lunes, 23 de mayo de 2016

HASTA SIEMPRE JULI



HASTA SIEMPRE JULI              23-05-2016

En ocasiones es imposible comenzar a escribir una carta de despedida. Se me hace un nudo en la garganta pensando cómo debe estar esta familia a la que tanto aprecio desde siempre.

No es justa la muerte sobre todo cuando le llega a una persona tan joven, tan luchadora y tan buena como tú. No es justo que hayas sufrido tanto, que te hayas aferrado a la vida con una fuerza que nadie sabía de dónde sacabas y se te haya negado la victoria.

Te recuerdo de niña, eran otros tiempos, en la pequeña tienda de ultramarinos que abrieron tus padres. Apenas llegabas al mostrador, apenas comenzabas a aprender a leer y ya sabías manejar el peso, el género, la clientela, sumar las cuentas y dar las vueltas con soltura.
Siempre discreta, tímida y callada, pero resuelta y muy, muy trabajadora. Pronto aprendiste a luchar en la vida. Cuando yo jugaba a tiendas, tu hermana Bego y tú no teníais mucho tiempo de jugar por estar ayudando a vuestros padres en una de verdad.
Después, los estudios para formarte y poder abrir desde muy jovencitas el próspero negocio que se convirtió en la bonita y dura profesión que habéis ejercido codo a codo y que ha ocupando vuestras incontables horas al pie del cañón uniendo vuestros lazos mucho más allá del que por sangre os venía impuesto.
Poco tiempo para la diversión o el descanso, pero siempre con una sonrisa. La felicidad parecía estar de vuestro lado hasta que el mazazo de una cruda enfermedad había caído sobre ti y parecía no querer soltarte.
Te aferrabas a cualquier pequeña esperanza. Has luchado por tu vida con fuerza de titán durante muchos años. Afrontabas cada recaída, cada nueva y a la vez más brutal embestida siempre con la ilusión de vencer y has vencido, aunque tu lucha no ha tenido el final feliz que todos deseábamos para ti.
Has vencido porque nunca perdiste la esperanza, porque has estado en todo momento rodeada de tu familia. Su mundo giraba por ti y para ti, por eso ahora aun les va a ser mucho más doloroso decirte adiós.

Sé que en estos momentos sobran mis palabras, aunque intenten ser de consuelo.
Si verdaderamente en el lado donde ahora estás existen lugares privilegiados, no me cabe la menor duda que el tuyo ha de ser el mejor para que disfrutes de todo lo que aquí cruelmente la enfermedad te negó.

Ahora te toca descansar y continuar al lado de los tuyos. Tanto amor como te has llevado, tanto amor como has dejado en ellos no puede quedar baldío. Seguirás viva Juli, viva cada vez que uno de ellos piense en ti y hable de ti viva y en positivo. No morirás si ellos viven, porque vivirás en su recuerdo y en su corazón.

Siempre escuché que los que se van no descansan hasta que los que quedan no les dejan de llorar, por eso tu familia tiene que dejar de llorar cuanto antes, aunque no me cabe en la cabeza que tu querida madre, tan mayor, pueda conseguir consuelo… Tus hijos, tus hermanos entre los que naturalmente incluyo a cuñados, sobrinos, primos… No cabe más desolación por tu partida.

Tu familia desde siempre es muy querida para mi, por eso a todos ellos les envío mi cariño y mi más sentido pésame, aunque permite que un abrazo especial sea para Marta, Bego y Jesu.

Descansa en Paz, querida Juli… Dulces sueños

domingo, 22 de mayo de 2016

AGRADEZCO A MIS LECTORES



AGRADEZCO A MIS LECTORES -22-05-2016

Hay días que me llevo gratas sorpresas al comprobar cómo gente que nunca me ha visto en persona, que me conoce apenas de “hola y adiós”, ha sabido entenderme y hasta de alguna forma apreciarme por el mero hecho de leerme.
Muchos que sí me conocían un poco más, se han dado cuenta de cómo soy por cómo escribo.
Sí, soy una persona tremendamente imperfecta, cargada de miedos e inseguridades que procura llevar siempre la cabeza muy alta, consciente de que no a todo el mundo le gusta lo que lee, ni todos han de estar de acuerdo conmigo en cada una de mis palabras ¡Faltaría más! Por eso siempre gradezco las críticas constructivas, no los critiqueos faltos de sentido, sobre todo común.

Escribir me proporciona mucha más satisfacción que sinsabores, mucho más desahogo  del alma que apretura de estómago, de hecho, si no fuera así, no escribiría o mejor dicho, no publicaría nada, pero nunca dejar de escribir porque me apasiona. Afortunadamente en mi equipaje hay muchos más escritos positivos que sinsabores, aunque mi innata rebeldía me haga defender mis ideas con uñas y dientes. Si la cara es el espejo del alma, el espejo de quien escribe, no siempre refleja las maravillas que uno quisiera mostrar.
Reconozco que en ocasiones  escribo con rabia de pena hacia lo que me sucede y me parece injusto, aunque no pueda afrontarlo para poner solución. De esas cartas y poemas tengo muchas en mi cajón; sentimientos que una vez escritos, una vez cumplido el desahogo de mi alma, lo guardo con celo y –salvo que sea estrictamente necesario- procuro no volver a leerlo para que no me haga daño nuevamente el objeto que me impulsó a lanzarme al papel y lápiz por no lanzarme al cuello de quien me proporcionaba el desasosiego de turno, o no lanzarme al hombro de quien hubiera estado encantado de enjugar mi pena y no quise hacerle sufrir.
En ocasiones decido no publicarlo porque quiero demasiado a la persona o personas que con su incomprensión o actuación de buena o mala fe, me hacen sentir que hubiera sido mejor no nacer si verdaderamente sufren por mi causa lo que dicen, pese a llevar toda mi vida intentando ser una “buena persona”, explicando que mi proceder no es en su contra, si no porque así lo siento.
Otras, esos escritos plasmados en sangre, es hacia las personas que hacen daño injustificadamente a quien yo más quiero.
A veces son en defensa de esos ataques gratuitos que me hace la gente que alguna vez compartió aire conmigo.
No soy mejor que nadie, soy como todo el mundo, aunque mi pecado sea escribir lo que pienso y siento en vez de comentarlo al rededor del velador de un café, -que también lo hago porque me encanta departir y cambiar impresiones con la gente que quiero- aunque en demasiadas ocasiones las palabras dichas se las lleva el viento y desafortunadamente en otras, el “difama que algo queda” sea muy utilizado por mentes retorcidas e insatisfechas consigo mismas, que nunca podrán demostrar que el mundo es como ellos  le pintan, pero si pueden demostrar que son como son, sin más.

Soy persona de cumplir promesas –y quien me conoce bien lo sabe-. Si alguna vez prometí no publicar nada que pudiera ofenderles o descubrir algo que pertenezca a su intimidad, aunque no fuera secreto, a fe que lo he cumplido. No me merece la pena dejar en el camino a personas muy queridas exponiendo públicamente escrita alguna felicitación –o queja - cuando puedo deshacer frente a frente el nudo que hubiera podido hacerse. Tampoco soy de poner la otra mejilla si ese nudo no fuera tan fácil de desembrollar.

En otras ocasiones, tras publicar durante años defensas vehementes sobre “conocidos íntimos” me encontré con su traición en plena cara y no me quedó más remedio que defenderme, y no me arrepiento de ello, lo volvería a hacer mil veces; si publico fue el desprecio, publica ha de ser la defensa, aunque con ello se destape una olla de mierda y me vea difamada e injuriada aun con más fuerza. Quienes lo hicieron quedaron retratados y tuve la fortuna de descubrir lo que en realidad tenía y por lo que afortunadamente nunca doblegué mi corazón para obtenerlo.

No escribo de política ni de fútbol porque no lo hago de lo que no me apetece; huyo de malos rollos y ensalzo o repruebo lo que a mi humilde juicio es de loar o censurar.

Soy tan como todo el mundo, que me ocurren cosas tan naturales como la vida misma. Cosas que te proporcionan felicidad infinita y compartes parte de ellas guardando bajo llave lo que no quieres que ni el aire roce.
Tengo una familia de la que puedo presumir porque sin ellos no sería quien soy ni como soy. Encontré a lo largo de mi vida cantidad de amigos que se quedaron en ella como tesoros impagables. Me siento afortunada por ello, aunque como el resto del mundo, no me libré de otros que en ocasiones entraron en mi vida. Personas que acepté por compromiso y que al cabo de un tiempo tuve la fortuna de librarme de ellos. Pese a haber recibido de mi –como si de buenos amigos se tratase- todo lo bueno que tuve; salieron de mi entorno a hurtadillas, desaparecieron como un pedo silencioso que deja fétida estela a los que están cerca,  llevándola con ellos vayan donde vayan, y cuando desaparecen, sólo los recuerdas porque estuvieron ahí y formaron parte de tu espacio, pero que al difuminarse, aprecias aun más el aire limpio que te rodea.
Quizás no llegas nunca a entender cómo lo hicieron de esa forma en lugar de explicar porqué, pero en este caso, dices como Rhett Butler en “Lo que el viento se llevó”… “Francamente queridos, me importa un bledo”.

Una vez un gran amigo dijo de mi: “Es una mujer hecha a si misma que comenzó escribiendo poesías más o menos buenas y sin estudios, ahora escribe de forma que nada tiene que envidiar a los periodistas de verdad”. Con esto me quedo, con esto y con el cariño de la mucha gente que me aprecia, dando las gracias a todos los que me leéis y a los que me criticáis, porque de las buenas críticas salen los mejores textos… y las mejores personas.  

sábado, 21 de mayo de 2016

MARI “LA MARICA”



MARI “LA MARICA” 20-05-2016

Tras escribir una carta de pésame o despedida a alguien que en este mundo no leerá lo que me hicieron sentir, a veces me da por pensar por qué no fui capaz de decirle eso mismo que escribí a la persona que me hizo sentirlo. Es una pena que no tengamos valentía para hacerlo cuando aún podemos rematar con un abrazo o sincera sonrisa.
Quizás tampoco es adecuado hacerlo cuando sabemos que esa persona podría tener las horas contadas y se interpretaría como compasión; otras veces la partida es por sorpresa y otras simplemente es porque el ser humano somos demasiado complicados en las cosas sencillas; no tenemos costumbre de mostrar tanto cariño como en realidad quisiéramos a las personas que alguna vez pasaron por nuestra vida dejando grato recuerdo.
 Hoy le pongo remedio a esto escribiéndole a Mari, una mujer viva y con buena salud, cargada de años, de hijos, de nietos, bisnietos y que aún tiene  la suerte de respirar cada día el aire limpio de Alaejos.
Ignoraba el origen de su mote o apodo: “Marica” y pensaba que siendo mujer no sería por ofensa tal apelativo que Mari luce orgullosa. Tras la lectura de esta carta Mariángeles me confirmaba que no se lo impusieron propiamente a ella, fue heredado de su padre que al parece solía llevar una urraca en el hombro,  y a estos pájaros, a las urracas, en Alaejos se las denomina "Maricas", mote  que  los descendientes de Mari  también portan con orgullo.

Recuerdo con cariño y agradecimiento, la Casita de 2006: Mari servía a la Virgen. Por primera vez en mi vida subí a la ermita a ver las vísperas y el cambio de vara que aquel año recibía Mari emocionada y rodeada de sus hijos.
Me acompañó aquella tarde mi amiga Mariluz, gaditana pero muy devota de nuestra Chiquitita que al verse por primera vez ante ella lloraba con emoción de alaejana. Al verla, Mari y Mariangeles se alegraron porque alguien de tan lejos sintiera tanto amor y respeto por nuestra patrona y en agradecimiento nos invitaron al refresco que ofrecían al día siguiente en su casa. Así lo hicimos y nos hicieron sentir como sus mejores amigas.
 La casa estaba llena de gente y pretendimos estar discretamente un momento para agradecer su gesto, pero estuvieron tan pendientes de que no nos faltara nada, de ofrecernos el mejor lugar y la mejor de sus sonrisas, que la visita duró un poquito más. Mariluz se llevó en el corazón la buena acogida de mis paisanas. Por mi amiga y por mí misma, siempre recordaré ese día con muchísimo cariño.

Mari tiene una voz inconfundible, alegre y cantarina que durante años llenó ese mismo aire que sigue respirando con sus trinos pregonando verduras y hortalizas,  empujando  su carrito por todo el pueblo.
No creció mucho en estatura, quizás porque el duro trabajo se lo impidió. Es –como la buena esencia- una gran mujer en un pequeño tarrito. Siempre amable, con una enorme sonrisa iluminando su cara retostada por el sol que durante años de hortelana le pegó recio.
Una mujer genio y figura que muere por los suyos; que sufrió muchísimo cuando la desgracia se cebó en quien más quería y cuando lo vio partir para siempre, pero que jamás se sintió sola porque vive rodeada del mucho amor que sembró.

Una mujer que engrandece la ermita  cada vez que grita: “¡¡Viva la Virgen de la Casita!!”, con tal fuerza, que hasta la Virgen contesta: ¡¡Viva!!

Pues eso, que viva con salud por muchos años mi querida Mari… “La Marica”.

 

lunes, 16 de mayo de 2016

EL SENTIDO DEL HUMOR



EL SENTIDO DEL HUMOR  16-05-2016

Sin alguno de los 5 sentidos “básicos”, la vida se complica y como huyo de las complicaciones, escribiré sobre otros no menos importantes.
Vamos desarrollando los sentidos corporales conforme se nos va dando de sí la piel y los otros los vamos adquiriendo heredados por genética o por estética y no aparecen en las estadísticas de “sentidos” como tal.
El sentido del equilibrio, no sólo sirve para no ir dando trompicones por la vida; también para controlar no dar de más ni pedir de menos.
El sentido de la justicia que paradójicamente es el más injusto de todos los sentidos, porque nadie se pone de acuerdo en lo que es justo y lo que es justamente lo contrario.
El sentido de la responsabilidad es un magnífico  sentido que ojala todo el mundo desarrollara en la medida necesaria.
Los sentidos del honor y del decoro que ya se han perdido para siempre y que bien entendidos y sin la exageración con que se exhibían, no estaría mal que volvieran a cobrar importancia.
El sentido del ridículo, que se te pega injustamente al tuétano y no hay forma de extirparlo porque cuando te lo hacen sentir, lo adquieres como propio y le hace la vida imposible a quien lo tenga muy acusado.
  El sentido de culpabilidad, que en forma parecida al del ridículo, en muchas ocasiones llega obligado por el que algunos te hacen sentir sacudiéndose el propio.

Habría muchos más, pero no me quiero extender demasiado en prolegómenos y ya llevo más de media página.

En realidad lo que hoy me apetece es escribir sobre uno de los sentidos que más deberíamos cultivar y que más deseo siempre que llenen mi vida, por eso procuro repartirlo a brazadas para que todos los que me rodean se lleven un buen pedazo.

Efectivamente como habréis adivinado por el título (os lo puse fácil)  me refiero al sentido del humor con el que naces o lo llevas crudo. El del humor es fundamental, mucho más importante de lo que puedan imaginar quienes no lo tienen ni intentan tenerlo.

Me siento afortunada porque el mío no me cabe en el cuerpo (que ya es decir) y no me refiero en absoluto a que en las reuniones yo sea el alma de la fiesta o que me regodee contando chistes; nada más lejos de la realidad. Me encanta sin embargo escuchar buenos monólogos o chistes bien interpretados, aunque desafortunadamente, no todo el mundo tiene ese “Don” y sí muchos creen tenerlo y te encasquetan cada chistaco, más para llorar y largarte de allí que para hacer una velada entretenida o para ser recordada por años.
Estos, para mí, confunden el sentido del humor con el del ridículo, que es justo lo que hacen, aunque para no quitarles todo el mérito  diré que agradezco a los malos contadores de chistes porque su mal hacer también hace reír, que es de lo que se trata y su buena intención ha de ser premiada con carcajadas… una vez… que luego está también el que al ver reír a los otros cree que ha triunfado y repite otro par o tres de veces el mismo final. Aquí ya ni por compasión sonrío para no sentirme más falsa que un anillo con piedra de “culo vaso”.

Otros, amparados en el sentido del humor utilizan la mofa y se ríen de todo y de todos, excepto de ellos mismos que seguramente son los más grotescos y se convierten en patéticos títeres sin puñetera gracia y sin que lleguen nunca a darse cuenta de su estupidez, por eso mi sentido del humor e incluso del humor surrealista no me permiten soportar que se rían de mí con la maldad que este hecho suele traer como compañía. Me río de mí misma –mucho- pero sólo delante de quien no se ríe de mí, si no conmigo. A los otros “al enemigo ni agua”.

Con sentido del humor además de disfrutar muchos ratos de sana carcajada y diversión, puedes transmitir alegría a quienes conviven contigo. Nada que ver con los antipáticos morugos que pululan por la vida con el rictus intacto de no usarlo.
También tengo buen sentido de la Percepción y percibo cuando estoy sobrando, por eso hago mutis por el “forro” de otro de mis sentidos: El común.
Hasta la próxima entrega queridos lectores.

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