lunes, 16 de abril de 2018

VISITA RELÁMPAGO A SEVILLA


VISITA RELÁMPAGO A SEVILLA  13-04-2018

Como complemento a la crónica de vacaciones Imserso 2018, aquí tenéis esta nueva entrega.
A pesar de esta “primaveravierno” que estamos sufriendo, y de que los nuevos “Marianos Medinas” anunciaran lluvias en nuestro destino durante tres días, los diez de nuestras vacaciones han sido de temperatura magnífica, salvo una tarde ventosa y otra de lluvia que aprovechamos para darle una paliza al Tute, el resto de los días han sido cálidos tirando a calurosos. Hemos podido disfrutar de largos y parlados paseos mañaneros por asfalto o baños de pinrel a la orilla de la playa; culminando con merecidos “vermuses”.

Hartos y escamados de contratar las excursiones que organiza Mundo Sénior”, y que casi siempre dejan mucho por conocer en las visitas; esta vez decidimos contratar los servicios de uno de los  taxis que en forma de panfleto informativo se nos ofrecieron gentilmente justo a nuestra llegada, aún cargados con las maletas y antes de cruzar la puerta principal de nuestro precioso hotel.
En el dicho papel aparecía una lista de lugares para “excursiones particulares” con precios cerrados.
Estudiado minuciosamente y tras conocer las excursiones en autocar, elegimos contratar un taxi para viajar hasta Sevilla, ciudad que desde nuestro destino vacacional distaba hora y media.

La ciudad de Híspalis nos recibió oliendo a azahar y con un sol precioso.
Juliana, nuestra conductora, mujer agradable y encantadora, nos dejó como favor a las puertas de la Basílica de la Esperanza Macarena, unos minutos para visitarla aún en el trono donde había procesionado apenas 24 horas antes, y  hacernos fotos.
Esta visita para mí muy emocionante, está fuera de las rutas ofertadas en autocar, pero, también para mí, estar en Sevilla y no ver (aunque sea brevemente) a esta preciosa Virgen de mi padre,  sería como quedarse a las puertas de un gran premio.

Tras la visita relámpago también a la Esperanza de Triana, nos dejó Juliana en la Plaza de España. Lugar que hay que visitar al menos una vez en la vida y empaparse de perfumes y duende, además de recopilar preciosas fotos.  
Más tarde, nos dejó casi a las mismas puertas de la catedral sevillana, cerrada al público sin previo pago.
Nos hubiera gustado visitar el grandioso templo una vez más, pero no teníamos tiempo para esperar la larguísima cola y fuimos a fotografiarnos bajo la emblemática torre de la Giralda.

Más tarde, camino de la Torre del Oro –lugar de la cita para el regreso- nos encontramos con Juliana que nos acompañó brevemente a tomar nuestras cervecitas, helados riquísimos y ella un refresco sin alcohol.
A la Torre del Oro subieron Juani, Manolo y mi marido. Yo me quedé para fotografiarles desde abajo esperando las fotos que desde arriba hicieron ellos.
Nuestra taxista, puntual como el amanecer, nos recogió y llevó de vuelta al hotel con tiempo preciso para llegar a comer y descansar, aun con la retina y los sentidos cuajados de Esperanzas: (Macarena y Triana); sol, luz, aroma de azahar y deseos de volver a visitar Sevilla por más tiempo.

Durante el largo trayecto de regreso, dio tiempo de compartir conversación con nuestra estupenda conductora, que entre otras cosas, nos recomendó visitar el bar “El Trasmallo” para nuestros aperitivos mañaneros.

Este bar de precios estupendos y ricas viandas recién pescadas, nos quedaba muy cerca del hotel, justamente detrás de la pequeña ermita, que hay en la barriada de casitas de los marineros. Lugar por donde solíamos pasear todas las mañanas por arena en la orilla de la playa  o por asfalto en el cómodo paseo.
Trasmallo fue nuestro lugar de reposo tras esos paseos y justo antes de acercarnos al hotel para la comida a la que llegábamos con cuerpo y espíritu lleno de sol, risas, charlas, gambas blancas de Huelva, puntillitas, “tortitas” de camarones, quisquillas… Cada día un par de estos platos regado con fresca cervecita; cada día de domingo a jueves, porque el viernes fue nuestro feliz regreso a casita.

sábado, 14 de abril de 2018

OHTELS ISLANTILLA EN IMSERSO 2018

OHTELS ISLANTILLA EN IMSERSO 2018-   10-04-2018

Pues aquí estamos de regreso de nuestras estupendas vacaciones Imserso 2018 y como siempre voy a contaros en un par de etapas lo vivido. Gracias por esperar pacientemente estas crónicas con el cariño que algunos lo estáis haciendo. Como siempre, mi ilusión es no defraudaros.

Como reza el título, hoy trataré del “Ohtels Islantilla” donde nos alojamos durante los diez días contratados. En este hotel nos trataron como los clientes de primera clase que somos todos (paguemos lo que paguemos por el precio estipulado) y no como en otros hoteles a los que hemos ido que menosprecian el cartel de “IMSERSO” que parecemos llevar tatuado en la frente y nos tratan como trataban a los pasajeros de tercera clase en el Titanic; con lo que no quedan ganas de recomendar ni de repetir la estancia en ellos cuando el viaje lo hacemos de forma particular y en temporadas más altas.
 Si los hoteles que participan en el programa “Imserso”, no ganan  tanto dinero como en esas otras temporadas más altas, no es nuestra culpa; como tampoco lo es que no se den cuenta que si no fuera por este programa y quienes podemos adscribirnos a él, sus establecimientos permanecerían muchos meses cerrados, ocasionando gastos sin ganancias, por tanto nos merecemos respeto; no por canas ni achaques, sí por personas que se dejan sus dineritos ahorrados con años de trabajos y disfrutando ahora de merecida jubilación.

Por eso, como este año ha sido todo tan magnífico, quiero que a mi crítica  no le falte ni una coma de agradecimiento al hotel.
Habrá quien le ponga muchas pegas, ¡así somos los humanos! No soy precisamente conformista, soy tan exigente como agradecida y comparando este establecimiento con otros excelentes a los que fui, opino que a este hotel le falta una estrella (como mínimo).

Esta vez el grupo de añosos “mundo séniors” viajamos desde el aeropuerto de Villanubla hasta el de Sevilla para continuar en autobús hasta el onubense “Ohtels Islantilla”.
La buena impresión que nos llevamos al verlo por fuera, creció al cruzar la puerta giratoria y ver el precioso “Jol “que nos recibía.
Ya en la cola de espera a recibir nuestras habitaciones, nos dimos cuenta que efectivamente no todos los ojos iban a ver lo mismo en el mismo lugar y momento, porque hay personas que no se conforman con nada y “el todo”  les parece “la nada”;  que no conocen la palabra “por favor”, y regresan sin estirar las arrugas de la comisura de los labios para esbozar una sonrisa  acompañada de un “Gracias” ; aunque de eso no tiene la culpa el hotel, porque quien llegó, estuvo y regresó con la misma cara de acelga revenida, es imposible que ni con “el todo”  se contenten, pero lo que es, es, y así lo contaré.

Afortunadamente mi marido, nuestra pareja de amigos y los conocidos “de toda la vida” que casualmente encontramos ya en Villanubla y con los que nos cruzamos varias veces al cabo de los días y las noches; somos los 12 de la misma opinión: “Ohtels Islantilla” es un lugar para recomendar sin miedo a defraudar.
Es un cuatro estrellas al que al menos le falta una. Precioso por dentro y por fuera, cómodo, espacioso, luminoso, muy limpio en cualquiera de sus estancias; comida de calidad y variada; Amplias habitaciones con varios muebles, además del espacioso armario, donde guardar ropas y enseres haciendo más cómoda la estancia en ellas… Además de estar situado al ladito de la enorme playa y muy cerca de un centro comercial muy bonito y visitable (no baratillo de ropa cutre, descolorida y arenosa).

Cada uno de los empleados de nuestro precioso hotel -al menos con los que hemos tenido contacto- se han desvivido por atendernos y hacernos sentir mucho mejor que en casa, que para eso ellos “nos lo daban todo hecho”.
 Pese a la mala educación con que algunos clientes tratan los servicios comunes o los productos del comedor, y el mal gusto (al borde del desprecio) con que algunos de esos clientes trataron a los empleados, a todos ellos siempre los vi responder con una sonrisa y paciencia infinitas, pese a estar muchas veces saturados por el estresante trabajo que debe dar un comedor lleno de hambrientos; o no tan hambrientos, pero sí de “revolcadores” de bandejas de alimentos y expertos en llenarse en demasía los platos, haciendo que los camareros viertan en la basura ingentes cantidades de comida “sin tropezar”, dejándola inservible para el consumo humano… Me pregunto si estos comensales arrasa comida, harán lo mismo en sus casas.
 En el restaurante es donde más contacto tuvimos con los empleados que recorren kilómetros al cabo del día por el enorme comedor  para que no nos falte ni nos sobre de nada; prestos a retirar los platos vacíos y pendientes de que no nos faltaran piezas en los servicios de mesa. A todos ellos les agradezco el trato recibido, así como a las señoras que dejaban nuestras habitaciones y el resto del hotel reluciente y en perfectísimo estado de revista cada día.
Sería demasiado extensa esta crónica si dijera los nombres de todos los camareros y camareras, los cocineros, piscineros, recepcionistas… porque igual de agradecida estoy con todos, por eso sólo diré unos poquitos: Mandi, el Chef que con todo su equipo nos ofrecía sus recetas estupendas y bien elaboradas. Juanito y Yoana de animación; Yolanda y el muchacho tan agradable de recepción. Al subdirector que nos recibía en el restaurante como si nos conociera de toda la vida, pero sin perder ni un instante la educación y cordialidad de su cargo…

Por darle un tironcito de orejas al hotel y que no vayáis a pensar que estoy peloteando o que tengo acciones en él, os diré que los espectáculos nocturnos son escasos o casi nulos. Diez días, nueve noches y sólo vimos dos que merecieran un poco la pena.
La mayoría de las noches lo que había en la espaciosa sala de espectáculos, era música para alegría de los que el esqueleto lo tienen más que para soportar el peso de los años y bailan como peonzas ¡Que para eso muchos van a clases durante el largo invierno! Pero a quienes nos gusta sentarnos y partirnos aplaudiendo las manos artríticas en agradecimiento a los intérpretes de “lo que nos echen”, lo único que echamos fue, de menos, más variedad de 22 a 23 horas… Porque muchos pensamos que “espectáculo”, es otra cosa bien distinta y opinamos que con poner el baile de 23 a 00, ya tendrían los bailantes más que suficiente para subir a la cama hechos unos zorros a dormir como angelitos canosos.
Tampoco estaría de más que pusieran mejor café en la cafetería y enchufes en la cabecera de la cama.
Pese a este par de cosillas que no son más que una mota dentro de un todo, recomiendo “Ohtels Islantilla” porque merece absolutamente la pena conocerlo y disfrutarlo.
Salvo por la añoranza de los abrazos de nuestra familia, allí nos sentimos casi, casi, “mejor” que en casa.

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