sábado, 30 de enero de 2016

COMIDA DE COMPIS



COMIDA DE COMPIS  30-01-2016

Magnífico sábado. Pese a haber amanecido con espesa niebla meona, la temperatura se suavizaba al tiempo que la niebla desaparecía.
Hoy era el día para que unas cuantas compis tan añejas como animosas y con tantas ganas de reunirnos como de pasarlo bien, acudiéramos a la cita de recuerdos y risas y a fe que una vez más lo hemos conseguido.

Lo de menos es la comida –que estaba lógicamente buenísima- o el sitio elegido –que cambiamos cada año-; lo principal es reunirse a intercambiar recuerdos y charlar del primer al último momento de todo y de nadie.

Como siempre y sin necesidad de aderezarnos de alcohol hasta las cejas,  hemos reído de todo y de nadie, pasando otro inolvidable día olvidando los problemas que nunca faltan y tomando un animadísimo café escrutadas por cinco setas que no nos quitaban ojo y gesticulaban imitando sin ruido la risa contagiosa y sin estruendo de una de nosotras.
Cinco setas prototipo de estupidez, que seguramente critican todo lo que no sean ellas, puritanas y obtusas que se llevarán las manos a la cabeza al ver cómo los jóvenes no se relacionan entre sí por estar con un móvil entre las manos manteniendo conversaciones a través del cacharrito en vez de cara a cara “como se hacía toda la vida de dios”. Cinco setas de caras acelgadas que sólo levantaban la vista de las sendas revistas que ojeaban para mirarnos y cuchichear en vez de conversar de sus aburridas vidas o contarse historietas hilarantes como hacíamos animosas, sin escandaleras,  y sin meternos con nadie…

Cosas de la vida, quienes las teníamos enfrente y veíamos la forma en que nos observaban y murmuraban, perdimos unos segundos de atención a nuestra propia reunión para mirarlas fijamente y saludarlas amistosamente con la mano sin quitarlas ojo para que apreciaran que nos dábamos cuenta de su menosprecio. Acto seguido, cerraron las revistas y se marcharon con viento fresco a menospreciar a cualquier congénere que se lo consienta.
Nosotras, charlábamos y reíamos sin meternos con nadie ni merecer sus gestos de casi hastío tan sólo porque llegamos ocho buenas amigas a interrumpir su sepulcral silencio en cafetería pública y rodeadas de otros clientes, varios niños que correteaban y gritaban felices al lado de sus papás.

Lo cierto es que hemos pasado un día estupendo y después de una copa en copería moderna y acogedora, nos despedimos guardando concertada  la próxima cita en nuestras apretadas agendas.

lunes, 18 de enero de 2016

UN CUENTO PARA LUCÍA



UN CUENTO PARA LUCÍA 18-01-2016

¡Cómo iba yo a dar! Es una frases que he repetido mucho durante los últimos días al ver cómo todo iba quedando… ¡Cómo iba yo a dar! Sigo diciendo viendo todo preparado y listo.

Venga, vamos por el principio: Mi nieta Lucía este año está empezando a leer. Un día les comunicó su profe que una de las actividades del curso consistiría en que cada lunes un niño tendría que leer un cuento para el resto de la clase. El cuento podría ser el que eligiera cada alumno; el que más le guste o el que mejor sepa. Podría optar por llevar un juguete o algo alusivo al texto para una mejor interpretación.
Después, la imaginación de los padres jugaba otro papel no exigido por la docente: el lector (intérprete) protagonista del día, además de su cuento, llevaba a sus compañeros un regalito que en algo tuviera que ver con el texto y rizando el rizo, incluso se disfrazaban temáticamente.
Puestos a ayudar a la niña a elegir su cuento, tarea nada fácil, surgió casualmente algo muy bonito.

Siempre tuve ganas e intención de escribirles cuentos a mis nietas Lucía e Irene, pero aún no me había puesto manos a la obra. Un día que la niña estaba en casa, me preguntó ¿Qué es esto abuelita? ¡¡Una bellota!! Le expliqué (entre otras cosas) que era un fruto, los nombres de los árboles donde nacen y que servían para alimentar cerditos o ardillas.

Cuando mi reina se fue, me visitó la musa, escribí un cuento cortito en forma de verso y se lo imprimí con el tipo de letra que ella aprende en el cole… A Lucía le encantó su cuento y ni corta ni perezosa le dijo a su profe que su abuela había escrito un cuento para ella y que el día que tuviera que leerlo en clase,  lo haría disfrazada de bellota ¡Cómo iba yo a dar! ¡Con lo tímida que es!

Confieso que me hizo gracia la idea, pero nunca pensé que iba a llevarme tan grata sorpresa.
Cecilia –tan sorprendida como yo- empezó a maquinar y no fue fácil todo lo que han hecho hasta el día de hoy, también ayudadas en buena parte por mi yerno David.

Los cuentos infantiles suelen tener mucha ilustración colorida que los hace atractivos a los ojos de los lectores incipientes. El mío no… ¡Pues el mío también! Aunque para mí fue un secreto bien guardado hasta la noche de fin de año cuando a punto de tomar las uvas, Lucía me entregó orgullosa una caja muy bonita que contenía mí… nuestro cuento impreso con dibujitos hechos por ella y su madre y coloreados por la propia niña.
El título para mi enorme sorpresa, lo ha escrito a la perfección  mi pequeña nieta. En la portada colocaron una rama de encina con bellotitas y una bellota de fieltro. En el interior, dibujos alusivos al texto también hechos o coloreados por Lucía.

¡No se puede terminar y empezar mejor el año! Emocionada, feliz, rodeada de las personas que más amo en esta vida y haciendo a mí cuento el mayor de los homenajes. Decidí que voy a registrarlo, cuando lo tenga  os lo mostraré.

Con el año nuevo no paró el trabajo alrededor del cuento. Tuvieron que hacer una réplica casi exacta, teniendo en cuenta que al estar hecho de forma absolutamente artesana, no iba a quedar un calco, pero casi casi.
El disfraz, también tuvo su enjundia y el detalle para dar a los niños son galletas con forma de bellota que también elaboraron madre e hija… incluso la caja donde llevarlas al cole la han forrado y decorado preciosa.

Hoy por fin ha sido el gran día. La niña despertó feliz, como si de un día de fiesta se tratara, se puso su disfraz y al cole la llevó su mami cargada con la cajita. La recibieron sus compañeros con abrazos y aplaudiendo porque hoy le toca a ella contar el cuento. A la hora de salir,  seguía feliz y muy contenta porque lo había hecho muy bien y a los otros niños les habían gustado mucho el cuento y las galletas.

¡¡Misión cumplida!! Trabajo en equipo de padres y niña; ella aprendiendo a leer un cuento que su abuela escribió especialmente para ella y yo… Yo no puedo sentirme más agradecida y orgullosa.

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