UN RAMILLETE DE SORPRESAS 23-09-2017
Aquel día
mágico supe de forma preciosa que Irene llevaba tiempo pensando y preparando
nuestras vacaciones con la idea de sorprenderme y a fe que lo logró con creces.
Serían quince días llenos de sorpresas
emotivas y desde que las supe, supe también que en el final de ellas, les diría
íntimamente a mis hijas algo que me hace especialmente feliz.
Una vez
más, su padre y mi esposo no quiso acompañarnos, aunque lo mantuvimos
puntualmente bien informado. Es su decisión no venir, y la nuestra dejarlo en
casita tan feliz como nosotras viajando.
La primera
de mis sorpresas era visitar Pamplona por un día ¡¡Cómo iba a dar yo!!
La vida
también está hecha de sueños y propósitos que a lo largo de ella se cumplen o
se olvidan. Otros no sabías que los tenías hasta que surgen por sorpresa, se te
cumplen y se convierten en parte importante de nuestra existencia.
Algunos de
esos sueños se me han ido cumpliendo en mayor o menor intensidad y lo de ir a
Pamplona era algo ya descartado por lo tumultuosa que es ahora la fiesta
Sanferminera y mi sexagenaria edad poco dada a participar activamente en
tumultos y jamás en encierros reales si no es como espectadora en lugar lo más
seguro posible y bien alejada de los pitones.
Mantener
una conversación familiar y cotidiana –en este caso con Irene- puso en marcha
su maquinaria imaginativa ¡¡Cómo iba yo a dar, que algo tan simple desembocaría
en realizar ese sueño relegado al rincón del “No cumplir”!!
He de
tener cuidado en decir en voz alta mis deseos, porque pueden estar alerta
alguna de mis hijas para hacerlo realidad. ¡¡Qué haría yo sin ellas!!
La mañana
del día elegido amanecimos felices y animosas. Subimos al coche confiadas en el
GPS y rodamos hasta la capital pamplonica, donde llegamos a tiempo de buen
tiempo y felizmente a destino.
Fue muy
emocionante recorrer por primera vez esas calles mucho más estrechas de lo que
pensábamos y que llevo viendo desde hace cerca de 40 años; pisar sus adoquines,
ver lo empinado de las cuestas que toros y mozos suben durante cada encierro, recorrer
el callejón hasta la arena del coso y “sentir” San Fermín sin toros reales, sin
apreturas, sin gentío y sin lo que me hubiera sobrado…
Maravilloso.
Cada segundo de esta sorpresa me encantó: El viaje tranquilo, el hotel precioso
en la misma plaza del ayuntamiento, las
miradas y abrazos de mi niña al ver el éxito de su regalo convertido en
ilusiones compartidas. Las risas, las
sensaciones al conocer los lugares donde vi que ocurrió este o aquel percance,
esta o aquella imagen… todo me parecía familiar y emocionante.
Seguro que
muchas cosas me dejo pegadas a las teclas mientras escribo porque fue muy
intenso para poder explicar todo.
Para el
recuerdo quedan la multitud de fotos que nos hicimos, la exquisita comida en la
típica sidrería, los riquísimos tapeos
de pintxos durante la mañana y la noche… Todo un éxito esta primera etapa de
nuestras bien disfrutadas vacaciones que mañana
Continuará…
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