MAESTRO PRESUNTO INOCENTE 24-06-2016
La semana
pasada vivimos días de mucha indignación, estupor, angustia, preocupación y
rabia, mucha rabia. A muy pocos días del final de curso, en Cabezón de
Pisuerga, un pueblecito cerca de Valladolid, saltó la noticia de la detención
de un profesor acusado de algo tan abominable como haber abusado sexualmente de
dos menores, un niño y una niña de apenas tres años a los que ha dado clase
durante el presente curso.
Debido a
la gravedad de los hechos que la prensa digital daba por muy fiables, lo
primero que te corre por las venas es la condena inmisericorde hacia alguien
tan monstruoso. Así somos los humanos. A ninguno se nos ocurrió que tal “bestia”
podría estar siendo la víctima y no el verdugo. En nuestro corazón ya era
culpable sin dejar ni un resquicio abierto a la presunción de inocencia. ¿Cómo
un par de niños de 3 años van a inventar que sufrieron abusos en los que la
palabra “felación” era la que parecía más “probada”?
Si con 50
años ahora se descubría que este hombre, al que era imposible no denominar -como
poco- de animal, era capaz de hacer lo que denunciaron ¿Qué no habría hecho en
los muchos años que seguramente llevaba como docente? La imaginación que vuela
mucho más allá que un viento huracanado, inventaba miles de castigos para
aplicar con nuestras propias manos a tal alimaña… Sabiendo que no somos capaces
de matar una mosca y nunca traspasaríamos la fina línea entre las entrañas y la
ley, jamás pondríamos en práctica todo lo que nos salía del corazón herido de
madre o abuela (padre o abuelo) de criaturas en edad parecida, y pertenecientes
o no al mismo centro escolar del
denunciado.
Los
informativos de nuestra casi indigente cadena de televisión local el primer día
se hicieron eco de la noticia poco más que a modo de escueta nota y luego nunca
más hablaron de ello.
Las
radios, en emisión local, parecida extensión dieron a la noticia.
Contrariamente a lo que siempre ocurre, el boca a boca en vez de condenar al
presunto, cada vez debilitaba más la culpabilidad para dar paso a la presunción
de inocencia; a la incredulidad e incluso a la solidaridad con el maestro
presuntamente injuriado.
¿Y ahora
qué? ¿Quién dice la verdad? Y lo que es peor, si es un presunto invento
¿Quiénes y porqué urdieron tamaña atrocidad?
Si no cabe
en cabeza humana que alguien sea capaz
de realizar los hechos de los que era acusado, menos aun se puede entender que
alguien invente unos presuntos abusos a dos menores a los que sin tener culpa
de nada, van a ser señalados como “Los hijos de…” y sometidos a fuertes
interrogatorios que podrían marcarles de por vida. ¿En qué mente pérfida cabe
tal locura? ¿Quién restablecerá el honor que a este hombre le han arrancado en
estos días? ¿Quién le devolverá la tranquilidad a su vida si mientras
investigaban su intimidad todos le señalábamos
como culpable?
Y sobre todo ¿Por qué ha ocurrido esta desgracia?
Seguramente porque la sociedad está muy sensible a los casos de violencia
sexual donde hay implicados niños, o en los que siendo mujeres las
presuntamente vejadas, se las da credibilidad por encima de los hombres ya sean inocentes o culpables.
Lógicamente
ante denuncias tan graves, lo primero es
la detención, la investigación, la cautela, y una vez dilucidada la verdad, condena
dura si fuera culpable y si hay inocencia, la rectificación pública para un
mejor restablecimiento del honor perdido.
Si en este
caso algún día nos enteramos de la verdad, seguramente no sea nunca al completo
sobre todo porque en un caso tan grave,
en ninguna de nuestras cadenas; ni pobres ni pudientes he visto rectificación a
bombo y platillo de la noticia.
Noticia
era el escabroso asunto, nunca lo es la inocencia. Sí he leído en algún
periódico la incredulidad y solidaridad del resto de sus compañeros profesores
de Cabezón e incluso de los padres del resto de alumnos del actual curso, y de
los cursos de años pasados en los que este hombre impartió clase quedando tanto
padres como alumnos en perfecta armonía.
Si todas
estas personas que lo han tratado con cercanía apuestan por su inocencia, yo
quiero apostar también por ella. Apuesto porque quede libre de cargos y se nos informe
de toda la verdad, ya que si pedí íntimamente con vehemencia la condena de
quien a muchas luces lo era, hoy pido que el peso de la ley caiga sobre los
culpables que levantaron toda esta polvareda sin sentido que tanto daño puede
hacer a un inocente porque nadie estamos libres de que una mala lengua llegue a hundir nuestra credibilidad, nuestra
vida recta y sin tacha convirtiéndola en un infierno para nosotros y los
nuestros.
No debería
salir gratis hundir la vida a un inocente. Si
grave era la acusación, mucho más grave cuando todo apunta a que es presunta
y totalmente falsa.