sábado, 21 de mayo de 2022

EL MILAGRO DE MI BISABUELA PETRA “LA CASITERA”

Os contaba hace unos días en la crónica: “Nstra Sra de la Casita en Alaejos”, la leyenda de la aparición y milagros de esta imagen, patrona de mi pueblo. Hoy vengo a contaros la particular historia de mi familia al pie de la ermita de Nstra Sra de la Casita.

 Por lo que a mí me toca, estoy muy orgullosa de ser de Alaejos y de pertenecer a la familia a la que pertenezco, pero en este caso, orgullosa de ser biznieta de Petra “La Casitera”, apodada y conocida por todo el pueblo con ese apelativo porque vivía al cuidado de la virgen en una pequeña casa al ladito de la ermita. Una casita encalada siempre inmaculada. Con amplio portal de piedras gordas y relucientes como si fueran de carey y no eran más que pedruscos fregados a mano. Mi bisabuela tenía la casa limpia como el viril  (que no sé lo que significa pero lo decía mi abuela Felisa cada vez que se refería a una limpieza impoluta).

 La bisabuela Petra, mujer menuda y ¡menuda mujer! Que sin ser Catalina de la Cruz, ni santa, dedicó su vida a mantener la ermita impecable, reluciente y sobre todo, dedicó muchas horas de esa vida a acarrear el agua en su cántaro de barro desde “el pozo de la Casita” hasta su casa, para cuando llegaran los devotos a rezar a la Virgen, no les faltara agua fresquita en “la botija” y un ratito de charla al fresco del portal para calmar el calor en verano, el cansancio del camino en toda época, sobre todo cuando había romería que la casa se llenaba de gente sedienta, y sin perras pa gastar en el puesto ambulante de gaseosas y limonada que ponía mi padre con su madre a la sombra de la ermita.

 Mi bisabuela Petra a la que llamamos siempre con mucho amor “la abuela vieja”, nos duró hasta los 99 años. Después de ella nunca hubo otra Casitera, y bien que se notaba en el mantenimiento de la ermita y de la casa aledaña.

Milagro era vivir en la soledad de aquella casa en la que crio a sus hijos y algunos de sus nietos, sin luz, ni agua corriente… ni comodidad alguna, y aun así regalaba sonrisas y el amor por la Virgen a todos nosotros.

 De alguna manera, esa pequeña vivienda, era “la casa de mi abuela vieja”, por eso me daba mucha ternura ver aquella casa junto a la de nuestra patrona; tanta ternura como pena al ver el deterioro que adquirió con los años y la rabia al verla derribada sin opción a restaurarla. Aquella sí era “la casa de La Casita” y fue pasto del derrumbe como lo fue el pozo del mismo nombre (el que fue) ahora sustituido por otro que en nada tiene que ver con aquel más modesto e impregnado del entorno ermitaño y entrañable.

 Ahora sobre ese mismo terreno que ocupara la casa de mi bisabuela Petra, han levantado una fuente el pasado mes de agosto de 2021.

Me llegó la noticia de que habían inaugurado una fuente de agua milagrosa. La fuente cuyo mosaico frontal muestra la imagen de la Virgen, la retama y Catalina (un tanto rara de labios) y un pergamino donde puede leerse (mientras no lo esporcellen a pedradas), la siguiente lectura:

  “Corría el año 1490 y afligía el reino una gran sequía.

 Vivía en Alaejos una santa mujer llamada Catalina de la Cruz.

Hallábase Catalina por el campo buscándose el sustento y lágrimas lloraban sus ojos, cuando rayos de luz celestial salían de una retama y en medio de luz celestial la portentosa imagen de una matrona, que era la madre de Dios.

 Es fama conservada por la tradición que esta tierra disuelta en agua consiguen la salud que se implora a la Madre de Dios.”

 Aunque ligeramente diferente a la primera información que me llegó: “de la fuente brota agua milagrosa”. Puesto que el agua que llega a ella es por una tubería de suministro potable, no manantial.

  Si corriera el rumor de que en Alaejos hay una  fuente de agua milagrosa, o una arena milagrosa que sana disuelta en agua, no creo que lleguemos al punto de comenzar ahora a ver por Alaejos a gente peregrinando hasta la fuente, ni se convertirá “el camino de la Casita” en un nuevo “Camino Santo” cuajado de peregrinos, y que si ocurre, pues bien le vendrá económicamente al pueblo, aunque no sé si tanto a los riñones del que lo beba y en vez de curarse de otra dolencia, sea aquejado de enfermedad renal por “atasco en los filtros de las tuberías”.

 Esa historia de la arena milagrosa la desconocí hasta que leí el mentado pergamino, y como yo, las gentes de mi pueblo con las que hablé, tampoco la conocían e incluso nos sirvió para un ratito de chanza con el humor irónico que adorna a algunos de mis paisanos.

Pedrito, un hermano de mi madre con apenas 17 años, enfermó gravemente y  al hablarle de la nueva fuente, mi tía Chus que por aquel entonces era una  niña, me contó que recordaba vagamente que en un preciso lugar que me dijo, pudiera existir esa tierra que mi bisabuela extrajo para dársela a su querido nieto Pedrito que a los pocos días de beberlo, falleció y subió al regazo de la Virgen.

Si verdaderamente esa arena curara, los alaejanos seríamos eternos… ¡¡Qué pereza!!

A  mi joven tío no le salvó la arena disuelta en agua ni la fe de mi bisabuela, mis abuelos y familiares…  al dársela a tomar, ni pudo salvarle la penicilina que se descubrió muy poco tiempo después de su fallecimiento.

Desde entonces él sabe toda la verdad del misterio de la vida, la muerte, la arena, el agua y la lluvia que riega los campos de Alaejos… y de todas las demás tierras de labranza que la necesitan. Eso sí, milagrosa o no, la lluvia cae cómo y dónde quiere.

 La verdad es que de siempre he tenido claro que los milagros no existen si no te curras la rogativa: Le pedía a la virgen aprobar los exámenes poniendo en cada uno de mis libros “Virgen Santa Virgen pura, haz que apruebe esta asignatura”; nunca llegaba a casa con menos de cuatro cates, por eso mi lema para mi Virgen de la Casita es: “Te quiero tanto que no te pediré imposibles para no tener que dejar de quererte”.

De La Casita me emociona incluso escuchar la campanilla, por cómo vi a mi padre -ateo redomado- bailar y llorar ante su imagen. Por ese mismo motivo puedo decir que creo en ella,  pero también creo en las buenas energías porque de “esos milagros” si he recibido palpablemente muchos en mi vida.

 Nuestra Chiquitita no es tan famosa como la de Lourdes, Fátima, Regla, Soterraña o la mismísima Guadalupe mexicana.

Todas ellas honradas y respetadas por sus devotos, tanto como lo es La Casita en Alaejos. Una Virgen tan milagrosa como cada uno quiera creer. Lo cierto es que en una cosa estamos de acuerdo todos los alaejanos: nos une el amor por nuestra Chiquitita vayamos o no a misa. Creamos o no en el milagro que se le atribuye; por encima de casi todo, amamos a la Virgen de La Casita y en torno a ella hemos festejado en unión y armonía la semana pasada como bien sabéis.

Ya os dije que cada 10 de mayo y 8 de septiembre conmemoramos la fecha de su aparición… o quizás el 10 de mayo se apareció y el 8 de septiembre lo que conmemoramos es el fruto de  aquella gran cosecha que se pudo recoger a raíz del agua de lluvia que envió la Virgen aparecida.

Desde esa fecha cuando hay sequía se le pide esa lluvia y en más o menos tiempo llueve… ¿milagro? También podría ser ciclo vital.

 Al ver la fuente, me emocionó pensar que esa agua que tan fácilmente “mana” ahora de su grifo, es el agua de “La Casitera”, porque casi del mismo pozo al grifo llega.

Lo demás, seguramente es lo de menos, aunque ya nunca nada será lo mismo.

 

Manuscrito en Alaejos el 8 de septiembre de 2021 

No hay comentarios:

BIENVENIDOS...

... A este Blog creado para difundir noticias e historias de mi pueblo. Espero que encontréis aquí lo que andabais buscando. Si no es así y creéis que puedo ayudaros a conseguirlo, dejad la pregunta en un comentario, y a la mayor brevedad será atendido. Gracias por venir.