ISLA, UN LUGAR DONDE LLOVIÓ Y ESCAMPÓ
04-07-2014
Un año más
se ha cumplido el programa de excursión organizada por el Club cicloturista
alaejano. Viajamos en esta ocasión a Isla (Cantabria), un bonito lugar que nos
recibió con el cielo llorando y el sol escondido dando al traste con nuestro
deseo de playa y buen tiempo. Pero mejor vamos por partes y por orden.
Salimos
bulliciosos de Alaejos sin parada en Tordesillas camino de Valladolid y una vez
repleto el autocar, emprendimos el feliz fin de semana cántabro.
Primera
parada en Reinosa para desayunar y recoger a Laura y José Luis, que sin ellos y
sin el presidente que llegó después, la excursión no sería lo mismo.
Poco después
paramos en Ontaneda, el pueblo con nombre casi de galleta. Ahí los más osados
se apearon del vehículo para caminar los aproximadamente 10 kilómetros que les
dijeron, aunque ya en destino se
enteraron que en realidad habían pateado casi 16.
Despedimos a
estos andarines y muy poquito después nueva parada y apeada de excursionistas
que caminarían 5 Kilómetros.
En el
autocar quedamos los menos osados o más “averiados” para caminar, sobretodo con
la amenaza de lluvia que se cernía sobre nosotros.
Pronto
llegamos a Puente Viesgo, donde Toño descargó el resto del pasaje. Allí era el
punto de llegada de los dos grupos caminantes, y los no andarines teníamos
tiempo libre.
Me había
quedado sin nadie de mi grupo y aunque a todos los excursionistas les conozco, y
precisamente por eso, no me gusta “pegarme” a otros grupos donde no tengo la
certeza de ser recibida sin ser eso: un “pegote”.
Aclaro que
cuando voy con “mi” grupo y vemos que alguien de otro se queda solo, siempre le
invitamos de corazón a acompañarnos, con la ilusión de que acepten nuestra
compañía, pero si la sola soy yo, prefiero la soledad sabiendo que mi gente, mi
buena compañía, está de camino.
Así preferí
caminar a solas, feliz e inmersa en mis propios pensamientos y en el propio
deseo de hacer lo que me diera la gana, dentro de las posibilidades que me
ofrecía el lugar. Me empapé del aroma vegetal de Puente Viesgo, paladeé el
entorno sin el cotorreo de congéneres. Yo,
Yo misma y el verde Valle, el río
cantarín y los pájaros habitantes del mismo espacio que Yo misma y Yo.
Me senté en
una cómoda y silenciosa terraza a tomar lo que me vino en gana y no tardé en
recibir la llamada de mi santo marido, que cumplidos sus kilómetros a pie, me
buscaba con Nardi y Elisa para continuar los cuatro con la buena costumbre de
vermutear juntos.
No tardaron
en llegar el primer grupo de caminantes, cansados pero felices por haber
cumplido su hazaña y llegar secos.
Poco duró la
sequía, y antes de abordar de nuevo el autobús, comenzó a “llovisniar” un poco
y poco rato. Nada que asustara al hambre que a aquellas horas había hecho acto
de presencia.
Enseguida
llegamos a un precioso merendero al aire libre cuajado de árboles, con mesas
rústicas y bancos clavados al suelo junto a un rio pedregoso. Pretendíamos
disfrutar un rato del entorno, sacamos neveras y merienda y en vez de comer con
la calma deseada, tuvimos que engullir rápido la rica comida compartida, porque
las primeras gotas no tardaron en hacer acto de molesta presencia.
Apenas
pudimos degustar el postre ya recogiendo el hato porque las gotas iban
convirtiéndose en copiosa lluvia que nos hizo correr al autocar, y nada más
subirnos, casi diluviaba.
Cambiamos la
playa programada por el hotel contratado al que llegamos media hora después de
la accidentada comida.
En el “Isla
Bella Spa” fuimos rápidamente atendidos y nos fueron asignadas las cómodas
habitaciones donde apenas nos instalamos y volvimos a reunirnos con nuestros
grupos.
Con el ánimo
tan empapado como nuestros paraguas, y sin ganas de buscar lugar más alejado,
cruzamos la calle y en el Mesón “Mi abuelo Lipe”, nos acomodamos para tomar
café.
El amable
camarero, en despiste más que de principiante pero sin mala intención, sirvió
uno de los cafés sin contenido en la taza, lo que nos hizo pasar un buen rato
de risas “andaluz-castellanas” por sacarle punta al café con leche sin leche y
sin café.
Pronto dejó
de llover, aunque el viento era fuertecillo y como no hacía para baños al aire
libre y el Spa estaba con aforo completo, parte del grupo paseamos y el resto “Spaseó”.
Siguiendo
con el programa que la organización había ideado, a las nueve de la noche, nos
reunimos todos los excursionistas en el comedor donde una suculenta cena no se
hizo esperar.
Lleno el
ánimo y la tripa, cada uno volvió a hacer lo que le dio la gana. Mi cuerpo
incapaz de seguir mi deseo de continuar en tan agradable reunión, decidió
obligarme a subir a descansar y como no era cuestión de discutir con Yo misma, Yo, le hice caso sumisa y me acosté a tan tempranísima e inusual
hora para alguien como Yo que me
acuesto a las mil.
Morfeo no
tardó en tenerme rendida entre sus brazos, cuando el sonido de suspiros y
alborozo me desveló. Quizás los de la habitación de al lado, hacían deporte a
lo loco por la forma de respirar y jadear fuerte, sobre todo ella, que parecía
que el esfuerzo le estaba costando la propia vida. Por los casi translúcidos
tabiques, a punto estuve de jalear y aplaudir su esfuerzo. Por si así se
animaban a correrse una nueva etapa con subidas o bajadas a algún pequeño
puerto.
Si alguien
empieza a especular quien del grupo ciclista alaejano había preferido hacer
bici “Esta-tetíca” o lo que quiera que hicieran, que no piense que voy a cometer
la indiscreción de dar sus nombres y hasta apellidos para que todo el que me
lea se entere y luego me acusen de entrometida, de indiscreta y de decir en mis
crónicas todo lo que hacen quienes viajan conmigo. No, no lo haré ¿O sí? Bueno
pues si queréis saber quienes eran los fogosos, o comprobar si yo demuestro ser
una hija de puta, tendréis que continuar leyendo.
Amaneció el
domingo soleado y fresco. Un estupendo desayuno nos levantó el ánimo justo
antes de dispersarnos como siempre cada uno por su lado. Algunos aprovechando
la marea baja disfrutaron de playas más extensas y otros compramos para traer
de recuerdo unas anchoas de Santoña.
Junto a mi
torero y mi tonadillera paseó con nosotros Mª José, mujer de gran corazón que
siempre regala sonrisas y es muy grato compartir espacio vital junto a ella.
A las doce
volvimos al hotel para recoger los equipajes y dejarles en el autocar, luego
continuamos por Isla paseando y vermuteando.
En una
terraza casi a pie de playa en que nos sol y sombreábamos un poco, también se
sentó José Juan Vaquero, famoso en España monologuista pucelano que amablemente
posó para una foto que le pedí.
Luego
mientras nuestra andaluza tiendeaba con su madre, Marimar nos dijo que llevaba
algo de dinero suelto y se ofreció a regalarnos uno de los apartamentos en
venta que nos salió al paso; declinamos porque el sitio parecía algo sombrío.
Me gusta
este grupo con el que no me faltan las risas, el cariño y la amistad y donde nunca
hubo malos rollos.
Cuando llegó
la hora fuimos a la “Hostería San Emeterio”, y otra vez todos los
excursionistas juntos, dimos buena cuenta de la rica comida, el café y las
risas, estas por nuestra cuenta, no iban incluidas en el precio.
A las cinco
de la tarde se acabó lo que se daba, “El Andaluz” ponía rumbo de regreso a
casa. La película de moda nos rompió la siesta e hizo que la hora y media que
dura, se nos pasara en un suspiro y muchas carcajadas.
Paramos en
Herrera de Pisuerga el rato de obligado descanso, tomando quien quiso “sobras
de misericordia” y unas pastitas caseras cortesía de la mejor cocinera para
celebrar con todos nosotros que su preciosa niña ha comulgado este año.
Tras el
breve descanso, continuamos viaje a Valladolid y Alaejos donde llegamos tan
ricamente, despidiéndonos hasta la próxima que esperamos sea igual de buena en
alegrías y mejor en climatología.
Particularmente
eché de menos a Gerardo y Mariangeles y a nuestro veterano Teodoro, que no pudo
celebrar su cumpleaños en nuestra compañía como ya hizo en varias ocasiones.
¡Ah!
Olvidaba deciros que los del “follón” (o follaje) nocturno, era una pareja de
jovencitos que nada tenía que ver con el club, la excursión ni la madre que nos
parió.
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