lunes, 23 de diciembre de 2019

FUERZA MENTAL


FUERZA MENTAL  18-12-2019

Cuando a los 40 años me diagnostican vejez prematura y dolores de por vida que mermarán mis fuerzas progresivamente, el mundo se hundió bajo mis pies y no me quedó más que hundirme con él o aferrarme a lo que tenía, a intentar que el futuro negro que me pintaron, pudiera tener algún que otro color menos oscuro…

Creí que había conseguido esquivar mi decadencia, porque aprendí durante muchos años a convivir con esos dolores, hasta que un día decidí que  ya no quiero convivir con ellos y tomé alguna pastillita que paliaba los efectos del paso del tiempo.

La sonrisa, fue una de las mejores medicinas, el mirar para otro lado tratando de olvidar que duele y que cada vez mis fuerzas están más limitadas. Luché con esas pocas fuerzas que tenía tratando de salvar cada obstáculo; compartiendo lo bueno que me ocurre y disfrutando esos momentos de menos dolores obviando los que me hacen sentir venerable anciana. Aparenté que no pasa nada porque incluso fingir me dio fortaleza para continuar.

Traté de aprovechar las risas, las reuniones con amigos, los gratos momentos, sorteando los malos que van viniendo. Sequé las lágrimas que las despedidas dolorosas dejaron irremediablemente en mi ánimo.

Me refugié en dar rienda suelta a mi pasión: escribí novelas, poemas, cartas, criticas, crónicas... me aferré con uñas dientes y pelo a lo que tengo. Muchas veces tras escribir mis penas como desahogo, las rompo. Es mi forma de no agobiar a nadie con mi malestar porque cada uno tiene el suyo.

Me repetí cada día que todo está bien y de esa forma, hasta yo misma me lo creí, pero llega un día que te das cuenta que no es cierto, que no estás bien y que hay que ponerle otro remedio que no sea “simplemente” la fuerza mental.
No soy más valiente que nadie, soy tan valiente como yo y tú lo eres como tú.
Mi fuerza mental me llega de la mano de mis hijas, de mis nietas, de mi marido, mis yernos, de mi familia y buenos amigos.
A todos intento hacerles fácil el rato que compartimos, no cuento cómo estoy de “jodida” porque como dije, todo el mundo tiene sus propios problemas.
Mis hijas son las únicas que verdaderamente me conocen bien y hasta el mínimo gesto de dolor me lo notan, a ellas no puedo ocultarles nada y eso es lo que más me duele, porque no quiero que se angustien por mí.

Ahora estoy pendiente de los resultados de unas pruebas que me dirán hasta dónde mis lesiones me van a permitir seguir fingiendo que todo está bien. Presumiendo de fuerza mental, y de que sin ella, todo lo demás empeora.

No soporto ver a mis hijas preocupadas y mucho más me aterra que se preocupen por mí, por eso sonrío y le quito importancia a las cosas que podrían perturbar el discurrir apacible de sus vidas ¡¡Ese que ojalá tuvieran completamente!!
Si yo les sonrío a ellas, me sonrío a mí, Si bromeo con ellas, bromeo para mí. Si le quito importancia a todo lo que pueda tenerlo, también la estoy quitando para mí.
Un día Laura me dijo: “No llores, pero si tienes que llorar, lo haces con nosotras porque tú no estás solas”. Desde ese día, he llorado más de risa que de pena. He llorado por pérdidas irreparables o por causas ajenas  mi propia persona.
No simulo, simplemente actúo en forma de protección para ellas y naturalmente para mí.
Mis dolores y mis enfermedades enfrentadas entre sí,  no se van con el llanto, se quitan con sonrisas, con risas, con grandes momentos al lado de los míos y sobretodo se me quitan con sus abrazos y alguna que otra pastillita.

Contar mis enfermedades no las alivia. Hay quien muestra su historial médico... el suyo, el de su familia y hasta el de una vecina con la que no se trata porque es una pesada que sólo sabe hablar de enfermedades. No se dan cuenta que contarlo por fascículos, hace que cada vez que hablas de ellas, lo sufres de nuevo y así no remontas; aburres.
Para lo único que soy pesada, y recalco y repito, es para defender mi verdad. Aunque tenga que gritar sin voz las injusticias y mentiras que se vertieron gratuitamente sobre mí. Para eso si soy pesada como plomo: mi verdad sobre sus mentiras. Esas sobre las que mientras no se retracten pública o privadamente, no dejaré de defenderme.

Amigos míos, cuidaros mucho, en cuerpo, alma y espíritu.
Feliz vida para todos los que quiero y me quieren.
Feliz vida, para quien leyó hasta el final y entendió el mensaje.

¡¡¡Feliz felicidad!!!
                                             ¡¡¡Feliz Navidad!!!

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