No soy especialmente aficionada
a los musicales, pero sí lo soy de los buenos espectáculos y en esta ocasión he
disfrutado de “El Rey León”, el magnífico musical que exhiben en el Teatro Lope
de Vega de Madrid.
Pocas veces me ocurre, pero esta vez es una de ellas y -como reza el cartel- me he quedado sin palabras para poder describir las
emociones sentidas en ese teatro.
Desde que levantan el telón
hasta que más de dos horas después vuelven a echarlo, en el escenario no dejan
de ocurrir maravillas.
Una puesta en escena
impecable que refleja fielmente la película del mismo nombre que Disney
estrenara en 1994, que tantas veces pude ver junto a mi pequeña Irene hace apenas
19 años y he vuelto a redescubrir al
lado de Lucía cuando aún pasaba las mañanas a mi cuidado.
¿Alguien se imagina cómo
puede representarse en un teatro la estampida de los Ñus, o el despeñarse un
león desde un acantilado? ¿O la aparición entre las estrellas de Mufasa? Pues
se puede. Todas y cada una de las escenas son increíbles. La música en riguroso
directo igual que las maravillosas voces; el movimiento acompasado de hombre y “animalito”
hacen que los dibujos animados de Disney cobren vida en los actores que
caracterizados de hienas, leones, monos, jirafas, cebras, antílopes, ñus,
pájaros…
Zazú, Timón, Pumba, Nala,
Simba, Scar, Mufasa, Sarabi, Rafiki, Shenzi y todos los “extras”, incluidos los
elefantes que salían desde el patio de butacas y las jirafas que recorrían
parsimoniosas la sabana; todos y cada uno de los animalitos y situaciones que
forman la trama y que nos mantuvieron emocionadas, como pegadas con loctite a
las butacas y que hicieron que esas largas dos horas, se nos pasaran en un
suspiro y nos quedáramos con la ilusión de volver a verlo y recomendaros (sin
comisión) que si podéis no os lo perdáis.
He prometido que si sigue en
cartel cuando Lucía tenga algún añito más, volveré a verlo con ella.
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