TÍA CHUS CUMPLE OCHENTA AÑOS 19-05-2017
Queridísima
tía Chus: Naciste siendo Mª Jesús (que no Tiburcia, gracias al empeño de tu
hermana Mª Paz) y eres Chus porque hace muchos años así comencé a llamarte y
desde entonces Chus eres para todos nosotros.
No he
conocido en mi vida otra persona como tú. Puedes con todo lo que el destino –a veces
obstinado- quiera darte, poniendo la
mejor de tus sonrisas.
Por más
que la vida en muchas ocasiones se empeñó en darte recio, siempre has podido
con todo y con todos. Jamás te escuché una queja. Soportaste mis lágrimas
amargas dándome el mejor consejo, mis alegrías fueron también las tuyas, te
emocionaste con los que me hacía feliz, igual que si yo hubiera sido una de tus hijas.
Eres el
blasón de los Muñoz Santana. La hija pequeña de mis abuelos y no por ello la
consentida; más bien al contrario; por tu dulce carácter fuiste quien llevó en
los hombros el peso más grande cuando los abuelos se hicieron mayores y los traías a
tu casa a pasar el crudo invierno para cuidarles. Una casa pequeña, muy pequeña,
que parecía agrandarse porque cabíamos todos holgadamente en ella.
No
recuerdo más bonitas Navidades que las vividas junto a tía Chus. Primero en
casa de los abuelos; era una fiesta el día que llegabais desde San Sebastián a pasar la Nochebuena. Más tarde, con los
abuelos mayores, la Navidad familiar era en tu casa. ¡¡Qué infancia maravillosa
junto a mis primas (y sus primos) viví esos días en ese pisito de San Isidro!!
Cuando mi
madre decidió que éramos muchos y dejamos de juntarnos con vosotros en tan
bonita fecha, para mí, las Navidades dejaron de ser felices y luego, por otras
circunstancias por mi entorno conocidas, han tardado muchos años en volver a
serlo.
Respetaste
la última voluntad de tu padre de no dejar que la abuela viviera haciendo y
deshaciendo la maleta cada mes para cambiar de hija en hija a sus cuidados. Se
quedó contigo y tan sólo salió de tu casa en muy contadas ocasiones, y no para
que descansaras, era porque también tenías que cuidar a tus suegros y cuñada, y
por muy grande que fuera tu voluntad, la casa no daba más de sí.
Además de
tu amor y confianza, me diste dos personas a las que adoro: tus hijas, mis
queridas primas, o como nos gusta decirnos “primanas”, porque así las quiero,
verdaderamente como las hermanas que nunca tuve.
Feli y
Charo, dignísimas hijas del amor de sus padres y herederas del enorme corazón
de su madre.
Te
hicieron abuela y eres la mejor de todas. Tus cuatro nietos te adoran. No podía
ser de otra manera.
En ti me
miro como espejo para afrontar las malas y disfrutar las buenas.
Mi querida
tía Chus, no me faltes nunca porque sería muy difícil perderte.
Hoy llegas
a la redondísima edad de 80 años ¡¡80!! Y para mí sigues siendo la joven tía
Chus, casi una niña, que recuerdo con el delantal blanco de doncella en el
corredor de las “Ustaquias”.
La tía
Chus de voz dulce y calmada, con el corazón más grande que he visto en mi vida.
Aunque siempre
te lo digo, y procuro demostrártelo, nunca me parece suficiente…
TE QUIERO.
ERES GRANDE TÍA CHUS. TE QUIERO
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