(Original de Junio-2005 )
Quienes habitualmente utilizamos el teléfono móvil para algo más que jugar, sabemos que tras el Nº de teléfono gratuito que cada compañía ofrece a sus usuarios hay personas de carne y hueso y no sólo máquinas repitiendo mecánicamente el botón que debemos pulsar para solventar nuestras dudas o problemas pero nunca se nos habría ocurrido todo lo que esas personas tienen que escuchar cada día a través de sus auriculares.
Conocer “físicamente” a una de esas personas denominadas “teleoperadoras” –que en tiempos remotos eran “telefonistas”- ha despertado en mí una sana curiosidad por saber en qué emplean su tiempo los usuarios ociosos o simplemente “teléfono adictos” que como no tienen nadie que les aguante, pagan el pato los pobres “teleoperatas”… ¡que para eso les pagan!
No hay sueldo suficiente para aguantar depende qué cosas y no sólo me refiero a las llamadas obscenas de niñatos reprimidos que utilizan estos servicios para “desfogar” sus más bajos instintos.
Los teleoperadores no están obligados a guardar secretamente las llamadas que reciben, aunque en ocasiones los comunicantes confunden su trabajo con el de un clérigo.
Esta mañana mi… “tele paciente” entre risas e incredulidad me contaba la última llamada recibida antes de finalizar su jornada laboral.
- Buenos días mi nombre es… ¿En qué puedo ayudarle? –preguntó monótona y obligadamente.
- ¿Podría ponerme con Javier? –dijo la voz nerviosa y chillona de una mujer.
Mal empezamos. ¿Imaginan cuántos Javier puede haber trabajando en cualquiera de las compañías de teléfonos móviles?
Bien, pues nuestra paciente amiga en lugar de contestarle a su interlocutora algo parecido a… ¡No pensará que soy adivina señora!... o algo peor, hizo lo que correctamente creyó que debía hacer más por conservar su puesto de trabajo que por deseo.
Puso la monótona musiquita en escucha y contó mentalmente hasta diez para que la persona al otro lado del aparato creyera que estaba buscando al tal Javier.
Pasados unos segundos contestó;
- Lo siento señora, Javier no se encuentra en estos momentos ¿desea hacer alguna otra consulta?
- Pues si no está Javier mire a ver si está Oscar.
- ¿Puede decirme su extensión? –preguntó la trabajadora en un intento de agradar.
- No se que es la extensión.
- Es el número de identificación de la persona por quien usted pregunta. Con ese número podría pasar su llamada directamente a él.
- No, no la se.
- Un momento por favor –dijo resignada la muchacha.
Repetición exacta de la primera escena.
Hasta aquí todo “normal”, pero al escuchar la segunda negativa de la presencia del tal Oscar la impaciencia de la señora comenzó a ser más patente.
- ¿Cómo que no están ninguno de los dos? ¿Acaso estás tú sola?
- Mire lo siento señora, dígame en que otra cosa puedo ayudarle.
- Pues mira si, le dices a tu compañero Oscar que ha dejau preñada a mi hija de gemelos.
- ¿Cómo? Perdone creo que no la entiendo –dijo perpleja la joven.
- Pues es bien fácil. Te estoy diciendo que tu compañero Oscar ha dejau preñada a mi hija de gemelos y no se que hacer.
- Lo siento, si no desea hacerme otra consulta, tengo que cortar la llamada.
- ¿Cómo que vas a colgarme? ¡¡Soy de…!! (el nombre de la compañía).
- Ya, pero no estoy autorizada a solventar esa clase de incidencias.
La señora por propia iniciativa cortó la comunicación, liberando a la trabajadora del peso de tal responsabilidad.
Por mucha imaginación que se le quiera poner al asunto; la realidad supera a la ficción con creces.
Conocer “físicamente” a una de esas personas denominadas “teleoperadoras” –que en tiempos remotos eran “telefonistas”- ha despertado en mí una sana curiosidad por saber en qué emplean su tiempo los usuarios ociosos o simplemente “teléfono adictos” que como no tienen nadie que les aguante, pagan el pato los pobres “teleoperatas”… ¡que para eso les pagan!
No hay sueldo suficiente para aguantar depende qué cosas y no sólo me refiero a las llamadas obscenas de niñatos reprimidos que utilizan estos servicios para “desfogar” sus más bajos instintos.
Los teleoperadores no están obligados a guardar secretamente las llamadas que reciben, aunque en ocasiones los comunicantes confunden su trabajo con el de un clérigo.
Esta mañana mi… “tele paciente” entre risas e incredulidad me contaba la última llamada recibida antes de finalizar su jornada laboral.
- Buenos días mi nombre es… ¿En qué puedo ayudarle? –preguntó monótona y obligadamente.
- ¿Podría ponerme con Javier? –dijo la voz nerviosa y chillona de una mujer.
Mal empezamos. ¿Imaginan cuántos Javier puede haber trabajando en cualquiera de las compañías de teléfonos móviles?
Bien, pues nuestra paciente amiga en lugar de contestarle a su interlocutora algo parecido a… ¡No pensará que soy adivina señora!... o algo peor, hizo lo que correctamente creyó que debía hacer más por conservar su puesto de trabajo que por deseo.
Puso la monótona musiquita en escucha y contó mentalmente hasta diez para que la persona al otro lado del aparato creyera que estaba buscando al tal Javier.
Pasados unos segundos contestó;
- Lo siento señora, Javier no se encuentra en estos momentos ¿desea hacer alguna otra consulta?
- Pues si no está Javier mire a ver si está Oscar.
- ¿Puede decirme su extensión? –preguntó la trabajadora en un intento de agradar.
- No se que es la extensión.
- Es el número de identificación de la persona por quien usted pregunta. Con ese número podría pasar su llamada directamente a él.
- No, no la se.
- Un momento por favor –dijo resignada la muchacha.
Repetición exacta de la primera escena.
Hasta aquí todo “normal”, pero al escuchar la segunda negativa de la presencia del tal Oscar la impaciencia de la señora comenzó a ser más patente.
- ¿Cómo que no están ninguno de los dos? ¿Acaso estás tú sola?
- Mire lo siento señora, dígame en que otra cosa puedo ayudarle.
- Pues mira si, le dices a tu compañero Oscar que ha dejau preñada a mi hija de gemelos.
- ¿Cómo? Perdone creo que no la entiendo –dijo perpleja la joven.
- Pues es bien fácil. Te estoy diciendo que tu compañero Oscar ha dejau preñada a mi hija de gemelos y no se que hacer.
- Lo siento, si no desea hacerme otra consulta, tengo que cortar la llamada.
- ¿Cómo que vas a colgarme? ¡¡Soy de…!! (el nombre de la compañía).
- Ya, pero no estoy autorizada a solventar esa clase de incidencias.
La señora por propia iniciativa cortó la comunicación, liberando a la trabajadora del peso de tal responsabilidad.
Por mucha imaginación que se le quiera poner al asunto; la realidad supera a la ficción con creces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario