FELICES REYES MAGOS a todos los niños y a todos los que en esta noche volvemos a serlo.
Ver la cara de los pequeños mirando a los reyes magos me hizo volver a mi infancia y sobre todo a la infancia –ya lejana- de mis hijas.
Ellas de pequeñitas también esperaban a ese barrigón de rojo que les dejaba regalos la Nochebuena, pero con la ilusión que esperaban los reyes nunca esperaron al extranjero.
En España, por mucho que hayan querido americanizar nuestras tradiciones, con los reyes magos no han podido.
Cierto que los niños se ilusionan con lo que los padres les contamos, pero paseando por las calles llenas de gente, a poco que observamos, nunca la expresión de un niño que mira a Papa Noe, es tan emotiva como cuando ven a uno de los reyes magos, o cuando se les acercan para entregar la carta.
Papa Noe, ni tiene cabalgata, ni recibe cartas, ni podrá nunca ver esa expresión angelical de inocente ilusión que los niños españoles regalan a los reyes magos.
Sí, es un regalo. Hace años, los hijos de los trabajadores de correos recibían a sus majestades en persona. Venían a nuestras casas con un regalito y una vez tuve el placer de acompañar en esa dulce tarea a estos hombres “reyes magos”, que tuvieron la suerte de ver reflejada esa ilusión infantil en una noche de reyes. Puedo asegurar que fue una de las mejores experiencias que recuerdo. Sin comparar por supuesto, el haber hecho vivir a mis hijas esa ilusión. Los nervios de la noche de reyes, recibir los regalos y verlas disfrutar de esa alegría.
Este año, han reaparecido “La familia Telerín” y me despertaron muchos recuerdos de esa “mi infancia” que ya dudo haber vivido alguna vez.
Me pregunto qué habrá sentido esa entrañable familia al encontrarse con los niños de ahora, tan diferentes a los niños que éramos antes.
Ojala hayan hablado con los magos de oriente para recomendar que traigan a los niños regalos, juguetes y felicidad, pero que no se olviden de dejarles un poco de imaginación, eso de lo que antes tanto teníamos y que ahora ni saben lo que es.
Sin imaginación, sin fantasía, no habrá nuevas historias inventadas y perderemos muchos buenos escritores.
Feliz noche de Reyes Magos. No olvidéis dejar azúcar para los camellos y unas copitas de anís para sus majestades.
Ver la cara de los pequeños mirando a los reyes magos me hizo volver a mi infancia y sobre todo a la infancia –ya lejana- de mis hijas.
Ellas de pequeñitas también esperaban a ese barrigón de rojo que les dejaba regalos la Nochebuena, pero con la ilusión que esperaban los reyes nunca esperaron al extranjero.
En España, por mucho que hayan querido americanizar nuestras tradiciones, con los reyes magos no han podido.
Cierto que los niños se ilusionan con lo que los padres les contamos, pero paseando por las calles llenas de gente, a poco que observamos, nunca la expresión de un niño que mira a Papa Noe, es tan emotiva como cuando ven a uno de los reyes magos, o cuando se les acercan para entregar la carta.
Papa Noe, ni tiene cabalgata, ni recibe cartas, ni podrá nunca ver esa expresión angelical de inocente ilusión que los niños españoles regalan a los reyes magos.
Sí, es un regalo. Hace años, los hijos de los trabajadores de correos recibían a sus majestades en persona. Venían a nuestras casas con un regalito y una vez tuve el placer de acompañar en esa dulce tarea a estos hombres “reyes magos”, que tuvieron la suerte de ver reflejada esa ilusión infantil en una noche de reyes. Puedo asegurar que fue una de las mejores experiencias que recuerdo. Sin comparar por supuesto, el haber hecho vivir a mis hijas esa ilusión. Los nervios de la noche de reyes, recibir los regalos y verlas disfrutar de esa alegría.
Este año, han reaparecido “La familia Telerín” y me despertaron muchos recuerdos de esa “mi infancia” que ya dudo haber vivido alguna vez.
Me pregunto qué habrá sentido esa entrañable familia al encontrarse con los niños de ahora, tan diferentes a los niños que éramos antes.
Ojala hayan hablado con los magos de oriente para recomendar que traigan a los niños regalos, juguetes y felicidad, pero que no se olviden de dejarles un poco de imaginación, eso de lo que antes tanto teníamos y que ahora ni saben lo que es.
Sin imaginación, sin fantasía, no habrá nuevas historias inventadas y perderemos muchos buenos escritores.
Feliz noche de Reyes Magos. No olvidéis dejar azúcar para los camellos y unas copitas de anís para sus majestades.
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