Hace unos días recibí la llamada de David para
invitarnos a la fiesta sorpresa que estaban organizando para celebrar la
jubilación de su madre y mi querida amiga Sari.
El pasado sábado fue el gran evento. Muchas
fueron las tretas, y los engaños para que Sari no se enterara de nada.
Afortunadamente a nadie se le escapó ni una frase comprometida que filtrara datos que pudieran hacerle sospechar que algo rondaba para ella; así a la
hora momento y lugar fijados estábamos todo y todos preparados.
Por fin hizo aparición la homenajeada y su cara
de sorpresa nos hizo ver que había sido un éxito. Misión cumplida en la guarda
y custodia de detalles; en estar todos los que son y los que no pudieron estar
presentes, lo hicieron por otras vías.
No faltó nadie ni faltó nada. Una velada
realmente preciosa y emotiva rodeados de grandes personas; amigos de toda la
vida y para toda la vida.
Risas, suculenta comida, risas, regalos, risas, recuerdos, risas y muchísima
ilusión, tanto en los encargados de guardar el secreto inventando mil historias
para atajar planes de Sari; como en ella que disfrutó de lo lindo en un momento
tan especial y bonito.
Esta carta fue uno de mis humildes regalos.
QUERIDA Y BUENA
AMIGA MÍA 20-08-2016
Querida y buena amiga mía: Ahora sí que sí, puedes decir adiós
a la vida laboral para decir hola a la vida. Decir adiós al despertador para
decir: “Mis horas las marco yo”.
Eres muy afortunada porque has llegado a este momento con la
enorme suerte de conservar un cuerpo con figura de cuarentona (podría decir
veinteañera, pero tampoco vamos a exagerar), con achaques de cuarenteña (para
tampoco exagerar) y mente de quinceña por cómo piensas y de ochentona por lo
mucho que puedes enseñar de lo aprendido a lo largo de toda tu vida.
En estos momentos estoy segura que extrañarás a muchas buenas
personas; pilares de tu existencia unas y muy importantes otras que pasaron
dejando huella. Tranquila, aquí estamos otras que te dejaremos la casa sin
fregar.
Tuviste la suerte de nacer en una familia maravillosa; la
pequeña de cinco hermanas con las que aun compartes cordón umbilical.
Si te pones a pensar, la vida parece que pasó en un soplo,
aunque en muchas ocasiones el soplo fue tan fuerte que parecía que te iban a
reventar los mofletes.
Cuando estás inmersa en la vorágine del trabajo, la casa, los
niños, los cuidados a tus mayores… Todo
el tiempo te parece insuficiente y empleas todas tus fuerzas en intentar –y
lograr- llevar todo ese trabajo a cabo, aunque te olvides de respirar para ti
misma. Eso se acabó, ahora es tu momento de disfrutar del mundo porque te lo
has ganado.
Pronto en ti surgió el amor por el maravilloso hombre con el
que compartes el aire que no podrías respirar sin estar a su lado y que te dio
y le diste los dos chicos más rebonitos del universo.
Tu José Manuel y mi José María fueron inseparables amigos
desde el colegio, así cuando cupido lanzó su flecha a mi corazón, ya éramos dos
parejas de buenos amigos.
Comenzaste a trabajar siendo muy niña, bajo este mismo cielo
que hoy compartimos contigo. Luego te convertiste en una dulce jovencita y
tuviste la suerte de conocer a tu alma gemela que sin llevar la misma sangre,
toda la tuya se la darías exactamente igual que ella lo haría por ti.
No muy lejana en el tiempo llegó para mí la ocasión de conocer
a tu inseparable compañera de dulcería, ya éramos cinco y pronto llegó a
nuestras vidas José Luis, el último eslabón de esta cadena de seis grandes
amigos que formamos.
Somos las “señoras de José”, y hasta en eso tuvimos suerte,
para no confundirnos cuando estamos juntos (o cuando entre nosotras hablamos de
ellos) su segundo nombre es diferente.
Sin dejar de ser dulce jovencita, pero ya siendo madre de tus
dos amores, tuviste la mejor de las profesiones: vendedora de sueños (y no me
refiero a ser distribuidora de colchones
Pikolín); repartías ilusiones (sin ser el calvo de la lotería), y regalabas
millones a tu clientela, aunque las amigas, la mejor suerte que tuvimos fue la
de conocerte, compartir buenos, malos o magníficos momentos contigo y saber que
te tendremos siempre… ciertamente un regalo muchísimo mejor que el monetario
que entregabas a tus suertudos clientes.
Como ves, además de otras muchas cosas, también sé enrollarme;
aunque por saber, también sé cuando he de poner punto y final a mis cartas y a
esta le queda ya muy poca tinta.
Querida y buena amiga mía: Te deseo la mejor de las suertes;
que sigas disfrutando de todo lo que te rodea, de tu Jose Manuel (el más guapo
de los José Manuel que conozco) de tus maravillosos retoños, tu hija, los
inolvidables momentos con tus hermanas y sus familias, sobre todo los sobrinos
y sobrinos nietos que son ahora mismo tu gran ilusión a la espera de otra que ha
de estar ya al caer.
Querida y buena amiga mía: disfruta mucho de la vida ahora que
la tienes toda por delante y teniendo la suerte de recordar feliz toda la que
fuiste dejando atrás.
Querida y buena amiga mía: Te quiero.