viernes, 4 de enero de 2019

HASTA SIEMPRE QUERIDA CONCHI


HASTA SIEMPRE QUERIDA CONCHI  01-01-2019

Mi querida compañera, amiga y H-ermana: No hubiera querido que mi primera carta en este 2019 fuera una despedida, pero no podía ser de otra manera al saber que te has ido.
La noticia ha sido un duro golpe, un feo final para despedir el 2018, enterarme en Nochevieja que hace dos meses ya no estás físicamente entre nosotros.
Hubiera querido saber que tenías billete sin retorno para poder disfrutar tu risa antes de dejar de escucharla para siempre.

Mi querida loquita, mi amiga llena de fantasía ¡¡Esto no se hace!!¡¡No merecías partir tan pronto!! Mucho menos de forma tan dolorosa y cruel.
Querida soñadora: bohemia, sincera, trabajadora, luchadora, emprendedora, inquieta, sensata, pesimista del optimismo y profundamente romántica.
Toda la vida luchaste por sacar adelante tus sueños y emprendías negocios en los que te dejaste lustros de vida en cada jornada.
Durante muchísimos años vivías para trabajar, no podías trabajar solamente para vivir, aunque siempre le sacabas el lado bueno y no olvidabas disfrutar tu ración vital de risa diaria.
Inconformista porque tu infancia y juventud fue tan dura, que como la inquieta Scarlett O´Hara prometiste que “nunca más volverías a…” sufrir, aunque de mil maneras, creo que nunca dejaste de hacerlo.

Desde que teníamos 14 años y comenzamos a trabajar juntas en aquella pequeña tienda de “géneros de punto y confección”, fuimos mucho más amigas que simples compañeras de trabajo.
Nos queríamos como hermanas y para no menospreciar el cariño de los propios, decidimos inventar el término H-ermanas (Hache hermanas); así lo sentimos y así continuará siendo.
Fuimos cómplices en mil travesuras inocentes de crías que no se resignaban a ser tratadas de forma tan poco amable por aquella vieja jefa que no nos dejaba tranquilas en los largos ratos en que en la tienda “no entraba ni un alma”.
Ella era una anciana prepotente, malhumorada que se hacía llamar “doña” porque al igual que a don Tomás, el “don”, había llegado de la mano del “din”.
Nosotras, dos jovenzuelas loquitas, no nos dejamos pisotear y con buenas mañas, logramos hacer de nuestro trabajo un mundo de risa y buen rollo, y pese a la férrea vigilancia, inventamos momentos para ser felices en nuestro trabajo, aunque tú pasabas de la carcajada al pesimismo más atroz en menos que se chascan dos dedos.
¿Recuerdas? Sabíamos de memoria aquella especie de poema surrealista sin rima ni sentido común, y nosotras lo rociamos de aún más surrealismo dando la vuelta a las frases.

La historia comenzaba así: “Era una noche de invierno cuando más brillaba el sol, una manada de cerdos volaba de flor en flor como lindas mariposas”. Nosotras la transformamos en: “Era una invierna de nocho cuando más soleaba el brillo, una cerdada de manos floreaba de vol en vol como posas marilindas…”. Así todo el texto.
Aún conservabas ese cartón de pantys donde lo escribimos a escondidas. Yo también conservo la fotocopia que me hiciste años más tarde.
¡Cuántas risas! ¡Cuántas carcajadas disimuladas para que la jefa no nos riñera! Para que ni siquiera sospechara que éramos felices con tan poca cosa. ¡Cuántos ataques de risa disimulados en toses que aún nos hacían reír más! ¡¡Cuantos cocidos ventosos que salían en tropel en el momento menos indicado mi querida airosa!! A alguna clienta culpabilizamos del olor y se lo llevó prendido como recuerdo, mezclado con aquel ambientador con olor a pino, que salía a chorro y la mezcla era peor remedio que la enfermedad.

¡¡Cuántos ratos en la bodega simulando limpiar sobre limpio y colocar sobre colocado!! Sentadas en la escalera plegable plumero en mano para dar golpes a las cajas y que creyera que estábamos limpiando un polvo que si lo había allí quedaba.
Esos ratos los aprovechábamos para almorzar o merendar, para dar alguna cabezadita o incluso para escribir.
Tú, mi querida romántica empedernida y soñadora. Bohemia de alma y deseo, escribías poemas místicos y lánguidos, plasmando la profundidad de tus penas, y después de leérmelos, los rompías o los guardabas para que nadie más los viera. Quizás lo hacías por pudor a que pudieran ver tu alma desnuda o por pensar que nadie podía entender lo que escribías.
En aquella tienda, salvo en épocas puntuales, o sobretodo finales de mes, no había mucho jaleo y dos adolescentes de 14 o 16 años, no podíamos evitar “saltarnos las reglas” ¡¡Qué mal hacíamos con ello!! Atendíamos a los clientes correctamente (faltaría más), teníamos la tienda pulcra en limpieza y orden; incluso recuerdo haber dado las hiendas de los azulejos del retrete con una brocha y “Blanco España” ¡Hienda por hienda! Eso no era obligatorio, pero nos gustaba tener nuestro aseo del trabajo así de reluciente. Lógicamente, eso agradaba a nuestra jefa y sus nueras, jefas mucho menos rígidas que la suegra y de las que guardo algunos buenos recuerdos. Se vivía mejor con las nueras y ya cuando venían los nietos que eran de edad parecida a la nuestra, eso ya era gloria bendita. Cerraban a la hora en punto, no como su abuela, que siempre esperaba a que entrara la última pesada y nos hacía salir tarde media hora gratis cada día.
Seis años trabajando juntas y la amistad duró para siempre.
Como dos grandes amigas y confidentes, sabíamos como la propia, la una la vida de la otra; nuestros primeros amores y desamores, ilusiones de niñas que ya se creían mujeres. Tú siempre soñadora, con los pies un palmo por encima del suelo, aunque sintiendo que llevabas zapatos de hormigón.
Sensata; a ratos la sensatez te hacía parecer una niña-vieja y otras no te dejaba ver la realidad de tu mundo paralelo al mundo. Yo, más impulsiva en sentimientos, testaruda en no dar brazo a torcer, clavando los pies con firmeza al asfalto, siempre tuve clara la realidad de la vida. Tozuda convencida, sin el velo que en muchas ocasiones nublaba tu cordura.

Desde que nos casamos hace más de 41 años, dejamos de trabajar juntas, pero continuamos siendo amigas. La distancia nunca fue olvido. Recorrimos caminos paralelos, siempre en contacto, aunque no con la asiduidad que hubiéramos querido, pero como siempre, el trabajo, la familia, la falta de tiempo para quedar… Podían pasar años sin vernos y cuando nos encontrábamos, volvíamos a ser las loquitas quinceañeras que como Peter Pan, se negaban a  crecer.
Estando juntas reíamos por todo, o llorábamos si las cosas no eran tan ideales como soñamos.
Recordábamos las “fechorías” de nuestros tiempos en la tienda, poniendo de color esperanza (verde) a quien no supo que los empleados trabajan mejor si en el trabajo son reconocidos sus esfuerzos y no son tratados casi a látigo.

Cuando Internet apareció en nuestras vidas, encontramos una época maravillosa para pasar largas horas juntas tú en tu casa y yo en la mía hablando con letras a la pantalla del ordenador.
Volvieron las confidencias tan asiduamente como cuando éramos compañeras de trabajo.
A ninguna de las dos nos gusta  la mentira y eso fue lo mejor para mantener la eterna amistad que nos unió. Siempre nos decíamos lo que pensábamos la una de la otra, sin descaro, aunque doliera escuchar nuestros errores. Puede que por no mentir ni herirte, muchas veces omití lo que pensaba sobre tus actos u opiniones, y otras me permití aconsejarte para que no te lanzaras al vacío de tus fantasías.
En aquella época, yo había publicado mi libro de poesías “Ramillete” y tenía varios Blogs donde publicaba mis escritos en prosa, en verso y en humor surrealista. Tú continuabas escribiendo a escondidas los pensamientos profundos de la niña atormentada que parecía no querer abandonarte y convertirse en lo que eras: una gran mujer.
Sin ser experta en letras, sólo simple aficionada a emborronar sentimientos; te animé a hacer como yo, escribir y mostrar sin miedo lo que expresabas, fuera literariamente bueno o simplemente parte de tu vida real o fantaseada, pero tuyo. ¿Qué podía ocurrir? ¿Qué no gustara? ¿Qué no nos leyera nadie? ¡¡Bueno y qué!! Seguramente alguien nos leerá e incluso le agradará lo leído. Nunca nos creímos célebres, ni aspiraríamos a famosas, y mucho menos a un sillón en la real academia de la lengua, que para lengua viperina, la nuestra… (Aquí vendría una carcajada y un ¡¡cabrona!!)
Inventamos historias en forma de cuentos de juglares; chanzas  de dos damas medievales con humor ácido que publiqué en mi Blog “El rincón de mis poesías”.
¡¡Qué buena época!! Éramos felices con lo que más nos gustaba hacer: reír como niñas y sobretodo escribir; inventar historias locas, con su punto de pellizco y realidad maquillada, como hacen los verdaderos escritores.

Por fin comenzaste a escribir mucho, te ayudé a creer en ti, y hasta te atreviste a publicar un Blog “Más allá de las nubes” en el que durante un año diste a conocer al mundo poemas de tu puño y tecla. No sé por qué no continuaste publicando en el Blog, porque también en aquella época, una cascada de sentimientos irrumpieron en tu vida como tromba: El destino puso en tu camino a una persona que te publicó un precioso libro junto a otras dos amigas: “Conjuro poético” fue tu sueño cumplido. Encontraste al fin una forma de vivir para ti, sin las ataduras del intenso trabajo.

Tras ese magnífico tiempo nuestro y nueva vida tuya, nuevamente el contacto se perdió en asiduidad.
Dos almas gemelas que en los últimos años no tuvieron tiempo ni para una llamada de teléfono, tanto que no supe ni que luchabas a brazo partido por tu vida.
Esa vida que fue lucha, y te ganó la última batalla esa línea oscura que el destino escribió para ti en un poema sin rima, en un libro sin más páginas para escribir.

Tu familia, a la que adorabas y siempre te adorará, llora tu ausencia prematura. Disfrutaron tu vida y tus locuras. Sufrieron tu lucha durante la terrible enfermedad y el vacío que les dejas. Te harán vivir en su recuerdo y tú serás la luz de su camino, siendo, como siempre fuiste, el fuerte pilar donde todos se sujetaron.

Puedo imaginarte sentada en una mecedora de estrellas, en un balcón gigante y luminoso más allá de las nubes; las gafas en mitad de la nariz aguileña, flexionando ligeramente hacia atrás el cuello para ajustar tus ojos hipermétropes al grueso cristal que enfoca tu vista.
Y te imagino escribiendo, rodeada de animalitos; cualquier perro o gatito desvalido al que dar amor y mimos.
Quiero imaginarte sin dolor, sin lucha. Igual de romántica y soñadora, escribiendo al amor, a la ilusión, con calma, sin prisas, etérea, mística, y por fin creyendo en ti sin sombra de angustia ni pena. Con esa ración de risa y carcajada diaria que las dos necesitamos para respirar.

H-ermana querida ¡Qué lástima! ¡Qué pena no haber podido darte un último gran abrazo!
Ojala cuando volvamos a vernos, podamos volver a reír a carcajadas, sin maldad, sin tiempo límite ni absurdas trabas que nos impidan ser aquellas dos “pequeñas” de la tienda que la vida juntó y ni la muerte será capaz de separar.

Te quise y te lloro, te querré y me costará asimilar que aquí no volveré a reír a tu lado.
Nunca volverán tantas madrugadas compartiendo chat, escribiendo risas, describiendo llantos, amores y desamores; engaños y desengaños, secretos jamás desvelados, inquietudes, confesiones, temores escritos en verso y prosa… vida, sueños y tras un largo vacío, yo aquí y tú te has ido sin mi adiós y con tus versos no escritos.
Mi querida amiga, mi dama “Lacón-Chi” de las letras inconclusas. Te vas a escribir poemas sentidos, sinsentidos del sentimiento, desahogos del alma, silencio que a gritos calla y escribe para no pronunciar el amor que tu corazón clama en cada latido de amargura, de soledad rodeada de un mundo que no lograbas conquistar y de una vida que se te escapó buscando un sueño.

Hasta siempre mi querida amiga, mi H-ermana. Releeré con calma tus cartas, tus poemas y eternamente vivirás en mi recuerdo.

4 comentarios:

María y Manuel dijo...

Lo feliz que se sentiría tu amiga si pudiera leerte.
Aunque así es la vida, ¡qué durita se pone algunas veces!
Un abrazo grande amiga Marisa.

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Así es María, qué injusta, qué ingrata!!!

En fin, la vida sigue...

Un abrazo enorme para vosotros

Juglarín Extremeño dijo...

Sea Pues, como has decidido, tú, poderosa vida; sea así el final del camino de nuestra amada dama, que amada y querida, se ha ido. Sea como sea, guarda su alma cantora en el arca de nuestras vidas.

Juglarín Extremeño

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Te quiero mi querido Juglar divino. Fueron buenos y bonitos tiempos compartiendo letras de alocadas damas.

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