sábado, 7 de junio de 2008

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Crítica escrita 2006, poco después de la muerte de la “protagonista”. Publicada en 2008 cuando pretendieron beatificarla y leída en 2022, con motivo del aniversario de esa “muerte anunciada” cuando poco se habla de aquella hipotética beatificación que me hizo escribir y posteriormente publicar mi escrito, pero si se despellejó su vida íntima, sus miserias y “pecados humanos”.

Despellejada por los mismos familiares, periodistas y cadenas que la ensalzaron. Llorada con amor por otros familiares que verdaderamente la quisieron y extrañaron. Recordada y escuchada en disco por todos sus admiradores, como debe de hacerse, en la privacidad.

Imitada por muchas (algunas sólo imitan los trajes y como mucho algunos gestos, aunque se ganen la vida haciéndolo, bajo la supervisión de su heredera universal). 

Habría que preguntar a esta mujer si está orgullosa de cómo se está gestionando su recuerdo, aunque bien o mal, ni me compete, ni me afecta, ni cambiaría en nada que me afectase. Es simplemente una de las muchas preguntas no vitales que algunas veces me hago sabiendo que no hay respuesta.

Dejemos descansar en paz a los muertos –cosa que no hace su familia que cada vez quieren estirar más el chicle por serlo, cuanto más allegada más lo estira- y lo dicho: “La más grande por su voz”; “la humana corrientita” por sus actos.  

 CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA- JULIO 2006

 Desde hace años disponemos de multitud de cadenas de televisión y por tanto de poder ver lo que nos de la gana.

Evidentemente  no estamos obligados a mirar todo el tiempo programas culturales o educativos, podemos contemplar “lo que nos echen”. Cambiamos de canal una y otra vez hasta encontrar algo que nos guste, conscientes de que si miramos programas estúpidos, corremos peligro de ver estupideces.

 El tema Jurado nos ha invadido “a saco”. Ha sido portada de telediarios durante varios días, incluso el día que estaba de cuerpo presente; el “telediario” fue monotemático: Jurado, Jurado, Rocío… después nos quejamos de que a los españoles se nos conozca sólo por la pandereta, los toros y el flamenco.

Parecía que el mundo se había parado y esa era la única noticia digna de ser emitida.

 Durante los últimos meses habíamos asistido a la agonía, muerte y posterior duelo, entierro, llantos y mocos de familiares, amigos y admiradores varios.  Misas, herencias… solamente ha faltado que metieran uno de los miles de micrófonos dentro del ataúd para tener en exclusiva las declaraciones de la muerta, el estado de descomposición; versión original de la llegada a su tumba e interrogatorio a su primer gusano para saber “en directo” si ya estaba por fin con sus padres o con Pedro Carrasco.

 Desmesurado ha sido el despliegue de medios de comunicación desplazados a los distintos hospitales extranjeros y españoles que igualmente mantuvieron guardia noche y día a las puertas de su impresionante mansión esperando ser los primeros en dar la noticia de la muerte; mucho más exagerado ha sido el duelo, velatorio y posterior funeral –retransmitido en directo- sepelio y posteriores misas en memoria de una mujer cuyo mayor logro en beneficio de la humanidad ha sido poseer una maravillosa voz y tener el privilegio de poder vivir de ella.

 De esa voz con la que tuvo la suerte de nacer –como tantos- grabar discos –como algunos- y hacerse famosa y tremendamente rica –como no todos pueden verse recompensados por mucho que lo merezcan-.

 Todo el mundo debería ser merecedor de fortuna en su vida, pero a la mayoría les toca luchar con iguales o mejores facultades; sean de voz, pintando, esculpiendo, escribiendo, interpretando… y tantos y tantos dones con los que se nace y que después pasan desapercibidos a los ojos del mundo, por falta de suerte y ayuda de poder promocionar esas virtudes.

 Esta mujer disfrutó de éxito y por tanto de fortuna que –según hemos escuchado vehementemente agradecido por su cuñada- ha sido repartida a voluntad de la cantante –como debe de ser- a sus más allegados y no en todos los casos exento de cálculo e injusticia emocional.

 El legado ha sido mundialmente repartido  en forma de discos a todo aquel que le guste su estilo y previo pago, seguirán sonando por todos los rincones del mundo eternamente para beneficio de su hija natural; heredera universal de los derechos musicales de la madre, hecho absolutamente “natural” de no haber tenido dos hijos adoptivos a los que ha dejado huérfanos de madre  y de esa parte de su herencia, demostrando que quizás no era tan buena persona como han pregonado sus seguidores hasta quedarse afónicos.

 Con todo, lo que ha colmado el vaso ha sido escuchar la noticia de la posible beatificación de la folclórica.

¿Rocío Jurado santa de la iglesia católica? ¿Ella que por dinero contravino las leyes de esa misma iglesia católica  “separando lo que dios había unido” en propia persona y en la de su hija?

 Que poseía una garganta privilegiada es innegable, pero no creo que cantar bien, sea motivo suficiente para pedir su santificación.

Además de tener buena voz –que repito;  no lo pongo en duda- y ser una exagerada en sus gestos- que tampoco hay quien lo ponga en duda- ¿qué ha hecho esta mujer para merecer esto?

 Parece que el mundo se haya vuelto loco. Quieren hacerla santa tan sólo porque la varita del destino escribió caprichosa que Rocío tendría buenas cuerdas vocales, que lucharía –seguramente mucho- por dar a conocer su voz y triunfaría.

Después de eso la misma varita tuvo a bien escribir que cosecharía éxito tras éxito que no harían más que engordar su cuenta corriente.

 Logró vivir –más que desahogadamente- del trabajo que le gustó. Eso es un don bien aprovechado y por el que siendo tan creyente como presumía; daba gracias a dios y a todas las vírgenes habidas e inventadas con esos gestos tan extremadamente vehementes que rayaban la falsedad.

Supongo que ser tan teatrera y sentirse endiosada porque a alguien se le ocurrió denominarla “la más grande”, no significará que verdaderamente lo sea –o sí-. Grande como folclórica, pero ¿santa?

 No me molestan –o si- las manifestaciones de las gentes que alguna vez la oyeron cantar –aunque fuera en discos pirateados- haciendo hincapié en lo maravillosa que era como persona. Quizás lo fuera, pero escuchar uno de sus discos o verla en televisión moviendo el pelo insinuante e incluso lasciva, tampoco significa que lo fuera.

 Además de buena voz, el resto de su existencia ha sido humana en sus virtudes, defectos y extravagancias, por eso me parece desmedido el deseo de santidad para una… “simple” folklórica.

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