VIERNES SANTO 19-04-2014
Continuando
con la mejor Semana Santa de los últimos años, en cuanto a climatología se
refiere, llegó el Viernes Santo y con él las ganas de disfrutar del buen tiempo admirando la procesión
de “La Sagrada Pasión del Señor”, o lo que es lo mismo, el puro arte sobrio
Castellano en plena calle.
Para
disfrutar de esta procesión, se puede ser religioso (o capillita) hasta la
médula, neutro como la lejía o ateo como un piojo. No es necesario pasarse el
día rezando (y con el mazo dando) para tener deseos de lanzarse a la aventura
de buscar (o encontrar sin buscar demasiado) un buen sitio donde contemplar y admirar
el arte Sacro y centenario del que disponemos todos.
Sobriedad
Castellana en adornos y ruedas para manejar las carrozas que transportan las magníficas imágenes talladas por manos artesanas
que en la actualidad no existen; no hay más que ver lo que ahora nos venden
como “arte”, puras chapuzas enrevesadas sin cuerpo ni forma y que nos cuestan a
los contribuyentes dinerales exagerados,
mientras nos hacen creer que verdaderamente tienen sentido. Puede que sí, el
sentido del ridículo que nos invade al ver como el “artista” se nos ríe en
pleno bolsillo embadurnando nuestras calles con malformaciones oxidadas, que
nos exhiben en plazas y rotondas para que cada vez que las veamos nos acordemos
del día en que nacieron.
Gústete
o no la Religión como tal, es imposible no admirar y valorar el arte que se
empolva durante 364 días en las iglesias y que por un día se exponen a la
intemperie, sin coste alguno para el veedor, o “veyente”.
En mi ciudad, estas magníficas tallas centenarias, salen a las calles convirtiendo Valladolid en museo viviente perfumado de incienso (a veces hasta la tos). Sin exagerar en ningún caso la ostentación en el adorno, ni falta que hace porque las tallas son su propio ornamento; algunas carrozas rodeadas de plata repujada o madera tallada, flores a los pies de la imagen, cardos secos en algunos, pocas velas o candelabros mortecinos que dan realismo a las expresiones de dolor de las imágenes, silencio y recogimiento en los cofrades capuchones (o sin capuchón en muchos casos), y gentío en las aceras también con respetuoso silencio, adornan nuestros pasos. Algunos penitentes descalzos por promesas que ojala vean cumplidas, muchos niños procesionando solemnes e inquietos, en este caso como todo en la vida, siendo el futuro, formando la continuidad en la salida procesional de muchos años venideros.
Las tradicionales músicas de cornetas y tambores tan casi únicas en otros años, van siendo sustituidas por bandas y agrupaciones de distinto aire. Música de gaitas, y otros instrumentos no menos apreciables, han cambiado un poco el sonido y el ritmo de antaño, pero siguen acompañando al paso de su devoción (contrato u obligación) con magníficas interpretaciones largamente ensayadas por todos los rincones de la ciudad durante meses.
Hacer
estación de penitencia a pie quieto y sin silla en nalga, las tres horas que tardan en pasarnos por
delante del primer al último participante en el desfile, bien merece la pena,
porque verdaderamente la Procesión de Viernes Santo de Valladolid es una
maravilla digna de verse, al menos una vez en la vida… o más si es posible.
1 comentario:
Un abrazo guapa
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