MARI “LA MARICA” 20-05-2016
Tras
escribir una carta de pésame o despedida a alguien que en este mundo no leerá
lo que me hicieron sentir, a veces me da por pensar por qué no fui capaz de
decirle eso mismo que escribí a la persona que me hizo sentirlo. Es una pena
que no tengamos valentía para hacerlo cuando aún podemos rematar con un abrazo
o sincera sonrisa.
Quizás
tampoco es adecuado hacerlo cuando sabemos que esa persona podría tener las
horas contadas y se interpretaría como compasión; otras veces la partida es por
sorpresa y otras simplemente es porque el ser humano somos demasiado
complicados en las cosas sencillas; no tenemos costumbre de mostrar tanto
cariño como en realidad quisiéramos a las personas que alguna vez pasaron por
nuestra vida dejando grato recuerdo.
Hoy le pongo remedio a esto escribiéndole a Mari,
una mujer viva y con buena salud, cargada de años, de hijos, de nietos,
bisnietos y que aún tiene la suerte de
respirar cada día el aire limpio de Alaejos.
Ignoraba el
origen de su mote o apodo: “Marica” y pensaba que siendo mujer no sería por ofensa tal apelativo que Mari luce orgullosa. Tras la lectura de esta carta Mariángeles me confirmaba que no se lo impusieron propiamente a ella, fue heredado de su padre que al parece solía llevar una urraca en el hombro, y a estos pájaros, a las urracas, en Alaejos se las denomina "Maricas", mote que los descendientes de Mari también portan con orgullo.
Recuerdo
con cariño y agradecimiento, la Casita de 2006: Mari servía a la Virgen. Por
primera vez en mi vida subí a la ermita a ver las vísperas y el cambio de vara que
aquel año recibía Mari emocionada y rodeada de sus hijos.
Me acompañó
aquella tarde mi amiga Mariluz, gaditana pero muy devota de nuestra Chiquitita
que al verse por primera vez ante ella lloraba con emoción de alaejana. Al
verla, Mari y Mariangeles se alegraron porque alguien de tan lejos sintiera
tanto amor y respeto por nuestra patrona y en agradecimiento nos invitaron al
refresco que ofrecían al día siguiente en su casa. Así lo hicimos y nos
hicieron sentir como sus mejores amigas.
La casa estaba llena de gente y pretendimos
estar discretamente un momento para agradecer su gesto, pero estuvieron tan
pendientes de que no nos faltara nada, de ofrecernos el mejor lugar y la mejor
de sus sonrisas, que la visita duró un poquito más. Mariluz se llevó en el
corazón la buena acogida de mis paisanas. Por mi amiga y por mí misma, siempre
recordaré ese día con muchísimo cariño.
Mari tiene
una voz inconfundible, alegre y cantarina que durante años llenó ese mismo aire
que sigue respirando con sus trinos pregonando verduras y hortalizas, empujando
su carrito por todo el pueblo.
No creció
mucho en estatura, quizás porque el duro trabajo se lo impidió. Es –como la
buena esencia- una gran mujer en un pequeño tarrito. Siempre amable, con una
enorme sonrisa iluminando su cara retostada por el sol que durante años de
hortelana le pegó recio.
Una mujer
genio y figura que muere por los suyos; que sufrió muchísimo cuando la
desgracia se cebó en quien más quería y cuando lo vio partir para siempre, pero
que jamás se sintió sola porque vive rodeada del mucho amor que sembró.
Una mujer
que engrandece la ermita cada vez que
grita: “¡¡Viva la Virgen de la Casita!!”, con tal fuerza, que hasta la Virgen
contesta: ¡¡Viva!!
Pues eso,
que viva con salud por muchos años mi querida Mari… “La Marica”.
2 comentarios:
Felicidades a Mari por ser así. Y felicidades a quien así lo reconoce y se lo dice.
Un abazo
Milagros
Ciertamente Mari es una gran mujer y me pareció bonita esta forma de hacerle saber que así lo siento.
Mil besitos Milagros guapa!!!
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