FUERZA
MENTAL 18-12-2019
Cuando
a los 40 años me diagnostican vejez prematura y dolores de por vida que mermarán
mis fuerzas progresivamente, el mundo se hundió bajo mis pies y no me quedó más
que hundirme con él o aferrarme a lo que tenía, a intentar que el futuro negro
que me pintaron, pudiera tener algún que otro color menos oscuro…
Creí
que había conseguido esquivar mi decadencia, porque aprendí durante muchos años
a convivir con esos dolores, hasta que un día decidí que ya no quiero convivir con ellos y tomé alguna
pastillita que paliaba los efectos del paso del tiempo.
La
sonrisa, fue una de las mejores medicinas, el mirar para otro lado tratando de
olvidar que duele y que cada vez mis fuerzas están más limitadas. Luché con esas
pocas fuerzas que tenía tratando de salvar cada obstáculo; compartiendo lo
bueno que me ocurre y disfrutando esos momentos de menos dolores obviando los
que me hacen sentir venerable anciana. Aparenté que no pasa nada porque incluso
fingir me dio fortaleza para continuar.
Traté
de aprovechar las risas, las reuniones con amigos, los gratos momentos, sorteando
los malos que van viniendo. Sequé las lágrimas que las despedidas dolorosas dejaron
irremediablemente en mi ánimo.
Me
refugié en dar rienda suelta a mi pasión: escribí novelas, poemas, cartas,
criticas, crónicas... me aferré con uñas dientes y pelo a lo que tengo. Muchas
veces tras escribir mis penas como desahogo, las rompo. Es mi forma de no
agobiar a nadie con mi malestar porque cada uno tiene el suyo.
Me
repetí cada día que todo está bien y de esa forma, hasta yo misma me lo creí,
pero llega un día que te das cuenta que no es cierto, que no estás bien y que
hay que ponerle otro remedio que no sea “simplemente” la fuerza mental.
No
soy más valiente que nadie, soy tan valiente como yo y tú lo eres como tú.
Mi
fuerza mental me llega de la mano de mis hijas, de mis nietas, de mi marido, mis
yernos, de mi familia y buenos amigos.
A
todos intento hacerles fácil el rato que compartimos, no cuento cómo estoy de
“jodida” porque como dije, todo el mundo tiene sus propios problemas.
Mis
hijas son las únicas que verdaderamente me conocen bien y hasta el mínimo gesto
de dolor me lo notan, a ellas no puedo ocultarles nada y eso es lo que más me
duele, porque no quiero que se angustien por mí.
Ahora
estoy pendiente de los resultados de unas pruebas que me dirán hasta dónde mis
lesiones me van a permitir seguir fingiendo que todo está bien. Presumiendo de
fuerza mental, y de que sin ella, todo lo demás empeora.
No
soporto ver a mis hijas preocupadas y mucho más me aterra que se preocupen por mí,
por eso sonrío y le quito importancia a las cosas que podrían perturbar el
discurrir apacible de sus vidas ¡¡Ese que ojalá tuvieran completamente!!
Si
yo les sonrío a ellas, me sonrío a mí, Si bromeo con ellas, bromeo para mí. Si
le quito importancia a todo lo que pueda tenerlo, también la estoy quitando para
mí.
Un
día Laura me dijo: “No llores, pero si tienes que llorar, lo haces con nosotras
porque tú no estás solas”. Desde ese día, he llorado más de risa que de pena. He
llorado por pérdidas irreparables o por causas ajenas mi propia persona.
No
simulo, simplemente actúo en forma de protección para ellas y naturalmente para
mí.
Mis
dolores y mis enfermedades enfrentadas entre sí, no se van con el llanto, se quitan con
sonrisas, con risas, con grandes momentos al lado de los míos y sobretodo se me
quitan con sus abrazos y alguna que otra pastillita.
Contar
mis enfermedades no las alivia. Hay quien
muestra su historial médico... el suyo, el de su familia y hasta el de una
vecina con la que no se trata porque es una pesada que sólo sabe hablar de
enfermedades. No se dan cuenta que contarlo por fascículos, hace que cada vez
que hablas de ellas, lo sufres de nuevo y así no remontas; aburres.
Para
lo único que soy pesada, y recalco y repito, es para defender mi verdad. Aunque
tenga que gritar sin voz las injusticias y mentiras que se vertieron
gratuitamente sobre mí. Para eso si soy pesada como plomo: mi verdad sobre sus
mentiras. Esas sobre las que mientras no se retracten pública o privadamente,
no dejaré de defenderme.
Amigos
míos, cuidaros mucho, en cuerpo, alma y espíritu.
Feliz
vida para todos los que quiero y me quieren.
Feliz
vida, para quien leyó hasta el final y entendió el mensaje.
¡¡¡Feliz
felicidad!!!
¡¡¡Feliz Navidad!!!
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