20-01-2015
Querida Dolores: Tu nombre
hecho tormento te acompañó en el desesperado final.
Quiero enviar de esta forma
mi pésame a toda tu familia, que en alguna forma también es mía; a tus amigos y
todo aquel que te quiso bien.
En el alma llevas tatuada la
pena al partir sabiendo la situación en la que queda tu casa. No te preocupes,
saldrán adelante; echándote de menos mucho más de lo que imaginan, pero
continuarán su lucha para seguir amándote, porque es la única forma de no morir
del todo.
Dolo, querida “prima
segunda”, tu adiós nos pilló de sorpresa. Has sufrido mucho más de lo que nadie
merece. Trabajadora al máximo desde que siendo una niña, aprendiste a enhebrar
una aguja.
Muchas mujeres de Alaejos
lucieron un modelo confeccionado por ti en su gran día de boda. Ellas y “todo
el acompañamiento”.
Niñas que -como yo- también
nos vimos preciosas en el importantísimo día de Primera Comunión.
¿Cómo podías? Cuando la
confección de un traje todo era manual, hasta los sobrehilados, siempre
llegaban a tiempo “los majos” para que tu clientela estrenara los 8 de
Septiembre, cada 10 de Mayo o en cualquier ocasión buena para “ponerse de tiros
largos”.
¿Quién no recuerda haber
estrenado alguna vez un vestido confeccionado por Dolo?
¡¡Cuantas veces fui de niña
a tu casa para que me dieras algún recorte de sobras con el que yo misma hacía
“los vestidos” a mis muñecas de cartón!! Muchas, y siempre me atendías paciente
y amablemente.
Me quedaba embobada viéndote
pasar hilos o hilvanando a luz de aquella mortecina bombilla con la bobina de
hilo colgando del techo en ingenioso artilugio para hacerte más fácil la labor,
y que nunca se perdiera una hebra. Estoy segura que en aquel invento algo tuvo
que ver tu querido hermano Julián.
No te olvido siempre volcada
sobre tu máquina de coser con pedales. Esa ligereza marcando la tela con la
tiza y esas tijeras que en tus manos casi cobraban vida. Sin pereza en deshacer
lo ya cosido cuando en las primeras pruebas habías de rectificar para ajustar
la prenda al cuerpo de la clienta.
Es muy posible que mi
primera afición por dedicarme a la costura la adquiriera de mirarte trabajar.
Siempre en aquella salita con vistas a la calle por la pequeña ventana desde la
que veías el mundo, pidiendo a la noche
horas prestadas, y diseñando tu juventud
a golpe de aguja e hilo. Meciendo el sueño de tus hijos con el run run de la
Singer.
Imposible será olvidar tu
dulce y suave voz; jamás un grito, siempre una franca sonrisa, un amable saludo
que me hacía sentir que el cariño fue
mutuo.
Siempre dispuesta a hacer un
favor, aunque tuvieras que robarle el tiempo a otro que le sobrara.
Nunca es justa la muerte. En
tu caso mucho menos porque tenías mucho
aún por vivir y una vida entera para disfrutar los frutos de tu eterno trabajo.
Si has sido feliz, sólo lo
sabes tú, porque tras la puerta de una casa, sólo quien vive lo sabe y la
felicidad es tan relativa como la vara con que se mide.
Te deseo lo mejor allá donde
vas. Estoy segura que seguirás sonriendo y visitarás todos los lugares que te
quedaron por ver, todas las fiestas a las que no pudiste ir para que otras lo
hicieran impecablemente vestidas por ti.
Ahora Dolores sólo será tu
nombre y no tu cruz. Querida Dolo, siempre te recordaré con cariño. Descansa en
Paz junto a todos los que lloraste al verles partir.
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