EL SENTIDO DEL HUMOR 16-05-2016
Sin alguno
de los 5 sentidos “básicos”, la vida se complica y como huyo de las
complicaciones, escribiré sobre otros no menos importantes.
Vamos
desarrollando los sentidos corporales conforme se nos va dando de sí la piel y los
otros los vamos adquiriendo heredados por genética o por estética y no aparecen
en las estadísticas de “sentidos” como tal.
El sentido
del equilibrio, no sólo sirve para no ir dando trompicones por la vida; también
para controlar no dar de más ni pedir de menos.
El sentido
de la justicia que paradójicamente es el más injusto de todos los sentidos,
porque nadie se pone de acuerdo en lo que es justo y lo que es justamente lo
contrario.
El sentido
de la responsabilidad es un magnífico sentido que ojala todo el mundo desarrollara
en la medida necesaria.
Los sentidos
del honor y del decoro que ya se han perdido para siempre y que bien entendidos
y sin la exageración con que se exhibían, no estaría mal que volvieran a cobrar
importancia.
El sentido
del ridículo, que se te pega injustamente al tuétano y no hay forma de extirparlo
porque cuando te lo hacen sentir, lo adquieres como propio y le hace la vida
imposible a quien lo tenga muy acusado.
El sentido
de culpabilidad, que en forma parecida al del ridículo, en muchas ocasiones
llega obligado por el que algunos te hacen sentir sacudiéndose el propio.
Habría
muchos más, pero no me quiero extender demasiado en prolegómenos y ya llevo más
de media página.
En
realidad lo que hoy me apetece es escribir sobre uno de los sentidos que más deberíamos
cultivar y que más deseo siempre que llenen mi vida, por eso procuro repartirlo
a brazadas para que todos los que me rodean se lleven un buen pedazo.
Efectivamente
como habréis adivinado por el título (os lo puse fácil) me refiero al sentido del humor con el que
naces o lo llevas crudo. El del humor es fundamental, mucho más importante de
lo que puedan imaginar quienes no lo tienen ni intentan tenerlo.
Me siento
afortunada porque el mío no me cabe en el cuerpo (que ya es decir) y no me
refiero en absoluto a que en las reuniones yo sea el alma de la fiesta o que me
regodee contando chistes; nada más lejos de la realidad. Me encanta sin embargo
escuchar buenos monólogos o chistes bien interpretados, aunque
desafortunadamente, no todo el mundo tiene ese “Don” y sí muchos creen tenerlo
y te encasquetan cada chistaco, más para llorar y largarte de allí que para
hacer una velada entretenida o para ser recordada por años.
Estos,
para mí, confunden el sentido del humor con el del ridículo, que es justo lo
que hacen, aunque para no quitarles todo el mérito diré que agradezco a los malos contadores de
chistes porque su mal hacer también hace reír, que es de lo que se trata y su
buena intención ha de ser premiada con carcajadas… una vez… que luego está
también el que al ver reír a los otros cree que ha triunfado y repite otro par
o tres de veces el mismo final. Aquí ya ni por compasión sonrío para no
sentirme más falsa que un anillo con piedra de “culo vaso”.
Otros,
amparados en el sentido del humor utilizan la mofa y se ríen de todo y de todos,
excepto de ellos mismos que seguramente son los más grotescos y se convierten
en patéticos títeres sin puñetera gracia y sin que lleguen nunca a darse cuenta
de su estupidez, por eso mi sentido del humor e incluso del humor surrealista no
me permiten soportar que se rían de mí con la maldad que este hecho suele traer
como compañía. Me río de mí misma –mucho- pero sólo delante de quien no se ríe
de mí, si no conmigo. A los otros “al enemigo ni agua”.
Con
sentido del humor además de disfrutar muchos ratos de sana carcajada y diversión,
puedes transmitir alegría a quienes conviven contigo. Nada que ver con los
antipáticos morugos que pululan por la vida con el rictus intacto de no usarlo.
También
tengo buen sentido de la Percepción y percibo cuando estoy sobrando, por eso
hago mutis por el “forro” de otro de mis sentidos: El común.
Hasta la
próxima entrega queridos lectores.
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