AMANECE EN SAN FERMÍN 15-04-2023
Mis queridos lectores: hoy quiero hablaros del último libro que he leído: “Amanece en San Fermín” de Xabi Mintegi.
Como en tantísimas ocasiones, el libro me llegó de mano de mi niña. Libro que por cierto, no supe ni que existía hasta que lo tuve en mis manos.
No sé cómo Irene se enteró de la existencia de este libro que me atrapó desde la primera línea.
Está escrito con tanta pasión, contado con tanto detalle y de forma tan respetuosa y emotiva, que en verdad me hizo saber perfectamente cómo es y como siente un corredor de encierros que lamentablemente no está entre mis “conocidos”, aunque desde ahora estará entre mis admirados.
Mis hijas saben mis aficiones, mis pasiones, mis deseos cumplidos y mis sueños sin cumplir por imposibles.
Uno de esos sueños era disfrutar aunque fuera un sólo día en Pamplona por San Fermín. Sueño que di por “despertado” hace muchísimos años porque el barullo, el gentío y el saber que no tendría un lugar cómodo y seguro desde donde disfrutar del encierro; me había hecho desistir de seguir soñando.
En las primeras líneas de este libro, Xabi explica la forma en que su madre veía los encierros y cómo él desde muy pequeño acompañaba a su madre frente a la tele.
Enseguida me identifiqué con la escena, parecía que Xabi estaba describiendo mi propia vivencia. Era un calco su historia y la mía, aunque afortunadamente a ninguna de mis hijas les entró la afición de convertirse en corredoras de encierros con los años.
Mi “pasión” por los encierros pamploneses se reduce a plantarme delante de la tele desde el día 6 de julio a las 12 del medio día para ver “el chupinazo” con tanta ilusión como si alguna vez hubiera estado viéndolo a los pies del ayuntamiento y continúa horas más tarde, con el ritual de apagar mi despertador para continuar plantada frente a mi tele todas las mañanas del 7 al 14 de julio desde hace… un tropel de años. Exactamente desde hace más de 40 que empezaron a retransmitirlos por televisión en directo y al completo… y cuando sólo lo emitían el 7 de julio también.
He madrugado como un clavo conociendo las calles por las que iba a transcurrir el encierro. Viendo a los pastores tomar sus posiciones, “viviendo” los nervios de los corredores minutos antes de enfrentarse a su mayor gloria y su peor miedo o ver cómo los dobladores consiguen meter a toda la manada en el toril para dar por terminado el encierro y dar paso a la suelta de vaquillas.
Contemplar cómo cada día la hornacina volvía a acoger la imagen de San Fermín y a sus pies escuchar la jota que también cada mañana le canta la voz potente de una pamplonica, justo antes de que en el mismo lugar se escuchen los tres conocidísimos cánticos: “a San Fermín pedimos…” que preceden al lanzamiento del cohete a las 8 en punto de la mañana para que rápidamente se desate la locura.
Ver el encierro agudiza el ojo y en cada tramo tenía localizados “al del niqui blanco”, “el calvo”, “el del niqui verde botella”, “el de la camiseta de rayas verdes y blancas”, “el alto”, “el de la camiseta del Pucela”, “el de niqui negro y visera de cuadros”… y tantos otros que de tanto seguirlos, en casa les considerábamos “amigos” y saltábamos en el asiento cuando alguno de ellos tenía peligro de alcance o tropezaban e incluso caían en la misma cara del toro.
De algunos de ellos sabíamos su nombre al verlo en alguna entrevista, por eso “el calvo” pasó a ser: “nuestro amigo Julen Madina”. Una vez lo vi caer delante del toro y ya no os cuento el disgusto que me llevé y cuanto me preocupé. Busqué y encontré su número de teléfono y pude hablar con él para saber cómo se encontraba. Le hizo mucha ilusión saber que le seguíamos con tanto cariño y admiración.
Años más tarde se me encogió el corazón aquel día 12 de julio de 2004 cuando un toro de “Jandilla” en el callejón lo cosió a cornadas.
En 2011 anunció su retirada de los encierros y cosas de la vida, tras tantos años exponiendo su vida delante de los toros, una vez retirado de esa pasión, en 2016 el golpe de una ola se llevó la vida Julen para siempre D.E.P.
Da pudor en esta época reconocer que me gustan los toros, que me emocionan los encierros y que me gustaría saber cómo sienten los corredores; qué les empuja a ponerse delante de seis astados bravos y otros tantos cabestros, con la vorágine que debe ser además, correr entre tanto gentío que huye del mismo peligro y saber en décimas de segundo qué decisión es la mejor para “coger cuerno” y poder apartarse a tiempo para además de luchar por su propia integridad, conseguir no poner en peligro al resto de corredores.
En septiembre de 2017, mi niña me regaló un viaje a Pamplona. No era San Fermín pero ni falta que hacía. Fuimos las dos ilusionadísimas.
Nos alojamos en el Hotel “Pompaelo” desde el que se veía la plaza y el ayuntamiento, que dicho sea de paso, nos pareció precioso y mucho más pequeño de lo que imaginábamos.
Bajamos hasta los corrales para hacer los casi 850 metros del recorrido del encierro al completo, partiendo desde el inicio.
Íbamos sin prisa, degustando cada rincón tan conocido para mí como las calles de mi propio pueblo, aunque era la primera vez que pisaba la famosa ciudad.
Entrar en los corrales sin los toros ni la arena que hubieran pisado apenas dos meses atrás, me puso nerviosa, como si en verdad la manada fuera a salir corriendo tras el cohete de las 8 en punto.
Paramos bajo la hornacina que tiene una imagen del santo diferente a la que colocan cada mañana que hay encierro.
La Cuesta de Santo Domingo: ¡¡qué empinada!! ¡¡Qué estrechita!! ¡¡Cómo puede caber en ella tanta gente corriendo delante de los toros!!
Al llegar a la Plaza del Ayuntamiento vimos un tramo de talanquera que al parecer dejan para que los visitantes nos hagamos fotos… “¡mira, aquí mató un toro a Peter Tassio!”. Como si lo hubiera vivido en persona.
Esa fue una imagen que dio la vuelta al mundo el 13 de julio de 1995. Un toro colorao de nombre “Castellano” de la ganadería de Torrestrella empitonó al desafortunado chico: Matthew Peter Tasio de 22 años que había ido a ver los encierros por primera vez desde Chicago y allí quedó. El toro se lo llevó por delante sin hacer nada por embestirlo, porque el muchacho había caído al suelo, e hizo algo que está prohibido: se levantó y quedó de cara a la manada que llegaba en ese momento, simplemente el toro se encontró con él de frente y le clavó el pitón en el pecho.
Continuamos nuestro recorrido por la calle Mercaderes donde cada mañana el sol recién levantado deslumbra a mozos y toros; que desemboca en la curva Mercaderes Estafeta, ahí donde los astados en el fragor de la carrera resbalan y se estampanan contra el vallado ciego.
¡Qué emocionante estar allí! Enfilamos la calle Estafeta. Mirábamos los letreros de bares y tiendas que vemos fugazmente al mirar el encierro en la tele. En verdad siendo la primera, parecía que habíamos estado allí mil veces.
Al final de Estafeta está la Bajada de Javier, allí hicimos un parón en el recorrido para entrar en una tienda de recuerdos en cuya parte de arriba tienen una manada de toros disecados para que los turistas podamos hacernos fotos… Pues incluso así me daban miedo y acercarme a ellos me fue difícil. Irene no podía tenerse de la risa, ni yo del susto hasta que continuamos con nuestro particular recorrido del encierro.
La Bajada de Javier es un tramo corto y sin vallado hasta confluir en Telefónica, y rápidamente el Callejón un tramo descendente como un tobogán que desemboca en la plaza de toros. Con lo grande que parece en la tele y lo pequeño y estrecho que es.
Fue emocionante de principio a fin, aunque la sorpresa para mí
continuaba porque Irene había contratado una visita a la plaza de toros. Al
cruzar la puerta y ver el interior del callejón me pareció minúsculo, parece un
milagro que en un lugar tan estrecho no se formen tapones cada día de encierro con el tropel de gente y animales pretendiendo
entrar al mismo tiempo.
Dentro del callejón nos pusieron una filmación del encierro que visto allí lo hacía emocionantísimo.
Una vez terminada la filmación, lo siguiente era pisar la arena de la plaza, recorrer el coso y morir de miedo con el toro disecado que a la misma puerta del toril parecía cobrar vida. Apenas pude ponerme delante para inmortalizar en foto el momento.
De pronto escuché cencerros de cabestros y a punto estuve de quedarme sin aliento, hasta que descubrí que mirando por un agujerito, se veía una filmación de ese mismo lugar cuando los animales están dentro ¡¡qué susto!!
Los corrales también tenían su propio “encanto”. Un recorrido por el lugar que nunca muestra la tele. Se desvelaba el misterio: hay de cuadras, apartados, comederos, la enfermería, un museo con trajes y enseres de toreros y la capilla donde dejan sus rezos y sus miedos: y un patio precioso…
Todo nos encantó. Supongo que la emoción nos hizo verlo todo bonito. Una visita muy emocionante y después fuimos a visitar el monumento al encierro y la fuente de Navarrería donde algunos cometen locuras a causa de haber saciado su sed y no con agua precisamente.
Comimos en la sidrería “Belagua”, tomado pintxos en Zanpa, Fitero y varios más. Comprado tortas de Xangurro y almendras garrapiñadas en Garrarte. Visitado la iglesia de San Lorenzo que es donde está San Fermín en una especie de ermita dentro de la propia iglesia, no en el altar principal…
Habíamos vivido dos días espectaculares en Pamplona y aunque no era en San Fermín, ni falta que hacía, mucho menos ahora que tras leer “Amanece en San Fermín” he revivido lo que jamás viviré, contado por Xabi Mintegi.
Siempre me había preguntado cómo sería “vivir un encierro desde dentro” y que no se me malinterprete porque ya dije que jamás osaría ponerme delante de un animal tan hermoso y a la vez tan bravo y peligroso como lo es un toro.
Xabi a través de tu magistral trabajo he descubierto cómo se vive esa misma afición que de forma tan diametralmente opuesta compartimos.
He degustado tu libro de la primera a la última página. Me he emocionado. He sentido que al oído un amigo corredor de encierros me contaba sus experiencias, sus emociones, me transmitía su gran amor por los encierros desde dentro. Desde donde nunca tuve ni tendré valentía ni fuerza para vivir una experiencia tan única. Ahora gracias a ti lo sé.
Gracias infinitas Xabi. Ojala algún día pueda decirte: gracias de todo corazón.
Seguiré viviendo los encierros tan cómodamente como lo hice hasta ahora, aunque desde ahora, sabré todo lo que con tu libro me has desvelado. Sin duda este año disfrutaré los encierros mucho más y mejor que nunca…
Así acababa esta crónica manuscrita el día 15 de abril y que nadie más que yo había leído.
Todo ha cambiado porque el 11 de junio supe que el final de mi crónica va a ser otro muy diferente: Irene llevaba dos meses preparándome una sorpresa de la que naturalmente yo no hubiera sospechado ni en mis mejores sueños.
Mientras leía el libro, ella fue sabiendo mis sentimientos y sensaciones por eso estoy convencida que en gran parte “Amanece en San Fermín” es el “culpable” de que este sueño que creí dormido vaya a hacerse realidad.
Como ya dije, mis hijas saben de mis sueños e ilusiones. Siempre deseosas de verme feliz y dispuestas a sorprenderme. En el caso que nos ocupa, una vez más ha sido Irene quien ha preparado un viaje para que mi marido, ella y yo, vivamos en directo un par de días en Pamplona… en pleno San Fermín 2023… Esa si será una crónica para poner broche de oro a ésta que tienes en las manos: “Amanece en San Fermín”.
Ahora voy a preparar las maletas para los tres, el tiempo vuela y queda menos de un mes.
Continuará…
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