domingo, 26 de octubre de 2025

NO TODO LO MALO SE LLAMA CÁNCER

 

NO TODO LO MALO SE LLAMA CÁNCER -26-10-2025

NO TODAS LAS ENFERMEDADES MALAS, SON CÁNCER 

 Hoy Valladolid se viste de verde, caminando por la nobilísima causa de aportar dinero para la investigación y lucha contra el cáncer: esa puta enfermedad que se llevó a muchas de las personas que formaron parte importante de nuestras vidas.

Que no perdieron una guerra, ni una batalla, “simplemente” perdieron la vida tras muchos sufrimientos, dolores y deterioros físicos, ya que hiciesen lo que hicieran, su sino caprichoso (cabrón), era ese, así lo escribió y no pudieron cambiarlo por más que hubieran querido.

Antes decíamos: “qué valiente, aunque luchó y perdió la batalla”, o “no pudo ganar la guerra tras su lucha”. Ahora hay que cambiar las definiciones para no utilizar los términos bélicos, que parece están tan pasados de fecha, como otros tantos cambios lingüísticos, que no vienen hoy al caso.

 Mi padre padeció cáncer en la cuerda vocal izquierda. Pasó momentos muy malos a nivel físico y emocional. Pensábamos que a sus 48 años se   le acababa la vida y con la de él, parte de la nuestra.

Afortunadamente no fue así. Se curó, con huella de por vida: la secuela de tener una voz diferente, aunque no necesitó cánula para respirar, más que en unos pocos días durante el posoperatorio y salió sin ella del hospital.

Meses de duros tratamientos que le quemaron el cuello por dentro y por fuera, porque supuestamente era lo que iba a curarle, era lo que entonces había, luego encontraron mejores remedios, aunque la sombra de la reproducción, el miedo a volver a padecerlo y que la segunda vez fuera peor, sobrevoló siempre en forma de zozobra. Mi padre, 34 años después, a la edad de 82, murió de nada que ver.

 Desde aquel 25 de octubre de 1977 en que lo operaron, han pasado muchos años de investigación, muchos fármacos que ayudan a matar al puto bicho que se instala a su antojo sin mirar edades y que, por meses o años, condiciona sus vidas… pero con la esperanza de saber que, en muchísimos casos, se puede seguir viviendo durante siempre.

Mi abrazo a quienes me tocan muy de cerca y que en estos momentos están en el trance de continuar sonriendo… ¡¡Como debe de ser!!

 Lamentablemente, la curación no hace que vuelva a crecer el órgano o el miembro importantísimo que hubo de ser extirpado o amputado de su cuerpo, pero viven.

Gracias a la investigación, aquella niña que ocupó mis pesares durante años, hoy es una mujer maravillosa y valiente, con una vida plena: madre y esposa a la que cada noche desde mi atalaya, le deseo buen descanso durante el verano, mientras veo en ella a una mujer admirable.

 Ojalá todas las enfermedades tuvieran buen respaldo y visibilidad para que no sólo, no se frenen las investigaciones, si no que cada vez haya más.

La pena es, que mientras muchos donan importantes dineros, otros los hacen caer en sacos de manazas ajenas.

Investigar salva vidas y no estaría mal que por una vez el destino escribiera para los “manos largas”, necesitar y no tener, lo que por su culpa dejó de investigarse. Sería lo justo… Ya que se lo llevan: que lo paguen en propia piel o la de quienes más amen, aunque para que no me llaméis cruel, diré: no que lo sufra su familia, porque ¡qué culpa tiene ellos! Aunque en muchos casos disfruten mirando a otro lado, o con un solo ojo, como que, mirando de soslayo, con ellos no fuera la cosa. Allá sus conciencias, pero aún así, no les deseo físicamente nada malo, simplemente que quien metió las uñas donde no debió, no pueda gozar de ese dinero, ni dormir, porque cada noche al cerrar los ojos, sueñen en pesadilla que les ocurre algo malo a quienes más quieren o a ellos mismos, y no puedan descansar… una noche, y otra y otra… hasta durante todas las noches de su vida, soñando que ven la cara a los que se marcharon por culpa de su ladronicio.

 Otro debate sería, la crueldad de a quién “le toca” y por qué o quién se cura y quién no.

 Otros miles de debates, serían uno por cada maldita enfermedad, silenciosa o muy evidente. Enfermedades olvidadas, graves, gravísimas, que tampoco las investigan, porque las catalogan como “raras”, y como “sólo” afectan a unos pocos, no derivan ni un Euro a estudiarlas, como si no mereciera la pena emplear tiempo y recursos, para tan poquitos enfermos.

Tan poquitos, que llenan hospitales con sus miedos y dolores, o lo que es peor, llenan cementerios de niños, jóvenes o menos viejos, porque nadie se ocupó de buscar y encontrar cura para ellos.

 Luego están, enfermedades que te mantienen atado a miles de pastillas y tratamientos que no puedes dejar de tomar … de forma crónica, pese a saber que quizás te mantengan con vida, pero sabes perfectamente que te están dañando órganos vitales, porque son los que filtran esos medicamentos que alivian, pero matan lentamente.

Padecer un cuerpo que auto inmuniza tu vida a su antojo, es duro, sobre todo el día que tienes que exteriorizar lo que sufres o padeces, ante un nuevo doctor, por una nueva dolencia, que, con los años, cada vez son más, y merman las facultades físicas sin recuperación coherente.

 El día que por coj… narices, toca explicar lo que padeces, lo haces aparentando que te importa lo más mínimo. Le echas sonrisa y risa exterior a tu desgarrado llanto interior, obviando que cada día te notas más mermada físicamente, pero no está en tus planes tirar la toalla.

Tampoco entra en esos planes agobiar a las personas que les importa, no sólo verte bien, si no que, además lo estás. Porque quien bien te quiere, sufre por ti y contigo, ocultando su preocupación, para a su vez, no preocuparte, porque achicarte y meterte en un rincón, no es bueno para nadie, mucho menos para los enfermos y quienes sufren por ellos.

Compadecerse de uno mismo, no cura, más bien todo lo contrario, por eso tampoco es mi opción.

No exteriorizar machaconamente tus enfermedades, hace que quien te mira, sólo ve en ti “una gorda”, y encima te lo dice, como si esa de tantas enfermedades que padeces, la provocaras tú, azullándote de comida, cuando lo que, en verdad alimento, es mi mente, más que mi cuerpo, por eso a personajas necias, les dejo en su ignorancia y me río de ellas tan íntimamente como oculto mis causas. En otras ocasiones, les remito a mi querido poema: “¿Qué yo estoy gorda?... ¡Y tú, puta!”

https://el-rincon-de-mis-poesias.blogspot.com/2009/08/que-yo-estoy-gorda-y-tu-puta.html

En fin, me tocó ser aquellas que dicen: “Viva la gallinita, viva con su pepita”. Cada uno tiene lo suyo y lo gestiona como puede o como le dejan.

Lleno mi vida con lo que me gusta hacer, dentro de mis limitaciones, no con lo que a otros les gustaría que debo hacer y salvo en momentos como este, no le doy explicaciones -sobre todo de mis enfermedades- a quienes sé que no les importa o a quienes les importo tanto, que no quiero que sufran por mí.

Para lo bueno y lo malo, la vida es esto: a cada uno lo que le toca, y si a mí me toca lo propio y lo ajeno, mantener mi mente fuerte es mi prioridad para gestionar mi entorno más querido.

 Puede que no tenga suerte en muchas cosas materiales, que siempre me tocó “bailar con la más fea”… pero en la otra cesta de la balanza, tengo lo más maravilloso que se puede tener: mi familia, mi adorada familia, mis amigos, mis lectores, mis conocidos… hoy mi escrito empezó en un tema y derivó en este otro ¡¡Qué le vamos a hacer!!

Lo importante es que no cesen de llegar a buen puerto los dineros para que sean invertidos en investigar cada campo… incluidos los de patatas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola.parece que me hayas descrito a mí.gracias por tus escritos.ayudan a pensar que una no está sola .un abrazo

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