CON EL IMSERSO AL SUR (21 al 28
de Febrero-2016)
Hay veces que por más que quiero no
encuentro el momento para escribir crónicas, aunque sepa que se están esperando
con los ojos del corazón abiertos y otras en las que habiéndolo escrito de
forma amanuense, no encuentro el momento de pasarlo a ordenador para
publicarlo. Este es un buen ejemplo de algunas de esas ocasiones. Hoy por fin querida
Mariluz, aquí está tu esperada y solicitada crónica; permíteme compartirla como
siempre.
Este año tras pensar que Imserso nos
colgaba en las narices a los viejos (y nuevos) jubilados el cartel de “no hay
billetes”, finalmente a toda prisa y con poco tiempo para la meditación,
pudimos elegir destino: Torremolinos fue el nuestro, como casi siempre mirando
al Sur.
Una vez más y por muy diversas
razones, no hubo forma de coincidir con esos amigos con los que otras veces
viajamos y como el año pasado conocimos a dos grandes personas y compañeros de
viaje (un beso Merce y Toñín), pensamos que en este la suerte podría
sonreírnos de igual modo, y si no era así, pues viviríamos una “luna de miel”
los dos solitos. Lo importante era viajar, cambiar de aires, recargar pilas y
tener tiempo para echar de menos a nuestras queridas nietas, hijas y anexos.
Ciertamente la sonrisa de la suerte
no se hizo esperar y llegó en forma de agradable casualidad de esas que no se
dan muchas veces en la vida…
Por motivos ajenos a la crónica, la
noche antes de nuestro viaje nos enteramos que nuestros queridos vecinos –a la
par que amigos- Chencho y Matilde, habían elegido idéntico destino en exacta
fecha… pero la sorpresa aún era mayor: mismo vuelo y mismito hotel. Casi nos da
un ataque de risa al comprobarlo. Ninguno sabía de las intenciones del otro y
¡zas! Coincidencia absoluta, o casi, porque ellos viajaban con otras dos
parejas de hermanos y cuñados a los que también conocemos y sabemos de antemano
que la risa a su lado es tan natural como respirar.
El día del viaje Irene nos llevó al
aeropuerto de Villanubla y allí estaban facturando nuestros seis amigos, así
reuníamos cuatro parejas con mucho sentido del humor y ganas de disfrutar de
todo lo que nos deparara el destino vacacional.
Una vez nuestros equipajes
estuvieron a buen recaudo, la alegría nos la dieron nuestras dos hijas, nietas
y yernos que venían a despedirnos por sorpresa acompañados por tía Chus; fue
una alegría inmensa, aunque al vernos desaparecer por la puerta de embarque a
Lucía le costó un llanto, y a mi comérmela a besos.
El vuelo fue corto y tranquilo. En
Málaga nos esperaba una guía apática, más adusta que amable que más parecía de
nuestra tierra que de la que nos recibía con los brazos abiertos, la
iluminación nocturna del 21 de febrero y la temperatura cálida y acogedora de
la que en Valladolid no disfrutamos durante el largo invierno.
La “guíadusta” nos amontonó sin
sonrisa ni amabilidad junto al cartel con el nombre de los diferentes hoteles y
nos distribuyó en los distintos autocares que nos llevarían a ellos. El nuestro
estaba muy cerquita, y pronto avistamos el letrero: “Roc Costa Park”. Nombre
pomposo para un hotel que ya cumplió la cincuentena, aunque absolutamente
restaurado, cómodo, limpísimo y confortable en sus habitaciones de mármol más
que amplias.
Aún sin instalar y con las maletas
en consigna para no perder más tiempo, nos guiaron al espacioso comedor, en el
que nos tenían servida una cena fría que más se asemejaba a las sobras de
cuando inauguraron el hotel allá por los años cincuenta que a comida digna de
vejetes en edad de disfrutar de vacaciones a precios asequibles para jubilados.
Ellos se quedaron agusto denominando
al plato “cena fría” y nosotros quedamos divinos bromeando sobre semejantes e
incomibles manjares de “Bienvenida” y cruzando los dedos para que los ocho días
que teníamos por delante fueran de mejor yantar.
Tras aquel “espejo plaza” subimos a
nuestras habitaciones a descansar de las primaras emociones y tomar fuerzas
para las siguientes.
Tuvimos suerte y la climatología
lluviosa que padecía toda España, respetó en seco y con temperatura primaveral
los días en los que salimos de visitas y paseos por Torremolinos, Benalmádena, pueblos
cercanos o alrededores y excursiones a Córdoba y Málaga…
La excursión a Córdoba nos hizo
madrugar y poder así disfrutar del sol de amanecida posándose suavemente sobre
el mar y regalándonos preciosas imágenes en contraluz.
La ciudad del califato nos recibía
con temperatura más fresquita, pero a lo largo de la mañana se fue entonando y
disfrutamos felices de la ciudad, su Cristo de los Faroles, la mezquita, el
barrio judío, el tapeo, el sol con sombrero de ala ancha y la sabrosa comida
regada de risas en un hotel chulísimo de las afueras.
Por ponerle una raspa y ya que el
viaje no era tan cerquita, ni el precio fue tan baratito, todos hubiéramos
tenido fuerzas para excursionar por Córdoba durante la tarde, y aprovechar la
visita, pero los organizadores de estos viajes ya se sabe que no se pillan los
dedos ni metiendo la mano bajo un adoquín. Ya sé que nosotros hubiéramos podido
hacer las excursiones por nuestra cuenta, pero nos gusta más que “nos lo den
hecho”, aunque dejemos cosas por ver… Todo no se puede y así estamos tan
felices, aunque el apunte me parece estupendo para colocar en esta frase.
Ni qué decir que Córdoba entera nos
encantó, tal como lo hizo el pedacito de Málaga que visitamos al día siguiente.
Andalucía tiene rincones maravillosos y nos trajimos en retina y tarjetas
digitales varias, buenos ejemplos de ello.
Pese a la mala experiencia de la
primera cena, el resto de los días el Bufet del hotel estaba bueno, suficiente
en abundancia, aunque un poquito más variado nos hubiera venido de perlas.
Las “actuaciones” en la “sala de
fiestas” difícilmente se las puede denominar así. Imagino que en otras épocas
del año con clientes más “selectos” y menos viejunos que nosotros, habrá
actuaciones de más calidad, ya que salvo una noche que nos ofrecieron un
espectáculo de baile flamenco con más buena voluntad y mérito actoral que
calidad escénica, los demás días dejaron muchísimo que desear.
Quizás los directores de hoteles no
calculan que si todo nos pareciera maravilloso, recomendaríamos a otros para ir
o nosotros volver en otra ocasión, pero de esta forma, quizás sopesando lo
grandioso de las habitaciones (en las que sólo estamos para aseos, duchas, dormir
y poco más) con otros aspectos del hotel, menos apetecibles, no osaremos
recomendarlo. Las cosas bien hechas siempre, y no sólo en huéspedes
hipotéticamente mejores, dan mejores resultados en el futuro, dicho así, con
cariño para los responsables del bonito hotel
“Roc, Costa Park” de Torremolinos (que jamás leerán esta queja).
Intuyo que al ser precios de
Imserso, se esmeran menos, pero estos buenos precios nos los ofrecen a los
“Senior” que nos apuntamos a este programa subvencionado que no debería restar
un ápice de calidad con respecto a otras tarifas. Muchos nos hemos dejado los
riñones currando desde muy temprana edad, ganando el derecho a poder disfrutar un poco
de los tantos impuestos que pagamos a lo largo de nuestras vidas de
trabajadores. Allá llegarán los que ahora no comparten opinión en esto, quizás
entonces me entenderán mejor que ahora.
Las incomparables partidas de brisca
después de la cena sustituían el escaso programa de divertimento nocturno. La
reída y alborotada brisca se nos hizo imprescindible, aunque lógicamente esto
era mérito nuestro y no del hotel.
Se acercaba el fin de nuestras
vacaciones y con el sábado llegó la esperada visita de nuestra querida Mariluz,
por fin el ansiado abrazo con mi gaditana de lujo que llegó acompañada de
Gloria, una gran mujer digna amiga de la mía y que sin temor a equivocarme,
nada más presentarnos ya puedo considerarla amiga de las buenas.
A medio día habían recorrido el
montón de kilómetros que nos separaban. Comimos en nuestro hotel decidiendo
donde pasar la tarde para aprovecharla al máximo y a fe que lo logramos.
El lugar elegido fue Ronda que nos
recibió con hermoso sol en la cara y nubes de negro luto en la espalda.
El sol queriendo agradecer nuestra
visita se resistía a esconderse y las nubes tercas como mulos ganaban la
batalla en algunos breves momentos soltando granizo suave como nieve o nieve
redondita como granizo (no me quedó muy claro). Lo cierto es que enseguida
escampaba y el sol volvía a brillar aliado eso sí, con un fuerte airón que al
mismo tiempo empujaba a la nubarrona que a nosotros mismos por las brillantes
calles rondeñas hasta el entorno de la hermosa plaza de toros y junto al mirador
de su preciosa serranía y al grandioso puente sobre el Tajo.
Tuvimos tiempo de continuar con la
interminable charla y tomar un cafelito para entrar en calor, en una selecta
chocolatería con un precioso y relimpio cuarto de aseo digno de fotografiarse.

El viaje de regreso lo hicimos por
la sierra, era un poco más largo que el de ida, pero merecieron la pena todas
esas curvas aunque sólo fuera por ver el grandioso espectáculo que nuevamente
de forma gratuita nos regalaba la naturaleza con un espectacular atardecer
entre las montañas nevadas; teñida la blanca nieve de los picos más altos por
el intenso amarillo de la puesta de sol, que se escondía entre las nubes de
toda la gama de colores desde el brillante algodón blanco, al gris y al casi
negro, con parcelitas de azul intenso de cielo. Lástima que al no poder parar,
las fotografías no tienen la calidad que yo quisiera, porque las imágenes que tengo
en el corazón no puedo pasarlas a formato JPEG y esas no se me borrarán jamás,
aunque no pueda compartirlas.
Hubiera pagado por ver un
espectáculo tan irrepetible como aquel. Espectáculo que una vez más venía de la
mano de la mejor persona; la gaditalaejana que nació en Cádiz y se enamoró de
Alaejos y la Virgen de la Casita y que en esta ocasión me ha regalado a Gloria.
¡¡No se le puede pedir más a la amistad!!
Cuando nos dejaron en el hotel, estábamos
felices y satisfechísimos los cuatro del día vivido juntos. Nos despedimos y
las vimos arrancar camino de Cádiz con la misma pena de siempre y la siempre
ilusión de volver a estar juntos pronto y si es posible por más tiempo.
Las horas del domingo con
temperatura agradable y solazo las aprovechamos nuevamente en el centro
torremolinense haciendo los últimos gastos en compreteos varios y terracitas.
Comida y un aburrido y somnoliento
rato ya sin habitación donde reposar, esperando la hora de coger el bus que nos
llevara al aeropuerto, deseosos de ver levantar el vuelo a nuestro avión y
volar hasta casita.
Atrás quedaba una intensa y bonita
semana para recordar con cariño y alimentar la ilusión de volver a coincidir
con nuestros amigos en otra ocasión
2 comentarios:
Qué bien!
Lo de la guiadusta me ha encantado.
¡Fuisteis a mi pueblo! Aunque Ronda es para más de un día...
Nos alegramos mucho.
Besos y enhorabuena por el reportaje.
Ronda sólo nos dio una pincelada de las maravillas que tiene. Una forma como otra cualquiera de obligarnos a volver.
Millones de besos pareja!!!
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