LA TRASCENDENCIA DE UN PEDO 01-09-2024
Si Dios nos creó pedorros, ¿Quiénes somos los humanos para contradecirlo? ¿Por qué nos empeñamos en esconder el aire que nos invade? ¿Quién fue el primer inconsciente que se le ocurrió que los pedos son la parte deshonrosa de nuestro cuerpo? Seguro que fue el mismo que inventó el Laísmo, Leísmo y todos esos gilipollismos lingüísticos.
Una de las primeras adivinanzas que mi padre me enseñó, fue la que seguramente todo el mundo recuerda: “Entre dos peñas feroces sale un hombre dando voces”. De ahí la foto tan bonita y nada escatológica que he utilizado para editar la entrada.
Guardarse los pedos para ocasión de intimidad, puede ocurrir que el propio pedo diga… ¡¡Pues ahora no salgo!! Y con razón… pobrecico que no le queda otro remedio que vengarse por habérnoslo guardado y nos produce dolor, daños intestinales y sufrimientos innecesarios.
Todo esto podría evitarse, si no estuvieran tan mal vistos, como bien reídos.
Nos rascamos en público libremente, cualquier parte de nuestro cuerpo, (sobre todo los varones). Lanzamos perdigones al hablar, tosemos, estornudamos, a veces con lluvia de estrellas y hasta nos sonamos los mocos públicamente, y eso sí me parece asqueroso y repugnante. Sin embargo, hemos demonizado al pobre e inocente aire expelido por el ano, al que ahogamos como si fuera culpable de existir.
El pedo por propia voluntad no le ha hecho nunca mal a nadie, más bien al contrario, porque el verdadero mal es ocultarlos, ya que dejarlos volar libremente es lo que los doctores recomiendan, aunque a decir verdad, tampoco en eso les hacemos caso.
Cierto es, que, si el pedo sabes que va a venir en compañía ingrata para la nariz de tus alrededores, ahí si está tu educación, para separarte un poquito y evitarles tan nauseabundo momento. El pedo es tuyo, ¡¡Pos pa ti!! Tampoco es necesario ni obligatorio compartirlo.
Como todo en la vida, los pedos también pueden tener su propia personalidad, y aunque muchos no le encuentran la gracia, es lógico… son etéreos y no se ven… como la H.
Sin embargo, en este caso, la “h” hace notar su presidencia de muy distintas maneras y aunque hay muchas formas y para todos los gustos, de entender nuestras ventoleras, aquí os dejo unas pocas…
Sí, ya sé que todos sabéis de qué hablo. ¡Quién no conoce lo que es un pedo! Vivimos acompañados de ellos, como cualquier vecino molesto.
Lo que pretendo con este escrito, es que los escuchéis desde otro punto de vista, y como el nombre lo sabéis, aquí os dejo algunos de sus apellidos:
- Lastimero: Se abren paso como pueden y al salir apretaditos como pidiendo perdón, emiten un sonidito ridículo, que dan más pena que asco.
- Inevitable: Pretendes no hacerles caso, pero es inevitable darles salida, por muy imposible que sea el lugar donde hacen acto de presencia, ahí salen sin permiso del portador, con el perfume concentrado que los delata.
- Reunionesco: Los que aprietan en una reunión de trabajo más que un zapato de puntera en un juanete. Aprovechas que el jefe sale un momento a telefonear, relajas el esfínter y no sales volando por la ventana de milagro.
- El que pierde el autobús: Que no es que los vayas soltando mientras corres para no perder el mencionado transporte público, si no que, tratando de utilizar el sonido del motor, aprovechas la coyuntura para liberar el tubo de escape y… acaba antes el vehículo que el sonido.
- Trompeta de fiesta: Así suenan, como una chifla de feria, que casi los escuchas decir: ¡toma, por no invitarme!
- Reivindicativo (aquí estoy yo): Que por más que trates de ahogarlos, ahí están ellos para hacerte pasar un mal rato.
- Inoportuno: Los que llegan en medio de una Misa y no hay escapatoria: los templos tienen una acústica que ejerce de amplificador y aunque fuera un “lastimero”, suena como el más potente obús.
- Embarazoso: Es aquel que se mueve en tu barriga tal y como se mueve un nonato, y te dan ganas de ir al ginecólogo a que te diga la fecha probable del parto.
- Ancianito: (Por no decir vejestorio): van en ristra, como los ajos. No importa que tanta fuerza ejerza el glúteo, se cuelan en tu vida sonando como chifla de afilador. Estos no se tiran, se caen solitos en cuanto levantas el culo de la mecedora.
- Extraviado: Lleva su camino correctamente orientado hacia la salida y aunque lo intenta varias veces, le es imposible, entonces se pone nervioso y sale por el primer boquete que encuentra… Allá vuestra imaginación.
- Póstumo: Es aquel que, tras el certificado de defunción, el fallecido pronuncia sus últimas voluntades, sin coacción, aunque involuntariamente. De haber estado en sus cabales el finado no hubiera cometido semejante tropelía para con sus deudos… ¡O sí! Vivimos discretamente “despeídos”, cohibidos y en esos momentos, sin poder pronunciar las palabras: “esto yo no lo hago ni muerto”: bomba vaaaaaa, cuando nadie puede afearle la conducta. Toda la vida reteniendo gas, porque la sociedad lo exige, o te tachan de guarro si te sales de las normas establecidas y al pasar a mejor vida... el muertecito se va a la eternidad recién peído y asustando a los dolientes, que con miraditas llorosas se echan la culpa los unos a otros sin darse cuenta que ese sonidito póstumo, fue la última palabra del muerto en la tierra de los vivos.
Hay muchísimos más, aunque hoy sólo os dejo esta pincelada… Aunque si habláramos de “pincelada”, estaríamos apellidando a aquellos que hacen acto de presencia en nefasta compañía.
Ya sabes, si además de los mencionados, conoces alguno más, déjalos en comentarios y los exponemos.
Si tienes buen sentido de humor: del humor en todos los sentidos, seguramente en muchas ocasiones has reído de los chistes cuyo protagonista es un simple y discriminado pedo.
Pobrecitos. Los ahogamos y no contentos con eso, nos carcajeamos de ellos, sabiendo que no puede defenderse, porque su voz no tiene palabras.
¡Hablar de pedos está feo! Quien afirma tal sandez ¡qué poca gracia gasta en su vida!
A ver después de leer esta airosa crítica, cuantos de mis lectores ni siquiera habéis sonreído…
¿Muchos? ¿De verdad? ¡¡Hacéroslo mirar!!