Retomando el instituto; ésta otra situación que grabé en el disco duro de mi cabeza, la protagoniza Angelita, mi querida amiga de la que olvidé sus apellidos hasta que al hacer ejercicio de memoria para escribir este capitulo, acudieron raudos para con ellos poder encontrarla.
Bien, pues Angelita una tarde tuvo algún problema de “amores” tomó algo más que una decisión y al no tener costumbre de beber, se “pipó” un poco.
Choni se encontró conmigo y me lo dijo muy asustada.
No había forma de que Angelita quisiera volver a casa y en “semejante estado”, no podíamos dejar que la vieran sus padres.
Ni corta ni perezosa me acerqué a la calle Portillo de Balboa donde había una antigua tapia de adobes medio derruida y allí estaba Angelita rodeada de chicas angustiadas por la situación.
Angelita parecía estar fuera de si y para hacerla reaccionar comencé a darle bofetones y agitarla por los hombros. Cuanto más lloraba ella, más bofetones le daba yo para conseguir que se calmara.
La “borrachera” le había dado llorona y además no nos conocía.
Mi amiga no terminaba de “espabilarse” y como se hacía la hora de regresar, tuve que marcharme nerviosa y preocupada a casa.
Al llegar, le expliqué a mi madre el motivo de mi tardanza y como si la que bebió hubiera sido yo, me dio un tortazo... ¡A mi! que ni siquiera había estado mientras Angelita bebía. ¡A mi que tan sólo le había dado tremendos bofetones para que espabilara! ¡Qué injusticia!... Aunque eso sería otro tema demasiado largo y merece capítulos especiales.
Al día siguiente en el instituto, Angelita con la cara un poco hinchada ya estaba recuperada de su “bebercio”.
Le pregunté si se acordaba de algo de la tarde anterior y dijo que se acordaba de todo.
Lo único que le pasaba era que lloraba porque yo le pegaba, no por la “vinosis” que no era tan grande como para no conocernos.
¡¡En fin!! Que tratando de “espabilar” la curda de mi amiga, para que al llegar a casa su madre no la pegara, lo hice yo... con la mejor intención; sin lugar a duda, aunque quizás con más intensidad que lo hubiera hecho su familia.
Cuando a los 13 años dejé el instituto sin terminar segundo de bachillerato para comenzar a trabajar, perdí el contacto con Maribel, Choni y Angelita. De eso hace ya más de 35 años.
A Chus durante años seguí viéndola de vez en cuando hasta que ya casada se marchó a vivir a Madrid sin dejarme dirección.
En uno de esos ataques de “nostalgia”, decidí buscarla y a través de algunos amigos comunes pude ponerme en comunicación con ella en la Navidad de 1997. Desde entonces Chus y yo quedamos a tomar un cafecito por las mismas fechas.
El reencuentro tras tanto tiempo fue muy bonito. No paramos de hablar poniéndonos al día de nuestras vidas para recuperar largos años de dejadez, que no de olvido.
Ella había perdido el contacto con casi todas. Esa misma tarde desde mi casa, telefoneamos a los padres de Maribel. Ellos nos proporcionaron su número de teléfono y le llamamos.
Me quedé triste, no me recordaba. Para que pudiera hacerlo le escribí una extensa carta con fotos de antaño y nuevas para que conociera a mis hijas, pero nunca contestó.
A Chus siempre le pregunté cómo estaba Choni, pues ellas seguían contactando.
Este año (2005) también nos hemos visto y por fin me decidí a pedir el número de teléfono de Choni con intención de saludarla, aun sabiendo que también se había olvidado de mí... y de Toño, mi hermano, con quien le unió una bonita amistad desde que asistieron juntos a las clases particulares de doña Isabel. (Quienes habéis tenido la paciencia de ir leyendo, os acordaréis que anteriormente me referí a esta profesora)
Bien, pues Angelita una tarde tuvo algún problema de “amores” tomó algo más que una decisión y al no tener costumbre de beber, se “pipó” un poco.
Choni se encontró conmigo y me lo dijo muy asustada.
No había forma de que Angelita quisiera volver a casa y en “semejante estado”, no podíamos dejar que la vieran sus padres.
Ni corta ni perezosa me acerqué a la calle Portillo de Balboa donde había una antigua tapia de adobes medio derruida y allí estaba Angelita rodeada de chicas angustiadas por la situación.
Angelita parecía estar fuera de si y para hacerla reaccionar comencé a darle bofetones y agitarla por los hombros. Cuanto más lloraba ella, más bofetones le daba yo para conseguir que se calmara.
La “borrachera” le había dado llorona y además no nos conocía.
Mi amiga no terminaba de “espabilarse” y como se hacía la hora de regresar, tuve que marcharme nerviosa y preocupada a casa.
Al llegar, le expliqué a mi madre el motivo de mi tardanza y como si la que bebió hubiera sido yo, me dio un tortazo... ¡A mi! que ni siquiera había estado mientras Angelita bebía. ¡A mi que tan sólo le había dado tremendos bofetones para que espabilara! ¡Qué injusticia!... Aunque eso sería otro tema demasiado largo y merece capítulos especiales.
Al día siguiente en el instituto, Angelita con la cara un poco hinchada ya estaba recuperada de su “bebercio”.
Le pregunté si se acordaba de algo de la tarde anterior y dijo que se acordaba de todo.
Lo único que le pasaba era que lloraba porque yo le pegaba, no por la “vinosis” que no era tan grande como para no conocernos.
¡¡En fin!! Que tratando de “espabilar” la curda de mi amiga, para que al llegar a casa su madre no la pegara, lo hice yo... con la mejor intención; sin lugar a duda, aunque quizás con más intensidad que lo hubiera hecho su familia.
Cuando a los 13 años dejé el instituto sin terminar segundo de bachillerato para comenzar a trabajar, perdí el contacto con Maribel, Choni y Angelita. De eso hace ya más de 35 años.
A Chus durante años seguí viéndola de vez en cuando hasta que ya casada se marchó a vivir a Madrid sin dejarme dirección.
En uno de esos ataques de “nostalgia”, decidí buscarla y a través de algunos amigos comunes pude ponerme en comunicación con ella en la Navidad de 1997. Desde entonces Chus y yo quedamos a tomar un cafecito por las mismas fechas.
El reencuentro tras tanto tiempo fue muy bonito. No paramos de hablar poniéndonos al día de nuestras vidas para recuperar largos años de dejadez, que no de olvido.
Ella había perdido el contacto con casi todas. Esa misma tarde desde mi casa, telefoneamos a los padres de Maribel. Ellos nos proporcionaron su número de teléfono y le llamamos.
Me quedé triste, no me recordaba. Para que pudiera hacerlo le escribí una extensa carta con fotos de antaño y nuevas para que conociera a mis hijas, pero nunca contestó.
A Chus siempre le pregunté cómo estaba Choni, pues ellas seguían contactando.
Este año (2005) también nos hemos visto y por fin me decidí a pedir el número de teléfono de Choni con intención de saludarla, aun sabiendo que también se había olvidado de mí... y de Toño, mi hermano, con quien le unió una bonita amistad desde que asistieron juntos a las clases particulares de doña Isabel. (Quienes habéis tenido la paciencia de ir leyendo, os acordaréis que anteriormente me referí a esta profesora)
El día 2 de Enero para comenzar bien el año 2005, Lo hice y... ¡¡bendito momento!! Puede que no me recordara, pero estamos recuperando el tiempo perdido con muchísima ilusión.
También vencí el “miedo” al olvido de Maribel y al cabo de unos días la telefoneé. Fui feliz al comprobar que ya estaba recuperada de su “amnesia Marisil”. Se alegró muchísimo al escucharme y prometió hacer lo posible para venir a vernos.
De pronto recordé los apellidos de Angelita y por si “sonaba la flauta” busqué en Internet en la página de telefónica... Ella no estaba registrada, pero si su hermana Candelas, que me proporcionó su número actual.
Nerviosa, marqué el número de Angelita. Cuando descolgó el auricular y le dije quien era, tardó un rato en “ubicarme”, pero enseguida estaba tan contenta como el resto de nosotras de este “volver la vista atrás”.
Entre todas planeamos muy ilusionadas un encuentro para poder intercambiar recuerdos de esa adolescencia que hemos recuperado a pedazos cuando estábamos metidas ya en la cincuentena…
Seríamos las cinco: Chus, Choni, Maribel, Angelita, yo misma y Toño, que desde que supo que nos reuniríamos, se apuntó, con gran contento por parte de todas.
Tras varias llamadas a Maribel, en las que nos indicaba que pese a vivir en Coruña vendría a Valladolid para la reunión, finalmente no lo hizo y tampoco dio explicación convincente de por qué nos daba “plantón”.
Posteriormente volvimos a hablar con ella y ya nos dio la impresión de que quizás tiene algo que no quiere mostrar… está gorda o puede que demasiado delgada, es pobre o alomejor demasiado rica, lo cierto es que nunca más supimos de ella, imagino que ni falta que nos hizo, porque fue ella quien se lo perdió.
Para los que nos reunimos aquel 23 de agosto de 2005, fue un bonito día, cargado de recuerdos y risas.
A primera hora quedamos Chus, Choni y yo, que tras tomar un café alborotadas como crías, fuimos en autobús hasta nuestro antiguo instituto, que aunque ahora no está destinado a la docencia, por fuera el edificio está como antaño.
Sentimos no haber podido entrar a recorrer las aulas (o lo que quede de ellas), pero estaba cerrado al público.
Toño y Angelita se reunieron con nosotras ya en el restaurante donde disfrutamos de una amena comida bien parlada.
Quizás hubiera sido bonito buscar a alguna más de las “muchachas” con las que compartimos pupitre y acné, pero quizás hubiera sido un “relleno”, porque la amistad era con quienes nos reunimos, las otras, algunas vivirán en nuestro recuerdo por haber sido nuestras compañeras en “Aquellos maravillosos años de adolescente”.
También vencí el “miedo” al olvido de Maribel y al cabo de unos días la telefoneé. Fui feliz al comprobar que ya estaba recuperada de su “amnesia Marisil”. Se alegró muchísimo al escucharme y prometió hacer lo posible para venir a vernos.
De pronto recordé los apellidos de Angelita y por si “sonaba la flauta” busqué en Internet en la página de telefónica... Ella no estaba registrada, pero si su hermana Candelas, que me proporcionó su número actual.
Nerviosa, marqué el número de Angelita. Cuando descolgó el auricular y le dije quien era, tardó un rato en “ubicarme”, pero enseguida estaba tan contenta como el resto de nosotras de este “volver la vista atrás”.
Entre todas planeamos muy ilusionadas un encuentro para poder intercambiar recuerdos de esa adolescencia que hemos recuperado a pedazos cuando estábamos metidas ya en la cincuentena…
Seríamos las cinco: Chus, Choni, Maribel, Angelita, yo misma y Toño, que desde que supo que nos reuniríamos, se apuntó, con gran contento por parte de todas.
Tras varias llamadas a Maribel, en las que nos indicaba que pese a vivir en Coruña vendría a Valladolid para la reunión, finalmente no lo hizo y tampoco dio explicación convincente de por qué nos daba “plantón”.
Posteriormente volvimos a hablar con ella y ya nos dio la impresión de que quizás tiene algo que no quiere mostrar… está gorda o puede que demasiado delgada, es pobre o alomejor demasiado rica, lo cierto es que nunca más supimos de ella, imagino que ni falta que nos hizo, porque fue ella quien se lo perdió.
Para los que nos reunimos aquel 23 de agosto de 2005, fue un bonito día, cargado de recuerdos y risas.
A primera hora quedamos Chus, Choni y yo, que tras tomar un café alborotadas como crías, fuimos en autobús hasta nuestro antiguo instituto, que aunque ahora no está destinado a la docencia, por fuera el edificio está como antaño.
Sentimos no haber podido entrar a recorrer las aulas (o lo que quede de ellas), pero estaba cerrado al público.
Toño y Angelita se reunieron con nosotras ya en el restaurante donde disfrutamos de una amena comida bien parlada.
Quizás hubiera sido bonito buscar a alguna más de las “muchachas” con las que compartimos pupitre y acné, pero quizás hubiera sido un “relleno”, porque la amistad era con quienes nos reunimos, las otras, algunas vivirán en nuestro recuerdo por haber sido nuestras compañeras en “Aquellos maravillosos años de adolescente”.
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