miércoles, 16 de abril de 2025

TRADICIONES Y CONTRADICCIONES EN LA SEMANA SANTA

TRADICIONES Y CONTRADICCIONES EN LA SEMANA SANTA 

Valladolid 2025

 El pasado sábado 12 de abril, emitieron por la televisión regional castellana, la procesión que discurría por las calles de la ciudad que me acogió hace 59 años largos, cuando mi familia emigró y perdí mis tradiciones, para adaptarme a las que aquí encontré, y como las que tenía de donde vine, sólo lo fueron por 9 años, y allí hay muchos paisanos que, desde hace 59, me tienen por forastera, tal como aquí soy “la del pueblo”, no me queda más remedio que hacer lo que me da la gana con mis sentimientos, tradiciones y contradicciones. Ejercer cualquiera de ellas, eso me lo permito yo.

 Al emigrar, a 60 Km de mi terruño querido, perdí la tradición de ver mecer en andas, a hombros de sus cofrades más fuertes, con paso acompasado y marcial, a Nuestro Padre Jesús Nazareno, con el ritmo único de la añorada melodía que entonces acompañaba la procesión del Jueves Santo, junto a los rezos silenciosos que yo disfrutaba, participando del cortejo, recorriendo orgullosa, algunas calles del pueblo, de la mano de mi abuela Felisa.

 Me apenó muchísimo cuando algunos años más tarde, la procesión había perdido su esencia, cuando vi a mi querido Nazareno bendecir a Alaejos, acompañado por una banda forastera de cornetas y tambores. Mis paisanos habían comenzado a perder esa tradición musical, como perdieron los cofrades el vestir “de Domingo” para participar en el acto, y comenzaron a cubrirse con túnicas y capirotes. Para mí, ya nunca fue lo mismo, ni parecido sentimiento al que me embargaba viendo a mi abuelo Ruperto y a mi hermano, formando parte de ese respetuoso desfile procesional de Jueves Santo en mi querido Alaejos.

 Por mucho que me digan por aquí y por allá, que parezco andaluza, o que hubiera tenido algún ancestro andaluz, dado el cariño que le tengo a esa tierra en la que me honra tener muchos y muy buenos amigos, he de decir que, mirando mi árbol genealógico, todos mis antepasados y yo misma, somos del mismo terruño castellano de pura y buena cepa.

 Con todo este prolegómeno diré que, la aludida procesión, que por primera vez salía por Valladolid la tarde de un Domingo de Ramos, en la forma que lo hizo, era un Paso, (o quizás debería decir Trono), habrá que escribir con propiedad. Bien, pues, al Paso, aún le quedan años en el taller para lucir mínimamente rematado, aunque ya se vislumbra, que va a ser sureño, de la misma Andalucía.

Está diseñado por los cuatro costados, con difíciles y elaborados torneados, muy floridos y voluminosos, rematando arriba, una serie de arbotantes, que, en consonancia con el resto del conjunto, rodeaban e iluminaban la sacra escena.

Un diseño, tocando la exageración para los ojos y corazones de nuestra sobria Castilla, aun así, y como nos gusta más una contradicción que una propia tradición; las calles estaban cuajadas de contemplantes, que pudieron disfrutar también de una buena tarde sin lluvia y buena temperatura.

La banda que acompañaba al paso, sonaba muy bonita, bien afinada y “andalucita”, aunque no me produjo el “pellizco” emocional que he sentido al asistir a muchas procesiones andaluzas, en directo, o por la tele.

 El Señor de Medinaceli, lucía tan sobrio como lo hizo durante años, tantas veces en procesión por las calles de Valladolid, cuando lo portaban cofrades a hombros, sobre andas, en carroza austera, sencilla, y en soledad, flanqueado por cuatro grandes palmatorias de madera que sujetaban sendos cirios gordos, que creo que en mi pueblo se llamaban “hachas”, y quizás en otros lugares cirio Pascual, por las dimensiones.

 En esta ocasión Jesús procesionaba acompañado por otras tres figuras que completaban la iconografía del paso de misterio: un Centurión con cara de pocos amigos, Poncio Pilato, con la palangana donde iba a proceder a lavarse las manos y la esposa de este, Claudia Prócula, prima carnal de un ninot indultat de Falla valenciana.

No diré la sensación que me produjo ver la cara del Centurión, que miraba a Jesús con reproche, (nada que ver con la que me produjo siempre ver la mirada fiera de Barrona, en otro paso de la Semana Santa de Alaejos).

Aquí habremos vibrado con esta procesión, más tradicional de nuestra querida Andalucía, pero el sentido del humor sigue siendo sobrio y hasta huraño y rancio, sobre todo si se trata de figuras religiosas. En mi castilla me tacharían de irreverente, y no es mi intención la burla… pero mirando al centurión, lo que pensé, lo pensé, y eso no me lo puede prohibir nadie, (de momento).  Aunque cierto es que lo dije en voz alta, pero no lo escribiré… (aunque me quede con las ganas).

 No imaginaba yo, que un trono, repito, tan voluminoso, pudiera transcurrir por la calle Rúa Oscura, pero lo hizo, a la voz del capataz que en perfecto andaluz, indicaba con maestría para que saliera impecable “la revirá”: “dehpacito, la derexa atrá”. o dedicando “la chicotá” a quien necesita del amor y protección de Jesús.

No me burlo del acento, dios me libre, mucho menos si lo habla un señor nacido en Jerez. Sí me quejo y lo sabéis, de la desmesurada incursión de palabros en inglés como se utiliza en mi país, a modo de habitualidad, (porque quienes las utilizan en la mayoría de los casos, no tengan ni idea de lo que quieren decir, pero es mas moderno hablar así) (puaggg), aunque esto es de otra crítica, ya en ciernes.

El acento andaluz todo el mundo lo entendemos, y a alguna incluso nos entusiasma. Además, en el contexto y procedencia del capataz, decir “revirada”, “chicotada” o “derecha atrás”, no le hubiera pegado, aunque sí se pegó un buen golpe en el coco con el costero izquierdo del paso, a la puerta de la iglesia, donde Jesús de Medinaceli, paró para saludar a su madre: Nstra Sra de La Vera Cruz.

 No me chocó cuando lo escuché decir: “tos por iguá valiente” o “al sielo con el Señó”, antes de golpear con el llamador (o martillo), para avisar a los costaleros que trabajaban sin acento bajo el pesado Trono. Me chocó escucharlo en las calles de Valladolid, y mucho más me chocaron los aplausos del público en general, cuando los costaleros levantaban y volvían a mecer al Cristo de su devoción, haciendo menearse la túnica y el cíngulo de Jesús a un lado y a otro en la forma que lo hace un paso transportado a costal, y eso siempre me gustó cuando lo veo en los pasos de la Andalucía que amo por muchas razones.

Quizás no estuve atenta, pero no escuché al capataz decir “mi arma” en esos momentos de íntima comunicación con los hombres costaleros, que, dicho sea de paso, siempre me pone los pelos de punta imaginar el dolor que deben sufrir sus cervicales, y la forma de sufrirlo por Fe, amor y quizás alguna promesa.

Posiblemente me faltó escuchar desde un balcón, una sentida saeta cantada a ritmo de Jota.

No vi al “aguaó”, como tal, ni vi a los cofrades repartir estampas a lo largo del recorrido, a las personas que, en las aceras, a un lado y a otro de las calles, presenciaban en silencio castellano, el paso del Paso. Roto el silencio, como ya apunté, en cada “levantá”, (o chicotá).

Se ve que mis paisanos y aledaños, tampoco han aprendido a pedir: “Nazarenos dame un caramelo”, que se le pide al penitente o “Nazareno” de filas… la cosa es que aquí a los cofrades les decimos “capuchones” y capuchón, no rima con caramelo, con lo cual, habría que pedirles otra cosa.

Ya iremos aprendiendo con los años. Si vamos a seguir adoptando otras tradiciones, nos queda tanto por aprender, como al Trono le queda de tallado y policromía.

 No me fijé cuando llegaron a la catedral, si había alguna mujer costalera, si vi que, en la procesión, desfilaban algunas Manolas… o quizás en este caso, deba decir “mujeres de mantilla”, tal y como son denominadas en Andalucía. Me chirrió, ver las formas poco tradicionalmente castellanas, en el peinado, o incluso en la vestimenta que algunas lucían. Señoras mías, o se es, o no se es, pero desvirtuar de esa forma la imagen de Manola, es una pena.

 Viendo tanta novedad andaluza en la procesión vallisoletana, pensé: quizás para las corridas en honor del patrón de aquí: San Pedro Regalado, retiren la arena parda de nuestro coso y lo rellenen de albero de color casi naranja traído desde la mismísima plaza de “La Real Maestranza de Caballería” sevillana. O quizás también estén pensando en crear un COAC (concurso de agrupaciones carnavalescas), famoso en el mundo entero, que sigo emocionadísima cada año desde mi salón, retransmitido desde el “Gran teatro Falla” gaditano.

Ya puestos a importar tradiciones, y para que no sea sólo famoso por la SEMINCI, quien sabe si no tardemos en ver en el teatro Calderón, un COAC, donde vendrán a participar chirigotas de Burgos, o incluso la de Santoña, que aquí les pillaría a mitad de camino, aunque eso sí, quizás los cuplés a mis paisanos les resulten extraños, ya que están más acostumbrados a los de “La Fornarina” o “la Bella Chelito”, y esto lo digo con anécdota incluida: en 2008, cuando vinieron “Los Monstruos de pueblo” para actuar por las calle de Valladolid, yo misma, ejerciendo de “recogemigas”, me acercaba a la gente que dispersa, se hallaba en la plaza de la Universidad. Les pedía que se acercaran a escuchar a la chirigota que iban a cantar unos cuplés.

Dos señoras añejas (o añosas), con mucha laca Nely en el cabello gris que remataba sus cabezas, me dijeron sorprendidas: ¡¡Ah, que cantan cuplés!! Y cuando Yuyu y su chirigota atacó con los humorísticos y surrealistas cuplés, las señoras me miraron y dijeron: ¿¿Esto son cuplés?? Sí, señoras, son cuplés sin alcanfor, ni naftalina. Escuchen, disfruten y ríanse que no le hace daño a la artrosis.

 Habrá que tener en cuenta también, para que no nos falte detalle, añadir la nueva tradición de, al acabar la procesión, ir a tomar una ración de chocos, en “la sepia” de la calle Jesús, mientras esperamos a que nos instalen una freiduría para traernos a casa un buen papelón de pescadito frito, que, para papelón, el que estamos haciendo.  

 Lo que creo, que nunca veamos: procesionar a la Señora de Valladolid bajo palio, con doradas bambalinas, mecidas por largos varales plateados, y mucho menos, recibiendo desde los balcones, vistosas petaladas a su paso: nuestra venerada imagen de la Virgen de Las Angustias, ya que ayer martes Santo, no permitieron que le cantaran una saeta, como al parecer pretendían hacer durante la procesión del encuentro. Lo imagino y no, no lo veo. Lo siento, pero no lo siento.

 Siento vivir añorando también, además de la procesión de Jueves Santo dando la mano a mi abuela; las dos recordadas semanas Santas que viví en Sevilla y añorando incluso mucho más, a aquellos mis riñones y huesos,  que me permitían emocionarme de pie: "a pie quieto", durante más de tres horas y media, entre la espera para gozar de buen sitio y el propio transcurrir, viendo la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor que, cada Viernes Santo, si la lluvia no lo impide, como un museo andante (rodante, puesto que la mayoría de los pasos procesionan sobre ruedas), tradicionalmente discurre (o discurría) en respetuosísimo silencio y recogimiento.

Una representación por orden cronológico de historia, de la magnífica, sobria y espectacular imaginería castellana y que en la forma que Valladolid pasea su patrimonio sacro, o no lo pasea nadie o muy pocos lugares del mundo lo hacen tan ordenado como se hace en mi ciudad. Ignoro si este año se incorporará el paso a costal de Jesús de Medinaceli.

Aquí, además, ya podías elegir buen sitio no sólo para ver y disfrutar de la procesión, también había que calcular situarte en lugar del que pudieras salir, si alguna circunstancia te pudiera impedir quedarte hasta el final, porque durante la procesión, a nadie se le ocurría cruzar la calle, desde que aparecía el primer paso, hasta que las autoridades civiles, militares y eclesiásticas cerraban el cortejo, tras la Virgen de Las Angustias.

 ¡Ah! Y repito para que quede bien claro, que no es burla ni chanza lo que escribí en alguna de las frases que acabáis de leer. Es que, ya que hemos traído el andalucismo a nuestras procesiones, traigamos o aceptemos también, el sentido del humor andaluz, que en forma de chascarrillos utilicé, sin pretender tener ni por asomo, la gracia que le sobra a la tierra que tanto quiero. No vayamos a querer solamente una parte de nuestra “poliglotomía” o poliglotía, para los más exquisitos leyentes.

 Así como tampoco minusvaloro el esfuerzo y el amor que cada uno de los participantes hayan llevado a cabo para el transcurrir de la procesión en la forma impecable que lo hizo la tarde del Domingo de Ramos por las calles de Valladolid.

 Hasta aquí mi criticrónica. Por todo lo escrito en ella, si me gustó o no, la procesión objeto de ella, vuelve a entrar en la privacidad de mis sentires y mis “Tradiciones y contradicciones”.

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