Que nadie se espante ni
piense que por fin me he vuelto loca y le estoy proponiendo algo honesto –o deshonesto-
a este genial monologuista, actor; cómico…
¿Quieres salir conmigo? Es el título del
espectáculo que representa cada martes en el teatro Alcázar (Cofidis) de Madrid.
Aprovechando que el 23 de
este casi extinto mes de abril era fiesta en la vieja Castilla donde vivo; nos
acercamos a la capital del reino a pasar el día y disfrutar la tarde-noche con
Dani (Él en el escenario y mi pequeña y yo aplaudiendo a rabiar y disfrutando).
Como Víctor vivió unos años
en dicha ruidosa y apresurada ciudad; conoce rincones típicos y nos llevó a conocerlos
y degustarlos.
Muy cerca –no muy lejos- del
cementerio de la Almudena en el Barrio San Blas, hay un bar pequeñito: "Los Amigos", que con
el precio de la bebida te obsequia con una manada de platillos de pinchos. Tú
dices esto en Valladolid, que para que te den una “tapa” gratis tienes que
estar en el 3x2 de “Carrefú” comprando cazuelas; y no te creen.
Como muestra esta foto.
Pedimos dos cañas y dos mostos (una para cada uno, no penséis que hay que
piparse de líquido para comer gratis) y al momento nos fue servida la bebida y
todos esos platitos que veis, y otro par de ellos más que nos pusieron después
del disparo.
De ahí nos llevó a otro bar"Casa Pepe", en otro barrio, en este caso el de “El Pilar” y que también con el consumo de
las cañitas nos pusieron un plato cuajado de alas de pollo fritas que tras
quitarles algunas plumas (también fritas) engullimos con gusto y ganas.
Ya sin muchas ganas de
comer, fuimos a un famoso centro comercial “La Vaguada” y terminamos con las
pocas que nos quedaban. Luego paseos y paseos por las tiendas y comprando algún
que otro trapillo.
Nuevo paseo por las estresantes
avenidas de Madrid cuajadas de gente y tráfico… mucho, rápido y alocado tráfico
donde incluso vi una conductora que aprovechaba los semáforos para dar una
cabezadita… ¡¡Doy fe!!
Víctor dejó el coche en un
aparcamiento tan subterráneo como estrecho y diseñado para coches de hace
muchos años. Mi hábil yerno aparcó sin dificultad justo debajo del teatro Alcázar,
y nos dirigimos a una cafetería, donde -sin anestesia-, pagamos y tomamos un
café sentados en la terraza y nos felicitamos por vivir en una ciudad coqueta y
menos saturada de gentío, prisas, tráfico…
Una vez tomado el merecido
café, caminamos por esas calles hasta llegar a la cercana Puerta del Sol, tan
cuajada de gente como en plena Nochevieja a las 12 de la noche. Paseamos por la
calle Montera bien apretaditos a nuestros bolsos y vimos cómo hay más
compradores de oro que adoquines.
Nos topamos con Arturo un ex
concursante de Gran Hermano 11 haciendo un reportaje; con parón para
fotografiarse con mi niña.
Continuamos paseo por la
Gran Vía repleta de gente y puestos de libros antiguos y bajamos por la calle
Preciados tan repleta de gente y de libros como la anterior, pero además con
grandes intelectuales firmando ejemplares en las casetas que a tal efecto
salpicaban la calle celebrando el “Día del libro”.
Unos cuantos disparos de
recuerdo y salimos de aquel enjambre humano con dolor de brazos de sujetar el
bolso y deseos de degustar una tortilla brava exquisita en un bar no demasiado
lejano.
Así como quien no quiere la
cosa, se nos hizo la hora de desandar lo andado para acercarnos al teatro
objeto real de nuestra visita a los madriles.
Poco después de las ocho y
cuarto se abrieron las puertas; Irene y yo entramos mientras Víctor y Laura
continuaban paseando cual tortolitos.
A las ocho y media más bien largas por fin dio comienzo el espectáculo con
el aforo tan repleto como nuestras ilusiones y ganas de verlo.
Teníamos tercera fila en el
patio de butacas y no nos tocaron cabezones delante así que sólo quedaba
disfrutar, disfrutar y disfrutar y a fe que lo hicimos.
Cuando apareció en escena
Dani Rovira fue un sin parar de reír o aplaudir las más de dos horas sin
intermedio de ingenio que este malagueño ofrecía.
Una vez terminado el espectáculo
que se nos pasó en un suspiro, salimos lo más pronto que pudimos al encuentro
de mis niños que ya esperaban. Ocupamos el vehículo y desrodamos lo rodado por
la mañana disfrutando de la iluminación madrileña y sus edificios emblemáticos
que nos salían al paso para decir adiós.
Madrid sí; pero no “de
Madrid al Cielo” como dicen los madrileños. Yo digo que “de Madrid pa ellos”;
yo vivo muy agustito en “provincias”.
Aun así fue un magnífico día
que como siempre he querido compartir con vosotros, mis amigos y lectores.
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