Los más observadores ya os habéis dado cuenta que desde hace unos días junto a todos mis BLOGS, a la derecha, encontráis uno nuevo: “LAS CARTAS DEL YAYO FÉLIX… UNA VIDA APASIONANTE”.
Para quienes no lo sepáis, voy a explicaros quien es el Yayo Félix:
Erase una vez… Hace muchos muchos años, en una pequeña ciudad de provincias, había una vieja guardería a la que acudían cada mañana un par de preciosas niñas: Laura y Rebeca que custodiadas por su “Seño” África y su “Seño” Benilde, aprendían a jugar, leer y compartir las primeras confidencias.
Sus jóvenes madres coincidían en la puerta a la espera de que sus retoñitas salieran.
Rebeca, muy aplicada y calladita, empatizaba a las mil maravillas con Laura, locuaz y pizpireta, tanto que el día que Rebeca cumplía 5 añitos, invitó a Laura a la fiesta que su mamita le había preparado en casa.
Cuando llegó la hora de buscar a su pequeña, Marisa se acercó a por ella. Pili - mamá de Rebeca- amablemente la hizo pasar y le presentó al yayo que jugueteaba con los niños derrochando vitalidad a sus 60 floridos años.
Aunque Laura tenía su propio yayo al que adoraba, para entonces había conquistado el corazón del yayo Félix y él, el de la pequeña.
Desde aquel día Pili y Marisa se hicieron amigas tan inseparables como ya lo eran sus dos hijas mayores.
Pronto, -porque el tiempo corre que vuela- entre las dos juntaban siete retoños juguetones y bulliciosos que cada tarde correteaban en casa de la una o la otra volviendo locas tanto a las madres, como seguramente a los vecinos.
Muchas de aquellas tardes se unía al grupo el yayo Félix: hombre pausado en sus gestos y mordaz en la palabra; que le tenía fobia al ruido y griterío, pero aun era mucho más fuerte el amor por sus nietos y aguantaba estoicamente tanto a los niños como a sus dos gritonas mamás –según él-.
El yayo no sólo pasaba la tarde con las criaturitas, también les llevaba de excursión para enseñarles la ciudad donde habían nacido, y en autocar les mostraba la montaña palentina donde había nacido él, inculcándoles el amor por la naturaleza .
También se las ingenió para hacerse amigo del jardinero que cuidaba del “Campo Grande” para que le permitiera llevar a los niños a plantar cada uno de ellos un árbol, que ha día de hoy, más de veinte años después, deben ser frondosos arbolotes que han crecido felices en el pulmón verde de Valladolid.
Tantos años de convivencia, tantas enseñanzas y consejos, han unido en el cariño para siempre a aquellos siete niños; hoy adultos que vuelan con alas propias; a las dos amigas –Pili y Marisa- que en veintinueve años de amistad pueden presumir de no haber reñido ni una sola vez…Y colorín colorado, este cuento no ha acabado porque el adorable, bonachón y gruñoncete Yayo Félix, en mis hijas ve tres nietas más, -sobre todo quiere muchísimo a Laura- le tiene un gran aprecio a mi marido; naturalmente es reciproco ese sentimiento y también en mi ve una hija tan amante de la escritura como él mismo.
Privadamente he recibido esas cartas que el yayo lleva años escribiendo dirigidas a sus hijos y nietos y con su autorización he creado el Blog que al principio refería, con la sana intención de publicarlas y compartirlas con cuantos quieran leerlas.
Os invito a entrar en el Blog, leer y dejar comentarios o incluso si es vuestro deseo, haceros seguidores. Estoy segura que al Yayo le hará feliz; muy feliz leeros.
Marisa Pérez
1 comentario:
No te arrepentirás, estoy segura.
Besazos
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