Sí,
lo reivindico. No reniego del saber porque no ocupa lugar ni hay que limpiarle
el polvo o buscarle hueco entre nuestros cachivaches.
Entre
lo mal que empleamos la gramática (cada vez menos con lápiz y papel),
utilizando esas abreviaturas ininteligibles en los mensajes a móvil (cada vez más),
y los palabros extranjeros por los que cambiamos nuestras palabras
(cada vez más y más), vamos perdiendo la identidad idiomática y pronto no sabremos
mantener una conversación en nuestra lengua materno paterna.
Me
parece estupendo saber idiomas para manejarse divinamente cuando vamos a países
extranjeros, pero si el castellano (o español, que tanto da), es tan rico que
tiene todas las palabras necesarias para poder entendernos, ¿Por qué renegarlo
o relegarlo
a un segundo plano?
Extranjerizar
nuestro idioma no me parece de inteligentes, ni tan siquiera de modernos, me
parece otra cosa mucho más grave, porque si seguimos así, terminaremos
perdiendo hasta el rabillo de la eñe, tal y como perdimos nuestra
añorada peseta.
Somos
un país turístico y como tal, es bueno aprender idiomas también para adornar el
currículo,
o para entendernos con los que vienen. Me parece justo, sí… O no…
En
Eurodisney,
no todos los trabajadores de nuestro país vecino sabían español y la mayoría ni
se molestaban en entendernos o hacerse entender. ¿Carácter francés? ¡Podría ser!
Pero en España a pocos de los trabajadores en empresas turísticas no se les
exigen idiomas para optar al puesto.
Por
el contrario: estando en Ibiza, en un hotel donde me alojaba
con mis hijas mayor y pequeña, entré en un ascensor en el que viajaban dos
palos de luz sin "jiqueras"; más serios que una gárgola. Educadamente dije “Buenas
noches”; a lo que ninguno de los dos cambió el gesto. Podrían haber sido mudos
o sordos, pero no.
Al
no obtener respuesta insistí mirando sus caras de Pujo: “¿Buenas noches? ¿Hola?”
A lo que la prima lejana de la reina de Inglaterra sin mover un músculo facial
contestó amojamada: “In Inglisshh”. Claramente pretendiendo que me
dirigiera a ellos “In su Inglisshh natal”. No me dio la gana. ¡Faltaría más! Simplemente
contesté: “¡¡Ahhhh!! ¡¡¡Buenas noches!!!”.
Es
decir, si es bueno que yo sepa idiomas por si una vez salgo al mundo
extranjero, ¿No es de lógica que una raspa de rape sepa decir “Hola”
en español cuando viaja a España? O entender que les están saludando educadamente
y contestar en su idioma si no son capaces de hacerlo en el nuestro.
Afortunadamente
no todos los extranjeros que vienen son tan estúpidos como aquella
pareja, ni todos los españoles son tan estúpidos como yo, que no soporto
escuchar “runin” o “raner” a un paisano (gente de mi país)
que practica correr echando el bofe… ¿De veras no da igual decir correr
que runin?
Son
demasiados los vocablos “guais” que sin darnos cuenta hemos
incorporado en nuestro hablar cotidiano y sin darnos cuenta, el día menos
pensado, habremos perdido nuestras raíces idiomáticas y nuestra identidad
propia.
Sin
ir más lejos, no hace tantos años, teníamos y utilizábamos cotidianamente en Alaejos
palabras alaejanas de pura cepa que se han ido perdiendo
al adoptar idiomas forasteros de puro vino de garrafón.
Me
da tanta pena, que procuro emplear hablado y escrito algunas de esas
palabras para que no sea mi culpa que se pierdan y lo mismo digo para
el resto de mi país, que somos tan gilimodernos, que vamos a hacer insignificante
a la torre de Babel, convirtiendo nuestro magnífico castellano en un lagarejo
de puchas,
que ni el mejor pochitón pagado al pun, va a poder arreglar el cirriburrio.
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