10-09-2015
Acaba de sonar el último cuete oficial de las fiestas de La Casita 2015 y
ya me apetece hacer balance de ellas. La “traca final” ha hecho que me lance a
la tecla a verter mis sentimientos para compartirlos con vosotros tal como es
mi costumbre.
Este verano he disfrutado a tope de quien más amo, he sufrido el ahogo del
calor, y he visto lo afortunada que soy por
tener a mi lado justamente todo lo que necesito.
Pienso que hemos tenido unas fiestas
impecablemente pregonadas, que se presentaban tormentosas y en las que terminó para mi sorpresa algo que nunca pensé que ocurriría. Unas fiestas
en las que incluso tuve tiempo de
reflexionar y darme cuenta que nadie es profeta en
su tierra; que cualquier forastero
vendrá que las ilusiones trastocará; o que las cosas cambian
con el tiempo…
Fiestas que me brindaron nuevas experiencias.
Fiestas que como tantas veces, necesité unos brazos
y abrazos muy importantes para mi vida. Fiestas en las que los
toros no dejaron de ser parte importante de ellas…
Vale, creo que con tanto prolegómeno no aclaro mucho a qué me refiero en
cada momento. Ahí va mi escrito claro y agridulce como siempre.
La Casita llega siempre cuando las calores han dejado de ser sofocante
“ola” para convertirse en “gota” que fría inunda parte de esta piel de toro.
Gracias a Internet y a algunas de esas páginas que con demasiada antelación
anuncian la previsión del tiempo, supimos que las fiestas serían frías, lluviosas
y tormentosas. Nada, ni una gota ha caído del
cielo, a veces encapotado, que lejos de molestar, ayudaba a disfrutar los
encierros sin acabar como el que cantaba la canción del Cola Cao cuando yo era
pequeña.
Hasta llegar a estas fiestas, han tenido que pasar muchos años -19- para
descubrir que puedo disfrutar de una parte importante de ellas, algo que me
encantaba vivir, sin tener que rodearme del gentío que en muchas ocasiones
incomoda más que apetece. 19 años acudiendo al mejor lugar para disfrutar a
gusto y sin temor a que me estallara cualquier encendido petardo; saliendo de
casa en ocasiones con pocas o menos ganas de subir hasta el entorno del
depósito de agua… Todo esto terminó para mi
sorpresa, estoy segura que no volverá ese ritual de no perder ni
un segundo del efímero momento de luz, alegría estruendo: he descubierto que
esos hermosos momentos los tengo sin necesidad de salir de mi propia casa
porque desde la terraza se ven magníficamente los fuegos artificiales del día 8
¡¡¡Y no lo sabía!!!
He vivido muy feliz las fiestas 2015 plagadas de nuevas experiencias
y voy a compartir alguna de ellas:
Mi nieta Lucía que en poco más de un mes cumplirá cinco años; ha asistido
varias semanas a los “campamentos de verano” que impartían en “las escuelas de
los chicos”. Un día les llevaron de excursión para enseñarles lo más
representativo del pueblo donde veraneaban que casualmente es en el que
nacieron sus padres o abuelos.
Una mañana, de la eficiente mano de Dolores,
encargada de información y turismo, visitaron las magníficas iglesias de Santa
María y San Pedro y las ruinas del Castillo en el que vivió cautiva la reina de
Castilla Juana de Avis.
Al parecer la historia despertó el interés de mi pequeña y al día siguiente
fue ella la que llevó a sus padres a esas ruinas y les contó casi de Pe a Pa la
historia que a ella le contaron, incluyendo conclusiones de su propia cosecha,
dignas del mejor libreto. Increíble la forma de explicarnos todos los detalles
que aprendió, siendo tan pequeñita.
Casualmente, una noche el programa de fiestas anunciaba: “Recreación
histórica de la llegada de la reina de Castilla Juana de Avis a Alaejos”.
Allá que fuimos a verlo con Lucía.
Mirar la cara de mi niña viendo convertida en realidad a la propia “Reina
Juana de Avis” entrando a caballo en el castillo no será fácil de olvidar.
¡Hola reina! Saludó emocionada… No pestañeó durante toda la representación,
aunque después, su timidez le impidiera fotografiarse con ese personaje que
para ella había cobrado vida.
Otra nueva experiencia disfrutada
esta Casita, fue también de la mano de Lucía, que junto a sus padres iba por
primera vez a un espectáculo de nuestra fiesta nacional que no hiere
sensibilidades ni tildan de sanguinario a quien paga por ver en la plaza a uno
de los más hermosos animales que aun no se ha extinguido: el toro bravo.
El primer día, y el primero de la tarde: salió tras el “taratatí” un
precioso torazo de nombre “Petaco” y
pelo “burraco” que a punto estuvo de
provocar una tragedia al desmontar un tramo de la barrera persiguiendo a uno de
aquellos hombres que a cuerpo limpio se jugaba la vida ante él.
Todo quedó en un gran susto y tanto esa tarde como la del día del “XX
concurso de cortes villa de Alaejos”, vi disfrutar a la niña y ser
feliz aplaudiendo los cortes (o lloriqueando un poquito) temerosa cuando el
toro embestía el burladero más cercano a nuestro habitual lugar en la plaza.
Con todo lo dicho mi experiencia
más emotiva e inolvidable llegaba nuevamente de la mano de mis pequeñas nietas
Lucía e Irene.
La tradición de poner en las andas a los recién nacidos de la familia, es
algo muy fuerte y arraigado en Alaejos. La ilusión de poner a mi primera nieta
se vio ensombrecida porque cuatro días antes habíamos enterrado a mi querido
padre, en cambio ahora poner a la chiquitina de mi vida junto a su hermana, ha
sido de plena felicidad y emoción porque estuve rodeada de todo el amor de mis
amores.
Ver a mis dos nietas bajo el amparo y protección de la Virgen de la Casita,
es una alegría inmensa; capaz de tapar por un momento cualquier pena que
también estos días injustamente la vida nos regalaba.
Me faltó el brazo y abrazo de mi padre
para ponerlas en las andas tal como puso
a mis tres hijas, pero lo sentí a mi lado mirando al cielo y apretando
fuertemente la cadena que con su alianza llevo al cuello en los momentos
importantes para que él esté conmigo.
La añorada Diana pasó por mi ventana con su sonsonete impecable y baile
machacón, aunque “Las dianas no son ni sombra de lo que antaño fueron”, no se
concibe una Casita sin Dianas y sin carretillas.
Antaño las Carretillas en la plaza durante la verbena; eran el punto de
quedada sin necesidad de teléfonos ni
mucho menos impensables móviles, era el momento de encuentro con los amigos y
forasteros, del desear felices fiestas a los convecinos y de que al tiempo que
estallaba la pólvora de colores, estallaba también el corazón de alegría por
los días que por fin habían llegado. Esas Carretillas tan parecidas año tras
año, que no faltaba quien soltaba el gracejo:
“Son las del año pasau”.
Las Carretillas evolucionaron y ya no son motivo de encuentro ni de buenos
deseos, pero al igual que las dianas, continúan
teniendo mucho valor sentimental en todo alaejano que se precie.
Pero este año, un forastero llegó
y consiguió romper algo que desde tiempo inmemorial venía ocurriendo cada
“díalavispera”.
Según me cuentan, “Falete”, el “famoso trinador” que
nos hacía el honor de visitar Alaejos actuando en la noche principal, puso condiciones para que sus lentejuelas fueran
las únicas que brillaran en la
plaza sin tener en cuenta las ilusiones de todo un pueblo al que le han roto
una de sus más arraigadas tradiciones.
Sólo espero que no ocurra como en tantas ocasiones, que “las tradiciones se
acaban el primer día que dejan de cumplirse”. Naturalmente me estoy refiriendo
a “Las Carretillas”, que este año no se prendieron durante la verbena del día 7
y las trasladaron a dos días después, cuando ya medio pueblo dormía tras haber
recorrido varios kilómetros de distancia y habiendo llorado al despedirse de este querido terruño “hasta el año que viene si Dios quiere”.
¿Acaso Falete es más importante que “Rumba 3”, “Los Mismos”, “Karina”, “Los
Chunguitos”, “King África”, “Bordón 4”, “Los Secretos”, “Los Manolos” o la
mismísima “Chayo Mohedano”? Todos ellos antes que él pisaron la plaza Mayor de
este pueblo lanzando sus trinos desde aparatosos escenarios hasta lo más alto
de la veleta la torre. Cierto que algunos de estos cantantes actuaron el día 8,
pero me gusta el postín al nombrar del tirón tanto grupo mundialmente famoso y
conocido que pasaron por aquí ya en la decadencia de su carrera.
Quien te dice que para darle gusto al artista cuando venga Isabel Pantoja
–que al paso que va no tardará en venir- nos cambien el día La Casita al mes de
enero pa que tenga la voz más fresquita.
Antes de dar comienzo el “Falectáculo”,
escuchamos por la megafonía que no iban a chiscar
las carretillas “para evitar desgracias” y este pueblo acató tal desvarío
alzando silenciosamente la voz en corrillos, no a grito pelao. Tuvimos que conformarnos con el vozarrón de Falete a falta de
agujeros pa los cuetes.
Esperemos que el próximo año la previsión de festejos coloque los boquetes
a suficiente distancia para no provocar desgracias ni en el artista ni en los
espectadores, tal como ha sido durante to la vida de dios.
Casi por último os diré que durante estas fiestas me di cuenta que nadie es profeta en su tierra. Da igual si
dedicaste media vida a luchar por ganarte el respeto de tus paisanos. Si trabajaste
hasta dejarte la piel o fuiste muy inteligente y luchador… al final aquí los
laureles se los cuelgan los ineptos y a los ilustres el pueblo les olvida o
simplemente ni les conoce. Me estoy refiriendo a Alejando Ramírez Blanco,
nacido en Alaejos y conocido gracias al programa de fiestas 2015 o a Juan
Fernández Vadillo (programa de fiestas 2007),
obispo de Cuenca que benefició muy mucho a
Alaejos con la ilusión de algún día ser enterrado aquí y nunca se lo
cumplieron.
En breve publicaré una crónica sobre la vida de estos insignes alaejanos y
otros tantos cuyos huesos ya no son ni polvo, pero por méritos propios merecen
ser loados.
Y sí, estas fiestas me hicieron reflexionar… Descubrí que las cosas cambian con el tiempo; me estoy
haciendo mayor y lo noté cuando me oí decir: ¡¡Por fin se acabaron las
fiestas!! ¡¡Qué agustito!!
Unas fiestas 2015 en definitiva, que como el
verano ya forman parte del recuerdo e incluso afortunadamente muchas malas cosas… del olvido para siempre.
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