lunes, 22 de marzo de 2010

COMILLAS Y SAN VICENTE DE LA BARQUERA 27 Y 28 JUNIO de 2009


27-junio-
 
  Pese a que las excursiones elegidas y programadas para la temporada 2009 eran atractivas, circunstancias adversas hicieron que en dos ocasiones no se llenara el aforo del autocar y, por tanto, hubieron de suspenderse con gran pena para aquellos que esperábamos con ilusión tanto la de mayo como la de octubre.

Así pues, sin saber que sería la única, afrontamos felices la de fin de semana a la playa, en este caso a Comillas y San Vicente de la Barquera, en las postrimerías de junio.

Amaneció un día con fresco mañanero que hacía presagiar poco agobio de calor, aunque los que les gusta la playa deseaban que el sol apretara un poquito más para garantizar un buen baño, no siempre posible en Cantabria. De todas formas, hasta llegar a tocar arena y olas marinas aún quedaba mucho rato.

Puntual, a las 8,15 de la mañana, avistamos el autocar cargado de alaejanitos; terminamos de llenar el portaequipajes y el vehiculo puso rumbo a nuestro destino.

A las 10 de la mañana realizamos la primera y obligada parada de media hora en “Alar del Rey”, concretamente en el habitual restaurante “La Cueva”. Después del cafelito y el pis de rigor, algunos se dispersaron hacia una tienda del pueblo para aprovisionarse del rico e imprescindible pan recién hecho.

Tras el parón, reemprendimos de nuevo el caminito hasta Cabezón de la Sal, donde llegamos casi al medio día. Hicimos una parada de casi media hora sin bajar del autocar para que se unieran a nosotros algunos amigos, entre ellos Idoia y Héctor, que está hecho un hombretón.

Sin movernos del sitio despedimos al nutrido pelotón, en este caso formado por -atención a estos nombres-: Pablo, nuestro mundialmente conocido Churrero; Antxón García, nuestro flamante presidente; César y Luis Salamanqués… -que no nos falte de ná-, que rodarían unos 60Km hasta encontrarnos en Comillas, aunque también para eso aún quedaba mucho rato.

Poco después de la salida de los ciclistas, el autocarero nos “descargó” no lejos de allí, en el mismo Cabezón de la Sal, donde pudimos visitar un antiguo poblado cántabro. Bonita forma de saber cómo vivían nuestros antepasados, seguramente felices sin las moderneces que tenemos actualmente. Ellos, sin nada, se ocuparon de ir inventado todo aquello de lo que ahora disfrutamos.

Después de la edificante visita, juntos pero no revueltos, bajamos una cuesta hasta llegar al centro del pueblo donde contemplamos algunos edificios emblemáticos que nos enseñó la guía que, a tal efecto, trabaja en la Oficina de Turismo “cabezonil”, y luego, hasta cumplir dos horas de visita, paseamos por un gran mercadillo para goce y disfrute de quien le gusta esta clase de “fisgoteo”, no sin la leve protesta de quienes ansiaban playa, playa, y más playa.

Poco después de las 2,30 de la tarde, abordamos de nuevo el vehículo camino a Comillas, amenizados en todo momento por Héctor que, “dueño” del micrófono, nos dio un precioso recital de gorgoritos con esa preciosa voz de niño de 3 años despierto y espabilado, y sin el habitual “pudor” que a esa edad podría sentirse al cantar ante un auditorio tan participativo como tenía el pequeño.

Muy cerca de las tres de la tarde llegamos al primer destino, a las afueras de Comillas, coincidiendo con la llegada de los ciclistas y sin ocasión de poder jalearles a pie de calle, pero sí desde nuestros asientos.

Bajamos para “estirar” las piernas y, antes de desneverar el autocar, esperamos pacientes -¡que menos, después de su esfuerzo!- a que los ciclistas se cambiaran de ropa dentro del vehículo, cómodamente resguardados de miradas indiscretas.

Nos encontrábamos rodeados de un paisaje montañoso, que contemplé llenando mis pulmones de aire puro y la vista del verde de aquel prado. Fui girando sobre mí misma para poder ver toda la hermosura que me rodeaba y…

¡Qué vi! ¡Qué fue lo que vi!
Cuando miraba extasiada
un paisaje puro y bello
y me encontré con aquello
que en modo alguno esperaba.

Volví el rostro consternada
púdica como novicia
y a nadie di la noticia
de tamaño desatino.

¿O era acaso algo divino
lo que mis ojos con fugaz temblor miraban?

¡No, por dios! ¡Yo lo aseguro!
Aquello que vi era un culo
que pálido, prieto y duro
en desnudez se mostraba.

Con el maillot en el suelo
y el pantalón en tobillos
no miré por el rabillo…
del ojo; ¡No soy tan mala!

Volví a admirar el paisaje,
confieso un poco azarada,
y no solté carcajada
por no alertar al pasaje,
ni tuve gran comezón,
ni diré quien era el dueño
de nalga que así mostró.

Aunque diré con soltura:
no me seas caradura
y otra vez para cambiarte
¡¡Sube al autocar… amigo!!

Cuando estuve segura de no volver a topar con nada “censurable”, crucé la estrecha carretera para encontrarme con mis amigos y la comida que, sea la que sea, sabe tan rica en plena naturaleza, aderezada con el olor de aquella hierba donde nos aposentamos… He de decir que mucho más ricas hubieran estado las viandas de haber tenido a “mano” mesas, bancos y demás comodidades tan apreciables cuando no se tiene siquiera un tronco de árbol donde apoyar la espalda.

Recogimos pronto el hato, quizás por lo poco cómodo del hermoso sitio y por la premura que seguían teniendo los “playistas”, que veían peligrar su ansiado baño al ver cómo se nublaba el nunca del todo soleado día -de temperatura maravillosa sin agobios de calor-

A las 4 de la tarde “desrodamos” un trozo de camino para llegar hasta el pequeño, limpio y bien equipado “Hotel Joseín” donde teníamos reservado alojamiento. Tras instalarnos y enfundarnos el bañador, bajamos a la playa… o a la siesta: al tener el hotel en la misma orilla había opción para que cada uno hiciera lo que quisiera.

Muchos aprovecharon la playa hasta el último rayo de sol; otros, después del paseo por la orilla y el baño de brisa, paseamos tranquilamente hasta el centro del pueblo que tiene edificios preciosos y que merecía la pena ver, ojeando también un buen sitio para cenar. No conocíamos ninguno y se ve que no elegimos mal porque, cuando salíamos de llenar la andorga, en aquel establecimiento había varias “cuadrillas” de alaejanos haciendo lo mismo que nosotros.

Poco a poco fuimos reuniéndonos con todos ellos y juntos paseamos nuevamente por “El Capricho" de Gaudí; así pudimos verlo a plena luz del sol y con la iluminación nocturna saboreando un rico helado. Después regresamos al hotel entre conversaciones y risas tan sanas como el aire puro de aquel pueblo. Hacía una noche exquisita.

28-junio-

Tras una tranquila y relajante noche, amaneció un precioso y soleado día. Duchita “espabiladora” antes de bajar a desayunar.

Las maletas debían estar en el autocar a las 10,30 porque iba a estar cortada la carretera para dejar paso al Campeonato de España de Ciclismo en Ruta, y como no debíamos abandonar el hotel hasta las 12 de la mañana cada uno disfrutó de su tiempo como más le gustara: unos paseando, otros a la playa… y yo escribiendo frente al mar, sintiendo la brisa y el sonido de las olas. Es relajante y desintoxicante para el espíritu rodearse de tranquilidad; lástima que sea por tan poco tiempo, porque tener el mar frente a la ventana despierta estos sentimientos ñoños.

La vuelta ciclista a la que antes aludía pasó por delante de nuestro hotel a las 12, 15. En cuanto nos dieron paso, subimos al autobús y rodamos rumbo a San Vicente de la Barquera, lugar de destino hasta las 5 de la tarde aunque, una vez más, aún faltaba mucho para esa hora y teníamos por delante un intenso día.

Poco después de nuestra salida, ya en ruta, fuimos obligados a aparcar en la linde para dejar paso a la vuelta ciclista que, por segunda vez el mismo día, se cruzaba en nuestro camino… y no sería la ultima.

Adolfo, Antxón y Luis bajaron la pancarta del club y, orientándola hacia arriba, vitorearon el paso de los ciclistas… y de los helicópteros de televisión que pudieron captar la inscripción de la pancarta: “Club Cicloturista Alaejos”.

Tras ver pasar la vuelta, continuamos viaje.

Llegamos a San Vicente casi a las dos de la tarde, con el tiempo justo para buscar donde comer.

Entre unas cosas y otras se nos habían hecho las 4,30 y, tras volver a ver pasar y jalear por tercera vez a los ciclistas de la carrera que parecía perseguirnos, había comenzado a refrescar y a nublarse, de forma que a las cinco de la tarde, al llegar puntualmente a la estación de autobuses para emprender el camino de regreso, comenzaban a caer las primeras gotas.

La media hora de obligada parada fue de 19 a 19,30 en Herrera de Pisuerga. También llovía un poco y la temperatura había descendido notablemente. Más parecía otoño que recién estrenado verano.

Cuanto más nos acercábamos a Valladolid, veíamos las nubes más cargadas; tanto que, al entrar en la avenida de Burgos, eran las 21 horas, se había hecho completamente de noche y diluviaba sin duelo. Tuvimos que sacar las maletas del autocar en patera. Adolfo se vino arriba y no dudó en desnudarse el torso para no mojarse el niki.

Los que continuaban viaje hasta Alaejos, pasaron el turbión bajo techo.

Una vez más habíamos cumplido los horarios de salidas y llegadas, los dos días de excursión sin percances dignos de destacar y con las vivencias calentitas para ser plasmadas en esta crónica.

Igual que desear buenos días a amigos y conocidos no es monótono ni aburrido, ni cansa, porque es lo correcto y lo hacemos casi sin pensar, sólo porque nos sale del alma, del alma me sale:

Aunque no sea lo obligado
ni me mueve el cumplimiento,
dejarme por un momento
que haga aquí una reflexión
y que a la organización
muestre cariño y mi aliento,
porque sé que es sentimiento
común en socios y amigos,
de este club que compartimos
de deporte y diversión,
agradecer el trabajo
de aquellos que sin lucrarse
no dudan en implicarse
y hacerlo no bien, ¡mejor!

Hasta las próximas crónicas 2010 amigos.

viernes, 12 de marzo de 2010

QUERIDO HERMANO TOÑO

Querido hermano: el único por cuyas venas corre la misma sangre que la mía.

De pronto me he dado cuenta que en mis múltiples escritos publicados –que no privados- no he hablado mucho del amor que te profeso y hoy, parece ha llegado el momento de hacerlo.

Quiero regalarte el oído porque quiero, porque te lo mereces y porque quiero compartir este sentimiento con mis lectores (perdón por la petulancia en plural, pero recuerda que lectores es a partir de dos; lector sería uno y me consta que son algunos más).

Me gusta mirar tus hermosísimos ojos verdes cuando sonríes. Me encanta disfrutar tu estruendosa carcajada y ver dibujada en tu cara la sonrisa del niño que escondes tras tu frondosa y cada vez menos pelirroja barba.

Muchas veces me gustaría volar contigo a una isla desierta, donde sentados cómodamente en la arena mirando al mar, disfrutar de una puesta de sol en la atardecida compartiendo recuerdos.

Cada vez que hablamos de aquella época en que compartimos infancia y juventud bajo el confortable techo del hogar paterno que nos vio nacer con sólo 18 meses de diferencia, muestras esos recuerdos tan nítidos como si lo vivido hubiera ocurrido ayer y hasta allí nos transportamos felices.

Volvemos a ser niños, el tiempo se detiene y la magia fluye.

Todo el mundo sabe que te adoro, que eres un puntal en mi vida que si me faltara, se derrumbaría por completo. Eres el mejor hermano que pudiera soñar y eres mío, solamente mío; nadie más es tu hermana, sólo yo. La única que te daba patadas bajo las impolutas faldillas de la estrecha camilla; repitiendo y contestando a las tuyas hasta lograr “quedar encima”.

Siempre era así en las peleas infantiles y púberes; por mucho que fueras el chico; el fuerte, y yo la niña, siempre terminaba dando yo el último toque, aunque fuera un suave roce en tu espalda para que ni notaras que una vez más te ganaba la batalla.

Tu plato de porcelana blanco con el borde rojo y el mío con el borde azul (¿O era el revés?). Tu sillita de madera con la “A” grabada en el asiento y la mía con la “M”, así no habría discusión posible de “No me cojas esto o aquello que es mío; no, es mío”… peleas tan encarnizadas que terminaban con un tirón de pelos, una pellizquina o patadas en las espinillas… y mi suave roce sobre tu espalda.
¡¡Quién pudiera volver a la cuadrita a montar una “caseta de tiro”!!

¿Recuerdas? ¡Ya lo creo que recuerdas! ¡Mejor que yo!

Fabricabas tu propio tirador; ¡juguete caro donde lo hubiera! Yo esperaba a la puerta de la casa y a todos los chicos que pasaban, les invitaba a entrar. Por el módico precio de una perra gorda (quizás una perra chica o un realín) tenían opción a disparar y ganarse el indio que derribaran. ¡¡Ya eras mayor para jugar con los indios!! Y con el dinero que sacabas tenías para comprarte quizás algún “tebeo”.
Recuerdo tu cara de desolación el día que del “poyo” de la ventana de la sala te robaron los ciclistas.

Tenías un gran pelotón de minúsculas figuras que cada día cambiabas de posición; pasabas horas jugando con ellos emulando al mítico Bahamontes.

Algún baboso tuvo la feliz idea de romper tu sueño y arrampló con los que pudo, dejándote tan sólo un par de ellos que para nada servían.

Estoy segura que recuerdas quién te lo regaló, porqué y cómo. Yo sólo recuerdo lo mucho que te gustaban y el disgusto que te llevaste cuando te los robaron.

Recuerdas cuando me decías: “vamos a jugar, tú eras la princesa y yo el princés”… Nunca has dejado de ser mi princés.
Podría continuar hasta llenar un montón de páginas, pero ya habrá más ocasiones para seguir hablando de nosotros.

¡¡Qué tiempos hermano!! Ahora ya peinamos canas –que yo me pinto- y ensanchamos la epidermis… o el mismo pellejo, porque en cuerpos escuálidos no cabe todo el amor que tenemos para dar y recibir.

Te quiero hermano; tanto como se que me quieres; aunque tú no lo digas por escrito porque sólo me escribes de tarde en tarde en ese italiano barroco que tanto nos hace reír.

viernes, 5 de marzo de 2010

VOY A SER ABUELA

Pues sí, voy a ser abuela. Mi hija Cecilia y mi yerno David van a ser papás.

Hace tanto tiempo que deseaba dar esta noticia, que ahora me he quedado sin palabras para poder explicar tanta alegría, aunque de lo que estoy muy segura es de que NO me siento más vieja desde hace casi tres semanas que emocionados nos dieron la noticia.

Estoy feliz. Toda la familia y los amigos a quienes ya les hemos comunicado la buena nueva lo están. Porque nos conocen y nos quieren se han alegrado mucho por nosotros.

Aun falta demasiado tiempo para que llegue el momento de verle la carita y tenerlo en brazos, y mi nieto ya ha comenzado a cambiarnos la vida.

Ahora seguimos con mimo la espera pendientes de todo lo que siente mi niña. Todos en esta casa disfrutamos del embarazo tanto como ellos dos.

No hay prisa, todo debe llegar a su debido tiempo y como siempre, vamos a estar a su lado durante el tiempo que duren los lógicos “malestares” y les ayudamos a olvidar los temores de padres primerizos.

He querido compartir con todos vosotros mi enorme felicidad; podría ponerme ñoña y decir un montón de cositas tiernas dedicadas a mi nieto, pero eso lo dejo para más adelante.

BIENVENIDOS...

... A este Blog creado para difundir noticias e historias de mi pueblo. Espero que encontréis aquí lo que andabais buscando. Si no es así y creéis que puedo ayudaros a conseguirlo, dejad la pregunta en un comentario, y a la mayor brevedad será atendido. Gracias por venir.