12-1-2008
Ya comienzan las rebajas, ya ha empezado el alboroto, todo el mundo está en la calle, quieren arramplar con todo, malo o bueno da lo mismo, igual da si está obsoleto, es importante tan sólo que le han rebajado el precio.
Las mujeres… las marujas, como locas van corriendo y detrás van sus maridos, que las vienen persiguiendo para cargar con las bolsas, con los bultos, con los pagos; de todos esos estragos que la mujer de su vida después de la cruel naví-da, tienen a bien realizar, sin pensar en esa cuesta que está a punto de empezar.
Si tuviera que salir con mi esposo de rebajas brillarían las navajas como en noche de bandidos, pues su cara de aburrido me quita todas las ganas de empeñarme en ese empeño.
Se lo digo: frunce el ceño y dice: “lo que tu quieras… pero yo no voy de tiendas que el barullo me enloquece, pues las tías como peces de esos que llaman pirañas, sin pensar que les engañan, comerciantes usureros por vaciar sus monederos, ofreciendo alguna ganga que les ponen como cebo y algunas salen cebadas.
Yo no quiero pelearme ni tener que dividir, un pantalón en tres partes, pues si una tira de aquí, la otra rasgó una pernera, y por barato que fuera, ya ni pa ti, ni pa mí.
¡Que no, que no! Yo me niego a meterme en ese juego, en ese barullo infesto, mas, me parece perfesto que tú lo hagas por mi.
Ve y me compras calzoncillos, unos pañuelos del moco, calcetines tengo rotos y este jersey ya me aburre, pero si algo se te ocurre, que pueda gustarme un poco, compra sin romperte el coco, que yo te espero al salir”.
Y voy sola de rebajas y nunca encuentro esas gangas, ni esos precios tan baratos. Salgo, miro, y me aburro tanto al rato, que abandono en estampida y en un autobús metida como sardinas en lata, por fin regreso a mi casa, sin comprar ná y abatida.
Me pongo a hacer la comida, y si un ingrediente falta, se lo pido a mi vecina aunque me llame gorrona, que a la calle mi persona, no saldrá ni con mortaja.
Ya comienzan las rebajas, ya ha empezado el alboroto, todo el mundo está en la calle, quieren arramplar con todo, malo o bueno da lo mismo, igual da si está obsoleto, es importante tan sólo que le han rebajado el precio.
Las mujeres… las marujas, como locas van corriendo y detrás van sus maridos, que las vienen persiguiendo para cargar con las bolsas, con los bultos, con los pagos; de todos esos estragos que la mujer de su vida después de la cruel naví-da, tienen a bien realizar, sin pensar en esa cuesta que está a punto de empezar.
Si tuviera que salir con mi esposo de rebajas brillarían las navajas como en noche de bandidos, pues su cara de aburrido me quita todas las ganas de empeñarme en ese empeño.
Se lo digo: frunce el ceño y dice: “lo que tu quieras… pero yo no voy de tiendas que el barullo me enloquece, pues las tías como peces de esos que llaman pirañas, sin pensar que les engañan, comerciantes usureros por vaciar sus monederos, ofreciendo alguna ganga que les ponen como cebo y algunas salen cebadas.
Yo no quiero pelearme ni tener que dividir, un pantalón en tres partes, pues si una tira de aquí, la otra rasgó una pernera, y por barato que fuera, ya ni pa ti, ni pa mí.
¡Que no, que no! Yo me niego a meterme en ese juego, en ese barullo infesto, mas, me parece perfesto que tú lo hagas por mi.
Ve y me compras calzoncillos, unos pañuelos del moco, calcetines tengo rotos y este jersey ya me aburre, pero si algo se te ocurre, que pueda gustarme un poco, compra sin romperte el coco, que yo te espero al salir”.
Y voy sola de rebajas y nunca encuentro esas gangas, ni esos precios tan baratos. Salgo, miro, y me aburro tanto al rato, que abandono en estampida y en un autobús metida como sardinas en lata, por fin regreso a mi casa, sin comprar ná y abatida.
Me pongo a hacer la comida, y si un ingrediente falta, se lo pido a mi vecina aunque me llame gorrona, que a la calle mi persona, no saldrá ni con mortaja.
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REBAJAS EN BADAJOZ 12-01-2008
“Cuando mi reina mande, presto estoy para serviros y hacer lo que vuestra realeza disponga con mi persona”.
Premura se dio en saliendo por el portón del castillo; millares de pajes con bolsones, ¡de que se yo!, recojianse en casa de su señor. Y en tal empresa, peor que la conquista de Badajoz, me alisté sin saber de nada, que es lo peor. Y mi señora, con dulzura y tesón, con enérgica decisión así me habló: “Hoy compraremos nuestras ropas, a mogollón pues el bando del reino las bajó, y ofertas a doquier por los rincones de tiendas debe haber, pues también lo digo yo”.
Y sin rechiste ni arrugas en el caretón, agaché las orejas y de compras me fui yo con mi dama y una carretada de gentiles como yo.
Las calles llenas de toda condición, eran como hormigueros sin parar y sin reposo en el sillón; ¡Que sofoco, que calentón, cuanta gente y gentío, que putada la que me tocó!
Pero suerte vino a mi y en poco tiempo vi, lo que gustaba me poner y en diciendo a mi dama lo que al gusto me dio, convencí rápidamente a tal señora, que era lo que deseaba a esa hora.
Y así fue, y presto y rápido sin perder la atención por si cambio de opinión viniese, por varios duros de plata compré el famoso chaquetón y dos pantalones, de los de dos por uno también encontraron sitio en mi equipaje de señor. Pero sigo pensando ¡que alboroto por Dios! que maneras de pisar y andar, que forma de doblar ropa y deshacer la anteriormente hecha; que caras cabreadas con miradas de maldición, que si armas tuvieran más de mil ojos caerían sin perdón.
Como la gente, de esta condición, pierde el sentido tan recto de este acusador, en tales trances y batallas del asfalto de Badajoz; como se siente la sangre hervida de las vivaces señoras que prestas detrás van a por todas; como sus ojos de lado a lado miran, por si el enemigo en vez de daga lleva espada y como los señores detrás recogen las espaldas como borreguitos y con las manos ocupadas. Seguimos hasta las tantas y después, de tanta proeza, solamente cosa sin importancia y lamento por Júpiter, que me tocará volver a las calles del infierno, el de las REBAJAS.
Juglarin extremeño
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