HASTA SIEMPRE QUERIDA CONCHI 01-01-2019
Mi querida
compañera, amiga y H-ermana: No hubiera querido que mi primera carta en este
2019 fuera una despedida, pero no podía ser de otra manera al saber que te has
ido.
La noticia
ha sido un duro golpe, un feo final para despedir el 2018, enterarme en
Nochevieja que hace dos meses ya no estás físicamente entre nosotros.
Hubiera
querido saber que tenías billete sin retorno para poder disfrutar tu risa antes
de dejar de escucharla para siempre.
Mi querida
loquita, mi amiga llena de fantasía ¡¡Esto no se hace!!¡¡No merecías partir tan
pronto!! Mucho menos de forma tan dolorosa y cruel.
Querida
soñadora: bohemia, sincera, trabajadora, luchadora, emprendedora, inquieta,
sensata, pesimista del optimismo y profundamente romántica.
Toda la
vida luchaste por sacar adelante tus sueños y emprendías negocios en los que te
dejaste lustros de vida en cada jornada.
Durante
muchísimos años vivías para trabajar, no podías trabajar solamente para vivir,
aunque siempre le sacabas el lado bueno y no olvidabas disfrutar tu ración
vital de risa diaria.
Inconformista
porque tu infancia y juventud fue tan dura, que como la inquieta Scarlett
O´Hara prometiste que “nunca más volverías a…” sufrir, aunque
de mil maneras, creo que nunca dejaste de hacerlo.
Desde que
teníamos 14 años y comenzamos a trabajar juntas en aquella pequeña tienda de “géneros
de punto y confección”, fuimos mucho más amigas que simples compañeras
de trabajo.
Nos
queríamos como hermanas y para no menospreciar el cariño de los propios,
decidimos inventar el término H-ermanas (Hache hermanas); así lo
sentimos y así continuará siendo.
Fuimos
cómplices en mil travesuras inocentes de crías que no se resignaban a ser
tratadas de forma tan poco amable por aquella vieja jefa que no nos dejaba
tranquilas en los largos ratos en que en la tienda “no entraba ni un alma”.
Ella era
una anciana prepotente, malhumorada que se hacía llamar “doña” porque al igual
que a don Tomás, el “don”, había llegado de la mano del “din”.
Nosotras,
dos jovenzuelas loquitas, no nos dejamos pisotear y con buenas mañas, logramos
hacer de nuestro trabajo un mundo de risa y buen rollo, y pese a la férrea
vigilancia, inventamos momentos para ser felices en nuestro trabajo, aunque tú
pasabas de la carcajada al pesimismo más atroz en menos que se chascan dos
dedos.
¿Recuerdas?
Sabíamos de memoria aquella especie de poema surrealista sin rima ni sentido
común, y nosotras lo rociamos de aún más surrealismo dando la vuelta a las
frases.
La
historia comenzaba así: “Era una noche de invierno cuando más
brillaba el sol, una manada de cerdos volaba de flor en flor como lindas
mariposas”. Nosotras la transformamos en: “Era una invierna de nocho cuando
más soleaba el brillo, una cerdada de manos floreaba de vol en vol como posas
marilindas…”. Así todo el texto.
Aún
conservabas ese cartón de pantys donde lo escribimos a escondidas. Yo también
conservo la fotocopia que me hiciste años más tarde.
¡Cuántas
risas! ¡Cuántas carcajadas disimuladas para que la jefa no nos riñera! Para que
ni siquiera sospechara que éramos felices con tan poca cosa. ¡Cuántos ataques
de risa disimulados en toses que aún nos hacían reír más! ¡¡Cuantos cocidos
ventosos que salían en tropel en el momento menos indicado mi querida airosa!!
A alguna clienta culpabilizamos del olor y se lo llevó prendido como recuerdo,
mezclado con aquel ambientador con olor a pino, que salía a chorro y la mezcla
era peor remedio que la enfermedad.
¡¡Cuántos
ratos en la bodega simulando limpiar sobre limpio y colocar sobre colocado!!
Sentadas en la escalera plegable plumero en mano para dar golpes a las cajas y
que creyera que estábamos limpiando un polvo que si lo había allí quedaba.
Esos ratos
los aprovechábamos para almorzar o merendar, para dar alguna cabezadita o incluso
para escribir.
Tú, mi
querida romántica empedernida y soñadora. Bohemia de alma y deseo, escribías
poemas místicos y lánguidos, plasmando la profundidad de tus penas, y después
de leérmelos, los rompías o los guardabas para que nadie más los viera. Quizás
lo hacías por pudor a que pudieran ver tu alma desnuda o por pensar que nadie
podía entender lo que escribías.
En aquella
tienda, salvo en épocas puntuales, o sobretodo finales de mes, no había mucho
jaleo y dos adolescentes de 14 o 16 años, no podíamos evitar “saltarnos
las reglas” ¡¡Qué mal hacíamos con ello!! Atendíamos a los clientes
correctamente (faltaría más), teníamos la tienda pulcra en limpieza y orden;
incluso recuerdo haber dado las hiendas de los azulejos del retrete con una
brocha y “Blanco España” ¡Hienda por hienda! Eso no era
obligatorio, pero nos gustaba tener nuestro aseo del trabajo así de reluciente.
Lógicamente, eso agradaba a nuestra jefa y sus nueras, jefas mucho menos
rígidas que la suegra y de las que guardo algunos buenos recuerdos. Se vivía
mejor con las nueras y ya cuando venían los nietos que eran de edad parecida a
la nuestra, eso ya era gloria bendita. Cerraban a la hora en punto, no como su
abuela, que siempre esperaba a que entrara la última pesada y nos hacía salir
tarde media hora gratis cada día.
Seis años
trabajando juntas y la amistad duró para siempre.
Como dos grandes amigas y
confidentes, sabíamos como la propia, la una la vida de la otra; nuestros
primeros amores y desamores, ilusiones de niñas que ya se creían mujeres. Tú
siempre soñadora, con los pies un palmo por encima del suelo, aunque sintiendo
que llevabas zapatos de hormigón.
Sensata; a
ratos la sensatez te hacía parecer una niña-vieja y otras no te dejaba ver la
realidad de tu mundo paralelo al mundo. Yo, más impulsiva en sentimientos, testaruda
en no dar brazo a torcer, clavando los pies con firmeza al asfalto, siempre
tuve clara la realidad de la vida. Tozuda convencida, sin el velo que en muchas
ocasiones nublaba tu cordura.
Desde que
nos casamos hace más de 41 años, dejamos de trabajar juntas, pero continuamos
siendo amigas. La distancia nunca fue olvido. Recorrimos caminos paralelos,
siempre en contacto, aunque no con la asiduidad que hubiéramos querido, pero
como siempre, el trabajo, la familia, la falta de tiempo para quedar… Podían
pasar años sin vernos y cuando nos encontrábamos, volvíamos a ser las loquitas
quinceañeras que como Peter Pan, se negaban a crecer.
Estando
juntas reíamos por todo, o llorábamos si las cosas no eran tan ideales como soñamos.
Recordábamos
las “fechorías”
de nuestros tiempos en la tienda, poniendo de color esperanza (verde) a
quien no supo que los empleados trabajan mejor si en el trabajo son reconocidos
sus esfuerzos y no son tratados casi a látigo.
Cuando
Internet apareció en nuestras vidas, encontramos una época maravillosa para
pasar largas horas juntas tú en tu casa y yo en la mía hablando con letras a la
pantalla del ordenador.
Volvieron
las confidencias tan asiduamente como cuando éramos compañeras de trabajo.
A ninguna
de las dos nos gusta la mentira y eso
fue lo mejor para mantener la eterna amistad que nos unió. Siempre
nos decíamos lo que pensábamos la una de la otra, sin descaro, aunque doliera
escuchar nuestros errores. Puede que por no mentir ni herirte, muchas veces omití
lo que pensaba sobre tus actos u opiniones, y otras me permití aconsejarte para
que no te lanzaras al vacío de tus fantasías.
En aquella
época, yo había publicado mi libro de poesías “Ramillete” y tenía varios
Blogs donde publicaba mis escritos en prosa, en verso y en humor surrealista.
Tú continuabas escribiendo a escondidas los pensamientos profundos de la niña
atormentada que parecía no querer abandonarte y convertirse en lo que eras: una
gran mujer.
Sin ser
experta en letras, sólo simple aficionada a emborronar sentimientos; te animé a
hacer como yo, escribir y mostrar sin miedo lo que expresabas, fuera
literariamente bueno o simplemente parte de tu vida real o fantaseada, pero
tuyo. ¿Qué podía ocurrir? ¿Qué no gustara? ¿Qué no nos leyera nadie? ¡¡Bueno y
qué!! Seguramente alguien nos leerá e incluso le agradará lo leído. Nunca nos
creímos célebres, ni aspiraríamos a famosas, y mucho menos a un sillón en la
real academia de la lengua, que para lengua viperina, la nuestra… (Aquí
vendría una carcajada y un ¡¡cabrona!!)
Inventamos
historias en forma de cuentos de juglares; chanzas de dos damas medievales con humor ácido que
publiqué en mi Blog “El rincón de mis poesías”.
¡¡Qué
buena época!! Éramos felices con lo que más nos gustaba hacer: reír como niñas y
sobretodo escribir; inventar historias locas, con su punto de pellizco y
realidad maquillada, como hacen los verdaderos escritores.
Por fin comenzaste
a escribir mucho, te ayudé a creer en ti, y hasta te atreviste a publicar un
Blog “Más allá de las nubes” en el que durante un año diste a conocer
al mundo poemas de tu puño y tecla. No sé por qué no continuaste publicando en
el Blog, porque también en aquella época, una cascada de sentimientos irrumpieron
en tu vida como tromba: El destino puso en tu camino a una persona que te
publicó un precioso libro junto a otras dos amigas: “Conjuro poético” fue tu
sueño cumplido. Encontraste al fin una forma de vivir para ti, sin las ataduras
del intenso trabajo.
Tras ese
magnífico tiempo nuestro y nueva vida tuya, nuevamente el contacto se perdió en
asiduidad.
Dos almas
gemelas que en los últimos años no tuvieron tiempo ni para una llamada
de teléfono, tanto que no supe ni que luchabas a brazo partido por tu vida.
Esa vida que
fue lucha, y te ganó la última batalla esa línea oscura que el destino escribió
para ti en un poema sin rima, en un libro sin más páginas para escribir.
Tu
familia, a la que adorabas y siempre te adorará, llora tu ausencia prematura. Disfrutaron
tu vida y tus locuras. Sufrieron tu lucha durante la terrible enfermedad y el
vacío que les dejas. Te harán vivir en su recuerdo y tú serás la luz de su
camino, siendo, como siempre fuiste, el fuerte pilar donde todos se sujetaron.
Puedo
imaginarte sentada en una mecedora de estrellas, en un balcón gigante y
luminoso más allá de las nubes; las gafas en mitad de la nariz aguileña,
flexionando ligeramente hacia atrás el cuello para ajustar tus ojos
hipermétropes al grueso cristal que enfoca tu vista.
Y te
imagino escribiendo, rodeada de animalitos; cualquier perro o gatito desvalido
al que dar amor y mimos.
Quiero
imaginarte sin dolor, sin lucha. Igual de romántica y soñadora, escribiendo al
amor, a la ilusión, con calma, sin prisas, etérea, mística, y por fin creyendo
en ti sin sombra de angustia ni pena. Con esa ración de risa y carcajada diaria
que las dos necesitamos para respirar.
H-ermana querida
¡Qué lástima! ¡Qué pena no haber podido darte un último gran abrazo!
Ojala
cuando volvamos a vernos, podamos volver a reír a carcajadas, sin maldad, sin
tiempo límite ni absurdas trabas que nos impidan ser aquellas dos “pequeñas”
de la tienda que la vida juntó y ni la muerte será capaz de separar.
Te quise y
te lloro, te querré y me costará asimilar que aquí no volveré a reír a tu lado.
Nunca
volverán tantas madrugadas compartiendo chat, escribiendo risas, describiendo
llantos, amores y desamores; engaños y desengaños, secretos jamás desvelados,
inquietudes, confesiones, temores escritos en verso y prosa… vida, sueños y
tras un largo vacío, yo aquí y tú te has ido sin mi adiós y con tus versos no
escritos.
Mi querida
amiga, mi dama “Lacón-Chi” de las letras inconclusas. Te vas a escribir poemas
sentidos, sinsentidos del sentimiento, desahogos del alma, silencio que a
gritos calla y escribe para no pronunciar el amor que tu corazón clama en cada
latido de amargura, de soledad rodeada de un mundo que no lograbas conquistar y
de una vida que se te escapó buscando un sueño.
Hasta
siempre mi querida amiga, mi H-ermana. Releeré con
calma tus cartas, tus poemas y eternamente vivirás en mi recuerdo.
4 comentarios:
Lo feliz que se sentiría tu amiga si pudiera leerte.
Aunque así es la vida, ¡qué durita se pone algunas veces!
Un abrazo grande amiga Marisa.
Así es María, qué injusta, qué ingrata!!!
En fin, la vida sigue...
Un abrazo enorme para vosotros
Sea Pues, como has decidido, tú, poderosa vida; sea así el final del camino de nuestra amada dama, que amada y querida, se ha ido. Sea como sea, guarda su alma cantora en el arca de nuestras vidas.
Juglarín Extremeño
Te quiero mi querido Juglar divino. Fueron buenos y bonitos tiempos compartiendo letras de alocadas damas.
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