viernes, 30 de enero de 2015

AMPARO BARÓ NO SÓLO ES SOLE



  30-01-2015

Pues no, Amparo Baró no fue sólo la Soledad Huete  de “7 vidas” que la hizo querida y muy popular, ni siquiera fue sólo la entrañable y gruñona  Jacinta García  que interpretó en “El Internado”. Amparo Baró fue una gran actriz de cine, comedia y sobretodo de teatro, y no sólo de aquellos míticos “Estudio 1”, donde se mostró al mundo español en blanco y negro.
Sus huellas imborrables están en muchos teatros no solamente españoles, donde recibió multitud de premios y nominaciones.
Amparo Baró se ha ido tan callada como vivió. Su peculiar voz ayer se apagó en familia, y ahora al público nos queda darle el más fuerte de los aplausos y la más sentida despedida.

Descansa en Paz Amparo Baró San Martín. Hasta siempre Amparo Baró. Gracias por dedicar tu arte y trabajo a quienes te seguiremos admirando.

viernes, 23 de enero de 2015

MEMORIA DE DEPENDIENTA




23-01-2015

Esta fría y soleada mañana  salí de casa para hacer unas compras. Bien abrigadita como pedía el rigor de la temperatura, me encaminé hacia la avenida de mi ciudad más cercana a mi domicilio. Ya en la habitual merecería a la que iba, esperé mi turno.
Sólo había una anciana a la que ya atendían, y como presumí sería un momento corto, decidí no quitarme bufanda ni un botón al abrigo.
No tardaron en subirme los calores, y no sólo por la calefacción del local –que también- ni por mi menopausia residual. Los calores en este caso, me llegaban al mirar el apuro de la dependienta que pacientemente atendía a aquella señora tan añosa como pesada. La mujer absorbía ansiosa la paciencia de la mercera con preguntas ya contestadas sobre varias prendas que reposaban sobre el mostrador en medio de las dos mujeres.
Buen rato después, tras varios sudores y ganas de acocotar un poquito a la viejecita, ésta, sin haber comprado nada, preguntó por un sujetador del que daba equívocas señas a la empleada.

Viendo que no la entendía, la señora dijo: “mira, NO lo llevo puesto”, mientras procedía a quitarse la bufanda, desabrocharse el abrigo y la camisa, apartando su camiseta para mostrar su vieja “tetera”, como si la visión de aquellos botijos añejos, pudiera iluminar a la dependienta e imaginar marca, modelo, color y tamaño del sostén.

Mi prisa, paciencia y buena memoria de dependienta, hizo que me acordara de la anciana madre que parió a esta vieja y que seguramente murió hace muchos años… de aburrimiento.
No suelo meterme en conversaciones ajenas, pero se hacía la hora de cerrar, y viendo que de permanecer calladita, tendría que volver a mi casa sin mi compra y sudando a chorros, me decidí y amablemente le dije a la pesadilla: “¿Qué le parece si esta tarde vuelve usted con ese sujetador y se lo enseña?
Viendo que tenía razón, se marchó a su casa –o donde fuera, que no se lo pregunté- dejando en la mercería un reguero de prendas mostradas, sin haberse llevado ni una sola de ellas.
Hice mi compra, y por la tarde tuve que volver a por otra cosa. Mientras me atendían, el destino quiso que apareciera también la mosca cojonera, que sin esperar turno tras de mí, sacó de una bolsa de plástico el sostén de sus tormentos.
La dependienta, supongo que para quitarse de en medio a tan pelma ancianita,  me pidió perdón y sacó de su caja un sujetador idéntico a como fue hace años el que traía la señora. Esta, muy contenta, dijo sin pudor: “Este, este es el que me gusta… cuando necesite uno vengo a comprarlo”. Y se marchó seguramente a darle por c… a darle la tarde a otra “persona humana” dejándonos con dos palmos de narices y ganas de estrangularla.

No pude resistirme a contaros tan “jocosa” anécdota; una de las muchas que cada día ocurren y sufren pacientemente quienes se ganan el pan y el Cielo, aguantando petardas detrás de un mostrador.

martes, 20 de enero de 2015

HASTA SIEMPRE DOLORES MUÑOZ



  20-01-2015
Querida Dolores: Tu nombre hecho tormento te acompañó en el desesperado final.
Quiero enviar de esta forma mi pésame a toda tu familia, que en alguna forma también es mía; a tus amigos y todo aquel que te quiso bien.
En el alma llevas tatuada la pena al partir sabiendo la situación en la que queda tu casa. No te preocupes, saldrán adelante; echándote de menos mucho más de lo que imaginan, pero continuarán su lucha para seguir amándote, porque es la única forma de no morir del todo.

Dolo, querida “prima segunda”, tu adiós nos pilló de sorpresa. Has sufrido mucho más de lo que nadie merece. Trabajadora al máximo desde que siendo una niña, aprendiste a enhebrar una aguja.
Muchas mujeres de Alaejos lucieron un modelo confeccionado por ti en su gran día de boda. Ellas y “todo el acompañamiento”.
Niñas que -como yo- también nos vimos preciosas en el importantísimo día de Primera Comunión.
¿Cómo podías? Cuando la confección de un traje todo era manual, hasta los sobrehilados, siempre llegaban a tiempo “los majos” para que tu clientela estrenara los 8 de Septiembre, cada 10 de Mayo o en cualquier ocasión buena para “ponerse de tiros largos”.
¿Quién no recuerda haber estrenado alguna vez un vestido confeccionado por Dolo?
¡¡Cuantas veces fui de niña a tu casa para que me dieras algún recorte de sobras con el que yo misma hacía “los vestidos” a mis muñecas de cartón!! Muchas, y siempre me atendías paciente y amablemente.
Me quedaba embobada viéndote pasar hilos o hilvanando a luz de aquella mortecina bombilla con la bobina de hilo colgando del techo en ingenioso artilugio para hacerte más fácil la labor, y que nunca se perdiera una hebra. Estoy segura que en aquel invento algo tuvo que ver tu querido hermano Julián.
No te olvido siempre volcada sobre tu máquina de coser con pedales. Esa ligereza marcando la tela con la tiza y esas tijeras que en tus manos casi cobraban vida. Sin pereza en deshacer lo ya cosido cuando en las primeras pruebas habías de rectificar para ajustar la prenda al cuerpo de la clienta.
Es muy posible que mi primera afición por dedicarme a la costura la adquiriera de mirarte trabajar. Siempre en aquella salita con vistas a la calle por la pequeña ventana desde la que veías el mundo,  pidiendo a la noche horas prestadas,  y diseñando tu juventud a golpe de aguja e hilo. Meciendo el sueño de tus hijos con el run run de la Singer.

Imposible será olvidar tu dulce y suave voz; jamás un grito, siempre una franca sonrisa, un amable saludo que me hacía sentir que el cariño  fue mutuo.
Siempre dispuesta a hacer un favor, aunque tuvieras que robarle el tiempo a otro que le sobrara.
Nunca es justa la muerte. En tu caso mucho menos porque tenías mucho  aún por vivir y una vida entera para disfrutar los frutos de tu eterno trabajo.
Si has sido feliz, sólo lo sabes tú, porque tras la puerta de una casa, sólo quien vive lo sabe y la felicidad es tan relativa como la vara con que se mide.
Te deseo lo mejor allá donde vas. Estoy segura que seguirás sonriendo y visitarás todos los lugares que te quedaron por ver, todas las fiestas a las que no pudiste ir para que otras lo hicieran impecablemente vestidas por ti.
Ahora Dolores sólo será tu nombre y no tu cruz. Querida Dolo, siempre te recordaré con cariño. Descansa en Paz junto a todos los que lloraste al verles partir.

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