Aunque ocurrió
hace muchos años, las heridas continúan sangrando como si acabara de ocurrir.
Que a una
madre le arranquen de sus brazos al hijo que acaba de parir, es una de las
cosas más atroces que puedo imaginar.
La resignación
y el tiempo hacen que el dolor se adormezca; los brazos vacíos quizás se llenan
con otros hijos que nunca harán olvidar al pequeñín que nació muerto…
Si duro es el
embarazo y durísimo parir, regresar a casa sin el niño en brazos sabiendo que
jamás podrás mirar esa cara con la que soñaste durante nueve meses; darle el
pecho, mimarlo, entregarle todo el amor que guardabas para él… Si esto es duro,
infinitamente más debe serlo enterarte que tu hijo no murió, nunca estuvo en la
cajita que enterraste, ni bajo la losa donde pones flores llena de dolor.
Enterarte que a ese hijo no te lo arrebató
la vida, si no que te lo robó una mujer: una serpiente cubierta con hábito y
toca de religiosa que actuaba impunemente mercadeando con recién nacidos.
Enterarte
además que no fuiste la única, que hay miles que como tú rezaron por su hijito muerto
al mismo Dios que esa monja… ella y ¿Cuántas más? ayudadas por médicos,
solapadas por vete a saber qué oscuro entramado que trabajando en hospitales
públicos llenaros sus bolsillos a costa del dolor de los padres a quienes sustrajeron
su más valiosa posesión, sin un permiso que jamás hubieran obtenido por las
buenas.
De pronto ha
estallado el escándalo más cruel y atroz. Se descubre el entramado: Los niños
eran vendidos (o regalados a cambio de ricas prebendas) a otros padres que no
podían serlo porque Dios así lo decidió.
Esos niños
comenzaron sus vidas lejos de quienes “Dios” les había asignado como familia
para vivir el engaño más cruento que ningún ser humano imagina.
Quizás esos
padres tan deseosos de serlo, les criaron con amor: con un amor ciego que no
quiso ver de dónde venía realmente ese hijo que no les extrañó tener que pagar “religiosamente”
el favor que “sor quien sea” les hizo, aunque quizás, la vida de esos niños no
fueron tan idílicas porque no eran deseados para ser amados, si no para ser
utilizados en cuanto tuvieran provecho; hijos a los que quizás al enterarse de
que eran adoptados, les dijeron que su madre les había abandonado, cuando en
realidad esa madre; esos padres, abuelos… aun sigue llorando su muerte.
Muchos –la mayoría-
nunca encontrarán a sus verdaderas familias. Otros quizás las encuentren, pero
todos tendrán demasiadas preguntas sin respuesta.
Tuve la
fortuna de parir tres veces y las tres regresé a casa con mis hijas. Pude
criarlas, educarlas, darles todo mi amor y recibir el suyo; me pregunto si yo
hubiera sido una de esas madres a las que les decían que su hijo nació con vuelta de cordón o tan enfermo
que no podría vivir. Estafadas sin saberlo; si ahora, tantos años después me
entero de tal aberración qué haría: quedarme tranquila aseguro que no. Intentaría
buscar la verdad por todos los medios.
Si fuera
posible, abriría con mis propias manos la tumba para cerciorarme si hay huesos
o aire tan pútrido como el alma de todos
los implicados en tal horror.
Intuyo que
esta “Sor infame” es la primera de una larga lista y me temo que por su
avanzada edad no caerá sobre ella el peso de la ley humana.
Espero que
caiga eternamente al peso de la ley divina a la que ella parecía abrazar, a
tenor de los votos que un día juró, “consagrando su vida a derramar la palabra
de Dios”.
¿Qué más
esconde bajo la toca esta mujer? ¿A quien solapa? ¿Ha vivido tranquila sabiendo
que traicionaba a su Dios?
¿De verdad si
a la hora de morir dice “Me arrepiento” estará eternamente a la diestra del
Padre?
Si Dios
tuviera esa facilidad para perdonar actos tan horribles, el mundo se convertiría
en un caos sabiendo que nos espera una maravillosa vida eterna siempre que a la
hora de morir reclamemos un sencillo “perdón”.
Si esta mujer
y todos cuantos estén mínimamente implicados creyeran que hay dios y demonio,
no me cabe duda que hubieran elegido vivir honestamente y cumpliendo a rajatabla
los mandamientos de la ley de Dios, entre los que no encuentro ninguno que diga
“robarás el hijo a unos para vendérselo a otros”.
Si tienen
tanta edad como para no soportar el peso de la ley, espero que no les alcance
toda la eternidad para pagar sus culpas en el infierno.
5 comentarios:
Hola Marisa. La verdad es que uno no puede más que horrorizarse ante estas noticias y que estas cosas puedan haber pasado en una época reciente. Y lo peor no es lo de esta monja, a la que podriamos haber considerado una excepción malvada y ruin dentro de una sociedad sana si no que, por desgracia, parece que estos hechos afectan a muchos cientos de personas en toda España. Y eso es lo que me parece más grave y lo que más pone los vellos de punta, que estamos viendo solo la punta del iceberg. Un beso.
Pues sí, tienes razón, ¡¡¡es una barbaridad!!!; y no entiendo, como se puede tener "una vela para Dios y otra para el demonio". Yo, también,me pregunto, como puede vivir y domir tranquila...
Un besote enorme.
Pues si, teneis mucha razón. Es impensable que quien más debería dar ejemplo, sea quien peor se porte ante los ojos de un Dios al que dicen adorar, honrar, y consagrar su vida.
Quizás se vean todos ellos juntos en el infierno, pero eso no devolverá el tiempo y la vida a quienes se lo robaron.
Abrazos
Es un tema muy doloroso y bastante complicado, pero si me hubiese ocurrido a mí, llegaría hasta el final para saber lo que pasó y para ponder decirle a mi hijo o hija, que le quiero.
Un abrazo.
Sí Ana, lo es. Opino como tú: hubiera removido Cielo y tierra para encontrar la verdad y desenmascarar a los culpables.
Abrazos
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