viernes, 12 de febrero de 2021

QUERIDA REGINA

QUERIDA REGINA  12-02-2021

 Querida Regina: Hoy 12 de Febrero, se cumplen 46 años desde el día de tu prematura e injusta partida, y te sigo recordando con el inmenso cariño que te tuve siempre.

 Te fuiste demasiado joven. Eras una madre abnegada, educadísima, cariñosa, dulce y tranquila. Lejos de ser el “torbellino reñidor” que era la mía.

Me supe querida por ti y te quise mucho, tanto que estuve dispuesta a entregar lo más valioso que tenía aquella niña de 5 años, a cambio de convertirme en “tu hija”.

Con dos añitos llegué junto con mi familia a vivir frente a vuestra casa en la Calle Tejedores de mi amado Alaejos. Rápidamente tu hija y yo nos hicimos grandes amigas.

 Guardo gratísimos recuerdo de aquellos años, algunos de ellos los escribí en la carta de “Feliz viaje querido amigo Rafa”, justo hace un año, cuando su destino decidió poner punto final a su historia y le hizo volar a tu lado y al de mi querido Félix.

Otros muchos recuerdos de juegos los guardo para compartir especialmente con Chusina. Para ti guardaba éstos que la memoria nunca borró y hoy te envío derechitos al Cielo que es donde moras, porque mereces el mejor lugar en el universo.

 Chusina tenía una vieja cartera de tela para el colegio. Yo un viejo cabás de cartón y muchas ganas de tener una cartera tan bonita y silenciosa como la de Chus, aunque lo de “silencioso” no iba conmigo que siempre iba por la calle correteando o brincando haciendo sonar las cosas de dentro de mi cabás como un cencerro que avisaba mi presencia.

Un día vinieron de Madrid mis primas Toña y Juanita (mucho mayores que yo) y me trajeron una preciosa cartera verde, bandolera, tan silenciosa como la de Chus, pero más nueva y mucho más moderna. Estaba feliz con mi preciosa cartera.

No recuerdo cómo surgió la conversación (seguramente la incitó Félix, que siempre me gastaba bromas) pero dije que  quería ser tu hija: yo viviría en tu casa, y Chusina en la mía… Las madres dijisteis que sí, pero al señor Félix, siempre tan enredador, dijo que para eso teníamos que intercambiar también las carteras.

Ni corta ni perezosa, le di mi preciosa cartera nueva a mi amiga Chusina, y ella me dio la suya. Aunque lo que más pena me daba era no poder seguir siendo “la niña de los ojos de mi padre”, pero incluso eso, lo sacrifiqué por ser tu hija.

Comí en vuestra casa, y Chus en la nuestra, jugué con sus juguetes, ella con los poquitos que yo tuviera. Fuimos por la tarde a la escuela con nuestras respectivas carteras cambiadas… Estuve feliz creyéndome el trueque, hasta que llegó la noche y como Cenicienta, perdí mi “zapatito de cristal” y se acabó mi cuento. ¡¡Qué manera de llorar!!

No recuerdo mayor desilusión en todos los días de mi vida… de aquella edad y de ésta… Ninguna otra desilusión fue comparable con aquel disgusto de tener que dejar de ser tu hija.

Dejé de ser hermana de Jose Y Rafa e hija también de Félix ¡Tan buenazo! ¡Tan grandote! Dándome siempre tanto cariño y risas.

La vida transcurrió feliz, y a mis casi 9 años, mi familia y yo, nos trasladamos a vivir a Valladolid.

Siempre que teníais que viajar a “la capital” de compras, médicos o gestiones, veníais “a parar” a nuestra casa de la Plaza del Salvador. ¡¡Cómo me gustaba llegar del colegio y encontraros en ella!! Ese día para mí, era más que una fiesta.

No había teléfono al que avisar, llegabais de sorpresa a “vuestra” casa, porque así era y es la nuestra: “vuestra”.

Mi madre preparaba comida para todos. Había días que aquella casa parecía una fonda llena de paisanos a los que nunca les faltó un plato en nuestra humilde mesa.

 Un día, en la calle Teresa Gil -que entonces no era peatonal- yo iba por la acera de la izquierda y os vi a mi madre y a ti en la de enfrente. Corrí como loca a tu lado sin mirar y “atranqué una bicicleta”. Pudo haber sido un coche, porque crucé como loca, pero el destino quiso que un muchacho que conducía su bici sólo con los pies, porque llevaba sus manos juntas a modo de recipiente lleno de pipas, no en el manillar, encontrara en su camino una alocada niña de 9 años que le dejó sin poder reaccionar, con la rueda delantera como un ocho, las pipas saltando como papelillos de carnaval y el cuerpo tan en el suelo como el mío; aunque duré  en ese asfalto menos de un segundo porque me levanté a mil por hora y asustada… no por mí, por ti, que del susto estuviste a punto de desmayarte. No caíste al suelo porque te sujetaron.

Yo sólo quería calmarte, que vieras que estaba perfectamente. Veía tus labios morados, la respiración entrecortada… ¡Qué susto me llevé por ti!

Lógicamente además del susto, también me llevé una buena reprimenda de mi madre… ¡con razón! Y el ciclista, que aunque hubiera conducido con sus dos manos en el manillar, sin pipas y con sus cuatro sentidos en la conducción, le hubiera dado igual; mi camino y el suyo coincidieron allí para que él se quedara sin su rueda, sin sus pipas y con todo el susto…

 Siempre que íbamos al pueblo no me faltaba la visita a tu casa. Me sentía en ella querida y protegida.

Un día –yo tenía 18 años- llegué de trabajar y mi madre me dijo que me tenía que dar una mala noticia y una buena. La buena no la recuerdo en absoluto, la mala era que habías fallecido.

Me quedé en mi cuarto llorando desconsolada mucho rato. Me parecía increíble que no volvería a verte mi querida Regina. Ni siquiera pudimos ir a tu entierro porque nos enteramos tarde.

El siguiente domingo fuimos a dar el pésame a Chus, Félix, Jose y Rafa. Aún no se me ha olvidado la sensación de soledad al entrar en tu casa, no verte y ver a Chus vestida de negro por ti. ¡¡Qué pena tan honda!!

Mi querida Chusina con 20 años recién cumplidos, cargaba con todo el peso de la pena y la responsabilidad del matriarcado y tres hombres a “su cargo”. Matriarcado que por tu larga enfermedad, había ejercido mucho antes de tu partida definitiva.

Te fuiste demasiado pronto. ¡¡Te eché tantísimo de menos el día de la boda de Chus en La Casita!! Se había quedado sin su querida madre, pero se casó ante el altar de la que es nuestra y nos consuela a todos los alaejanos.

Se casó con un gran hombre y te dieron dos nietos y dos biznietos que te hubieran hecho muy feliz, porque son guapísimos y grandes personas.

En ella reconozco tu voz, habla con tu mismo acento y pausa. Tiene impreso ese carácter dulce que heredó de ti.

 Jose y Rafa también encontraron dos buenas mujeres que te hubieran querido y respetado como lo hicieron muchos años con Félix.

Tus hijos, nietos y biznietos se perdieron “vivirte”, y desde hace un  año, Rafa se fue y está a vuestro lado. Ya os habrá puesto al día de todo lo que habéis contemplado desde ese balcón en el Cielo donde tú llevas observando nuestras vidas y enviándonos la luz de tu amor y cariño desde hace 46 años.

Te quiero y te querré siempre. Ojala yo fuera la mitad de buena madre de lo que te vi ser con tus hijos… y en aquel inolvidable día conmigo.

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