EL DINERO CORROMPE

EL DINERO CORROMPE  

¡Qué malo es el dinero! ¡Qué nefasto el poder que otorga a quien lo obtiene de mala manera!

La lógica dice que tener dinero suficiente para vivir, ha de dar tranquilidad, pero no, quien tiene suficiente quiere más al precio que sea, aunque ese precio se lleve por delante su dignidad y seguramente la de su familia o incluso la de sus amigos (o pseudo amigos).

En esta vida todo gira en torno al dinero y por conseguirlo a paladas y sin sudarlo, algunos son capaces de hacer cualquier cosa, aunque linde o traspase el límite del delito.

Muchos por estar al lado del poderoso vende su alma al mismo diablo sin darse cuenta que lo único que sacarán serán las migajas de ese alto (altivo) personaje que lo utilizará como escudo y parapeto al que cargar  su propia culpa. A algunos para tenerles enmaromados, les otorgan cargos de pelo corto y uña larga y una vez que son nombrados a dedo, avaros de notoriedad, miran con desdén a quienes no se apuntan a su carro de codicia.

Más que nunca, en estos días –meses y años- estamos viendo cómo en esta piel de morlaco surgen como setas venenosas las caras sonrientes de gentes (generalmente políticos reventando prepotencia) que escalaron hasta las más altas esferas rodeados de ingenuos sobre los que descargar cualquier culpa cuando lleguen las vacas flacas… que siempre llegan.

El incauto se adhiere al político y se le pone la lengua más dura que el caparazón de una tortuga boba de lamerle el culo, tan sólo por lucirse a su lado como un trofeo. Les ves con cara de lerditos sonriendo al poderoso como si no hubiera un mañana en el que despertarán siendo juguetes de porcelana  “esporcellaus”.

Quizás algunos, tras el peloteo, lograron llenar sus arcas con dinero “malversado” o simplemente se arrimaron a la vela que más lucía creyendo que habían logrado  el favor cuando en realidad  no fueron más que títeres en sus manos, porque a la hora de la verdad, el poderoso no cae, pero si caen como lágrimas de cera los infelices que vivieron para medrar y se quedaron tras los barrotes de la mediocridad, la culpa y el presidio del que saldrán quizás más temprano que tarde, pero con una horrible mancha de alquitrán en la dignidad y la honra.

En la cárcel no entran los grandes, ellos siempre salen victoriosos avalados por las leyes que ellos u otros como ellos dictaron para no caer jamás. La ley cae sobre el pelota de turno que trata de limpiar su orgullo y sólo consigue embadurnarse más.

Algunos de estos seres “alfombra”, agarrados a la base, mandan -o lo pretenden- más que el propio sujeto, y cuando el golpe en la mesa es fuerte, el castillo de naipes cae y arrastra a todos en mayor o menor medida, excepto –como siempre- al más poderoso que continúa rehaciendo la pirámide porque nunca faltan incautos que se partan la cara por ellos. El resto… el resto miramos atónitos, sabiendo lo que cada uno esconde, esperando pacientemente a que sea la justicia quien actúe, viendo la cara a los bobos que se creyeron importantes y ni a pañuelos de mocos llegaron, por muy “aforados” o “adentrados” que fueran.

Esperaremos pacientemente procurando que no nos salpique la mierda de todos estos innombrables porque alzar la voz, denunciar el delito con la verdad, sólo sirve para que nos partan la cara.

Estas gentuzas hacen que miremos el futuro con desesperanza, vemos hoy el comienzo de juicios salomónicos que intuimos serán simples cortinas de humo.

¿Caerán cabezas? ¡Probablemente! Aunque nunca serán todas las que deberían rodar y ninguno de ellos repondrá –mucho menos con intereses- el dinero de donde nunca debió cogerlo, y que ha hundido en la miseria cada rincón de este país.

Sólo conozco a un político honrado y a otro que va a serlo (tío y sobrino); aunque para ser político honrado, primero hay que nacer siendo persona honrada.

¿Dinero? Sólo el ganado honradamente no corrompe. ¿Dinero? Si se apolillara al año como los ajos, no habría tanta corrupción, tendríamos gobierno cabal y no habría tantos patéticos babosos lameculos que los adulen.