FELÍZ DÍA DE REYES 06-01-2013
Hace unas pocas horas he vivido momentos
muy emocionantes mirando la cara de mi nieta que por primera vez y con tan sólo
dos añitos ha disfrutado su primera cabalgata de “Mechó, Gasspá y Batassá”.
Las casas han debido vaciarse
por completo porque había verdaderas riadas de gente saliendo de los barrios
para ir a cualquier lugar por el que discurriría la comitiva real.
Nosotros hemos decidido ir a
verla pasar por la Acera de Recoletos, una de las calles más amplias de nuestra
ciudad.
No teníamos intención de estar
entre las primeras filas por miedo a los proyectiles en forma de caramelo que
con la mejor de las ilusiones son
lanzados desde las carrozas por Reyes, pajes y Corte Real. Me coloqué delante
de mi esposo y yerno encargados de portar a la nena para que tuviera el mejor
de los palcos; y yo con sólo girarme ligeramente podía fotografiar a la niña
que era lo que verdaderamente me interesaba para poder llevar a su madre y sus
tías la imagen de la pequeña; ellas no pudieron acompañarnos y así no perderían
detalle de sus gestos o de todo lo que hiciera al ver la cabalgata. A nadie se
le escapa que estuve más pendiente de la cara de mi nieta que de lo que ocurría
en medio de la calle.
A pesar de la amplitud de la
acera, se fue cuajando de gentío y sillas de bebés. Único momento con
aglomeración donde la presencia de los carritos es lógica y se perdona la
posible molestia que pudieran causar, porque en una cabalgata de Reyes Magos,
los protagonistas son los niños y el mejor transporte para ellos, su sillita.
Entre tanta gente no faltan los
impresentables que enturbian momentáneamente las ilusiones de quienes acudimos
a estos multitudinarios eventos con urbana educación, paciencia suficiente y
corrección de formas adecuada.
Entraban puntualmente en el
recorrido las primeras figuras cuando una mujer no menos delgada que yo,
cargando a hombros a un niño poco mayor que Lucía; se abría paso a codazos y al
grito de “los niños tienen que pasar delante” atravesaba las varias filas de
personas que llegaron con más antelación que ella para pode ocupar esos puestos
“delante” que la recién llegada reclamaba y que por “tol morro” logró ocupar
esa primera fila sin tener en cuenta a todos los que tuvo que molestar para
lograrlo y para hacer bueno el dicho de “los últimos serán los primeros”.
No transcurrió medio minuto
cuando volvió sobre sus codazos. Quizás los primeros llevaban demasiado tiempo
guardando su preciado sitio como para que una impresentable sin educación se lo
arrebatara.
Poco después un hombre viejo que
creyó que había hueco delante de mí, me dijo que le dejara pasar. Lo que yo tenía
delante eran tres carritos de bebé vacíos porque los niños disfrutaban la
cabalgata subidos a hombros de sus papás o abuelos. Así se lo hice saber: “Señor,
lo que hay aquí son sillas y gente”. No debió escucharme y repitió la pregunta.
Estábamos rodeados de música y
griterío de niños y mayores que felices disfrutaban del paso de la Cabalgata.
Repetí la respuesta con tono de
voz enfático y contundente; el viejo dijo: “No me chille”; al tiempo que se
colocaba detrás de mí y delante del objetivo de mi cámara; con lo que le indiqué
por donde podía pasar y allí se fue tropezando
con los carritos y a punto estuvo de dar con el esqueleto en el asfalto.
Como loco se agachaba cada vez
que veía volar caramelos por encima de su calva. No me extrañaría que de allí
saliera directo a urgencias con lumbago, pero tan contento con los bolsillos
llenos de caramelos.
¿Los viejos dos veces niños? ¡Puede
ser!
Lo cierto es que afortunadamente
pude seguir disfrutando de mi Lucía que abría los ojos ilusionada viendo el
colorido, la música y el jolgorio de una comitiva que veía por primera vez… y
yo a su lado.
Esta noche mágica se la haré
vivir tan intensamente cada 5 de Enero que siempre recordará la ilusión que su
abuela puso en hacerle creer en la magia de los reyes que llegan de Oriente
cargados de regalos; igual que hiciera conmigo y con mi hermano nuestro abuelo Ruperto.
Lo del barrigón vestido de rojo
es mera casualidad. Él trae regalos para que los niños puedan disfrutarlos
durante las vacaciones; porque magia, lo que se dice magia, la de “Melchor,
Gaspar y Baltasar”.
Disfruté como niña de las expresiones
de mi nieta, sus saludos a los reyes agitando sus pequeñas manitas y gritando “adiós
Reyes”.
Desafortunadamente al llegar a
casa puse las noticias y hablaban de una cabalgata trágica en Málaga. Al
parecer un desafortunado niño de seis añitos había dejado su vida entre las
ruedas de una de las carrozas de la cabalgata malagueña; cuando se escapó de la
mano de sus padres para coger un caramelo.
El pobre angelito no podrá
recibir sus regalos como soñó, y sus papás se han quedado sin su más valioso
tesoro por culpa de un absurdo accidente en el momento menos acertado.
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