jueves, 20 de diciembre de 2018

LA ALBERCA, UN CUENTO DEL OESTE


LA ALBERCA,  UN CUENTO DEL OESTE    
15-12-2018

Ésta simpática historia ve la luz, gracias a la tinta y pluma de una famosa escritora muy conocida en su casa.

Érase que se era, seis osados pensionistas que un día planearon realizar un viaje a La Alberca en el año 2018.
Varios acontecimientos importantes y una importante pereza hicieron que el viajecito de marras fuera retrasando su fecha.
Ningún trabajo les impedía realizarlo en cualquier mes del año, y el viejo 2018 a punto de morir, parecía que iba a hacerlo sin ver llevar a cabo (o a rabo) ese viaje de viejos amigos.

Mucho más cortos que perezosos, -que ya es decir- obviando unas previsiones climatológicas totalmente adversas, los seis jubiletas, viajando en dos carruajes cómodos, tirados por veloces caballos, pusieron rumbo al destino allá por mediados del mes de diciembre.

Antes de comenzar el viaje, decidieron hacerlo en dos carromatos porque en una sola carreta irían más apretados. También decidieron que durante el trayecto, como siempre, el más anciano de todos fuera delante guiando al otro. Tapó sus piernas con una manta zamorana mientras sujetaba las riendas de su brioso corcel de acero.
Un buen rato después, el otro carretero, cansado del paso lento del guía, que sólo corría no a más de 120 yardas por hora, decidió adelantarlo. El lento,  azuzó con brío las riendas en el lomo de su jamelgo para no perder de vista a su amigo el corretón.
La anciana más joven, por Morse y mucha “guasa”, pidió explicaciones a su amiga la adelantona y ésta con la lengua fuera por la excesiva carrera contestó jadeando ¿Pero por qué corréis de esa forma desaforada? ¿Hay alguna urgencia que nosotros no sepamos?
Así, guasa va, guasa viene, pasaron varios kilómetros bromeando y riendo por llevar otros varios persiguiendo a un équido de idéntico pelaje al del amigo, cuyo jinete jamás sabrá que fue perseguido por una reata de viejecitos cuyos pañales mentales hubieron de ser cambiados en el primer abrevadero que encontraron.
Continuaron llenando el camino de risas compartidas gracias a las señales de humo que la tecnología moderna permite y que tanto bien hacen a la humanidad cuando se utilizan con mesura y en ocasiones tan imprescindibles como lo era aquella para poder estar los seis juntos en cada momento. Tal como si viajaran en la misma diligencia.

Durante todo el viaje, además de risas, fueron acompañados por un surtido de cambios tanto paisajísticos como climatológicos… Lluvia, aguanieve, vientos racheados, sol brillante, nubes de espectaculares formas y colorido y hasta llegado al destino, una fuerte ventica de nieve helada perfecta para adornar la época navideña en la que transcurre este cuento no inventado.

Abrigados con más capas que una cebolla mondonguera, cubiertos de capuchas y abrigos mullidos e impermeables, los osados viejecitos  ataron sus caballerías a la puerta del Saloon y a paso de bisonte cojo, corrieron a refugiarse. Un magnífico balneario los acogió calentito y perfumado con aroma de leña ardiendo al amor de la lumbre.
Tomaron de un trago sus “güisquis” y los seis intrépidos personajes regresaron, unos al calorcito de las carretas con brasero incorporado y los conductores a tomar de nuevo las riendas.  

Pocos relinchos después, llegaron al apeadero contratado. Acomodaron sus baúles en las habitaciones y rápidamente regresaron a la calle para enfrentarse con valentía –y sin remedio, porque si no ¡pa qué habían ido!- Al intenso frío, al airón que les volaba el sombrero vaquero y a la lluvia-nieve que  no arredró los ánimos de los seis viejos viajeros intrépidos, que habiendo tenido primavera y otoño cálidos; disponiendo de información meteorológica tan seria como la que ofrecía Mariano Medina, sabiendo que calor no iban a pasar, habían decidido viajar en el peor de los días del moribundo año de nuestro señor 2018.

La mañana transcurrió entre lluvia a intervalos, guindas nasales, toses, manos enguantadas y frías como el hielo, risas que calientan más que un buen caldo de cocido y disfrutando los bonitos paisajes y las típicas casas y cruces albercanas. Las empedradas calles hacían sonar las espuelas de sus botas a cada paso con su tintineo metálico, que bien acompasado, tenía son de villancicos serranos, que junto a los adornos navideños de calles y comercios, y el turrón de los escaparates, le daban al pueblo un toque de magia y deseo incontenible de ver llegar el 8 de Enero.

Disfrutado y admirando el precioso pueblo charro de La Alberca, tras el surtido de lluvia o nieve a intervalos, viendo que ni caso le hacían al húmedo frío, el cielo no tardó en obsequiarles con un magnífico Arco Iris, como premio a su arrojo y despedida al agua celeste, que cesó dando por perdida la batalla de amargar el día a sus añosos visitantes.
 
En una cálida taberna, llenaron buches, repusieron fuerzas y con ellas intactas, regresaron al hotel; despertaron de la siesta a sus caballos  que entre bostezos fueron enganchados a las carretas y casi al galope se dirigieron al cercano Mogarraz, un curioso pueblito cuyos antiguos habitantes inmortalizados en fotos de carnet tamaño gigante, permanecen adosados a las fachadas de las casas que un día habitaron.
Las estáticas expresiones le dan a las calles un aire casi fantasmagórico que encoge el alma más que el frío. Con sus severas miradas parecen vigilar al forastero para que contemple y admire su pueblo, pero que no lo deteriore ni con las pisadas.
Visto y paseado Mogarraz, de nuevo los seis animosos viajeros regresaron a La Alberca.
Desengancharon los caballos y les dejaron en las caballerizas para que pasaran la noche calentitos y comiendo una buena ración de heno fresco y paja tostada.

Los buenos amigos buscaron y encontraron una cantina con tanta solera como ellos seis juntos en la que pasar la tarde y poder seguir tranquilamente con sus charlas amenas y divertidas hasta la hora de salir a buscar un buen sitio para endosarse una buena cena acorde a su necesidad, porque a esas horas, la gula duerme y no se llena el aforo de la andorga para no tener que pasar la noche incómodamente  empanzaus.
Eso sí, corrió el vino y la alegría ante las atentas miradas vacías de varias cabezas de ganado que les observaban impávidos e incapaces de embestir o mugir ¡años ha!
Durante el nocturno trayecto camino del hotel, el fuerte viento, a veces huracanado,  sopló y resonó en calles y callejas vacías de otras gentes que no fueran nuestros protagonistas añosos y risueños, que sin prisa ni pausa llegaron a la calidez de las habitaciones de su hotel. Antes de despedirse en el pasillo, comprobaron que seguían sin suerte con el pleno, pero ganaron su apuesta a las risas.  

Colgaron las pistolas en el perchero, dejaron las botas al lado de la chimenea para encontrarlas calentitas al día siguiente. Los hombres se desnudaron y  encamaron sin pijama porque ya venían de casa enfundados en sus ropas interiores: dos de ellos con “Pelele” enterizo de franela de los que cubren todo el cuerpo desde el pescuezo a los cotudillos, con una ventanita abotonada en el culo para lo que ya podéis imaginar y una bragueta delantera para  cuando el cucú sale a dar los cuartos.
El otro, mucho más sexi, vestía con camiseta de manga larga y Marianos de la misma franela calentita. Eso sí, los tres se encasquetaron un gorro con borla porque de pelo andan más escasos que de calorías.
Ellas tras quitarse fajos y refajos, se pusieron un camisón hasta los pies y unos patucos de lana rosa. Así calentitos y sin hambre ni sed, se abandonaron al descanso merecido.

Cuando el alba apareció en el horizonte, los jubilados se despojaron de toda pereza y puntuales bajaron juntos al comedor a reponer fuerzas no perdidas para comenzar el día sin perder minuto en la programación prevista.
Por última vez engancharon sus carruajes y pusieron rumbo a Ciudad Rodrigo donde pudieron admirar sus edificios, sufrir con sonrisas sus calles empedradas, admiraron paisajes, edificios, decoraciones navideñas naturales y artificiales… Los más golosos compraron turrones artesanales y entre todos lograron estabilizar un ornamento ladero para que no cayera al suelo, y pudiera dañar a cualquier viandante que sin darse cuenta del peligro, podría pasar por debajo,  exponiendo su vida sin saberlo.
Sintiéndose héroes y heroínas legales, volvieron a llenar las calles de risas porque hay que reír, reír de todo y de nada y sobretodo de nadie. Así continuaron, llenos de alegría por haber decidido no amilanarse ante la temida noticia de muy mal tiempo en la zona. Ellos vencieron, pudieron con todo… Comieron ricas viandas mirobrigenses y continuaron camino de regreso a casa con parada en el mejor pueblo del oeste español, de donde es oriunda la anciana de menor edad.
Allí pudo respirar el aroma inconfundible de su adorado pueblo, empapándose de Alaejos para quedar llena de su esencia hasta que vuelva a pisarlo.
Para llenar las despensas de galguerías,  se aprovisionaron de  dulces exquisitos en la típica tienda con nombre de patrona y poco después se despidieron de la villa.
El final del viaje fue donde comenzara: en la casa de una de las parejas. Allí dieron buena cuenta del hornazo y los embutidos ibéricos que habían traído como recuerdo de aquel mágico viaje.

No hay mal tiempo cuando el tiempo se vive en grata compañía. Cuando llegas a esa edad en que puedes compartir recuerdos añejos como añeja es la amistad que se mantiene eterna.
Los seis ancianos se felicitaron por no haberse quedado en casa ante la amenaza climatológica, de haberlo hecho, se habrían perdido dos magníficos días repletos de grandes momentos, de esos que hay que aprovechar porque “momento no vivido, gran momento perdido”.
Así se despidieron felices con el mismo joven espíritu e ilusiones renovadas y con la promesa de “para pronto” un nuevo viaje juntos y así  poder  continuar riendo hasta de la propia sombra, que de la ajena, ya se ríen otros.

Y colorín colorado, este cuento NO ha acabado.
  

No hay comentarios:

BIENVENIDOS...

... A este Blog creado para difundir noticias e historias de mi pueblo. Espero que encontréis aquí lo que andabais buscando. Si no es así y creéis que puedo ayudaros a conseguirlo, dejad la pregunta en un comentario, y a la mayor brevedad será atendido. Gracias por venir.