miércoles, 22 de agosto de 2007

EXCURSIÓN A OLMEDO -20-Mayo-2007

LLUVIAS EN OLMEDO

Parece que la excursión a Olmedo organizada por la asociación de mujeres de Alaejos estaba gafada.
Esta visita programada en un principio para el pasado 25 de Marzo; al coincidir casualmente con la que tenía prevista el club ciclista, y prever que sería una faena para aquellas excursionistas que pretendíamos realizar las dos; las mujeres de Alaejos decidieron ser ellas las que cambiaran la fecha y optaron por el veinte de Mayo.

La primavera de este año 2007 está siendo muy irregular; tan pronto un par de días hace un calor asfixiante como de repente el frío es invernizo o ni tanto frío ni calor pero te “escalda” de agua.
Toda la semana había transcurrido con temperaturas estupendas, aunque –para no variar- al fin de semana lo anunciaban tormentoso, pero no “tormentoso”, lo anunciaron ¡¡Tormentoso!!

Bien sabido es que por muchos adelantos e inventos de los que disfrutamos, en lo tocante a meteorología, rara es la vez que “el hombre del tiempo” acierta plenamente en sus pronósticos, pero como siempre, cuando menos falta hace, ¡¡atinan!!

El sábado 19, descargó tal cantidad de agua, que Valladolid sufrió algunas inundaciones; no así Alaejos que tras encapotarse por completo el cielo; tan sólo descargó una “tormentilla sin importancia” por la tarde, mientras en la capital cayeron piedras como melones… ¡vale!; como melones no, pero si como pelotas de golf, que ya es un tamaño considerable para un granizo que, naturalmente, causó daños en cristales, contribuyó a que se inundaran garajes y provocó destrozos varios.

Amaneció el anunciado día de la excursión y lo hizo con tímido sol y descaradas nubes que se iban envalentonando a medida que avanzaba la mañana.
Mientras esperábamos la llegada del autocar, una mujer le dijo a otra: -¡vamos a venir con una buena “calda”!
Hacía años que no escuchaba esta alaejanísima palabra para referirse a llegar empapadas de lluvia.
Puntualmente salimos de Alaejos a las nueve y media de la mañana.

Nos las prometíamos muy felices porque las nubes parecían más cargadas justo encima de nuestro pueblo y delante de nosotros se veía claridad.
Conforme el autocar se comía los aproximadamente 40 Kilómetros que nos separaban de Olmedo, las nubes parecían disiparse… ¡Ja! hasta que se “arrebujaron” y puestas de acuerdo, descargaron con furia todas a la vez, en el preciso momento en que abandonábamos el vehículo.
Corrimos bajo la cortina de agua sin poder ver, ni saber si encontraríamos pronto un lugar donde guarecernos.
Unas pocas pudieron hacerlo bajo el pequeño toldo de un kiosco, y otras bajo el alero del tejado de una vieja casa.
Tuvimos suerte y en pocos minutos “escampó”. Enseguida, salimos del improvisado refugio para dirigirnos –sin caer ni una gota- hacia el museo del Caballero de Olmedo.
No estaba muy lejos de donde nos encontrábamos, pero ya teníamos la primera “calda”. Algunas no llevaban zapatos cerrados ni paraguas, ni chubasquero, y estaban “caldaditas” hasta la ropa interior.

El museo es de nueva creación y realmente es un bonito lugar.
Tuvimos que dividirnos en dos grupos para entrar a realizar la visita que constaba de distintas salas, muy oscuras. En cada una de ellas se representaba parte de la obra “El Caballero de Olmedo” de Lope de Vega.
Algunas sentían una sensación de casi claustrofobia y tímidamente procuraban no ser la primera en acceder a la siguiente sala. Una de ellas dijo "bromeando": -“Yo no entro que sale el Camuñas”.
También hacía años que no recordaba el nombre de este personaje imaginario que de pequeños utilizaban nuestros mayores para amedrentarnos cuando hacíamos alguna trastada o para evitar que entráramos en algún lugar donde ellos no querían que lo hiciéramos… “¡como vayas allí, sale el Camuñas!” O: “No hagas esto o aquello que llamo al Camuñas”. O incluso: “Si no te duermes vendrá el Camuñas”… no se yo cuantas ganas de dormir nos quedarían con el temor de cerrar los ojos y ser visitados por el tal “Camuñas”. ¡¡En fin!! Eran otros tiempos y nosotros estábamos disfrutando de una visita al "Palacio del Caballero de Olmedo"; una gran casa solariega del siglo XVII que ha sido remodelada y acondicionada para albergar un pequeño museo del Siglo de Oro.
Este no es un museo cualquiera, es un viaje a aquella época. Este viaje lo realizamos con la ayuda de las nuevas tecnologías ya que las explicaciones se recrean ayudándose de muñecos autómatas, efectos informatizados y películas. En estas películas los actores nos mostraban la vida en aquella época, y a través del teatro, nos hablaban de Castilla.
“Vimos” casi en persona de puro bien realizado, a don Lope, doña Inés, Cristóbal Colón…
La visita se realiza –como ya dije- recorriendo diferentes salas. Comienza con una presentación de los personajes que nos iban a acompañar durante todo el recorrido. Posteriormente pasamos a otra sala en la que Lope de Vega, sentado tras su mesa escritorio, nos daba la bienvenida. Encontramos salas en las que se hablaba de la situación histórica. En otras vimos pequeñas representaciones de escenas de la obra de Lope de Vega... en definitiva: conocimos palpablemente quien fue "El Caballero de Olmedo".
El recorrido duró unos 30-40 minutos. Una preciosa, original y novedosa forma de aprender un poquito de nuestra historia; nuestra literatura… y llevar turistas a Olmedo. Ojala algún día nos inventemos en Alaejos algo así para dar a conocer la historia y monumentos del maravilloso pueblo que nos vio nacer.

Una vez concluida la visita, nos pasaron directamente a una gran sala repleta de cositas para llevarse como recuerdo, entre ellas exponían paraguas que a algunas les vinieron de maravilla.
Desde unos grandes ventanales vimos cómo llovía. Lo hacía con tantas ganas, que parecía que lo hiciera con avaricia, como si no hubiera llovido en meses y las nubes necesitaran escupir toda el agua acumulada.
Tuvimos que esperar un poco dentro del recinto y aprovechamos para visitar los bonitos aseos a ver si “escampaba un poco” y cuando sólo escañaba fuerte, resignadas; decidimos continuar con el itinerario previsto. Total: ya estábamos mojadas; abarnos como garbanzos ¡que importaba ya!

Pretendíamos visitar la bonita iglesia de Santa María, pero en aquellos momentos estaban entrando a misa -bajo el paraguas- algunos niños que habían tenido la mala fortuna de que el tiempo fuera tan desapacible el día de su primera Comunión. Las pobres criaturas no merecían que también les importunara nuestra visita durante la celebración.
Nos resignamos sin ver la iglesia y decidimos esperar otro rato resguardadas en los soportales, pero viendo que no cambiaba nuestra suerte, caminamos hasta el parque mudéjar bajo la suave lluvia que por momentos arreciaba.

Nos hacinamos en la recepción del parque que poco a poco cubrimos de charcos con el chorreo sin duelo de los paraguas y viendo que tampoco nos dejaba la lluvia realizar tranquilas la visita, la recepcionista nos sugirió ir a ver una exposición de plata que había en la plaza mayor y regresar a las cuatro de la tarde a ver si teníamos más suerte y no llovía. Aceptamos.

Salimos hacia la plaza mayor y sin haber salido del entorno del parque temático, dejó de llover. Aun así, no nos arriesgamos a dar la vuelta.
Vimos la tal exposición de plata y después, unas cuantas, tomamos un aperitivo en un bar cercano, mientras otras, hacían –como es natural- lo que les venía en gana.

Entre varios bares y restaurantes buscamos un lugar para comer. Algunas habían llevado bocadillo, otras optaron por pizzerías y otras decidieron buscar acomodo en lugares más económicos.
Nuestro grupo también buscamos algo bien de precio y encontramos el restaurante “El Caballero” un precioso local que algunas despreciaron por costar el menú dos euros más que en el bar donde tomamos el vermú, pero cuando llegaron las dijeron “sape diahí”, regresaron al nuestro y tampoco había sitio ya, con lo cual; por indecisas, tuvieron que irse con viento fresco a buscar acomodo… no sabemos donde; no lo preguntamos porque no somos "meticonas".
Nosotras diez, desde la una que llegamos, tomamos otro aperitivo para hacer un poco de tiempo y entrar a comer poco después de la una y media, para ser servidas sin prisas y no juntarnos con las comuniones.

Acertamos: los camareros amabilísimos, la comida bien servida y muy bien cocinada al precio de 18 Euros por cabeza, aunque pusimos a 20 para dejar bote.

A las cuatro menos veinte salimos felices de aquel local para encontrarnos con el resto de las excursionistas. Paseamos hasta el parque temático, con el buen acierto que comenzó a llover justo en el mismo lugar donde dejó de hacerlo por la mañana.
Primero eran cuatro gotitas, pero cuando ya estábamos todas juntas, de nuevo llovía con ganas y las nubes se habían ennegrecido tanto como nuestra suerte.

A las cuatro llegó la empleada sin disimular la contrariedad de que tuviéramos que finalmente hacer la visita bajo la incesante lluvia.
Todo el recorrido lo hicimos sin que dejara de llover; más bien al contrario, hacia la mitad de él, de pronto, casi sin avisar, comenzó a caer agua “a lo sin sentido” y tuvimos que guarecernos donde pudimos el par de minutos que duró el diluvio universal.

Cuando dejó de jarrear, y nuevamente sólo llovía, dejamos el refugio y buscamos la salida para encontrarnos con el resto de desilusionadas excursionistas. El parque mudéjar es precioso para haberlo podido disfrutar en condiciones, pero el día no quiso aliarse con nosotras.

Habíamos quedado con el conductor en que nos recogería a las seis, pero viendo el panorama, lo llamaron y cambiaron la cita para las cinco.
Cuando abandonamos el parque, “llovisnió” un momentito más hasta que lo dejó por completo. Caminamos por las calles embarradas hasta la parada del puntual autobús que nos devolvió al pueblo con “la buena calda” que vaticinó mi paisana momentos antes de comenzar la excursión pasada por agua.

Al llegar a Alaejos amenazaba con continuar lloviendo tanto como lo había hecho a lo largo del día y al poco de estar "refugiadas en casita"; cumplió con creces la amenaza y cayó otra buena... "calda".

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