sábado, 21 de mayo de 2016

MARI “LA MARICA”



MARI “LA MARICA” 20-05-2016

Tras escribir una carta de pésame o despedida a alguien que en este mundo no leerá lo que me hicieron sentir, a veces me da por pensar por qué no fui capaz de decirle eso mismo que escribí a la persona que me hizo sentirlo. Es una pena que no tengamos valentía para hacerlo cuando aún podemos rematar con un abrazo o sincera sonrisa.
Quizás tampoco es adecuado hacerlo cuando sabemos que esa persona podría tener las horas contadas y se interpretaría como compasión; otras veces la partida es por sorpresa y otras simplemente es porque el ser humano somos demasiado complicados en las cosas sencillas; no tenemos costumbre de mostrar tanto cariño como en realidad quisiéramos a las personas que alguna vez pasaron por nuestra vida dejando grato recuerdo.
 Hoy le pongo remedio a esto escribiéndole a Mari, una mujer viva y con buena salud, cargada de años, de hijos, de nietos, bisnietos y que aún tiene  la suerte de respirar cada día el aire limpio de Alaejos.
Ignoraba el origen de su mote o apodo: “Marica” y pensaba que siendo mujer no sería por ofensa tal apelativo que Mari luce orgullosa. Tras la lectura de esta carta Mariángeles me confirmaba que no se lo impusieron propiamente a ella, fue heredado de su padre que al parece solía llevar una urraca en el hombro,  y a estos pájaros, a las urracas, en Alaejos se las denomina "Maricas", mote  que  los descendientes de Mari  también portan con orgullo.

Recuerdo con cariño y agradecimiento, la Casita de 2006: Mari servía a la Virgen. Por primera vez en mi vida subí a la ermita a ver las vísperas y el cambio de vara que aquel año recibía Mari emocionada y rodeada de sus hijos.
Me acompañó aquella tarde mi amiga Mariluz, gaditana pero muy devota de nuestra Chiquitita que al verse por primera vez ante ella lloraba con emoción de alaejana. Al verla, Mari y Mariangeles se alegraron porque alguien de tan lejos sintiera tanto amor y respeto por nuestra patrona y en agradecimiento nos invitaron al refresco que ofrecían al día siguiente en su casa. Así lo hicimos y nos hicieron sentir como sus mejores amigas.
 La casa estaba llena de gente y pretendimos estar discretamente un momento para agradecer su gesto, pero estuvieron tan pendientes de que no nos faltara nada, de ofrecernos el mejor lugar y la mejor de sus sonrisas, que la visita duró un poquito más. Mariluz se llevó en el corazón la buena acogida de mis paisanas. Por mi amiga y por mí misma, siempre recordaré ese día con muchísimo cariño.

Mari tiene una voz inconfundible, alegre y cantarina que durante años llenó ese mismo aire que sigue respirando con sus trinos pregonando verduras y hortalizas,  empujando  su carrito por todo el pueblo.
No creció mucho en estatura, quizás porque el duro trabajo se lo impidió. Es –como la buena esencia- una gran mujer en un pequeño tarrito. Siempre amable, con una enorme sonrisa iluminando su cara retostada por el sol que durante años de hortelana le pegó recio.
Una mujer genio y figura que muere por los suyos; que sufrió muchísimo cuando la desgracia se cebó en quien más quería y cuando lo vio partir para siempre, pero que jamás se sintió sola porque vive rodeada del mucho amor que sembró.

Una mujer que engrandece la ermita  cada vez que grita: “¡¡Viva la Virgen de la Casita!!”, con tal fuerza, que hasta la Virgen contesta: ¡¡Viva!!

Pues eso, que viva con salud por muchos años mi querida Mari… “La Marica”.

 

2 comentarios:

Milagros dijo...

Felicidades a Mari por ser así. Y felicidades a quien así lo reconoce y se lo dice.

Un abazo

Milagros

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Ciertamente Mari es una gran mujer y me pareció bonita esta forma de hacerle saber que así lo siento.

Mil besitos Milagros guapa!!!

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