viernes, 4 de julio de 2025

DONDE ESTÉS, FELICES SETENTA

DONDE ESTÉS, FELICES SETENTA 04-07-2025

 70, una bonita edad en la que no te faltará una celebración especial y gran fiesta sorpresa, de esas que el homenajeado no se entera que va a recibirla, porque para eso se prepara guardándole el secreto, si no, no sería sorpresa… o no sería ni fiesta.

 Volverás de permiso por unas horitas, para poder celebrar los 70 en tu hermoso patio, a la sombra del magnolio que con tanta ilusión plantaste. Me lo mostrabas orgulloso, me gustaba verte así: feliz y disfrutándolo, porque para eso era tuyo.

Puedo imaginarte, ilusionado, sonriente y tan guapísimo y completo como naciste. Sentado en el fresquito de tu patio, saboreando una buena cervecita fresca y algo de picar. Te encantaba picar y no creo que en eso hayas cambiado.

También te veo, aunque no me apetece verte, sin parar de fumar junto a un cenicero atestado de colillas...

Nunca aceptabas consejos, cabezón recalcitrante, y para los buenos, sí hacías oídos sordos. Sabías que el vicio de fumar iba a matarte y decías que no lo dejabas porque preferías morirte a dejarlo... aunque al final reconociste, que, de haber sabido que la muerte no sería súbita: que, por tener un cigarro entre los dedos, (uno tras otro), ibas a pagar un precio tan alto antes de alcanzar el descanso eterno, del que ahora gozas, hubieras puesto remedio mucho antes.

 Antes… es que, si supiéramos las cosas, ya lo creo que hubiéramos puesto remedio antes… incluso hubiéramos firmado un pacto con el diablo, porque, sin firmar, las palabras se las lleva el viento y el diablo se sale con la suya, sin cumplir ninguna de las últimas voluntades verbales. ¡¡Puto diablo!!

 Este 4 de julio, las paredes de tu precioso patio, estarán adornadas con esas pequeñas cosas que atesoraste en vida y que después no sabe uno qué hacer con ellas. Se guardan como recuerdos, aunque no recuerdes el qué, el quién, el cuándo y para qué, lo tenías cubriéndose de polvo. Aunque seguramente, el polvo ahí, era en el sitio que menos te hubiera gustado tener. ¡¡Una pena!!

Ya verás qué bonito: el cascabel de plata de cuando naciste, el álbum del Cid Campeador, tus queridas herramientas, junto a las que conservas de mi padre; el pelador de piñones que el abuelo Ruperto le hizo a la abuela Felisa, cuando eran novios; la chapa de publicidad de cuando la fundición era lo que fue… un pucherito de no sé qué, un platito de no sé cuántos, la cheira gigante con mango de asta de toro, la pequeña máquina aventadora… cosas de la mili… Toda una vida de cachivaches: recuerdos entrañables o estorbos para depende quién lo observe, y que guardabas como tesoros. No faltará ni una de tus cositas para que puedas presumir de ellas por última vez ante tus invitados.

 Desde el suelo, apenas podrá verse el cielo, porque estará cuajado de tus fotos, colgadas como ropa tendida: fotografías que van desde pequeñito, pasando por cuando eras ese lebrel travieso, que correteaba por las calles de Alaejos. Alguna habrá de cuando eras un Perillán ligón, que se llevaba a las chicas más guapas de calle, o igual te elegían ellas a ti, porque eras guapísimo

Seguro que incluso habrá alguna foto de viejo gruñón, al volante de una de tus últimas ilusiones: tu flamante coche. Soñar con conducirlo te mantuvo esperanzado y con ganas de salir del pozo en el que estabas sumido, aunque desde que supiste que no podrías volver a ponerte al volante y tenías que deshacerte de él, te impulsó a abandonar la lucha, parecías tener prisa por marchar, y lo conseguiste.

En esto prevaleció tu voluntad. Habías mantenido la esperanza hasta ese momento. Jamás de tu boca salió: “me quiero morir”. Sí decías: “con estos dolores no se puede vivir”. Tenías razón, eran inhumanos. Desde el principio, te encomendabas emocionado a la Virgen de la Casita, pidiendo que cesaran tus insoportables dolores, sin perder tu Fe en ella, y como la virgen no es más que una talla de madera, ni caso te hizo.

 Durante 14 meses ingresado, a veces aislado en habitaciones infernales, entrando y saliendo de UVI y UCI, habías perdido la noción de tu realidad.

Por culpa de la feroz medicación, en ese estado calamitoso de salud física y mental, veías fantasmas y asegurabas con firmeza que eran verdaderas presencias. Quizás fueron culpables, los miles de películas de espías que viste durante años. Creaste tu propia trama, tenías miedo de estar inmerso en conspiraciones que, aunque sólo estaban en tu cabeza, sufrías mucho porque lo vivías como realidad. Era muy difícil hacerte ver que eran ensoñaciones. Eso sí, incluso en momentos tan dramáticos, tenías “golpes” que me hacían reír. No habías perdido tu sentido del humor, ni yo las ganas de reír contigo.

  Pese a tanta desgracia, continuabas luchando con fuerza y conservabas intactas las ganas de vivir. Luchabas a brazo partido para vencer tu mala suerte.

Nos parecía mentira a todos. Cada paso, era un tropiezo: nos dijeron infinidad de veces “de esta noche no sale”, y salías, para sorpresa -sobre todo de los galenos- salías con más fuerza y más positividad.

Recuerdo el día que te amputaron la pierna. Esperando a la puerta del quirófano, -no nos garantizaban que salieras con vida- nosotros afligidos pensando cómo te iba a afectar verte sin tu pierna… Y cuando te subieron los celadores, llegabas animoso, eufórico, diría yo, mostrando con fuerza cómo podías mover el muñón. Feliz porque los dolores terribles ya no estaban y lo primero que me dijiste: “mira qué bien, como es la izquierda podrán ponerme una prótesis, y podré conducir”.

Pensabas que con la amputación estaba todo arreglado, pero no: casi al principio, en la segunda intervención para colocarte un stent en una arteria, entraste por tu propio pie y al despertar, te habían provocado “Isquemia medular”. Estabas parapléjico: inmóvil de cintura para abajo y condenado a ser dependiente para siempre. ¡¡Con lo independiente que siempre fuiste!!

No controlarías esfínteres y tendrías que moverte en una silla de ruedas para el resto de tu vida. Jamás volverías a caminar, ni con dos piernas ni con una. Todo fueron negligencias tras negligencias y de rositas se fueron los culpables. Nunca te dijimos tan crudamente tu verdadero estado, (yo de ningún modo lo hice).

Por eso, conducir tu nuevo cochazo, era tu meta, y al quedarte sin ella: al saber que tenías que autorizar su venta, tiraste la toalla. Nunca antes.

 Este día, mirando las fotos, llenas de vivencias bonitas, recordando toda tu buena vida, volverás a gozar de las cosas que te gustaban y de cuando te lo podías permitir físicamente… ¡¡O no!! Porque, aunque por exigencia médica, tenías que cortarte un poco, le pegabas brincos a la dieta, sin darte cuenta, que, las analíticas chivatas decían si cumplías o burlabas a escondidas alguna tajante prohibición.

En fin, que me desvío del tema. Toda tu vida concentrada en recuerdos fotográficos, que te harán sonreír y rememorar el momento en el que fueron disparadas, aunque a ti, para tener buena memoria, nunca te hicieron falta fotos. Imágenes que son eso: recuerdos de la vida que te tocó, con claros, oscuros, e incluso finalmente muy negros.

 La fiesta -como te digo- será temática, por y para ti. No será volando en avioneta, como la sorpresa que te dieron tus sobrinas, y que tan feliz te hizo cuando cumpliste los 60. ¡¡Tus sobrinas!! ¡¡Te adoraron siempre!! Tanto, que había que estar ciego para no verlo… y sentirlo como lo sentías.

¡¡Ay hermano qué de cosas!! Hasta la nube en la que habitas, no te hizo falta avioneta para volar muy alto, libre de presiones y daños; dolores y sinsentido.

Ya sabes ahora que, en ocasiones los árboles no nos dejan ver el sol, y comprobaste que el amor entra por la demostración de cariño, se afianza por los besos y abrazos, y se nutre de los ratos compartidos.

 Siempre supiste que el querer, no entra por las orejas, ya que hay veces, que los ruidos del tráfico, contaminan el aire más que el tubo escape de un tráiler, y se escuchan las palabras con distorsión.

 ¡¡Qué de momentos felices juntos nos robó la bicha vida!! Sobre todo, en tu final, cuando tenías los sentidos obnubilados por tanta medicación y tanto sufrimiento injusto. Entonces seguías estando, pero ya no eras tú.

 Hasta el final de tus días, recordabas perfectamente todo y a todos… y nos lo demostrabas siempre. Memoria a largo plazo, aunque la de corto, se te había quedado de pez, que dicen, es más efímera que la luz de un fuego artificial. Igual eso también te ayudaba a mantener la esperanza, porque en verdad no eras en absoluto consciente de en qué te habías convertido. Lamentablemente, ya no eras tú, ni tu figura.

 Hoy serás afortunado: estarás rodeado de “las personas de tu mayor agrado” y de tantos amigos como atesoraste, estando especialmente arropado por nuestros padres, Loren, Chemari y tantos familiares que te quisieron y te abrieron sus brazos hace casi un año.

Esta vez no interrumpiré tus charlas con los invitados con mi llamada para desearte lo mejor en tu cumple 70.

Aprendí desde muy pronto, que no te gusta que te interrumpan cuando estás de “guateque”, ni te gusta “mezclar gente”, por eso me mantuve al margen y siempre esperé una invitación para visitarte, aunque tú, en mi casa, no la necesitabas: mi casa era tu casa y nos hacías felices con tu sola presencia. Por eso, una vez más te escribo, aun sabiendo que no me contestarás, aunque eso no me pillará de sorpresa, porque nunca lo hacías… y aun así, te escribí mil poemas y otras tantas cartas, que, al releerlas ahora, me refrescan la memoria y me doy cuenta que, aunque hablamos de todo; te aclaré todas las dudas que tenías, y pude liberar la incertidumbre que te acosaba, aun así, nos quedó mucho por conversar, porque lo hacíamos, cuando la ocasión nos daba un respiro y podíamos reunirnos y hablar sin mezclar gente, que interrumpiera nuestros recuerdos de niños, que sólo eran tuyos y míos. No todos los hermanos pueden presumir (siendo verdad), de quererse tanto, como nos hemos querido tú y yo.

Sólo rompí ese “permanecer al margen”, cuando ingresaste y en un rato que nos quedamos a solas, me preguntaste ¿por qué? En ese momento con tu cabeza en perfecto estado de revista; con mi corazón en la mano, te di todos los porqués, que necesitabas y tu mente y corazón quedaron tranquilos. Los dos nos quedamos tranquilos. Habíamos sufrido sin necesidad. Habíamos intentado coser un roto rasgando la tela, cuando los dos sabíamos, que, para hacer la mejor labor, se necesita una aguja, aunque haya que pinchar la tela y escueza el hilo al pasar. Después, el bordado queda espectacular.

Borré cuidadosamente la sombra que cegaba tus ojos y viste la luz. Con la absoluta verdad -como siempre- te iban ajustando todas las piezas del tejido roto, que eras incapaz de encajar… y encajaron. Le pese a quien le pese, todo lo aclaramos.

 Felices, porque aún no sabíamos lo que se te venía encima, volvíamos a estar de nuevo tú y yo más unidos que nunca. Prometimos que entre nosotros jamás habría malentendidos, ni volveríamos a tocar ciertos temas dolorosos hasta que no estuvieras en tu casa recuperado. Cumplimos la promesa. No era necesario hablarlo más. Desgraciadamente, muy pocos días después, empezó el horror.

 Pese al estricto horario impuesto por el centro, por ti, burlé la vigilancia del mostrador de entrada al hospital.  Burlé las órdenes de los médicos ineptos, que, estando en primero de carrera (de galgos), se las daban de catedráticos, prescribiendo lo que era bueno o malo para tu lamentable estado físico, sin pensar jamás, en tu estado emocional y, sobre todo, nunca les importó que estaban ante un hombre con la sentencia de muerte, firmada por ellos mismos. Por eso, sin hacerles ni caso, me colé cuando me dio la gana, para estar a la cabecera de tu cama, porque sabía que tú eras feliz con mis visitas y con los pecaditos que te llevaba y comías a escondidas con cara de pillín. Con la mirada de un niño travieso burlando a la autoritaria maestra.

Sabíamos que tenías la estocada en tó lo alto, que tu vida tenía los días contados, y también por eso, me empeñé en llevarte esos pequeños placeres, que, aunque fueran poquitos, para ti eran un mundo, y yo sabía que iban a ser los últimos que podría darte, y, además, ya, ni te matarían, ni te salvaría la vida no darte esos caprichos.

Estoy segura que esperabas mis visitas más por las galgadas que por verme, pero me daba igual. Iba contenta, con tal de propiciar y verte disfrutar de ese ratito.

Los cuidados en la dieta, debieron haber sido durante mucho tiempo antes, y como no entraba en tus planes privarte de ellos… como te acabo de recordar, durante años, “pecabas” a escondidas, sin darte cuenta que el peor engañado eras tú.

 Por eso, para el día de tu cumple 70, aunque no me lo perdones, no te llevaré tabaco, no quiero ser fumadora, ni pasiva, pero, para que no te falte de nada, ya me encargué de hacerte llegar una bandeja con cabeza de jabalí y salchichón del que tanto te gusta. Otra de salchichón, chorizo y jamón de Alaejos, de ese curado con una especial receta que teñía la piel con pimentón, y le daba un sabor extraordinario, y podrás comerlo cortado con la navajita, entre dedo y pan, con pan de rescaños y una barra de Fabiola.

¡Ah! También te hice llegar una racioncita de sepia a la plancha, con bien de mayonesa y otra de “torresnos”, de los que te quitan el sentido. A ver quién tiene cojones ahora, de quedarte con las ganas de disfrutarlo. Ya no existe la excusa para prohibírtelo, no te dañaría el corazón, del que supuestamente estabas tan enfermo durante años, y finalmente fue el único que permanecía latiendo incansable cuando ya habías muerto.

Con esos “pecaditos” –que así los llamábamos- ahora ya, ni vas a engordar, ni te subirá la tensión, ni la diabetes, y tampoco te dañará la circulación… La puta circulación.

 Hoy al cumplir tus 70, por la tarde, cuando caiga la fuerza del sol, como tanto te gustaba, volverás, a prender la lumbre de tu barbacoa, para hacer una buena cama de brasas y poner toda la carne en el asador. Como siempre, te pegarás una entripada hasta reventar de todo lo rico que te gustó comer y beber en los festejos, mientras las charlas y las risas no cesen.

 Ya, cuando todos los invitados se hayan ido, cuando tu fiesta haya terminado, y no sea más que un recuerdo, para no dejar trastos pendientes, te darás el placer de quemar todo lo bueno y lo malo que aquí quedó: entoñarás  entre los rescoldos de las brasas, todas esas fotos, los dibujos que te hicieron las niñas, las cartas y poemas que te escribí, las promesas cumplidas e incumplidas… por caprichos del destino, quedará toda tu vida reducida a un montón de cenizas, ese destino traidor que escribió para ti un final temprano y cruel.

Ahora, para gozar de todas tus pertenencias, ya no te hace falta mantenerlas tangibles entre tus manos, seguirán en tu memoria eternamente, tanto como yo guardo en la mía las conversaciones y las risas que mantuvimos toda la vida, sobre todo en los últimos meses, cuando estabas levemente mejorcito de salud y entendederas (como diría nuestra madre), reímos más que lloramos pese a la situación horrible de salud, dolores y sufrimiento físico y mental que te envolvía.

  Yo tampoco olvidaré nunca esas palabras que me dedicabas llenas de cariño, que, sin estar escritas, para mí, se convirtieron en eternas al marcharte. Es todo lo que me quedó de ti, corazón mío.

 Eso me vale, y no quiero másni menos.

 Te diré que, la vida aquí, sigue igual de cómo la dejaste, seguimos con nuestras: algunas penas, persistentes dolores, sueños cumplidos, pesadillas por cumplir y disfrutamos de lo que tenemos. Sigo sin ambicionar lo que no puedo permitirme, alegrándome del bien ajeno y aún más, si el bien es mío.

 Tras años de contar peseta a peseta para poder llegar a final de mes, sin deber nada a nadie, ahora, por fin, cuando se nos antoja algo, lo compramos, lo pagamos “al PÚN”, para que no se nos acumulen pagos atrasados. Bien sabes lo que odio las deudas pendientes. Por eso no le debo nada a nadie.

 Como muchas veces también te dije: veo poco los “telediarios” porque no informan de cosas buenas, ni bonitas, y porque sigo huyendo de las noticias tóxicas, las mentiras, la manipulación de voluntades, las envidias absurdas entre humanos. Los informantes demuestran padecer mitomanía crónica, por eso, que les escuchen los necios, yo cerré de golpe las puertas a las informaciones que dañan mi cuerpo y mi mente. Prefiero esperar a que el Karma actúe y mientras, emplear mi tiempo en actividades que me sean agradables. Así, vivo inmensamente feliz, con quienes quiero y me quieren.

 Como lo hice durante toda mi vida, lo único que quiero es tener mis recuerdos intactos, mis capacidades físicas lo mejor que pueda, y tener mucho amor para dar y recibir. Ya ves, en eso tampoco hemos cambiado.

Como sabes, estoy muy orgullosa de la familia que formé con mi marido hace 48 años. Somos como siempre fuimos: como una piña: felices con muy poco porque estando juntos, tenemos todo y no nos hace falta más… ni menos, que nos costó mucho tenerlo, como para que nos lo arrebaten injustamente.

 Querido, queridazo, galán, galanazo… (¿Recuerdas quién te lo decía cada día a la hora del recreo?) Pues eso… la vida... la vida sigue, y tú, afortunadamente, ya sabes de qué va esto. Ahora me conoces mejor que nunca.

 Disfruta de tu nube, de tu balcón en el universo y de una eternidad sin sufrimiento.

Una vez más te repito, que: te quise ciegamente. Hasta el día que tus preciosos ojos verdes me dejaron de alumbrar y de golpe abrí los míos...

 Felices 70 querido cabezota.


 

miércoles, 16 de abril de 2025

TRADICIONES Y CONTRADICCIONES EN LA SEMANA SANTA

TRADICIONES Y CONTRADICCIONES EN LA SEMANA SANTA 

Valladolid 2025

 El pasado sábado 12 de abril, emitieron por la televisión regional castellana, la procesión que discurría por las calles de la ciudad que me acogió hace 59 años largos, cuando mi familia emigró y perdí mis tradiciones, para adaptarme a las que aquí encontré, y como las que tenía de donde vine, sólo lo fueron por 9 años, y allí hay muchos paisanos que, desde hace 59, me tienen por forastera, tal como aquí soy “la del pueblo”, no me queda más remedio que hacer lo que me da la gana con mis sentimientos, tradiciones y contradicciones. Ejercer cualquiera de ellas, eso me lo permito yo.

 Al emigrar, a 60 Km de mi terruño querido, perdí la tradición de ver mecer en andas, a hombros de sus cofrades más fuertes, con paso acompasado y marcial, a Nuestro Padre Jesús Nazareno, con el ritmo único de la añorada melodía que entonces acompañaba la procesión del Jueves Santo, junto a los rezos silenciosos que yo disfrutaba, participando del cortejo, recorriendo orgullosa, algunas calles del pueblo, de la mano de mi abuela Felisa.

 Me apenó muchísimo cuando algunos años más tarde, la procesión había perdido su esencia, cuando vi a mi querido Nazareno bendecir a Alaejos, acompañado por una banda forastera de cornetas y tambores. Mis paisanos habían comenzado a perder esa tradición musical, como perdieron los cofrades el vestir “de Domingo” para participar en el acto, y comenzaron a cubrirse con túnicas y capirotes. Para mí, ya nunca fue lo mismo, ni parecido sentimiento al que me embargaba viendo a mi abuelo Ruperto y a mi hermano, formando parte de ese respetuoso desfile procesional de Jueves Santo en mi querido Alaejos.

 Por mucho que me digan por aquí y por allá, que parezco andaluza, o que hubiera tenido algún ancestro andaluz, dado el cariño que le tengo a esa tierra en la que me honra tener muchos y muy buenos amigos, he de decir que, mirando mi árbol genealógico, todos mis antepasados y yo misma, somos del mismo terruño castellano de pura y buena cepa.

 Con todo este prolegómeno diré que, la aludida procesión, que por primera vez salía por Valladolid la tarde de un Domingo de Ramos, en la forma que lo hizo, era un Paso, (o quizás debería decir Trono), habrá que escribir con propiedad. Bien, pues, al Paso, aún le quedan años en el taller para lucir mínimamente rematado, aunque ya se vislumbra, que va a ser sureño, de la misma Andalucía.

Está diseñado por los cuatro costados, con difíciles y elaborados torneados, muy floridos y voluminosos, rematando arriba, una serie de arbotantes, que, en consonancia con el resto del conjunto, rodeaban e iluminaban la sacra escena.

Un diseño, tocando la exageración para los ojos y corazones de nuestra sobria Castilla, aun así, y como nos gusta más una contradicción que una propia tradición; las calles estaban cuajadas de contemplantes, que pudieron disfrutar también de una buena tarde sin lluvia y buena temperatura.

La banda que acompañaba al paso, sonaba muy bonita, bien afinada y “andalucita”, aunque no me produjo el “pellizco” emocional que he sentido al asistir a muchas procesiones andaluzas, en directo, o por la tele.

 El Señor de Medinaceli, lucía tan sobrio como lo hizo durante años, tantas veces en procesión por las calles de Valladolid, cuando lo portaban cofrades a hombros, sobre andas, en carroza austera, sencilla, y en soledad, flanqueado por cuatro grandes palmatorias de madera que sujetaban sendos cirios gordos, que creo que en mi pueblo se llamaban “hachas”, y quizás en otros lugares cirio Pascual, por las dimensiones.

 En esta ocasión Jesús procesionaba acompañado por otras tres figuras que completaban la iconografía del paso de misterio: un Centurión con cara de pocos amigos, Poncio Pilato, con la palangana donde iba a proceder a lavarse las manos y la esposa de este, Claudia Prócula, prima carnal de un ninot indultat de Falla valenciana.

No diré la sensación que me produjo ver la cara del Centurión, que miraba a Jesús con reproche, (nada que ver con la que me produjo siempre ver la mirada fiera de Barrona, en otro paso de la Semana Santa de Alaejos).

Aquí habremos vibrado con esta procesión, más tradicional de nuestra querida Andalucía, pero el sentido del humor sigue siendo sobrio y hasta huraño y rancio, sobre todo si se trata de figuras religiosas. En mi castilla me tacharían de irreverente, y no es mi intención la burla… pero mirando al centurión, lo que pensé, lo pensé, y eso no me lo puede prohibir nadie, (de momento).  Aunque cierto es que lo dije en voz alta, pero no lo escribiré… (aunque me quede con las ganas).

 No imaginaba yo, que un trono, repito, tan voluminoso, pudiera transcurrir por la calle Rúa Oscura, pero lo hizo, a la voz del capataz que en perfecto andaluz, indicaba con maestría para que saliera impecable “la revirá”: “dehpacito, la derexa atrá”. o dedicando “la chicotá” a quien necesita del amor y protección de Jesús.

No me burlo del acento, dios me libre, mucho menos si lo habla un señor nacido en Jerez. Sí me quejo y lo sabéis, de la desmesurada incursión de palabros en inglés como se utiliza en mi país, a modo de habitualidad, (porque quienes las utilizan en la mayoría de los casos, no tengan ni idea de lo que quieren decir, pero es mas moderno hablar así) (puaggg), aunque esto es de otra crítica, ya en ciernes.

El acento andaluz todo el mundo lo entendemos, y a alguna incluso nos entusiasma. Además, en el contexto y procedencia del capataz, decir “revirada”, “chicotada” o “derecha atrás”, no le hubiera pegado, aunque sí se pegó un buen golpe en el coco con el costero izquierdo del paso, a la puerta de la iglesia, donde Jesús de Medinaceli, paró para saludar a su madre: Nstra Sra de La Vera Cruz.

 No me chocó cuando lo escuché decir: “tos por iguá valiente” o “al sielo con el Señó”, antes de golpear con el llamador (o martillo), para avisar a los costaleros que trabajaban sin acento bajo el pesado Trono. Me chocó escucharlo en las calles de Valladolid, y mucho más me chocaron los aplausos del público en general, cuando los costaleros levantaban y volvían a mecer al Cristo de su devoción, haciendo menearse la túnica y el cíngulo de Jesús a un lado y a otro en la forma que lo hace un paso transportado a costal, y eso siempre me gustó cuando lo veo en los pasos de la Andalucía que amo por muchas razones.

Quizás no estuve atenta, pero no escuché al capataz decir “mi arma” en esos momentos de íntima comunicación con los hombres costaleros, que, dicho sea de paso, siempre me pone los pelos de punta imaginar el dolor que deben sufrir sus cervicales, y la forma de sufrirlo por Fe, amor y quizás alguna promesa.

Posiblemente me faltó escuchar desde un balcón, una sentida saeta cantada a ritmo de Jota.

No vi al “aguaó”, como tal, ni vi a los cofrades repartir estampas a lo largo del recorrido, a las personas que, en las aceras, a un lado y a otro de las calles, presenciaban en silencio castellano, el paso del Paso. Roto el silencio, como ya apunté, en cada “levantá”, (o chicotá).

Se ve que mis paisanos y aledaños, tampoco han aprendido a pedir: “Nazarenos dame un caramelo”, que se le pide al penitente o “Nazareno” de filas… la cosa es que aquí a los cofrades les decimos “capuchones” y capuchón, no rima con caramelo, con lo cual, habría que pedirles otra cosa.

Ya iremos aprendiendo con los años. Si vamos a seguir adoptando otras tradiciones, nos queda tanto por aprender, como al Trono le queda de tallado y policromía.

 No me fijé cuando llegaron a la catedral, si había alguna mujer costalera, si vi que, en la procesión, desfilaban algunas Manolas… o quizás en este caso, deba decir “mujeres de mantilla”, tal y como son denominadas en Andalucía. Me chirrió, ver las formas poco tradicionalmente castellanas, en el peinado, o incluso en la vestimenta que algunas lucían. Señoras mías, o se es, o no se es, pero desvirtuar de esa forma la imagen de Manola, es una pena.

 Viendo tanta novedad andaluza en la procesión vallisoletana, pensé: quizás para las corridas en honor del patrón de aquí: San Pedro Regalado, retiren la arena parda de nuestro coso y lo rellenen de albero de color casi naranja traído desde la mismísima plaza de “La Real Maestranza de Caballería” sevillana. O quizás también estén pensando en crear un COAC (concurso de agrupaciones carnavalescas), famoso en el mundo entero, que sigo emocionadísima cada año desde mi salón, retransmitido desde el “Gran teatro Falla” gaditano.

Ya puestos a importar tradiciones, y para que no sea sólo famoso por la SEMINCI, quien sabe si no tardemos en ver en el teatro Calderón, un COAC, donde vendrán a participar chirigotas de Burgos, o incluso la de Santoña, que aquí les pillaría a mitad de camino, aunque eso sí, quizás los cuplés a mis paisanos les resulten extraños, ya que están más acostumbrados a los de “La Fornarina” o “la Bella Chelito”, y esto lo digo con anécdota incluida: en 2008, cuando vinieron “Los Monstruos de pueblo” para actuar por las calle de Valladolid, yo misma, ejerciendo de “recogemigas”, me acercaba a la gente que dispersa, se hallaba en la plaza de la Universidad. Les pedía que se acercaran a escuchar a la chirigota que iban a cantar unos cuplés.

Dos señoras añejas (o añosas), con mucha laca Nely en el cabello gris que remataba sus cabezas, me dijeron sorprendidas: ¡¡Ah, que cantan cuplés!! Y cuando Yuyu y su chirigota atacó con los humorísticos y surrealistas cuplés, las señoras me miraron y dijeron: ¿¿Esto son cuplés?? Sí, señoras, son cuplés sin alcanfor, ni naftalina. Escuchen, disfruten y ríanse que no le hace daño a la artrosis.

 Habrá que tener en cuenta también, para que no nos falte detalle, añadir la nueva tradición de, al acabar la procesión, ir a tomar una ración de chocos, en “la sepia” de la calle Jesús, mientras esperamos a que nos instalen una freiduría para traernos a casa un buen papelón de pescadito frito, que, para papelón, el que estamos haciendo.  

 Lo que creo, que nunca veamos: procesionar a la Señora de Valladolid bajo palio, con doradas bambalinas, mecidas por largos varales plateados, y mucho menos, recibiendo desde los balcones, vistosas petaladas a su paso: nuestra venerada imagen de la Virgen de Las Angustias, ya que ayer martes Santo, no permitieron que le cantaran una saeta, como al parecer pretendían hacer durante la procesión del encuentro. Lo imagino y no, no lo veo. Lo siento, pero no lo siento.

 Siento vivir añorando también, además de la procesión de Jueves Santo dando la mano a mi abuela; las dos recordadas semanas Santas que viví en Sevilla y añorando incluso mucho más, a aquellos mis riñones y huesos,  que me permitían emocionarme de pie: "a pie quieto", durante más de tres horas y media, entre la espera para gozar de buen sitio y el propio transcurrir, viendo la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor que, cada Viernes Santo, si la lluvia no lo impide, como un museo andante (rodante, puesto que la mayoría de los pasos procesionan sobre ruedas), tradicionalmente discurre (o discurría) en respetuosísimo silencio y recogimiento.

Una representación por orden cronológico de historia, de la magnífica, sobria y espectacular imaginería castellana y que en la forma que Valladolid pasea su patrimonio sacro, o no lo pasea nadie o muy pocos lugares del mundo lo hacen tan ordenado como se hace en mi ciudad. Ignoro si este año se incorporará el paso a costal de Jesús de Medinaceli.

Aquí, además, ya podías elegir buen sitio no sólo para ver y disfrutar de la procesión, también había que calcular situarte en lugar del que pudieras salir, si alguna circunstancia te pudiera impedir quedarte hasta el final, porque durante la procesión, a nadie se le ocurría cruzar la calle, desde que aparecía el primer paso, hasta que las autoridades civiles, militares y eclesiásticas cerraban el cortejo, tras la Virgen de Las Angustias.

 ¡Ah! Y repito para que quede bien claro, que no es burla ni chanza lo que escribí en alguna de las frases que acabáis de leer. Es que, ya que hemos traído el andalucismo a nuestras procesiones, traigamos o aceptemos también, el sentido del humor andaluz, que en forma de chascarrillos utilicé, sin pretender tener ni por asomo, la gracia que le sobra a la tierra que tanto quiero. No vayamos a querer solamente una parte de nuestra “poliglotomía” o poliglotía, para los más exquisitos leyentes.

 Así como tampoco minusvaloro el esfuerzo y el amor que cada uno de los participantes hayan llevado a cabo para el transcurrir de la procesión en la forma impecable que lo hizo la tarde del Domingo de Ramos por las calles de Valladolid.

 Hasta aquí mi criticrónica. Por todo lo escrito en ella, si me gustó o no, la procesión objeto de ella, vuelve a entrar en la privacidad de mis sentires y mis “Tradiciones y contradicciones”.

jueves, 13 de marzo de 2025

ANUNCIOS ATEMPORALES

 

ANUNCIOS ATEMPORALES  11-01-2021 /03-09-2024

 Hace años “echaban por la tele” unos anuncios de compresas femeninas que sirven para guarecer esas gotitas indiscretas que a las mujeres de cierta edad se les escapan y al parecer les traen por la calle de la amargura.

A ese respecto escribí y publiqué: “Si hueles no lo luzcas”. En esa publicidad, los guionistas –posiblemente masculinos- pintaban el problema y a quienes lo sufren, con tan poco acierto, que LAS AFECTADAS parecían tener que ocultarse cual culpables de asesinato.

 Tiempo más tarde, esos anuncios evolucionaron y mostraron las compresas –según decía el anuncio- tan planas que no se notan nadita, y la susodicha afectada, se mea –literalmente- de la risa, ya que ha descubierto que tener esa leve incontinencia, no la convierte en una vieja chocha, si no que continúa siendo –si es que lo era de antes- una mujer vital, alegre y feliz. Cierto que, si eres boba, ponerte una compresa no te hace cambiar la bobez.

Habían cambiado el guion y pintaron a las mujeres con incontinencia urinaria leve, cual viejas locas en un espectáculo de “chicos”, (en inglés), meadas de risa, porque la compresa no se nota… Señores, ni lo uno ni lo otro. “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.

 Actualmente, en 2024, el anuncio lo muestran con una mujer sentada en el excusado, empapando con un chorro de agua, una compresita finísima que todo lo absorbe, vertido el dicho chorro de agua desde una jarra… ¿De verdad hay que escenificar tan absurdamente, soltando una cantidad impensable, para enseñar cómo absorbe unas gotas de pis la susodicha compresa? ¡¡Unas gotas de pis!! No el canal de Panamá entrepernil.

¡¡Qué poca imaginación señores!! Y qué suerte, que, además, reciban una pasta por semejante poco acertado “trabajo”.

 Más tarde, lo que “echaron por la tele” fueron anuncios de gente que puede y no puede evacuar, convirtiendo sus vidas en una mierda… o no.

Al parece evacuar con la naturalidad que íntimamente cada mortal lo hacemos cada día, (o deberíamos hacerlo), ha inspirado a los creadores de contenido publicitario, y muestran un producto milagroso y parece que los efectos son fulminantes.

Tiene su gracia, la verdad, las historias que han inventado para no pronunciar las “impúdicas” palabras “pedo” o caca”.

 El anunciante hizo varios escenarios para un mismo fin: una abuela remilgada con aires aristocráticos junto a su nietecita no menos delicada, contándole fuera de toda lógica escatológica, que es estreñida y que se le caen los pedos, que la nieta se ve que no ve, pero “siente” en el alma.

La lógica del anuncio no veo que esté mal, aunque cuando lo “echan” a la hora de comer, nunca es agradable saber si la aristócrata se pee en el sofá junto a su nieta en vez de salirse al pasillo para no atufar a la pobre niña.

 No haré publicidad de la marca (no me pagan por ello), (ya me gustaría), producto que, al parecer, cura el colon irritable, aunque a mí lo que me irrita es la cara de boba de la “aerógrafa”.

 Como sea, se ve que el milagroso producto hace su efecto y la abuela deja de necesitar “aeropumba” porque sus gases no están ni se les espera, aunque ella lo anuncia a los cuatro vientos (nunca mejor dicho) y con la misma hidalguía en la voz, cuando con emoción constreñida le dice a la niña a bombo y casi platillo: “se han ido, se han ido”, y la nieta lo celebra: “se han ido, se han ido” y lo festejan como si en vez de los ancianos gases en toda la extensión de la palabra, se hubieran librado de una invasión de moscardones gordos… ¡¡Pedos niña bonita!! ¡¡Tu abuela se tira pedos!!

Que dan ganas de decirle a la señora, que las cosas se llaman por su nombre, con naturalidad porque cada uno tiene el título que hereda, y ella en ese anuncio será por siempre “la abuela pedorra”.

 Otro anuncio del mismo artículo lo escenifican un padre y su niñita.

El aquejado de tal monstruosidad gaseosa es el padre, y la niña tan tímida como boba, en susurro con una manita tapando su boca, como si con ello le quitara importancia al “delito” explica: “mi padre antes se tiraba pedetes”, tal como si estuviera diciendo: “mi padre robó el banco de España” … Niña, maja, tu padre no tira pedetes, Tu padre ¡¡se zurra como un general!! Porque sabe que, si no lo hace, se le acumularán como bombas en las tripas y para no salir volando como un zepelín, tienen que tomarse las pastillas anunciadas.

Los padres han leído en algún cementerio “Por aguantarme un peo aquí me veo” … y no están dispuestos a concederle a la vida tal dispendio.

 Del mismo artículo, otro señor, con su mascota al lado, se queja de aquejarse de idéntico problema, y el animal, sin estruendo que le avise del lanzamiento del cohete, sale huyendo sin decir ni “guau”, para no zampárselo crudo. ¡¡Animalito!!

Hoy tocó esta clase de anuncios, otro día hablaremos de otros que seguramente también merezca la pena recordar porque tema hay para mucho… y anuncios tan malos que merecerían pena de cárcel, demasiados.

 Aquí os dejo otras de mis añejas crónicas sobre parecidos temas al que hoy nos ocupa:

 http://el-rincon-de-mis-poesias.blogspot.com/2008/12/si-hueles-no-lo-luzcas.html  

  “SI HUELES NO LO LUZCAS”. ESCRITA EN 08/05/1999 Y PUBLICADA EN 06/12/2008

 https://marisa-alaejosysuscosas.blogspot.com/2011/07/los-anuncios-publicitarios-en.html

 “LOS ANUNCIOS PUBLICITARIOS” ESCRITA Y PUBLICADA EN 22/07/2011

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