ESCAPADA A GALICIA
03-08-2016
No voy a
descubrir nada si digo que esta España nuestra tiene rincones maravillosos y
dignos de ser conocidos y disfrutados. Tampoco descubriré nada diciendo que
Galicia está repleta de paisajes impresionantes y que se necesitan muchas
vacaciones para conocer cada uno de esos lugares, pero los que no tenemos tanta
vacación nos conformamos con ver algunos, guardar gratísimos recuerdos de
nuestro paso por tan bonita tierra y –en mi caso- compartirlos con vosotros.
Hemos
exprimido al máximo los días que destinamos para viajar a Galicia y a fe que ha
sido un viaje precioso en el que no nos faltó la compañía de sol, temperatura
agradabilísima, donde la lluvia no hizo aparición ni siquiera en amenaza, vivimos
puestas de sol verdaderamente bonitas y degustamos restaurantes donde sirven
comida con el sabor natural de lo casero; cosa que en igualdad de categoría, en otros rincones de la piel de toro no
siempre ocurre… Verduras que saben a lo que son, marisco sin sabor a cámara
frigorífica, pulpo, mejillones, almejas, calamares… carne tan tierna que se
deshace en la boca y pescado capaz de despertar los sentidos aunque estén
roncando.
Viaje
–repito- precioso, donde no faltó una brevísima pincelada de mala baba de un
benemérito agente.
Nuestro
primer destino fue Ourense donde llegamos tras desvío y parada en el
paradisiaco Lago de Sanabria.
Ya en el
hotel, desocupadas maletas y repuestas fuerzas en nuestra primera toma de ricas
viandas gallegas, nos fuimos a conocer la ciudad a la hora en que Ourense
duerme la siesta y los visitantes nos encargamos de cuidar la cuidad ocupando
terrazas, acaparando sombras y capturando monumentos, jardines, estatuas…
incluso esa fuente termal de las Burgas, que con el calorón y viendo los tres
grandes chorros brotando sin parar, invitaba a refrescarse. Afortunadamente
antes de tocar el agua, un grupo de chicos lo hizo muy cerca de nosotros y los
alaridos que dieron, nos hicieron leer el cartel que informaba de las
maravillosas propiedades de esa agua manando a 67 grados.
Donde sí
nos sumergimos enteritos fue en las termas de Outariz. Allí dejamos el stress
pasando por las diferentes pozas del agua caliente a la fría o al revés,
purificando la piel y no sé cuantas cosas más de nuestro cuerpo serrano;
disfrutando del jacuzzi y los chorros directos a la zona cervical o lumbar que nos
lo pedía a gritos.
Un día que
circulábamos en autovía camino de
Sanxenxo, al pasar por Pontevedra, en una curvita bajo uno de los miles de
puentes de desdoblamiento de vía y a unos metros de una salida de autovía, nos
dio el alto la guardia civil.
Pensamos
que sería para soplar en uno de esos lógicos y beneficiosos controles, pero no,
el flaco agente con menos músculo que una mosca; al que ponerse el uniforme de
guardia civil de tráfico le hizo elevar el ego al de capitán general de todos los
ejércitos, y mostrar antipático una autoridad que en su casa seguramente no le
dejan ejercer; tras el obligatorio
saludo espetó a mi preciosa conductora que unos metros antes no había utilizado
el intermitente para girar a la derecha y nadie tiene por qué adivinar hacia
donde iba a girar… ¿No sería porque quería continuar de frente? Y que yo sepa
continuar de frente no necesita señalización… Ni llevar en lo alto del vehículo
una pancarta donde ponga el destino, señor agente –pensamos con ganas de
espetar-.
En este
caso, el uniforme de payaso lo hubiera llevado con mucha más dignidad que el
que lucía y que yo ayudo a pagar con mis impuestos.
Nos
despidió con idéntico desdén y sin pedir disculpas por su poco acierto al
ordenarnos parar. Luego a los que verdaderamente cometen graves infracciones
les dejan ir vivitos.
Doy fe que
la nena siempre señaliza y le pone de un humor de perros cuando algún conductor
a su vera no lo hace.
Lo cierto
es que la absurda gestión del mal encarado agente nos hizo abandonar la autovía
y recorrer varios kilómetros por población hasta poder incorporarnos y
continuar por donde nunca debimos dejar de circular; no sin antes haber puesto
al guardia del mismo color del uniforme que tan poco afortunado vestía para
continuar disfrutando del verde paisaje gallego.
Muy cerca
de la playa de La Lanzada y más cerca aun de la playa Majó, teníamos en esta
ocasión el hotel.
Tras un
rato de playa, comida, descanso, más playa, y “guapeo”, paseamos hasta la
Lanzada a empaparnos de la preciosa puesta de sol desde la ermita.
Los días
siguientes continuamos con la ruta prevista y entre otras visitamos Pontevedra,
La Toja, Ogrobe, Coruña, Lugo… pasando de largo por Santiago de Compostela que
era destino casi obligado, pero saber que para entrar a la catedral habría que
aguantar colas de más de dos horas, nos hizo desistir y aparcar Santiago hasta
nueva ocasión y así tener un fuerte motivo para volver a tan hermosa y
acogedora tierra.
Afortunadamente si pudimos cumplir con la
ilusión de visitar las playa de “Las Catedrales”, lugar que recomiendo especialmente
y al que espero volver algún día y que no esté tan masificado.
Habíamos
demasiada gente, pero aún así, nos pareció una maravilla. Parece increíble que
la naturaleza haya formado semejantes “edificaciones” tallando de noche con
olas marinas la roca para alejarse de día y permitirnos disfrutar paseando al
aire libre por “el fondo del mar”.
Como decía
al principio, Galicia es para volver y lo haremos porque verdaderamente merece
la pena. Han sido días de relajo, tranquilidad, risas, magníficas temperaturas
sin lluvia… Disfrutar de nosotros olvidando la rutina diaria sin el calorón
pucelano que últimamente nos regala esta castilla árida con polvo de siega y
noches tórridas que nos hacen soñar despiertos con las próximas vacaciones.
2 comentarios:
¡Me alegro mucho veros tan a gusto!
Muchos besos de nosotros dos.
PD: Todavía no hemos pisado la playa, jeje.
Hola preciosa y guapísimo: amigos chipioneros: espero que el no haber pisado la playa sea por gusto y no por obligación.
Vivís en un maravilloso rincón donde no os hace falta ni la playa para ser inmensamente felices.
Besazos pareja... De esta pareja.
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