sábado, 22 de noviembre de 2025

SANTA CECILIA EN ALAEJOS Y EN MI FAMILIA

 

SANTA CECILIA EN ALAEJOS Y EN MI FAMILIA 22-11-2025

De “toda la vida de Dios” Santa Cecilia se celebraba en mi casa puesto que Ruperto, mi abuelo materno y Pedrito, hermano de la misma rama máter, eran músicos.

Durante años recordé, que mi abuelo era componente de la banda municipal de Alaejos, pero había olvidado el instrumento que tocaba. Así como recordaba, o mejor, creí recordar, que mi tío Pedrito tocaba la charambita y con ella, interpretaba “El baile de la Virgen” de la Casita, que así la conoce popularmente el pueblo, aunque al parecer el nombre de la pieza es “entradilla”.

Hoy con ayuda de mi querida tía Chus y mi primana Charo (su hija) he ordenado un poco más mis recuerdos, e incluso he acuñado alguno nuevo que dejaré aquí compartido, para que, entre todos, podamos recordarlo siempre… siempre que me leáis.

Mi abuelo era el bombo de la mentada banda municipal de Alaejos y además hay una anécdota registrada en el libro: “Nstra Sra de la Casita de Alaejos … 500 años de advocación Mariana”.

Cito y copio el texto editado por la Diputación Provincial de Valladolid, en 1991 con motivo del V Centenario de la aparición de nuestra chiquitita:

En uno de los años de la década de los 50, el día 10 de mayo, como el párroco se opusiera (no pone nombre del tal opositor), a que se bailara a la Virgen (mira tú la cabezonería del portador de alzacuellos y sotana) y a que se tocara la “charambita” (nombre popular con el que se conoce la dulzaina), el baile hubo de realizarse con objetos rudimentarios: un embudo y una lata grande de escabeche. La interpretación fue de Cándido López y Ruperto Muñoz, (mi abuelo querido). De este modo, se consiguió que no se perdiera esta bonita costumbre”.

Hasta aquí el texto con apostilla y ahora añado: Alaejanos del mundo, gracias al empeño o convicción de mi abuelo Ruperto, (que bailó a la virgen mientras tuvo aliento y fuerzas, tal como también hizo mi padre), seguimos todos los alaejanos poniéndonos los bellos de punta cada 10 de mayo y cada 8 de septiembre, con la misma música, durante toda nuestra vida.

Mi Abuelo, en aquellos complicados años 50, se enfrentó al mismísimo clero; y alguno aún se pregunta de dónde me viene la cabezonería, o, mejor dicho, el empeño, en hacer y decir las cosas como justamente las pienso y siento, lo que, en diciembre de 2001, se ve que gracias a mi sangre Muñoz, me atreví a contradecir (sin embudo, ni lata de escabeche), en una crítica escrita y publicada incluso en el Diario de Medina, a un señor del mismo gremio…)

También añado que: la letra y música de ese himno que acompaña desde hace años el principio de los actos oficiales en Alaejos, y que lleva por título el poco enrevesado título: “Himno de Alaejos”, también se lo debemos en parte, a mi abuelo Ruperto Muñoz Ramos, puesto que es coautor de música y letra de ese emotivo himno que todo el pueblo corea.


En cuanto a mi tío Pedro (Pedrito) Muñoz Santana, hoy sé que el instrumento que tocaba, no era “la charambita”, si no, “el requinto de clarinete”.

La diferencia principal es que: el requinto es un clarinete más pequeño y agudo afinado en Mi bemol (Ecap 𝐸♭) mientras que el clarinete estándar (soprano) es más grande y se afina más comúnmente en Si bemol (Bcap 𝐵♭) Esto hace que el requinto tenga un timbre más brillante y proyectado, ideal para notas altas, y sea utilizado principalmente en bandas y música que requiere pasajes agudos… que, para alguien como yo, esta explicación le suena a (yīnyuè), que al parecer significa música.

Afortunadamente la música (la melodía) suena igual, se escriba como se escriba la partitura. Por eso, la música es universal y por eso, cuando además de la melodía, quiero enterarme de “lo que dice la letra”, prefiero escucharla en el idioma que la entiendo… Pero esto es otra crónica.

Mi tío falleció de neumonía, a la corta edad de 16 años, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 17; en la época en que aún no había llegado a España la penicilina, aunque llegó muy poco tiempo después y demasiado tarde para Pedrito, sus padres y hermanas, que lo han llorado siempre.

El retrato a plumilla de mi tío, presidía de tamaño grande, la sala de mis abuelos y por eso siempre estuvo muy presente y fue querido y no olvidado por todos nosotros.

Hoy al hablar del requinto, mi tía Chus, de 88 años, recordaba la muerte y entierro de su hermano querido. Aunque ella aún le quedaban unos meses para cumplir los 7 años cuando él falleciera.

El infortunado muchachito, enfermó y en pocos días falleció, y para evitar el disgusto de la niña, la llevaron a casa de unos vecinos.

Alguien de esos vecinos, con menos sensibilidad, tuvo la gran ocurrencia de sacar a la niña a la calle, al paso del cortejo fúnebre. La pobre niña, vestida de riguroso luto, corrió llorando como loca al lado de la caja donde se llevaban a su hermano para siempre, y que, en lo alto de la tapa, reposaba su requinto, seguramente habían pensado enterrarlo con él, pero la pequeña Mª Jesús, pidió que no enterraran ese instrumento que tantas veces escuchó tocar a su hermano.

Sólo imaginar la escena me parte el alma. Enseguida alguien tomó la manita de la niña y se la llevó, entonces, Pedro fue enterrado sin su instrumento, pero con mucho amor de amigos y familiares.

En esta familia se ve que somos de persuadir decisiones poco acertadas. Aunque no venga a cuento: cuando nació mi tía, como era la sexta hija del matrimonio, se ve que se habían quedado sin nombre bonitos, y mi abuelo quiso ponerle el de su madre: Tiburcia. A lo que mi madre, que tenía 14 años y jamás hubiera levantado la voz a los suyos -por la cuenta que le tendría- llorando, como después de haber cortado cebolla en un mondongo, persuadió a mis abuelos y le pusieron el moderno nombre elegido por su hermana: Mª Jesús, aunque años después, yo misma la “rebauticé” como Chus y así la conoce el mundo entero… al menos el mundo que la conoce.

La cosa es que “el requinto de clarinete” que os muestro, es el mismo que continúa en la familia, guardado celosamente por mi prima Charofunda bordada seguramente por mi madre, incluida,  que hoy me envió en foto, y está tan bien conservado tras tantos años, porque su marido: mi primo Eloy, que también es músico, lo restauró aún en vida de mi abuela.

El nombre de mi hija Cecilia, en nada tiene que ver (o sí), con la tradición familiar del nombre de la santa de la que lleva su nombre. Lo cierto es que ese nombre me gustó desde siempre.

Envío besos al cielo a los músicos de mi vida y de mi tuna. Actualmente, continuamos teniendo muchos músicos amigos, entre otros: (La chirigota del Yuyu o Jose, que toca la Diana bajo mi balcón siempre que puede) así como tenemos músicos en la familia: Eloy, al que acabo de mencionar, Víctor, mi yerno, mi querido “Vitorino”, perteneciente a la tuna de Ciencias de Valladolid y ahora mi nieta Lucía que ha encontrado en la música su instrumento para ser feliz y hacernos felices a quienes la escuchamos tocar o interpretar sus propias melodías… “compositora e intérprete de su propia vida”…


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