Como preludio del mundial
que se nos viene encima, mañana tendremos jornada de reflexión; España se
paraliza otra vez en pos de unos cuantos hombres que a patadas intentarán meter
el balón en portería ajena para apuntarse el gol. Todas las demás noticias y
cuestiones han desaparecido de los informativos de este país. Nada importa, tan
sólo esta confrontación que nos devolverá la vida.
Lo queramos o no, se nos
mete por los ojos escociendo más que una gota de limón la información exhaustiva
de todo lo que rodea el magno acontecimiento que se celebrará en no sé qué país
de la Unión Europea.
Hemos visto hasta saturarnos
la marea humana que en todo tipo de transporte van siguiendo al equipo de sus
amores, lo que cuesta en blanco o en negro adquirir una localidad, si los
hoteles están al completo y si por fin se puede ver la felicidad en las calles.
Nos venden que gracias a
ellos ha bajado el paro, volvemos a ganar poder adquisitivo, y gracias a ello, un
país entero, unido hombro con hombro
corea el nombre de los dos candidatos, que han concentrado a sus mejores
jugadores porque ganar este partido es vital para nuestro futuro.
Sabido es, que a mí el
futbol me la trae mucho más que al fresco, pero ya he recibido en casa las
papeletas del censo y me acercaré a las urnas, aunque a día de hoy aun no sé a quién votar, los dos me dan exactamente igual,
ninguno de los dos me subirá la pensión, ni arreglará el paro, ni dejará de
lado los recortes en sanidad, investigación o educación.
Cualquiera de ellos se
llevará el trofeo a su casa (nunca a la mía), lo sacarán brillo y presumirán de
él como si lo hubiera ganado con ese hombro con hombro cada uno de los
aficionados.
Por eso, como el futbol no
me gusta, sólo digo: que gane el mejor (si es que hay alguno mejor)... No sé, yo creo que estoy hecha un lio.
1 comentario:
No vas muy descaminada. Has captado perfectamente el tema.
Besazos y feliz finde sin nada nuevo bajo el sol.
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