REENCUENTRO
EN FASE 1 25-05-2020
Durante el confinamiento he compartido con vosotros un montón de
sentimientos, vivencias pasadas y presentes o incluso locuras en textos que os
habrán hecho sonreír y quizás dejar de pensar un momento en la tragedia que nos
rodeaba y nos sigue rodeando, vete a saber por cuanto tiempo.
Pues bien, hoy lunes 25 de mayo, por fin pasamos a fase uno. Con ello se levantaba un poco el listón de
encerramiento y reclusión, que ya pesaba demasiado, aunque la paciencia y la
cordura ayudaron a soportar la espera.
El premio ha sido grande, como enorme la recompensa que tuvimos la
suerte de recibir por tantos días de espera, al haber intentado de corazón y
con cabeza hacer los que se nos indicaba y lo que además los tres dedos de
frente exigían.
Por supuesto, cada casa fue un mundo, cuando el mundo entero
estaba con el mismo problema. En cada familia hemos vivido y convivo de forma
absolutamente distinta. Yo tengo la suerte de escribir mis sentimientos y animo
a que todo el mundo lo haga porque es muy gratificante decir lo que se siente,
aunque en verdad, la pandemia ha dejado demasiadas sillas vacías, demasiadas lágrimas,
miedos, incertidumbre, corazones rotos y vidas truncadas, yo hoy tengo que dar
gracias a mi destino que me regaló esta tarde que os escribo llorando por todos
aquellos que no lo consiguieron y por los que hoy España guarda un minuto de
silencio. Tan insignificante como hermoso. Juntando un minuto de cada uno de
nosotros, se hacen millones de minutos de respeto por y para ellos.
72 días sin vernos, más de dos meses, que se dice pronto, bien
comunicados esos sí, por videollamadas, fotos o vídeos (bendita tecnología),
que nos ayudó a que la separación forzosa fuera menos cruel.
Hoy, con la conciencia tranquila por haber cumplido correctamente
las normas de humanidad y las leyes humanas y mentales, con todas las medidas
de seguridad recomendadas, llegó por fin el momento de abrir la puerta de
nuestra casa para recibir a nuestros amores.
Que Laura venía lo sabíamos. No podíamos mirarnos a los ojos que era
lo único descubierto que nos quedaba en la cara, porque el llanto de emoción no
nos dejaba vernos, pero sí sentir su presencia, mi ¡por fin estás a mi lado vida mía!
Y su ¡Me parece mentira estar aquí junto a vosotros!
Muchas emociones amontonadas. Recorrer juntas la casa que no llegó
a ver con las nuevas novedades (¿se podrá decir así? Si el gobierno inventa Nueva
normalidad, supongo que se podrán escribir con absoluta tranquilidad
perogrulladas semejantes.
Bien, pues eso, viendo y descubriendo las nuevas novedades, que no
por vistas en foto, son tan palpables
como palparlas.
¿De verdad 76 días sin vernos? (Dejamos de vernos antes del
confinamiento) ¡¡Cómo hemos podido!!
De pronto suena el timbre de la puerta con conocida insistencia y
pienso que es mi hija Irene que siempre llama así antes de abrir la puerta con
su llave cuando sabe que están aquí sus hermanas o sus sobrinas, pero esta vez,
quienes corrían inesperadamente a mis brazos eran mis nietas.
Primero Lucía, guardando absolutamente la distancia de dos metros,
se apretujaba contra mi pecho sin paraguas bajo el torrente de lágrimas de una ansiosa abuela que tanto soñó
con el encuentro, mientras la pequeña Irene esperaba su turno con impaciente
paciencia.
Cuando pudo soltarse de mí Lucía, Irene se me enganchó a la
cintura como un koala, lo mismo que siempre hace y pensé que como han crecido
tanto durante este tiempo de separación, no tendría fuerzas para subirla así en
mis brazos.
Las niñas venían ilusionadas con los dibujos que nos han hecho durante el confinamiento y además traían un montón de globos. Lucía dijo: vamos a jugar
con el abuelo, igual que hicimos hace 72 días. Esas palabras sencillas de una
niña de 9 años, dan idea de cuantísimo nos han echado de menos.
Sin mirar las mascarillas, como si formaran parte de nuestro adorno
personal, pasamos un rato maravilloso. Nos
parecía mentira por fin disfrutarnos, no tocarnos más que en el primer e irrefrenable
impulso… ¡Y qué impulso!! Pero disfrutarnos lo más que pudimos.
Fue la mejor sensación que he experimentado en mi vida. Imposible encontrar
una palabra que describa a mi corazón a punto de saltar de mí pecho. Ese tener
los pies clavados al suelo porque la sorpresa no me dejó moverme hasta que
abracé a los 4 recién llegados, y el llanto de los 8 al volver a vernos de
nuevo. Víctor no pudo venir, pero ahora ya poquito a poco se va a poder.
No tenemos prisa de vernos en las terrazas, ni de viajar hasta que
en verdad no sea completamente seguro para nuestras vidas, y las de nuestros congéneres.
Seguimos muy conscientes que si hace dos meses esto era gravísimo, hoy no puede
ser tan leve como para hacer vida absolutamente “normal” e irresponsable.
Mis queridas niñas, siempre agradeceré a la vida que seáis lo más
importante en ella. Lo que recibo de vosotras es tantísimo, tan grande y tan importante, que si no existierais
no tendría sentido respirar.
Cada persona siente diferente, ni mejor ni peor, pero “sólo
quien siente como yo, puede entender lo que siento”. Como dijo Cecilia:
“Uno
no sabe lo que es felicidad hasta que la siente tan cerca y puede participar de
ella”.
Creíamos que lo teníamos todo hasta que una bofetada de realidad
en forma de pandemia, nos enseñó que lo importante no es tener cosas materiales
que se pueden conseguir con diferentes formas de esfuerzo y pago. Lo importante
es sentir el gran amor que te dan de forma gratuita y tan hermosa como lo
vivimos el lunes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario