FELIZ DÍA DE LOS DIFUNTOS 02-11-2019
“Los Santos”, un día para
honrar la muerte y celebrar la vida, aunque nunca entendí lo de celebrar el día
1 de noviembre como “Día de Los Santos” y no hacer
festivo también el siguiente, día de “Los
difuntos”, cuando realmente las flores se las ponemos a nuestros
difuntos, y no a los “Santos”, que supuestamente están en
las iglesias y lugares sacros, aunque no daré ideas por si acaso toman nota las
floristerías.
Lo de dos días seguidos de
fiesta seguramente no es viable… ¡¡o si!! Porque los colegios si hacen festivos
un par de días juntitos para celebrar “jalogüin”; y otro más para “Los
Santos”.
Halloween, una fiesta extravagante
que muchos celebran -cada vez más- y la mayoría ni siquiera sabe cómo se
escribe ni como se pronuncia y que se
metió en nuestras vidas como el cambio climático: reptando hasta hacerse más
fuerte que cualquier otra tradición de 1 de Noviembre.
Fiesta que no voy a tener
más remedio que tragar a regañadientes como acepté a Papá Noé, que pese a
llevar 42 años visitando mi casa, sigo viéndolo como un intruso que pilló mejor
fecha que los Reyes Magos, motivo por cual tuve que dividir petición de
regalos y claudicar.
Sea como sea, estamos en
época de flores, de recuerdos y de adecentar cementerios, aunque actualmente lo
hago luchado entre yo y yo misma, con unos razonamientos que
se entienden a la perfección.
Contradicción en sí misma es
que visitar el cementerio de Alaejos en esta época, me trae gratos recuerdos de
infancia. Recuerdos de aquella época en que me gustaba ir a ver cómo mi abuelo
Ruperto pintaba con chauche rojo la tumba de ladrillos o la cruz en negro y plateado y repintaba los
nombres de sus difuntos; o acompañaba a
mi abuela Felisa a recoger Crisantemos
del jardín de la Fundición que en colorido ramo y perfume mortuorio, ponía sobre la tumba de su querido hijo Pedro,
que se fue en plena juventud llevándose la vida de sus padres y parte de la de
sus hermanas, apenas unas niñas cuando partió prematuramente.
Ya no están mis abuelos
afanados en esas tareas porque ahora son ellos los honrados, como lo son en
vecindad de panteón mis padres.
Ahora no se ven los humildes
Crisantemos
ni en foto, todo son costosos e incluso costosísimos centros de flores, que
compiten –como en todo lo absurdo- por ser “El más”… Tanto centro y
tanta flor, que no queda espacio sobre las tumbas ni para una lágrima. Sigo sin
tener necesidad de ir al cementerio para recordar a mis difuntos, y si lo hago
es por lo mismo que hago otras cosas, aunque no vaya, con yo misma. Aun así,
¡¡Bien!! Es nuestra tradición y me vale, aunque con lo que no estoy y nunca
estaré de acuerdo, es con la unión amalgamada de “Santos” y esperpentos
disfrazados que cada vez están más arraigados en nuestra piel de toro.
Se supone que si se celebra
es porque al personal le gusta disfrazarse y divertirse ¡¡Ole!! Carnaval antes
de carnavales y que viva la juerga.
Por la misma puerta que entró
el barrigón navideño, ha ido entrando “Jalogüin”. Fiesta que no siento mía ni
tradición, aunque ver a mis hijas y nietas disfrutando de ella, me hace saber
que perdí por segunda vez mi batalla, que para ellas es tan tradición como para
mí los Crisantemos y las castañas asadas que vendía la Señá Asunción
a la puerta del cementerio el diá Los Santos.
Me temo que las ganas de
diversión ganarán al respeto y al recuerdo florido en memoria de los que se fueron.
Yo sigo recordando con amor
a quien me quiso tanto, que me dio la vida y sus férreas convicciones; aunque yo
misma, vea preciosas a mis “jalogüineras”, que continúan sin saber qué
significa un cementerio ni qué o quienes están allí en cuerpo corrupto,
mientras saben a la perfección que su alma en forma de estrella siempre nos
vigila de cerca, y continúa velando por nosotros todos los días de nuestra
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario