Por estar
inmersa en otras muchas cosas, tardé demasiado en poder escribir la anterior crónica
“El final del verano”; y desafortunadamente olvidé mencionar en ella la pérdida
de una gran persona que se nos fue el día de nuestra Patrona: 8 de septiembre;
fecha demasiado señalada en el calendario alaejano, y por estar el pueblo lleno
de bullicio y las casas de forasteros, esta mujer: María Losada Martín, fue
acompañada al cementerio por tan sólo un puñado de sus convecinos. De haber
sido cualquier otro día, seguramente el templo se hubiera quedado pequeño
porque María era querida y apreciada por su pueblo.
María fue
la primera persona que leyó y valoró mi forma de escribir; y me animó a seguir en esta tarea porque –según
ella- valía mucho y tenía que dar a conocer mi obra para que todo el mundo la
apreciara.
A ella le
debemos la creación del certamen literario “Villa de Alaejos” que llegó a
celebrarse durante 20 años hasta que se decidió que estaba devaluado y en vez
de impulsarlo, lo eliminaron del programa de fiestas.
En dicho
certamen participé invitada por María y continué haciéndolo –con un pequeño
parón- hasta que desapareció.
No fue una vida fácil la de María
pues aunque nació en el seno de una familia
acomodada, su juventud se truncó por culpa de la cruenta guerra civil, ya que
la suya era una familia de izquierdas con miembros dedicados a la política
local e incluso fuera del pueblo.
En los primeros días de aquel “alzamiento nacional” fueron fusilados sus
hermanos, uno de ellos alcalde Socialista de Alaejos y otro de
Villalar de los Comuneros; localidades en
las que además ejercían como maestros nacionales.
También por aquellos días su
padre fue detenido e ingresado en prisión, mientras a ella, para salvarle la
vida, su madre la ocultó durante varios meses en el pozo que existía en la casa
familiar de Alaejos.
Concluida la guerra civil, María
Losada “respiró” de forma tranquila y
austera en Alaejos, vendiendo carne en su establecimiento y que pudo mantener
abierto, pese al despreció que sufrió
por parte de la clientela alaejana perteneciente a la derecha de entonces.
Tras, el fallecimiento de su
madre pasó unos meses en Madrid, y antes de
regresar a Alaejos mantuvo contacto con miembros del PSOE, a los que se
unió en la clandestinidad.
Fue nombrada presidenta de la
Cruz Roja Española de Alaejos, trabajando durante años en impulsar esta
institución en su pueblo.
Tras la llegada de la democracia,
cedió su casa para su utilización como sede local del PSOE, puesto que María
era miembro muy destacado y activo en dicho partido, siendo concejala de
cultura durante varios años.
Por su gran labor fue homenajeada
en numerosas ocasiones por el PSOE y condecorada por la Cruz Roja Española.
Al parecer también estuvo cercana
al testamento de Teresa Villanueva del que incluso entregó en su día una copia
a un importante político de este país, para intentar solventar la temática de
la famosa herencia, que salió a la luz siendo un gran garrotazo para el Arzobispado Vallisoletano y la credibilidad de
la Iglesia, ya que se descubrió junto al
escándalo de “Gescartera”.
María falleció el día de la
fiesta grande en Alaejos, a cuya misa en honor de la Virgen de la Casita -al
igual que cada 10 de mayo- acudía -incluso en la posguerra-, con traje negro y luciendo en su solapa la
rosa roja emblema del PSOE.
Vaya desde aquí mi disculpa por
la tardanza en haceros llegar este apunte; mi reconocimiento a María y mi
“Descansa en Paz, al lado de los tuyos”.
3 comentarios:
Ella ahora estoy segura que por fin es feliz.
Abrazos guapa
Descanse en paz, como bien dices, al ladito de los suyos.
Pobrecilla, que dura su vida, madre mía.
Dejó huella imborrable, e hizo mucho bien.
Gracias, por relatar, y ponerla en su sitio, Marisa. Es muy intersante.
Un beso enorme.
Otro beso para ti muy muy grande
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