprana edad.

 Sigamos para rematar, con los recuerdos de la “Nocheañeja” de mi muy lejana infancia.

Después del lustre a “la loza”, y el barrido de cocina y sala, las mujeres íbamos a esperar a los hombres a casa de la tía Victoriana, donde nuevamente reunirnos toda la familia para jugar a las cartas, cantar, reír y pasar una preciosa noche para guardar siempre en la añoranza y en el recuerdo de los bonitos momentos vividos.

 Mi mensaje para el final de éste año, es que: sólo espero que en verdad el 2020 se convierta pronto en un recuerdo –nefasto eso sí- y podamos sobrevivir a la maldita pandemia que trajo con él, heredado de 2019 y que muy a nuestro pesar, dejará en herencia al novato 2021.

Las vacunas ya están comenzando a llegar a esta España nuestra. Somos muchos millones de humanos los que deberemos vacunarnos y los protocolos no son tan fáciles como tomar una uva por cada campanada y en la nº 12, abrazarnos, brindar y se acabó la pesadilla.

 Con todo mi cariño, fuerza mental, ilusión en que esto acabe, risas, abrazos, brindis al cielo y al sol, mucha energía positiva, humor, fantasía y ganas de seguir escribiendo para todo aquel que quiera leerme, os deseo un muy feliz año 2021 lleno de trabajo, esperanza, optimismo, y sobre todo, Paz y mucha, muchísima salud para todos. Lo demás, es lo de menos.

 ¡¡Abrazos!! ¡¡Los que podremos darnos muy pronto!!!

miércoles, 30 de diciembre de 2020

TIRANDO DE MEMORIA-MISA DEL GALLO

TIRANDO DE MEMORIA NAVIDEÑA    29-12-2020

MI PRIMERA Y ÚNICA MISA DEL GALLO

 Pues sí, tirando de memoria para escribir “El olor de los Recuerdos” Navideños, de pronto anoche recordé una Misa del Gallo en Alaejos, que tenía en la memoria bajo una gruesa capa de olvido, y que desempolvé tan feliz, y con idéntica emoción, aquí os lo cuento.

Como escribí hace poco en el capítulo: A las 10 en casa Nunca tuve flexibilidad horaria, sobretodo en Valladolid, pero sí un poco más en Alaejos. Allí se ve que me tenían más controlada o como era de la misma peña que mi hermano (capítulo aparte será en breve), y él me podía controlar, me dejaban llegar a casa un poquitito más rato, (siempre que no fueran “las fiestas de La Casita” de las que como digo, no tardaré en enseñaros ese capítulo de mi vida.

 Corría el año de nuestro Señor de 1972 y aquí vuestra escritora amiga tenía 15 años. El 23 de Diciembre cuando acabé mi jornada de trabajo, mis padres y mi hermano me buscaron y en el Seat 600 (VA-42.603) recién estrenado de segunda mano, nos fuimos al pueblo. Hora y media después de arrancar, nos plantamos en casa de mis abuelos. Aquella noche ya no salimos porque “no eran horas” y así nos quedamos tan agustito metidos en el brasero de la camilla de la sala, para felicidad de mis abuelos que soñaban con vernos allí.

 Al día siguiente, fui con mis amigas a Misa de doce y media, y después a dar un paseo por el pueblo que ya desde entonces me embriaga el alma sólo de pensar en él.

 Por la tarde, estuvimos chicos y chicas de la peña en “el club” (así lo llamábamos), es decir, en “Mabille” una mini discoteca que había en el “Snack Viena Hostal”, y que como aún no había “inventado”  Don Búho” era la “discoteca” a la que podíamos ir los púberes de Alaejos… ¡Un lujo!

No sé la dolencia, supongo que cogió frío, mi madre no se encontró bien aquella noche y casi no cenó, ni fue a la Misa del Gallo. Mi primera y única Misa del ave cantarina y madrugadora a la que fui en mi vida.

Ni qué decir tiene que en aquella Misa, en el banco donde nos sentamos los jovenzuelos de “Los Viudos”,  no hubo recogimiento ni devoción, ni ganas más que de divertirnos.

El oficiante era Don Antonino, un añoso sacerdote bajito, con sotana y una tonsura más redondita que una moneda de 50 pesetas.

En la Iglesia de San Pedro hacía más frío que en la farola de la plaza. Alguien nos dijo que  Don Antonino para no “arrecer” sus sacramentales posaderas, llevaba bajo su sotana atada a la cintura una bolsa de agua caliente, de aquellas que cada noche mi madre nos ponía a mi hermano y a mí en la cama para que no amaneciéramos hechos carámbano.

Imaginar a  nuestro cura  con semejante calentura, hizo que nos pasáramos la misa soltando risitas y chascarrillos que nos mantuvo más pendientes de nuestras silenciosas risas que de su sermón.

Éramos niñatos guasones, pero muy respetuosos (cualquiera no lo hubiera sido) pero ¡¡cómo no reírse!! Cuando “gracias” al micrófono, escuchamos claramente “el viento del sur” que se le escapó (o soltó sin calcular que tenía amplificador) y además de sus palabras nos deleitaba con sus presbíteros  Sonidos de Philadelphia” que por edad del interfecto seguramente flojeaba el santo esfínter anal.

Recuerdo risitas y codazos entre los fieles que educandamente seguíamos el tradicional oficio Navideño con algunos grados etílicos (yo ni gota, mi risa no necesitaba aderezo).

 Tras la Misa (o lo que fuera), fuimos de nuevo al “Mabille”. La Misa no fue precisamente corta, dieron terceras a las 12 de la noche y de San Pedro salimos camino de Mabille a pasada la una y cuarto de esa misma madrugada.

Como Cenicienta, mi hora de volver a casa aquella noche especial era a las 2. Era tan puntual como se me exigía, y cuando mejor se lo estaban pasando mis amigos, cogí mi abrigo, mi frío y mi ilusión, y me fui solita a casa de mis abuelos con la esperanza de volver a vivir noches así de magníficas… No hubo más, ni más Nochebuenas en Alaejos, ni Nocheviejas, ni viejas noches… ¡¡Qué pobre yo y mis restricciones!! Más estrictas que las de mis amigas, que sí, eran otros tiempos, pero tan otros para ellas como para mí.

 Se ve que con los años, le cogí tanto gusto al no salir, que soy más casera que los priscos... Pues como el que no se conforma es porque no quiere, resulta que hasta recuerdo haber sido feliz en mi juventud, madurez, y senectud… Ahora la pandemia me está dando la mejor excusa para que nadie pueda decirme ¡¡tienes que salir!! Porque siempre podré decir... “No, que es mejor quedarse en casa cuidándome y cuidando de que el bicho ni nos mire”.

lunes, 28 de diciembre de 2020

MIS INOCENTES INOCENTADAS

 

MIS INOCENTES INOCENTADAS   28-12-2020

 Soy poco de hacer bromas, y de hacerlas, sería para reírnos todos, jamás para ridiculizar o mofarme del “bromeado”.

Hace años las inocentadas, eran muy tibias: una caca de plástico en el felpudo o encima de alguna cama… bombas fétidas, petardos en los cigarrillos, heridas y vendajes de mentira, polvos pica pica… en fin tonterías que de pequeña alguna vez utilicé.

Recuerdo una vez que se me ocurrió soplar unos polvos pica pica, que hacían estornudar a la gente, pero no calculé que estaba mi abuelo Ruperto al lado. El hombre tenía una enfermedad pulmonar, fruto de su duro trabajo en la fundición, y con mi “gracia” casi se asfixia. Supongo que me llevé una buena regañina.

Alguna que otra vez, lo que sí hacía era ponerle un petardito en el cigarrillo a mi padre y a Chemari. Petardito que explotaba en la calada justa y que nos hacía reír un rato. Mi padre que era guasón de nacimiento, se tomaba bien la broma. Reía y mirando al Cielo, decía algún ¡“viva Jesús”! tan característico de mi querido Sebo.

 Corría el año de Nuestro Señor de 1972 cuando hice la primera inocentada “de verdad”.

En aquella época “echaban” por la tele en blanco y negro, “Kung Fu”, cuyo papel protagonista lo hacía “David Corradine”.

Mis padres tenían unos amigos de los que ya os he hablado varias veces, en este caso me refiero a Celes y Manfred, que tenían dos hijos más pequeños que yo: Alberto y Doris.

A Celes le encantaba Kung Fu y sobretodo David Carradine. Yo, con 15 añitos floridos, aquel 28 de diciembre salí de trabajar y camino de casa se me ocurrió una “maldad”, que puse en práctica al llegar a mi casa.

Telefoneé a Celes y con una voz emocionada, alborotada, al punto del infarto de locura, le dije: “¡¡Celes, que están grabando un capítulo de Kung Fu en San Pablo!! ¡¡Es guapísimoooooo!! ¡¡¡Me ha firmado un autógrafo y me han hecho una foto con él!!! ¡¡Vete a verlo que llegas a tiempo porque había mucha cola de gente para hacerse fotos con él!!

Repetí todo lo loca que pude, lo guapo y simpático que era el actor, creo que le dije incluso que hablaba en español. Que había visto un poco de rodaje y que estaba por allí el “maestro”.

 Celes, emocionada, tragado el anzuelo y hasta la caña de pescar, puso los abriguitos a sus niños, agarró del bracilete a su Manfred, y ni cortos ni perezosos, desde la Calle Cigüeña donde vivían,  corrieron hasta la iglesia de San Pablo donde pudo comprobar que allí sólo había frío. Ni rastro de cámaras, focos, montajes, decorados… y sobre todo, ni rastro de su Actor preferido.

Se acercaron a nuestra casa con la desilusión puesta, para que le contara más de lo que yo había visto.

Lógicamente ya no tuve más remedio que confesar mi “fechoría” y que yo sepa no se enfadó, se lo tomó con mucho humor, tal y como requería el momento y el día.

 Pasados los años, se me brindó la ocasión de prestarme para hacer otra inocente inocentada y como lo vi factible y bonito, ahí que lo hice.

 28-DICIEMBRE-2004

 Broma inocentada a la sobrina de Rosa y Gela a través de su recién estrenado esposo (por encargo y petición de Rosa)

 Mi amiga Rosa y toda su familia estaban de mondongo, Rosa me pidió que le hiciera una llamada a su recién estrenado sobrino y así lo hice… Su hijo había cambiado de teléfono y *** no sabía su número. Me dio datos de sus nombres, el nombre del hotel y fecha de la boda. Lo demás lo dejó todo en mis manos.

 ¿Es M*** M***?

 Hola buenos días, le llamo del Hotel Villa de Feria de Medina del Campo, para comunicarles que han sido agraciados con un viaje a Ibiza para el próximo mes de Agosto.

 ¿Podría confirmarme por favor unos datos para saber que son ustedes?

 Veamos. ¿Son ***  *** y *** *** ***? Vale.

***

Su boda fue el pasado ** de *** y lo celebraron aquí en el Villa  de Feria ¿de acuerdo?

***

De acuerdo, pues efectivamente, les ha tocado un viaje a Ibiza…

***

Si si si, un viaje a Ibiza para dos personas con todo pagado…

***

Si, una semana.

 Deberéis recoger el premio el próximo 14 de Febrero en una cena con la que también os obsequia el hotel.

 Para confirmar vuestra asistencia, tanto a la cena como al viaje, por favor tenéis que llamar a éste número de teléfono   *** *** ***

 (El muchacho nervioso y emocionado va a un coger un boli)

 La cena sería el 14 de Febrero, pero si no pudierais ir al viaje, o por cualquier cosa, por favor debéis llamar lo antes posible para que se le pueda comunicar a otra persona.

 (Me pregunta la fecha en la que sería el viaje)

 A primeros de Agosto, la primera quincena de Agosto. Aún no está confirmada la fecha exacta, pero la primera quincena.

Es una semana de viaje solamente, pero sería la primera quincena de Agosto.

 (Sigue cada vez más contento y emocionado y yo metida en el papel, le ponía todo el énfasis que la situación requería).

 ¡¡Enhorabuena de verdad!! Iréis con otras 5 parejas más que han realizado aquí su boda en el Villa de Feria durante el año 2004.

 (No recuerdo qué me preguntó, supongo que si irían todas las parejas juntas, cuando le  contesté: “No te lo puedo confirmar, no lo sé”)

 Gracias hasta luego ¡¡¡¡enhorabuena!!!!

 La inocentada fue todo un éxito.

 Al parecer mientras hablaba conmigo, estaban toda la familia entorno a una gran mesa mondonguera, tenía que ser así, todos juntos para que *** no sospechara de ninguno de ellos que partidos de risa, contemplaban la escena intentando que no se les viera reír. Cuando colgó, *** alborozado con la noticia del premio, telefoneó  al número de teléfono que le indiqué, y efectivamente le habían confirmado que era cierto, no era broma.

Todos fingieron una gran emoción por un premio tan importante. Le aguantaron un ratito más todos los comensales dándoles la enhorabuena y aumentando los nervios por tan grata noticia, aunque “la novia premiada” no estaba tan convencida.

 -      ¿No será broma? ¡Mira que son los Santos Inocentes!

-      ¡Qué no, que no! Si fuera broma se lo hubiera notado a la mujer que me lo ha dicho, y te digo yo que no hablaba en broma, esto es verdad.

-      Llama otra vez a ese número y te cercioras.

Ni corto ni perezoso, y absolutamente convencido, *** marcó el número que sonó justo a su lado… Evidentemente no era cierto y al pobre muchacho  se le quedó una cara que me hubiera encantado ver como colofón a mi inocente “fechoría”. Y por pedirle disculpas.

Sólo acertaba a decir… ¡Qué tía *** !  ¡Si me lo ha dicho tan seria, sin confundirse! ¡¡Es que parecía verdad!!

 Reconozco que estaba muy nerviosa (en el vídeo que me grabé lo veo), pero reconozco también que bordé mi papel de comunicadora.

 Con todo esto, quiero desearos un muy feliz día de los Santos Inocentes, que las bromas que hagáis o que os hagan, sean graciosas, para reír tanto el que la hace como el que la recibe. Que sean bromas inocentes realizadas con todo el respeto que el “objeto” merece.

Reír, hay que reír sanamente y como este año estamos escasos de risas, vamos a reír un ratito cada día que es sanísimo para cuerpo y mente.

 ¡¡FELIZ DÍA DE LOS SANTOS INOCENTES!!

domingo, 27 de diciembre de 2020

MI VIEJA NAVIDAD EN VALLADOLID

 

 MI VIEJA NAVIDAD EN VALLADOLID   27-12-2020

En éstos días parece que como terapia a todos nos está viniendo bien evocar las Navidades pasadas, las de hace más años que la tos y el estornudo, y yo, no iba a ser menos dada mi afición a la tecla y la pantalla.

Escribir y recordar está siendo una verdadera fuerza mental para afrontar las presentes con una sonrisa y el corazón tranquilo, sintiéndonos (de alguna manera) acompañados por todos aquellos que contribuyeron a hacernos felices. Ellos fueron el verdadero espíritu navideño en nuestras vidas. Nuestra privilegiada mente, desecha lo feo que pudieron tener, por eso rememorarlas, es volver a vivir aquella añeja felicidad que sentimos.

Como os decía en el capítulo, anterior, La Nochebuena de mi infancia en Alaejos Las recuerdo con muchísimo amor y nostalgia, aunque no menos que las primeras vividas en este Valladolid helado.

 Las recuerdo con muchísimo amor y nostalgia, aunque no menos que las primeras vividas en este Valladolid helado.

Me faltaba una semana para cumplir los 9 años, corría el año 1966, mediados del siglo pasado, cuando mis padres decidieron emigrar del pueblo para instalarnos en la capital. Os confieso que no fue un trauma para mí cambiar las acogedoras calles de Alaejos por las del ruidoso Pucela, pero este es otro capítulo de mi “El olor de los recuerdos”, que hoy no viene al caso.

 Os confieso que tengo un lavajo en la memoria y no recuerdo si aquel 1966 volvimos al pueblo por Navidad. No teníamos coche y supongo que era complicado, aunque de lo que estoy segura es que las pasamos con mis abuelos porque mi abuelo no concebía la Nochebuena en casa de sus hijas. Tenía que ser en la suya… Recuerdo que en 1967, la abuela había estado ingresada y se quedaron a pasar las fiestas en casa de tía Chus, que tenía una casa mágica, del tamaño de una de muñecas, pero cabíamos todos… y más ¡¡increíble!!

Tenía una pequeña cocina, un pequeño servicio, un pequeño comedor, y dos pequeños dormitorios. Recuerdo que al verla por primera vez, me pareció una mansión. Un palacio.

En el comedor había un sofá, un sillón, una mesa camilla, la cama mueble, máquina de coser, el frigorífico Aspes y la tele en un carrito con un caballito hecho de maroma gorda encima. Para Nochebuena llevaban la mesa de la cocina y no me digáis de dónde sacaban las sillas, pero éramos 10 comensales: Nuestros anfitriones Chus y Pedro, mis primanas Feli y Charo que apenas tenía un año, mis abuelos Felisa y Ruperto;  mis padres, mi hermano y yo… Y por si fuera poco, en 1967 invitaron a cenar con nosotros a Paqui, Chemari y Ana Isabel, una hermosa bebé de seis meses.

El menú de la cena era el mismo que el que nos servían en Alaejos (el que casi intacto  y por tradición, sigo manteniendo en mi casa).

Las cocineras eran las mismas, el pollo seguramente era de mostrador y no de corral casero, y la lumbre era una cocinilla de butano (o de camping gas el primer año). Creo recordar que mi madre llevaba algunos platos cocinados en nuestra casa por tener el trabajo adelantado.

Pues ahí no quedaba la cosa, porque después de cenar pasaban los vecinos: Mariluz, Toni, Pedro, Pili, Encarnita, Jesús Manuel y Evangelina, una mujer grandona, rebosante de salud que siempre se quejaba de estar enferma y va a sobrevivir al mismísimo Matusalen.

En el pasillo de la casa de tía Chus habían abierto una puerta que daba al pasillo de Consta, hermana de tío Pedro. Eran pared con pared las casas, pero de diferentes portales, así abriendo la puerta, no necesitaban subir y bajar cuatro pisos para verse estando como digo, pared con pared. Bien, pues de aquella casa, pasaban Consta, Juanito, Javi, Bego, Nines y Pili… y cabíamos. ¿Era o no mágica la casa de tía Chus? Estoy segura que fue fabricada con algún novedoso material extensible, pensándolo ahora, no me explico dónde nos metíamos tantos en aquel comedor de tres por tres (literalmente)… Imagino que cada uno llevaría sus sillas, como para ir a los títeres, pero  aún sacábamos sitio para “el escenario”.

 Feli y yo habíamos pasado muchos días nerviositas perdidas, escribiendo “teatros” guardando cualquier archiperre que nos pudiera servir para disfrazarnos y actuar después de cenar teniendo como público a los abuelos, a nuestros padres y los miles de vecinos. De haber cobrado entrada nos habríamos forrado.

 Nuestro “camerino” era el casi minúsculo baño. Allí nos pintábamos con los pocos maquillajes que nos prestaban, (una barra de labios, y un lapicero de ojos, sin sombras ni colores). En la foto me veis con la bata de “guatiné” de mi abuela. Feli se puso las botas de Paqui, que le quedaban seis números grandes y cuando se las quiso quitar no pudo, la ayudé a tirar de ellas y se las rompimos. Las apañamos como pudimos y hasta hoy no he confesado el crimen, justo ahora que ha prescrito hace ya muchos años.

 Finalmente nunca interpretábamos lo que escribíamos porque los niños de aquellos vecinos, sin proceso de selección ni ensayos, nos los acoplaban para actuar en nuestra obra que al final no tenía ni pies ni cabeza, (ni lo tuvo nunca) pero todo el mundo reía y nos aplaudían como si todo aquello hubiera tenido un mínimo de sentido.

Sin duda aquellas Navidades de Valladolid en la muy acogedora casa de mi tía, las recuerdo como las más bonitas de mi adolescencia.

De pronto decidieron que ya éramos demasiados y dejamos de vivir en casa de tía Chus las Navidades. Desde ese momento dejaron de tener sentido para mí. No concebí una Nochebuena cenando nosotros cuatro solos. El primer año lo recuerdo muy triste, supongo que poco a poco me fui haciendo a la idea. Con sus más y sobretodo sus menos.

El comedor de la calle Moradas no era mayor que el de mi tía, y en Nochebuena se daba de sí. También después de cenar subían nuestros vecinos: Justina, Wences, Chus, Toño, Marce, Guillermo, Chus, Silvia, Anselma, Pili… Reíamos, jugábamos a cartas y de alguna manera reinventamos la Navidad… Sobre todo un par de años que las pasaron con nosotros mis tíos María, Bernardo y Victoriana.

Dejo aquí mi relato porque entraría en recuerdos que no me harían bien y no quiero destapar morceñas en estos recuerdos que pretenden levantar ánimo, no apalastrarlos.

Esos son capítulos de mi vida que escribiré y compartiré con vosotros, pero será en otro momento. Hoy quiero transmitir alegría, recuerdos gratos y un poco de ese espíritu Navideño que perdí por mucho tiempo y no volvió a resurgir hasta que mis nietas iluminaron nuestras vidas. Ellas, junto a mis hijas, mis yernos y mi animoso marido, son los que siempre me aúpan cuando caigo, y en Navidad caí muy, muy abajo.

Las vivencias Navideñas con mis abuelos, mis padres, mi hermano, Pedro, tía Chus y mis primanas son lo mejor de mis recuerdos de infancia y adolescencia.

Este año ha sido complicado, aunque el haber vivido Navidades muy dolorosas, mucho antes de ver sillas vacías para siempre, nos hizo estar preparados para saber que aunque no podíamos reunirnos los nueve como siempre, íbamos a estar juntos cada uno en su casa. Tan mentalizados estábamos, que fue una cena más, con la misma comida especial, con regalitos sorpresa, con la ilusión de que esto pasará pronto y valoraremos mucho más lo que tenemos.

 Envío mucho amor a quienes quiero, que sois muchos y sabéis quienes. A mis lectores, amigos y conocidos, os deseo lo mejor ayer, hoy y siempre.

 

¡¡¡FELIZ NAVIDAD 2020 Y VENIDERAS!!!

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